Autor: Quinlan Terry.
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Siete malentendidos sobre la Arquitectura Clásica
Intento ejercer hoy día como un arquitecto clásico, y me gusta.
He llegado a esta posición no a través de conferencias o argumentos intelectuales (fundamentalmente porque no es objeto de estudios académicos), sino tras once años de trabajo codo con codo son el gran arquitecto, Raymond Erith RA, quien falleció en 1973.
En el pasado los estudiantes de arquitectura empezaban como delineantes trabajando en los estudios y reuniéndose por las tardes para comentar sus experiencias y opiniones, que tomaban de sus maestros y de la práctica profesional a su alrededor. Hoy día, el moderno sistema de enseñanza de la Arquitectura requiere que un estudiante pase cinco años inmerso a tiempo completo en teorías académicas antes de poder comenzar una teoría propia basada en la experiencia práctica. Posiblemente a causa de este proceso de adoctrinamiento por lo que los estudiantes a menudo se plantean cuestiones de tipo teórico que para nada tienen que ver con el mundo práctico del arte de construir. Es en esta relación entre teoría y práctica lo que causa frecuentes malentendidos acerca de la relevancia de la arquitectura clásica hoy día.
Hay varios modos de malentender la arquitectura clásica y el objeto de este escrito está basado en los siete malentendidos más frecuentes:
1.- Pastiche.
2.- Funcionalismo.
3.- Nuevos tipos edificatorios.
4.- Materiales.
5.- Costes.
6.- Mano de obra.
7.- Política.
Comencemos por el primer malentendido. Uno de los prejuicos más populares es que la arquitectura clásica es un pastiche; se suele decir simplemente se reduce a copiar de los libros y grabados. Me doy cuenta que muchos historiadores están totalmente embebidos de estas ideas y, al igual que todas las personas que viven aparte de la realidad, no aprenderán hasta que empiecen a dedicarse a la práctica. Sólo aprendemos a través de la práctica.
Supongamos, por ejemplo, que nos piden diseñar una puerta al modo Palladiano. Nos dirigiremos a los Cuatro Libros de Palladio y encontramos que sólo nos indica el perfil de las molduras (1). Ninguna pista en cuanto tamaño, escala, materiales o forma de construirlas. Incluso si nos decidimos por una puerta de tres pies, seis pulgadas (aprox. 1 m) de ancho por siete pies (aprox. 2,15 m) de alto, con arquitrabe de altura un sexto del vano y entablamento encima (2-3), ¿cómo lo relacionamos con el muro? ¿Cómo convertimos las líneas de este diseño en materiales de construcción?
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Ahora nos enfrentamos a decisiones sobre el material de cobertura, la estructura, la puerta y su hoja, por no hablar del tratamiento al otro lado del muro. Para conseguirlo necesitamos tirar de nuestro conocimiento y experiencia, y el resultado expresará una serie de ingenios y sutilezas arquitectónicas. Y si no somos cuidadosos también podemos expresar nuestros defectos e inexperiencia. Si pensamos que una puerta de estas características no es lo suficientemente importante para su ubicación podemos añadirle un orden a cada lado e incluso un pedestal (4).
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Esto nos lleva al segundo malentendido, concerniente al funcionalismo. Se suele decir que en una era democrática, la importancia de una simple puerta es desdeñable. Dejando de lado las cuestiones democráticas, todo gran edificio público debe servir a diferentes sectores sociales, y es de agradecer que la entrada principal se distinga fácilmente de la entrada del personal o la puerta para la entrada del correo. Incluso en el salón de una vivienda la puerta hacia el vestíbulo o la cocina deberá tener más relevancia que una puerta de armario. Las viejas reglas relativas a la importancia relativa (la jerarquía) de las puertas y sus arquitrabes siguen siendo útiles. Bien entendidas permiten al cliente usar el edificio y si se ignoran, como en la mayoría de los edificios modernos, debemos recurrir a símbolos y señales para orientar al público en la dirección deseada.
Por tanto podemos afirmar que una de las funciones de las molduras es enfatizar la importancia relativa de los diferentes accesos. Resulta sorprendente que las molduras, tan simples, puedan crear tal cantidad de variaciones. Al fin y al cabo sólo hay una moldura recta y otra curva. Un cavetto es una curva cóncava mientras que un óvolo es lo contrario. Una cyma recta es un cavetto seguido de un óvolo, mientras que una cyma reversa es lo contrario. Los filetes se colocan simplemente en medio. Si los unimos, dicen algo, tal vez una cornisa jónica modillonada (6).
Podemos preguntarnos por la razón para tal secuencia de molduras. La respuesta es que éstas se han desarrollado por causas diversas como el clima, tradición constructiva, precedentes históricos y otras influencias. Pero probablemente la más importante sea la esciografía, o el arte de proyectar sombras sobre un plano o superficie.
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Si trazamos las líneas de proyección podemos ver como el perfil de las molduras se ve resaltado por las sombras. El frente de la corona y los modillones están iluminados directamente, mientras que las curvas de cymas y óvolos entran y salen de las sombras suavemente. Podemos pensar que el sofito y el fondo están perdidos porque están totalmente en sombra. Pero curiosamente la parte superior del ábaco actúa como un reflector y envía una tenue luz hacia el sofito por reflexión. De igual modo, en un capitel toscano el ábaco cuadrado proyecta una sombra sobre los elementos circulares inferiores. Asimismo se produce una reflexión en lo alto del equino que enfatiza la forma. Esta combinación de sombras suaves y fuertes está provocada por las formas geométricas simples del ábaco cuadrado soportado por un equino circular.
Hemos comentado el papel de la luz, luz natural, sobre sólidos geométricos simples. Resulta un placer para la vista y nos hace sentir bien; placeres simples causados por elementos naturales y para nada dependientes de luz artificial y el consumo energético. La arquitectura clásica viene de un mundo natural que valoraba la luz y el aire mucho más que nosotros porque en aquella época no había luz o ventilación artificial para resolver problemas constructivos y proyectuales.
De esta forma, a la hora de planificar una vivienda, es de sentido común colocar la puerta principal en el centro, tras la cual se situarían el vestíbulo y la escalera. Asimismo podría haber un salón a un lado y una cocina al otro. Las ventanas irían al centro de las estancias, con un hueco de área un poco más de un décimo de la superficie en planta, permitiendo que el edificio no sea ni muy frío en invierno ni muy caluroso en verano. También podemos desarrollar dispositivos que suavicen la luz que entra a la estancia. La chimenea debería estar en los extremos, bajo los mojinetes; y la cubierta, por supuesto, inclinada. La primera planta sería prácticamente igual, con dos dormitorios y un armario en el rellano. El alzado se proyectaría como el natural y funcional reflejo de la planta (9).
Este es un sencillo ejemplo de una planta contrastada, usada durante siglos y todavía capaz de triunfar ella sola en los ámbitos funcionales. Esta planta permite infinitas variaciones y adiciones, de forma que en la actualidad se puede colocar un cuarto de baño en la primera planta, o ampliar la planta baja con estancias adicionales. Se trata por tanto de un método de construir y proyectar que puede adaptarse por sí mismo a los cambios sin sacrificar sus principios.
Esto nos lleva al malentendido tercero: los nuevos tipos edificatorios. En cierta ocasión me preguntaron como puedo incluir en la tradición clásica a aeropuertos, aparcamientos en altura, fábricas y oficinas.
He de admitir que el arquitecto no tiene respuestas predeterminadas y deberá iniciar un gran proceso reflexivo. Pero si Bramante no hubiera estudiado la yuxtaposición del tempo circular pagano con la basílica Cristiana primitiva, no tendríamos la Iglesia tipo del Renacimiento con San Pedro de Roma como su principal representante. Bramante abordó un problema nuevo sobre la bien conocidas trayectoria de los principios clásicos y a partir de ellos produjo un tipo edificatorio completamente nuevo y exitoso. ¿Acaso no hay hoy día una oportunidad, y un cambio, para abordar nuevos problemas desde los viejos principios, en lugar de abordarlos desde el deseo casi pueril de crear desde la nada?
De hecho cada problema, incluso un invernadero a un lado de una vivienda, es un problema nuevo. El resultado arquitectónico depende de lo que esté en la mente del diseñador. Continuaré hablando sobre lo que hay en la mete del diseñador un poco más adelante.
El cuarto malentendido es sobre los materiales. Frecuentemente me preguntan por qué no uso materiales modernos. Antes de responder a esa pregunta, hagamos una pequeña lista de materiales de construcción nuevos y viejos.
Piedra Caliza
Mármol
Mortero de cal
Ladrillos, baldosas y tejas de arcilla
Pizarra
Piedra Arenisca
Hormigón de cemento Pórtland
Acero
Hormigón Armado
Piedra Artificial
Hormigón pretensazo
Ladrillos de silicato
Acero inoxidable
Aluminio
Plásticos laminados
Ahora no voy a ocultar que admito haber usado varias veces materiales de debajo de la lista, pero casi siempre ha sido por su bajo precio a corto plazo. No hay duda de que, aparte de su apariencia y bajo coste, los materiales de debajo de la lista tienen una vida más corta que los que están en la parte superior.
Esto implica que si empleamos materiales modernos tendremos costes de mantenimiento más elevados que con los tradicionales. Hay ejemplos significativos como materiales usados para techar que tienen menor garantía que la mayoría de las máquinas de aire acondicionado; pero dejando eso aparte, merece la pena reseñar que Hope Banegal, jefe del Instituto de Investigación de la Edificación, advirtió que los mejores materiales de construcción son prácticamente inertes, y que el gran defecto de los materiales modernos es su alto coeficiente de dilatación, como se muestra en esta tabla (10).
Esto significa que su dilatación y contracción diaria y estacional es tal que las juntas de dilatación son necesarias. Incluso los modernos muros de ladrillo necesitan juntas de dilatación cada 30 pies (aprox. 9 m). Esto acaba por disgregar la naturaleza monolítica de cualquier estructura en pequeños volúmenes aislados con juntas de dilatación. La climatología y el desgaste en estas juntas es una debilidad a largo plazo, mientras que la fábrica tradicional no tiene ninguno de estos problemas al ser los morteros de cal en vez de cemento. Pensemos en el Panteón de Roma, construido con ladrillo y mortero de cal. Tiene un diámetro de 142 pies (aprox. 43,25 m) y se ha mantenido en pie durante casi dos mil años. Ninguna estructura de hormigón armado aguantaría tanto porque una vez que el aire y la humedad penetran en la armadura, no hay nada que pueda inhibir permanentemente su colapso. ¡Ni siquiera sería una buena ruina!
Por supuesto que los materiales modernos, materiales con altos coeficientes de expansión, tienen su uso para edificios efímeros, como pabellones de exposición y fábricas, pero a menudo su atractivo viene determinado por su bajo coste.
Realmente esto es la esencia del quinto malentendido, los costes, y cualquier ecuación que tenga en cuenta el presupuesto deberá estar relacionada con el mantenimiento y la durabilidad. Si el bajo coste se ha relacionado correctamente con la vida del edificio, el cliente normalmente preferirá la solución más duradera. Una caravana será más barata que una casa bien construida, pero en veinte años (el tiempo que se tarda en pagar la hipoteca), la casa se ha revalorizado mientras que la caravana ha perdido gran parte de su valor. Generalmente, esta forma de economizar a corto plazo ha sido aceptada como una razón contra el uso de soluciones más tradicionales.
Hemos construido en Londres un gran edificio de oficinas con materiales y técnicas tradicionales. Fue por razones de conservación patrimonial, y el cliente estaba preparado para pagar más por ello; pero de hecho costó ligeramente un poco menos por pie cuadrado en comparación con otros edificios de oficinas construidos al mismo tiempo. Es más, precisamente por tener una proporción Georgiana de huecos con respecto al muro no necesitó aire acondicionado, reduciendo considerablemente el presupuesto.
El cliente moderno no necesita solo un bolsillo sin fondo y poca memoria, además necesita un suministro exorbitante de combustible para mantener el confort del edificio. En el pasado los recursos eran escasos y los edificios mostraban un sentido de la moderación que brilla por su ausencia hoy día en las grandes fachadas de vidrio que nos son tan familiares. La verdadera cuestión es si el artículo diseñado tiene una buena relación calidad-precio.
La relación calidad precio nos lleva al malentendido sexto, sobre la mano de obra. La gente me pregunta cómo puedo encontrar mano de obra para este tipo de trabajos hoy día, como si los hombres no pudieran o no quisieran desarrollar trabajos especializados. La verdad es que donde es necesario que se haga un buen trabajo hay hombres dispuestos a hacerlo. Nunca hemos tenido dificultad en obtener mano de obra cualificada; preparamos los detalles a escala real y especificamos calidades, y asegurándonos un constructor serio que lleve la obra no se suelen necesitar más explicaciones. Lo mismo ocurre con yeseros, albañiles, pizarreros, canteros e incluso tallistas o caldereros. Generalmente, encuentro que cuanto más intrincado sea el detalle, más dispuesta está la mano de obra a hacer el trabajo.
Creo que el obrero es malinterpretado por todos menos por el mismo. Sin embargo, no hay diferencia fundamental entre la mano de obra, el arquitecto o los contratistas. Son todos hombres creados a la imagen de Dios con necesidades y aspiraciones. Pero he notado que somos menos codiciosos cuando hacemos trabajos que nos gustan; y al final del día podemos ir a casa y pensar sobre ello, volviendo al día siguiente con las ganas de llegar un poco más lejos con nuestro trabajo. He escuchado esto de tantos obreros que debe ser verdad; es el aburrimiento de un trabajo repetitivo, un trabajo que no requiere nada de uno mismo, un trabajo para una mente vacía. Y una mente vacía es peligrosa pues se llena pronto de pensamientos que ningún experto industrial puede controlar, lo que nos lleva al último malentendido.
El séptimo malentendido es sobre las implicaciones políticas. Frecuentemente se dice que hay implicaciones políticas en el clasicismo. Que al haber sido usado por Mussolini es una expresión del fascismo; o que por haber sido adoptado por Moscú un tiempo después de la Revolución es un símbolo del socialismo. La verdad es que el clasicismo es exponente de la sociedad que lo emplea, al igual que el rostro de un hombre o una mujer expresa lo que hay en su corazón. Históricamente ha sido la expresión de diversos regímenes políticos y religiosos como la Roma Republicana e Imperial, la capitalista Florencia de los Médici, la corrupción de los papas Borgia, el espiritualismo manierista de Miguel Ángel, la Reforma Protestante en la Inglaterra Palladiana, el Rococó de la Contrarreforma en Baviera y España, la simplicidad Piadosa de los Disidentes en Inglaterra y América, y el orgullo autoritario de los Victorianos. Aunque las influencias espirituales, políticas, materiales y temporales se cristalicen en piedra y madera, y sean expresadas en formas clásicas, la gramática clásica permanece neutra; como la pintura sobre la paleta del artista.
Quinlan Terry