sábado, 31 de enero de 2009

Los cinco clasicismos actuales según Robert A. M. Stern.

Durante sus años de gestación con las primeras vanguardias y de triunfo y expansión tras la Segunda Guerra Mundial, la arquitectura moderna, tipificada a través del “Estilo Internacional”, controló el crecimiento y reconstrucción de las ciudades occidentales y sus colonias, programando grandes conjuntos funcionales y maquinistas que seguían las pautas de la Ville Radieuse de Le Corbusier y los CIAM; pero con el tiempo estos principios, surgidos de la inocencia e ingenuidad de quienes miraban el mundo surgido tras la Primera Guerra Mundial como una tabula rasa a partir de la cual construir un mundo nuevo, mostraron una particular tendencia a la anomia que acabó siendo la causa de muchos de los problemas de integración y degradación de grandes áreas urbanas.

Con la “muerte” de la Arquitectura Moderna (Pruitt Igoe, 1972) se inicia una nueva etapa para la Arquitectura: la Posmodernidad. Como sucedía antaño con la muerte de monarcas o dirigentes autoritarios y el pueblo veía con entusiasmo el futuro, los arquitectos pronto se sintieron liberados del mito del Movimiento Moderno y su incapacidad para dar respuesta a todas las necesidades de la sociedad. Por primera vez en cuarenta años se atrevieron a mirar al pasado sin los complejos ideológicos que antes se lo impedían. Estas aproximaciones constituyen la primera etapa de la Posmodernidad como tal, que todavía convivió con otras “familias” del Movimiento Moderno como el brutalismo.

Los resultados de estas revisiones del pasado son muy desiguales en función del modo en que cada arquitecto la realizada. Hubo quien se decidió a mirar al pasado de forma desenfadada y emplearlo con ironía contra las carencias de la modernidad. Otros optaron por retomar los principios generales del clasicismo sin olvidar la modernidad. También se siguió el camino de continuar el clasicismo como si la modernidad sólo hubiese sido un mal sueño y seguir desarrollando el mismo como durante la Ilustración. Además surgieron variantes más moderadas de esta última que buscaban la esencia del clasicismo como tal o la manera de adaptarlo de forma seria a la “tradición moderna” sin caer en ironías o insulsos juegos formales.

Todas estas variantes de lo que habría de llamarse clasicismo posmoderno fueron recogidas por Robert A. M. Stern en su libro “El clasicismo moderno” y clasificadas en cinco tipos: clasicismo irónico, clasicismo latente, clasicismo esencialista, clasicismo canónico y tradicionalismo moderno. Con esta clasificación se ahonda en un fenómeno ya apuntado por Jencks al estudiar la arquitectura posmoderna, si bien Jencks en su análisis se centra sobre todo en el enfoque irónico del clasicismo y despreciando los demás, Stern da a estas cinco variantes el mismo tratamiento crítico, mostrando una visión amplia y objetiva de esta etapa de la Historia de la Arquitectura.

Clasicismo irónico: Edificio para la compañía Disney. Burbank, California, EEUU. (1992). Arquitecto: Michael Graves.

Clasicismo irónico: Plaza de Italia, Nueva Orleans, Luisiana, EEUU. (1978) Arquitecto: Charles Moore.

Clasicismo latente: Vivienda unifamiliar en Viganello, Suiza (1981). Arquitecto: Mario Botta.

Clasicismo latente: Avenida Westcherter nº 800, Nueva York, EEUU (1983). Arquitecto: Kevin Roche.

Clasicismo esencialista: Galerías Duncan, Lincoln, Nebraska, EEUU (2002). Arquitecto: Demetri Porhyrios.

Clasicismo esencialista: Centro Cívico de la Ciudad de Florida, Florida, EEUU (1994). Arquitectos: Andres Duany y Elizabeth Plater Zyberk.

Clasicismo canónico: Ampliación del Senado, París, Francia (1986). Arquitecto: Christian Langlois

Clasicismo canónico: Edificio de entrada al banco Riggs, Washington DC, EEUU (1990). Arquitecto: John Blatteau.

Tradionalismo moderno: Vivienda en Hampshire, Reino Unido (2006). Arquitectos: Robert Adam Architects.


De estos cinco modos de entender la tradición, sólo los tres últimos (clasicismo esencialista, clasicismo canónico y tradicionalismo moderno) han tenido una continuidad hasta nuestros días. Su difusión y docencia quedar oscurecida por el peso relativo de los dos primeros, a su vez los únicos estudiados en las líneas oficiales, en parte debido a la influencia de Jencks (quien por otra parte muestra sin pudor un desprecio hacia las otras formas de aproximarse al clasicismo), y en parte como demostración parcial (sólo centrada en los enfoques irónico y latente) del fracaso de ese retorno irreflexivo al pasado, que se hace extensible al resto de manifestaciones clásicas contemporáneas. Es con este razonamiento con el que se ahoga cualquier planteamiento o iniciativa clasicista desde el estamento académico, muchas veces proviniendo de arquitectos que su momento no tuvieron problemas con retornar al clasicismo.

Esencialista, canónico o tradicionalista moderno, el arquitecto clásico contemporáneo encuentra en estas categorías un abanico de posibilidades con el que desarrollar su obra con la suficiente originalidad como para ser moderno, pero también con el suficiente conocimiento del pasado como para ser tradicionalista o directamente clásico. En definitiva, un camino para ser intemporal, pero de su tiempo.

domingo, 25 de enero de 2009

El arquitecto Abdel-Wahed El-Wakil, ganador del premio Driehaus 2009.

El arquitecto egipcio Abdel-Wahed El-Wakil (El Cairo - Egipto, 1943) ha sido elegido como ganador del premio Richard H. Driehaus de Arquitectura Clásica en su edición de 2009. Este premio es el equivalente clásico del conocido Pritzker y se otorga desde 2003 a Arquitectos de reconocida trayectoria dentro de la recuperación de la Arquitectura, Urbanismo y Construcción tradicionales.

La elección de El-Wakil supone una novedad con respecto a los anteriores galardonados, todos provenientes de la tradición europea y anglosajona, e incluye a la arquitectura islámica dentro de la revalorización del clasicismo, como se viene haciendo desde un tiempo en ITNBAU.

La obra de este arquitecto egipcio aboga por la continuidad de la tradición frente a los imperativos ideológicos de la modernidad y los imperativos de la era moderna. Para él, éstos no son argumentos que justifiquen la renuncia a la tradición arquitectónica islámica. El-Wakil trabaja con diseños, materiales y técnicas autóctonas, pero no duda en integrarlos con la tecnología contemporánea para crear una arquitectura familiar, funcional y sostenible, que sea intemporal, pero de su tiempo. Sus quince mezquitas en Arabia Saudí son todo un ejemplo de cómo la arquitectura islámica puede beber de nuevo de sus tradiciones; del mismo modo, el Centro de Estudios Islámicos de Oxford es una perfecta combinación entre la rígida arquitectura universitaria de la ciudad con los ecos de la arquitectura islámica que llegan a Reino Unido, y que la enlazan con otros “caprichos” como el Pabellón Real de Brighton.

(Interior de la Mequita de Quba, Arabia Saudí)

(vista general del Centro de Estudios Islámicos de Oxford)

(Detalle de la cúpula y el minarete del Centro de Estudios Islámicos de Oxford)

Actualmente El-Walkil trabaja en varios proyectos en Medio Oriente y África, que destacan por su sencillez y compromiso con las tradiciones locales y se desmarcan de la arquitectura ruidosa y chillona de Dubai, en la misma línea que el clasicismo contemporáneo occidental se separa del estrafalario deconstructivismo.

Relación de obras en Archnet

Relación de obras en la página de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame, en Indiana, EEUU


Relación de miembros del jurado del premio Driehaus en su edición de 2009:

Richard H. Driehaus: Fundador y presidente de la Dirección Financiera Driehaus.

Michael Lykoudis: Decano “Francis y Kathleen Dooney” de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame, Indiana, EEUU.

Paul Goldberger: Crítico de Arquitectura de “The New Yorker”.

David M. Schwarz: Presidente de David M. Schwarz Architects.

Adele Chatfield-Taylor: Presidenta de la Academia Americana en Roma.

Robert Davis: Socio princial de Arcadia Land Company y fundador de Seaside, Florida, EEUU.

Léon Krier: Arquitecto y primer galardonado con el Premio Driehaus en 2003.

domingo, 18 de enero de 2009

ICoH: Comité de Honor de INTBAU

El comité de Honor de INTBAU comprende a los principales profesionales en la tradición del mundo. Su misión es apoyar, promover y participar en las actividades de INTBAU de acuerdo a sus estatutos, además de aconsejar al Comité de Dirección en asuntos de política, socios y actividades.

El Comité de Honor está compuesto por eminentes profesionales de los ámbitos académicos, profesionales, prácticos y artísticos relacionados con la arquitectura, urbanismo y técnicas constructivas que apoyan los objetivos de INTBAU.

Actualmente el Comité de Honor de INTBAU cuenta con los siguientes miembros (por orden alfabético):

Julian Bicknell
John Blatteau
Pier Carlo Bontempi
Nada Breitman & Marc Breitman
Javier Cenicacelaya
Maurice Culot
Espie Dods
Andres M. Duany
Allan Greenberg
Professor Claudio D'Amato Guerrieri
Dr Mehrdad Hejazi
Professor Dr.-Ing.
Wolfram Jäger
Leon Krier
Rob Krier
Catesby Leigh
David Ligare
Michael Lykoudis
Sune Malmqvist
Professor Paulo Marconi
Charles Morris
Andreas Papadakis
Robert Patzschke
Ruediger Patzschke
Attilio Petruccioli
Elizabeth Plater-Zyberk
Stefanos Polyzoides
Demetri Porphyrios
Dick Reid
 
Nikos A. Salingaros
John Simpson
 
Thomas Gordon Smith
Arne Sødal
Lucien Steil
Robert A. M. Stern
Sandy Stoddart
Quinlan Terry
David Watkin, University of Cambridge
Carroll William Westfall, University of Notre Dame

ITCP: Colegio INTBAU de Profesionales en la Tradición

El Colegio INTBAU de Profesionales en la Tradición es un cuerpo internacional de profesionales en arquitectura, urbanismo y técnicas constructivas tradicionales, con una producción de al menos cinco años de obras tradicionales de calidad.

La membresía está limitada a profesionales de alto nivel en el ámbito académico, artístico, comercial, artesano o actividades prácticas y que estén en relación con los objetivos que persigue INTBAU.

El ingreso al ICTP está sujeto a una evolución de calidad por un Comité Internacional de Ingreso conformado por miembros del ICTP y el consejo de INTBAU. El ingreso se realiza a través de una solicitud, un catálogo de proyecto y el pago de honorarios de un excamen no reconsiderables. Cada solicitante debe presentar un currículum de trabajos de alta calidad que abarque al menos cinco años de práctica profesional.

El Comité de Ingresos se reúne con regularidad para evaluar a los aspirantes. Un miembro del Comité de Ingresos, el propio ICTP, o un experto visita los edificios seleccionados para la evaluación, quedando este proceso debidamente documentado y revisado. Un subcomité de seis miembros del Comité de dirección hace las veces de Comité de Ingresos por periodos de cinco años.

Los miembros del Comité de Honor de INTBAU (ICoH) entran a formar automáticamente del ICTP mediante el pago de unos honorarios de ingreso. Generalmente los solicitantes son propuestos y secundados por miembros del propio ICTP, a menos que sean nominados por miembros del Consejo.

No obstante, la solicitud de ingreso es libre y cualquiera puede acceder a los formularios de solicitud.

Los actuales miembros del ICTP son:

Claudio d'Amato
Giuseppe Amoruso
Nigel Anderson
Ethan Anthony
José Franquiera Baganha
William T. Baker
Julian Bicknell
Pier Carlo Bontempi
Alexander C. J. Creswell
Andres Duany
Anne Fairfax
Mario Gallarati
Pedro Pablo Godoy
Craig Hamilton
Paul Hanvey
Alvin Holm
John Malick
Michael Mehaffy
Murray G. Miller
Liam O'Connor
Hugh Petter
Leonard Porter
Alireza Sagharchi
Nikos A. Salingaros
Richard Franklin Sammons
María Fernanda Sánchez
George Saumarez Smith
John Simpson
John Smylie
Madison Spencer
Lucien Steil
Alexander Stoddart
Dinyar Wadia
Carroll W. Westfall

jueves, 1 de enero de 2009

El carácter apolítico del clasicismo

En los ámbitos académicos, la sola mención del clasicismo contemporáneo pone de mal humor a los profesores y hace temblar a los alumnos. Los primeros lo ven en el mejor de los casos como una derivación pasajera de la posmoderindad, un mero pastiche, obviando generalmente que se trata de una tradición ininterrumpida que convivió con la modernidad; pero lo más habitual es que lo tilden de totalitario -fascista o comunista según la comunión política- y arenguen con odio contra él por considerarlo una arquitectura opresiva que impide la creatividad. Curiosamente los propios profesores desde sus cátedras imponen una dictadura estética exigiendo proyectos debidamente referenciados (por no decir copiados) en publicaciones contemporáneas, e incluso llegando a rechazar aquellas propuestas que no se amoldan a sus gustos estéticos, amparándose en el criterio, ya completamente subjetivizado, de buen o mal proyecto.

Ya hemos comentado en varias ocasiones el carácter apolítico del clasicismo, y que éste no sirve a ninguna ideología política por ser anterior a ellas. De esta forma, mientras Europa occidental suele considerar el clasicismo como reminiscencia de los regímenes totalitarios o de una especie de rancio conservadurismo político, el mundo anglosajón y americano lo considera garante de las libertades democráticas y parlamentarias (por haber sido fundadas estas naciones bajo la inspiración de la República Romana o las Democracias Griegas) o, en el caso británico, símbolo de su época imperial.

El Sr. Quinlan Terry opina que el clasicismo es expresión de la sociedad que lo emplea, y que es un soporte neutro para la misma, opinión no muy alejada de la del Sr. Leonardo Benévolo quien, de un modo más pesimista, considera que “el repertorio neoclásico, gastado por las continuas repeticiones, ha perdido, por su parte, cualquier significado ideológico intrínseco y se le aprecia precisamente porque se ha convertido en una forma vacía que puede llenarse con cualquier contenido” (Benévolo, Leonardo. Historia de la Arquitectura Moderna. Ed. Gustavo Gili. Barcelona, 1996, p. 602). Llega a esta conclusión después de demostrar que el neoclasicismo se puede justificar desde espectros políticos aparentemente opuestos, como son el nacionalsocialismo y el comunismo por un lado, y la teoría de la restauración crítica de Gustavo Giovannoni por otro.

Lo clásico –escribe Giovannoni- es dignidad, es equilibrio, es sentimiento sereno de armonía. Quizá por el antropomorfismo de sus proporciones, o quizá por la conciencia con que se ha adaptado al espíritu de la ciudad y de las generaciones, constituye el punto de referencia del gusto y del arte público, es la expresión máxima que el hombre ha encontrado… siempre ha querido elevarse de las materiales contingencias hacia la finalidad de pura expresión de la vida del espíritu.

La arquitectura soviética –dice Lunacharsky- debe inspirarse en la Grecia antigua, porque aquellas repúblicas fueron consideradas con benevolencia por Marx, por la libertad y por las diferentes realizaciones de sus ciudadanos. Por muchas razones es imposible transplantar en bloque a la URSS las formas arquitectónicas helénicas…, pero en la cuna de la civilización y del arte existe un vasto campo de inspiración que puede servir de guía al desarrollo de la arquitectura rusa.


El clasicismo –escribe Speer- renueva una vez más la forma y el contenido de la arquitectura, puesto que se relaciona con las formas griegas que siempre se ha impuesto, desde los grandes tiempos áticos.

Sin embargo, debemos hacer una distinción entre el clasicismo propugnado por comunistas y nacionalsocialistas, al completo servicio del aparato político, y el proclamado por Giovannoni, que aparece como un elemento indisoluble en la historia de nuestras sociedades y en el que continuamente se reflejan como herederas históricas de la Antigüedad Romana y el ideal de vida armónica que, desde el Renacimiento, representan. Es ese el clasicismo que ha sobrevivido a la Segunda Guerra Mundial, el que está libre de analogías políticas; y es hacia esta tradición ininterrumpida adonde debemos encaminarnos si queremos retomar el nuevo clasicismo en igualdad de condiciones con la arquitectura contemporánea.