lunes, 31 de agosto de 2009

La re-colmatación de la Plaza Mayor de Zamora

La Plaza Mayor de Zamora sufrió en 1977 una traumática intervención que alteró su fisonomía hasta tal punto que le hizo perder su carácter de Plaza Castellana porticada para convertirse en un desolado espacio abierto. El objeto era liberar a la Iglesia de San Juan de Puerta Nueva de sus edificaciones anexas, en un celo medievalista mal entendido que buscaba, al igual que en las restauraciones de estilo, no el estado original sino el que debiera haber sido. Esta recreación de un momento inexistente pasó por alto quinientos años de historia de este espacio zamorano y una configuración urbana que había permanecido estable desde 1787.

Los primeros documentos que hacen alusión a la Plaza Mayor de Zamora datan de 1503, cuando estaban concluyendo las obras del primer Ayuntamiento o Ayuntamiento Viejo. Este edificio tiene dos niveles de cuatro arcadas flanqueadas por otras más estrechas a cada lado y rematadas por dos torres a las que con el tiempo se añadieron chapiteles y un reloj central. El espacio que existía antes era un foso limitado por los restos del primer recinto amurallado, del que partían nuevas calles del segundo recinto. La Iglesia de San Juan con su claustro (demolido en 1905) quedaba intramuros del primer recinto. La Plaza Mayor se convierte desde entonces en el centro de la vida civil de la ciudad formando un eje con la Catedral y los barrios de artesanos. El sencillo aspecto inicial fue reformado a finales del siglo XVIII para darle un aspecto más uniforme según los nuevos criterios arquitectónicos y urbanos neoclásicos.


Dos vistas aéreas de mediados del siglo XX donde se aprecia la Plaza como recinto rectangular y la Iglesia de San Juan rodeada de edificaciones.

En 1766 se construye en el lado norte de la Plaza la Casa de las Panaderas, edificio destinado a la venta del pan en sus galerías inferiores, compuestas por siete arcadas de diferente ancho, la central dando paso a una calle trasera.

La Casa de las Panaderas en la década de 1910.

En 1778 se inicia una gran operación urbana que dará a la plaza un aspecto uniforme típicamente castellano. En ese año, el lateral este de la Plaza se reconstruye formando una nueva planta alineada con soportales de piedra en planta baja a modo de pórtico alargado sobre el que se colocan dos plantas. En 1787 se hizo lo mismo con el lado oeste, albergando dependencias relacionadas con la Iglesia de San Juan. Esta Plaza Mayor no era un espacio cerrado como pudiera ser la de Salamanca, Madrid o León, sino un gran eje porticado en cuyos extremos se ubicaban el Ayuntamiento y la Casa de las Panaderas.

Planta y alzado de dos viviendas adosadas a la torre de San Juan (tramo Oeste de la Plaza) según planos de 1787.

Lado Oeste a finales del siglo XIX.

Lado Oeste a principios del siglo XX, tras la restauración de la torre de San Juan.

El Edificio del Ayuntamiento había sufrido dos incendios (en 1525 y 1720) además de varios desperfectos tras el terrible terremoto de Lisboa de 1755, por lo que fue el primer edificio objeto de una restauración en 1875. Durante la misma se eliminaron los chapiteles que flanqueaban el edificio, que debieron parecer poco góticos a unos restauradores obsesionados con la unidad de estilo, pero que sin embargo no tuvieron reparo en cerrar la galería superior para ganar espacio.

Fotografía del siglo XIX donde pueden apreciarse los chapiteles que flanqueaban el ayuntamiento, el izquierdo con la "Queda".

El Ayuntamiento en la década de 1910.

El Ayuntamiento en la actualidad.

En 1879 un gran incendio destruye cinco casas en el lateral este de la plaza; en su reconstrucción se sustituyen los soportales de piedra por arcadas (proyectadas por el arquitecto Viloria), creando una fachada continua (obra del arquitecto Ferrol). Esto generó un ambicioso plan a principios del siglo XX que pretendía ampliar la Plaza Mayor a costa de demoler la Iglesia de San Juan y su edificaciones anexas; de haberse llevado a cabo Zamora hubiera tenido una inmensa Plaza Mayor uniformemente porticada, al estilo de la de Salamanca o Madrid. Sin embargo, las protestas del obispado y una temprana conciencia Patrimonial impidieron la demolición de esta Iglesia (no así su claustro), salvaguardando esta joya románica que paradójicamente setenta años después será la causante de la demolición de media Plaza.

Vista de la Plaza a principios del siglo XX, una vez finalizadas las intervenciones en el lado Este.

Plano de alineaciones de la Plaza (1912). Se observa el ensanchamiento de la calle Nicasio Gallego tras la demolición del claustro de San Juan.

Durante la primera mitad del siglo XX la Plaza recibe arbolado, bancos y los primeros urinarios públicos subterráneos, mientras seguía sirviendo de espacio público a servicio del comercio y actos sociales. En 1950 la casa de las Panaderas se demuele para ubicar sobre ella las nuevas oficinas del Ayuntamiento.


Vistas de la Plaza en la década de 1920

El nuevo Ayuntamiento respeta la disposición del pórtico de siete arcadas pero hace desaparecer la calle central interior y ofrece un alzado más monumental en línea con la arquitectura franquista del momento; remata el conjunto un reloj y un campanario, que alberga la antigua “Queda”, la campana del Ayuntamiento Viejo que daba el toque de queda. En 1948 se cortan los árboles de la plaza y se trasladan los bancos a las aceras; la Plaza perdió a partir de entonces su función social para convertirse en un simple aparcamiento.

Vista de la Plaza en 1950, poco después de la conclusión del Ayuntamiento nuevo.


Vistas de la Plaza en la década de 1960, convertida ya en un aparcamiento al aire libre.

En 1977 se inicia la intervención más traumática en la Plaza, que elimina toda la fachada oeste para liberar la Iglesia de San Juan de todas las edificaciones anexas que impedían la correcta apreciación de su volumetría. Esta intervención, que podría calificarse como restauración en “unidad de estilo”, más que liberar a la Iglesia de construcciones que la oprimían, la desnudó y dejó a la intemperie un gran espacio urbano que había perdido toda su razón de ser y su carácter histórico, creando un falso histórico que nunca existió y que únicamente sirvió para determinar el antiguo trazado del primer recinto amurallado.

El lado Oeste de la Plaza durante su demolición.


Reconstrucción del trazado de la primera muralla.

A partir de la Carta de Venecia de 1963 el Patrimonio deja de ser un hito puntual dentro de la trama urbana para incluir la protección de su entorno, del que no se puede separar ni alterar para buscar una unidad de estilo. Por tanto esta intervención, en su celo proteccionista, contravino gravemente los principios acordados en este importante documento ya que el coste del disfrute público de los muros de esta iglesia se hizo a costa de la pérdida del espacio público castellano por antonomasia.


La Plaza Mayor de Zamora en la actualidad

A principios de agosto de 2008, el concejal Miguel Ángel Mateos reclamaba, en consonancia con su programa municipal, el cierre de la Plaza Mayor con un edificio de oficinas que completara las dependencias municipales. Mateos, historiador, apunta juiciosamente que actualmente la Iglesia de San Juan es sólo un frontón de pueblo y que las futuras actuaciones deben marcar el claustro de la Iglesia, demolido en 1905 así como encontrar una solución de cerramiento que recupere la tipología de Plaza Castellana a la vez que respete el elemento patrimonial de la Iglesia. Por último, recomienda la reconstrucción de los antiguos chapiteles que flanqueaban el Ayuntamiento como forma de recuperación del carácter de la Plaza.

La propuesta del señor Mateos llega lamentablemente con treinta y dos años de retraso, aunque no sea culpa suya. Un criterio como el suyo hubiera sido necesario para evitar la demolición del lado Oeste de la Plaza e incluso haber preservado el claustro a principios del siglo XX. Lo único deseable para la futura intervención es que sepa respetar el entorno en el que se asienta y optar por una propuesta que sea capaz de volver, al menos volumétricamente, al estado previo a 1977, una configuración estable durante los últimos doscientos años. Tendría consecuencias nefastas para el valioso conjunto histórico zamorano que volvieran a triunfar los criterios que permitieron la demolición de las Arcadas “sin interés” para insertar la anómica mole moderna que colmata la Plaza Viriato.

Las imágenes han sido extraidas de la presentación La plaza Mayor: 500 años, firmada por Santiago Fernández, de la web Zamora en la distancia.


jueves, 27 de agosto de 2009

Edificios: Mercado Brownsword, Poundbury, Reino Unido (III)

John Simpson: Mercado Brownsword, Poundbury, Reino Unido (2000)

III.- Vista desde la entrada.


La forma del edificio y su arquitectura contrastan con la escala doméstica menor de las viviendas que lo rodean, lo que contribuye a resaltar la importancia cívica del Mercado Brownsword. Además, el uso de columnas exentas sugiere un uso y función más público que privado.

lunes, 10 de agosto de 2009

Las otras Giraldas

Comentábamos en la entrada anterior que la Giralda de Sevilla fue una poderosa inspiración para los primeros rascacielos. A partir de la torre de Madison Square Garden, construida por Stanford White en 1890, muchos arquitectos vieron en el remate manierista de Hernán Ruiz y en la propia verticalidad de la torre almohade de la catedral hispalense una sugerente analogía con las nuevas edificaciones en altura que se construían en territorio estadounidense. Además de la Giralda, el campanile de San Marcos de Venecia, tremendamente famoso a raíz de su colapso en 1902 y su posterior reconstrucción donde estaba y como era, también fue un poderoso aliado proyectual en los primeros tiempos de los rascacielos.

En 1898, el arquitecto A. Page Brown construye en San Francisco (California) la Terminal de Ferrys del puerto, cuya torre de 95,70 m se convirtió en un icono del puerto de San Francisco, destacando entre las pocas estructuras que sobrevivieron al gran terremoto que sufrió la ciudad en 1906.

Terminal de Ferrys de San Francisco

La estación de tren de Minneapolis (Minnesota) fue proyectada en 1901 por Charles M. Frost. El remate de la torre del reloj, de 30,50 metros, era una versión mucho más barroca del campanario de Hernán Ruiz, enlazando vagamente con el barroco andaluz e hispanoamericano. Lamentablemente el remate fue demolido en 1941 tras un gran vendaval que deterioró la estructura.

Torre del reloj de la Estación de trenes de Minneapolis

Tal vez la réplica más fiel y conocida de la Giralda es la que construyó en 1923 J. C. Nichols en Kansas City (Missouri). Además de la torre, una reproducción a escala de 42,67 metros (aproximadamente la mitad de la altura de la torre sevillana), acompañaba a la plaza una fuente exactamente igual a la que hay en la Plaza Virgen de los Reyes. Formaba parte del gran complejo comercial “Country Club Plaza”, uno de los centros comerciales más longevos y con mejor funcionamiento de Estados Unidos, y que ha sido muchas veces puesto como modelo por los arquitectos del “Nuevo Urbanismo”. Esta plaza es una de las razones por las que en 1967 Sevilla y Kansas se hermanaron.

La Giralda de Kansas City

La Fuente réplica de la de la Plaza Virgen de los Reyes

Muy cerca del polémico edificio del Chicago Tribune se alza el edificio Wrigley de Chicago, construido por la firma Graham, Anderson, Probst & White en 1924. Su torre prácticamente integrada en el resto de la masa del edificio, alcanza los 130 metros. La misma firma construyó en 1930 la torre de la estación de Cleveland, que alcanza los 216 metros.

Edificio Wrigley

Torre de la estación de Cleveland destacando entre otros rascacielos de la ciudad

En Florida existen dos con remates muy similares entre sí y bastante fidedignos con la Giralda original. Fueron construidos por la firma Schultze y Weaver. La “Torre de la Libertad” en Miami, actual sede de los exiliados cubanos del régimen comunista de Fidel Castro, fue construida en 1925 y alcanza los 78 metros. El Hotel Biltmore, en Coral Gabes se construyó un año después y mide 96 metros.

Torre de la libertad, Miami

Hotel Biltmore, Coral Gabes

Además de estos edificios que toman como referencia directa la Giralda existe una “tercera generación” de Giraldas cuya influencia ya no deriva del campanario hispalense sino de sus hermanas estadounidenses de “segunda generación”. Entre ellas podemos citar el edificio del Ayuntamiento de Nueva York (McKim, Mead & White, 1914), el edificio de apartamentos St. Remo en Nueva York (Emery Roth, 1930) o el Edificio El Dorado, también en la ciudad del Hudson (Morgan & Holder, 1931). El clasicismo soviético también se sirvió de las “Giraldas americanas” para la construcción de varios rascacielos de la era staliniana, como las “Siete Hermanas” de Moscú, o el Palacio de la Cultura y la Ciencia de Varsovia, construido por Lev Rudnev en 1955.

Ayuntamiento de Nueva York

Apartamentos St. Remo, Nueva York

Edificio El Dorado, Nueva York

Palacio de la Cultura y la Ciencia, Varsovia

Por último, no podemos olvidar las otras giraldas españolas que, a diferencia de las americanas o soviéticas, no surgen como respuesta a las necesidades de los nuevos edificios en altura, sino como nostalgia historicista. Anterior a estas es el campanario de la Iglesia de San Pedro de Carmona, proyectado por Hernán Ruiz el joven a imitación del hispalense, y que es conocido popularmente como la “Giralda de Carmona”, rematado por su “Giraldilla”. A la población tarraconense de Arbós se le debe la primera réplica historicista de la Giralda, un regalo que Joan Roquer y Martí hizo en 1889 a su esposa tras un viaje por tierras andaluzas, y que forma parte de un caprichoso palacete que también incluye una reproducción del Patio de los Leones de la Alambra de Granada. La Giralda de Badajoz es la otra réplica nacional, construida en 1935 por el arquitecto Martín Corral como emblema de los “Almacenes La Giralda”.

Giralda de Carmona

Giralda de Arbós

Giralda de Badajoz

lunes, 3 de agosto de 2009

La Giralda de Manhattan

Los primeros rascacielos surgen en Chicago tras el gran incendio que devastó la ciudad en 1871. Durante la reconstrucción los arquitectos se enfrentaron a nuevas necesidades como el mejor aprovechamiento del suelo, las estructuras ignífugas y la rapidez de montaje de las mismas. La respuesta a esos requerimientos técnicos estaba en el acero que permitió construir edificios de varias plantas de forma rápida y segura. Pero la respuesta técnica no era capaz por sí sola de definir un tipo edificatorio completamente nuevo y sin ningún precedente directo en la historia.

Estos edificios en altura de la Escuela de Chicago tomaron como referencia las estructuras de fachada de los palacios renacentistas italianos, aunque en muchas ocasiones a ese esquema tripartito (basamento, cuerpo principal y cornisa) se le añaden detalles obtenidos de una libre interpretación del románico, en lo que se conoce como neorrománico richardsoniano, por haber sido el arquitecto Henry Hobson Richardson quien lo tipificara y difundiese. La Escuela de Chicago desarrolla a partir de ahí un estilo personal con la figura de Louis Sullivan a la cabeza. Frank Lloyd Wright se formó en ese ambiente de libre adaptación del clasicismo a las nuevas necesidades tipológicas.

Sin embargo, esta primera tradición americana se verá superada por el triunfo definitivo del clasicismo tras la Exposición Universal de Chicago de 1893. Esta exposición fue la presentación en la sociedad norteamericana del ampuloso clasicismo Beaux-Arts y el urbanismo neobarroco con sus grandes avenidas e hitos urbanos. Si bien el clasicismo es indisoluble a la arquitectura estadounidense desde que se fundara esa nación, hasta finales del siglo XIX se había mantenido en letárgica fidelidad a la tradición palladiana iniciada por Thomas Jefferson y en cierto modo ignorante a los grandes debates de la arquitectura europea. Con la Exposición, los discípulos de los grandes arquitectos de la Escuela de Chicago muestran al país una nueva monumentalidad que trasciende tanto el austero neoclasicismo Jeffersoniano como la creativa arquitectura chicaguense. Además sirvió de demostración práctica del movimiento “Ciudad Hermosa”, que inspirado en la “Ciudad Jardín” británica y el urbanismo haussmaniano, pretendía llevar orden y belleza a las anodinas tramas urbanas ortogonales de Estados Unidos.

El estudio de arquitectura formado por Charles McKim, William Mead y Stanford White fue fundado en 1890 y llegó a ser el estudio más importante de Estados Unidos dilatando su existencia hasta mediados del siglo XX. A este estudio se deben grandes hitos de la arquitectura norteamericana como la desaparecida Estación de Pensilvania en Nueva York, que recrea la espacialidad de las termas romanas adaptadas a una estación de tren, o la segunda versión de Madison Square Garden, que dio ocio a los neoyorkinos durante treinta años hasta su demolición en 1925.

Este gran complejo lúdico, situado en el número 26 de la Avenida Madison, incluía salas de conciertos, de baile, restaurantes y estaba rematado por una torre, copia de la Giralda de Sevilla. El cuerpo del edificio en su composición recuerda al regionalismo de Aníbal González; medía 26 metros de alto y la torre 134, convirtiéndose en el segundo edificio más alto de la ciudad. Es el remate de la torre de Madison Square Garden, que albergaba dependencias privadas donde arquitecto coqueteaba con sus amantes, lo más parecido formalmente al cuerpo de campanas de Hernán Ruiz. El resto sigue el mismo esquema sencillo que la estructura almohade de ladrillo sin apenas elementos destacables. Recordemos además que en aquella época el cuerpo almohade no había sido restaurado y numerosos huecos y detalles ornamentales estaban ocultos o muy deteriorados, lo cual pudo haber influido en la percepción de la torre por parte del arquitecto, ya fuera por una hipotética visita a Sevilla o a través de las publicaciones de la época.

Vista desde la esquina noreste de Madison Square con la calle 26

Vista desde Madison Square
Alzado frontal y detalle del remate

Alzado desde la calle 26; planta baja y planta desde el primer palco.

Detalle del jardín y loggia de cubierta

Detalle de la arcada a nivel de calle

Vista del jardín de cubierta

Desconocemos si Mead viajó alguna vez a la ciudad del Guadalquivir durante su estancia en Europa a finales del siglo XIX, pero es seguro que se documentó bastante bien sobre el campanario de la catedral hispalense, como muestra el sorprendente parecido formal entre ambas torres. La neoyorquina es más purista en su articulación que el remate manierista de Hernán Ruiz, aunque el campanario sevillano es más complejo en cuanto a significados, ya que representaba el triunfo de la Fe Cristiana sobre el Islam mientras que Madison Square Garden es simplemente el triunfo del incipiente ocio consumista. En lugar de la Fe triunfante, una escultura de Diana remataba el edificio de White. La primera versión de esta Diana, realizada por Augustus Saint-Gaudens, medía 5,5 metros y fue bajada para exponerla en la Exposición de Chicago de 1893, pero fue destruida en un incendio al final de la misma. La sucedió una segunda versión de 4 metros de alto que se conserva en el Museo de Bellas Artes de Filadelfia, además de varias copias que la han acabado convirtiendo en un icono del clasicismo americano y es insignia de grupos clasicistas.

La torre fue también escenario de la turbulenta muerte del arquitecto. Stanford White era un mujeriego empedernido que seducía a sus amantes en su apartamento privado de la última planta de la torre, donde estaba su famoso columpio rojo de terciopelo. White mantuvo una relación con la jovencísima actriz Evelyn Nesbit antes de que ésta se casa con el acaudalado Harry Kendall Thaw. Tras el matrimonio la actriz confesó a su marido sus relaciones prematrimoniales y éste, cegado por los celos, disparó en la cabeza al arquitecto durante una revista musical representada en el jardín de la cubierta de Madison Square Garden la noche del 25 de Junio de 1906. El asesinato fue explotado por la prensa rosa y amarilla de William Randolph Hearst y se convirtió en el crimen del siglo.

Independientemente del triste final del arquitecto, el modelo tuvo éxito y sirvió de inspiración para muchas torres y rascacielos. A partir de estas experiencias la visión del edificio en altura cambia y se pasa de la horizontalidad inspirada en el Palacio renacentista italiano, a una verticalidad inspirada en las torres medievales. La Giralda, al igual que el Campanile de San Marcos, ofrece un remate elaborado sobre una estructura relativamente sobria, justo el efecto que se buscaba para los nuevos rascacielos, donde la seña de identidad deja de estar en el basamento para subir hasta las últimas plantas. Esta influencia, muy marcada a principios del siglo XX irá diluyéndose en las primeras décadas del siglo para dar lugar al rascacielos norteamericano tipo cuyos paradigmas son el Edificio Chrysler o el Empire State, los últimos de una saga que murió con la Gran Depresión y el New Deal.

domingo, 2 de agosto de 2009

El alcalde de Sevilla se pronuncia




"Por cada biblioteca que nos boicoteen, construiremos dos más". Con estas demagógicas palabras respondía el alcalde al reciente auto, que "acata pero no comparte", del Tribunal Superior de Justicia de Andalucía que paralizaba las obras de la biblioteca de Zaha Hadid en el Prado de San Sebastian. La sentencia, recibida con alivio por quienes realmente respetan la legalidad del planeamiento y la necesidad de los espacios verdes en la ciudad, ha sentado bastante mal al consistorio hispalense, que pretende defenderse ahora con "armas culturales" como si la sentencia del TSJA fuera un acto censor o una provocación.

No es necesario repetirse en la defensa del auto de la justicia andaluza, pero sí conviene reflexionar acerca de la bravuconada del alcalde que ahora pretende llenar Sevilla de bibliotecas. La biblioteca no se entiende aquí como un arca de sabiduría sino como un generador de puestos de trabajo durante su construcción y un lugar donde endosar funcionarios tras la misma. Se olvida que la verdadera vida de la biblioteca empieza después de eso, que necesita libros que llenen sus estanterías, actividades que atraigan a los lectores y cada vez más tecnologías que le permitan dar una respuesta más compleja a la que podamos obtener desde la comodidad de nuestros ordenadores.

En un momento en que ya se empieza a hablar seriamente del libro electrónico (hace veinte años se consideraba que los ordenadores eran simples juguetes curiosos y caros -igual que el cine y el automóvil hace cien), y que las grandes bibliotecas del mundo se empeñan en digitalizar sus valiosos fondos, tenemos que remitirnos al genial artículo de Antonio Sáseta donde reflexiona sobre la funcionalidad de las nuevas bibliotecas en nuestra era informática. Una biblioteca debe surgir por la convicción de la necesidad de divulgar la cultura en todas partes, ya sea de forma tradicional o apuntándose a las nuevas tecnologías, no por clientelismo político o "efecto Guggenheim".

¿Cuántos museos y centros de interpretación no cumplen los objetivos que se plantearon por falta de fondos y contenidos? Un edificio cultural no es sólo la envolvente ni la "idea feliz" del proyecto; dependen mucho de lo que enseñen dentro y lo atractivo que pueda resultar lo que enseñan. De poco le sirve a Sevilla que el alcalde construya dos, o doscientas, bibliotecas más, si luego no es capaz de llenar sus estantes y mantener sus instalaciones.

Entristece por último ver cómo lo que en principio debía ser un anodino asunto legal sobre el cumplimiento del PGOU, o un debate sobre la conveniencia de una mole descosntructivista desafiando a la Plaza de España y el Rectorado, se ha acabado convirtiendo en una arrojadiza arma política donde las partes hace tiempo que dejaron de lado el sentido común y se pronuncian meramente por instinto y crispación política.

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Recomendamos por último la lectura de la interesante carta de Rosa María Guallart Laguarta que se publica en el blog Sevilla Gran Ciudad, tomada a su vez de la edición de ayer del Diario ABC:

"La noticia de la paralización de las obras del Edificio del Prado es una buena noticia para todos los sevillanos porque da una nota de confianza en la justicia y en la razón. ¡Qué buena falta nos hace! Ya cuando salió la primera sentencia declarándola ilegal, tanto los vecinos de Huerta de la Salud como los colectivos que forman la Plataforma en Defensa de los Parques y Jardines de Sevilla, hicieron un acto junto a esta obra apoyando esta sentencia y al juez que la dictó. Yo me sumé a ellos. ¡Chapó por el TSJA!. Iniciar esta obra, además de representar una temeridad por parte de las autoridades implicadas (sabían que tenían nueve contenciosos interpuestos por los vecinos) ha dejado de manifiesto la prepotencia de las autoridades actuales ante el sentir de los ciudadanos. De llegar a hacerse, representaría un precedente para que en cualquier momento pudiera arrebatarse un espacio público en aras del capricho de cualquier todo poderoso. Sr. Alcalde y Sr. Rector de la Universidad, ustedes deberían ser ejemplo de acatamiento a la legalidad y a la justicia, ya que si no la cumplen y acatan ustedes, ¿qué esperan de los demás? Un error tan grande como éste, que además, va a costar mucho dinero y no precisamente de su bolsillo, sino de los ciudadanos, debería ser motivo suficiente para que ambos dimitieran. Esto sucedía cuando los políticos lo eran de verdad y en base a sus propios méritos de conocimiento y experiencia demostrados. Debe entenderse que un político de su categoría no puede equivocarse y si lo hace, pues adiós. Debería olvidarse un poco de construir su sueño y escuchar e intentar averiguar cual es el de los demás. Salir de Sevilla, en cualquier dirección es ir hacia otro mundo mejor. Esto lo digo con un gran sentimiento de tristeza." (Rosa Mª Guallart Laguarta)