El vientre de París es el título de una novela del escritor naturalista Emilio Zola. Ambientada en los mercados centrales de la ciudad francesa, la minuciosa descripción de las actividades que en él se realizaban convirtió el título de su obra en un sinónimo de este gran espacio del comercio tradicional parisino. Sin embargo, en 1973, un mal entendido concepto de progreso hizo demoler la impresionante estructura metálica proyectada por Victor Baltard para sustituirlas por el “Forum des Halles”, consistentes en un gran complejo subterráneo bajo el solar del mercado, convertido ahora en parque. Ni los sucesivos proyectos ni reformas han impedido la degradación de este espacio y en 2007, treinta y cuatro años después del primer proyecto, fue necesaria una tremenda remodelación que incluso ha hecho cambiar el nombre del complejo a “Carreau des Halles”. A pesar de todas las comodidades que aporta a la ciudad este nuevo espacio, el entorno de los antiguos mercados es un desolador vacío urbano que además ha privado al barrio de un enorme punto de abastecimiento alimentario.
Los Mercados de París según el proyecto de Baltard (1866-1973)
Les Halles en la actualidad, a pesar de las apariencias, un inmenso descampado en el centro de París
El mismo año de 1973, el “vientre de Sevilla”, el Mercado de la Encarnación, cerraba sus puertas e iniciaba un largo proceso de decadencia del que dudamos lo sacará los monstruosos “champiñones” que ahora dominan la Plaza de la Encarnación. El mercado fue demolido en aras de un progreso que pretendía implantar las nuevas y flamantes superficies comerciales a la vez que extendía certificado de defunción sobre el comercio tradicional. Los comerciantes, desesperados tras más de treinta años en una miserable “sede provisional” aceptaron un proyecto que los relegaba a los sótanos, como si la nueva y remilgada ciudad post-industrial sintiera vergüenza de avituallarse ante una simpática carnicera o un pescadero que pregona, con mucho ingenio, sus productos a voz en grito.
El Mercado de la Encarnación en 1973
Metropol-Parasol de Jürgen Mayer
Las nefastas consecuencias que para el entorno urbano inmediato tuvo la demolición del Mercado de la Encarnación de Sevilla sirvieron de ejemplo para muchas otras ciudades españolas, que optaron por la rehabilitación de sus mercados y la modernización de sus instalaciones. Este fue el camino que siguió en la década de 1980 el Mercado de Abastos de Santiago de Compostela, construido en 1941 por el arquitecto Joaquín Vaquero Palacios en estilo neorrománico y más recientemente el de Algeciras, un proyecto de 1934 del Ingeniero Eduardo Torroja que iba a ser destinado como “equipamiento cultural” por el Ayuntamiento de Algeciras y que gracias a la oposición e insistencia de comerciantes y ciudadanos pudo restaurarse y continuar con su actividad.
Sin embargo, no siempre es posible la rehabilitación de un mercado. Las voluntades municipales son de vital importancia en estos casos, pues de la clarividencia de los ediles viene la decisión de apostar por el comercio tradicional como fuente de ingresos y vitalidad urbana o considerarlo obsoleto e ineficaz frente a unas grandes superficies muy interesadas en los monopolios. Este es el caso del mercado de Sanlucar de Barrameda, construido en 1744 y reformado en 1882 y 1936 para ampliar y actualizar sus instalaciones. Más de sesenta años después de su última intervención, la Junta de Andalucía decide, a través de la Consejería de Obras Públicas y como en tantas otras ciudades, realizar un concurso de ideas para la modernización de las instalaciones del mercado.
Exterior del Mercado de Sanlúcar de Barrameda
Planos de la restauración de 1936
La resolución de dicho concurso fue en marzo de 2008, destacando tres propuestas ganadoras ("Kasba", del equipo sevillano de arquitectos Brieva-Violade; otra con el lema "Escenarios enlazados", de Ana Zazo y Alberto Alvarez, de Madrid; y con el lema "Caballo de Mar", Juan Socas Hurtado, de Sevilla) y una mención especial ("Arrimando la una a la otra" del arquitecto José Ignacio Sánchez Cid, de Sevilla).
Pero la Consejería, ávida de efecto Guggenheim con el que mostrar su concepto de “segunda modernización” de Andalucía, encarga al estudio Beuve un nuevo proyecto, diferente al que presentaron para el concurso de ideas y que tiene previsto la demolición del mercado para dar paso a un nuevo centro comercial. Este nuevo centro comercial es un paralelepípedo blanco minimalista (la habitual excusa contextualista con la que se impone la modernidad a costa de la demolición de los centros históricos) que se estructura en varios niveles, dejando la zona de mercado semienterrada y colocando en medio de la calle, descontextualizada y a modo de molesto recuerdo, la antigua puerta de acceso desdeñosamente rebautizada como “puerta de piedra”.
Maqueta y fotomontajes del nuevo proyecto sobre el tejido urbano actual
A favor del proyecto del nuevo centro comercial (a la vista de las dimensiones del proyecto resulta imposible hablar de mercado en el sentido tradicional del término) se encuentran los comerciantes y un sector de la población que, en un alarde chovinista, defiende cualquier propuesta moderna por considerar que la prosperidad de una ciudad viene de la mano de la adopción de formas que le son completamente ajenas y que en el mejor de los casos sólo sirven de monumento a la audacia y profesionalidad del arquitecto. La postura de los comerciantes es lógica pues desesperan al verse trabajando en pésimas condiciones por culpa de la anquilosada burocracia, y en su desesperación reciben con los brazos abiertos cualquier propuesta. Pero olvidan estos comerciantes que el coste del nuevo centro comercial se amortizará con los alquileres de los puestos y que no se vacilará por sustituir los puestos tradicionales por otros más propios de sibaritas que juegan a los mercados. Ese ha sido el caso del Mercado de San Miguel en el centro de Madrid, que tras varios años de decadencia fue reflotado por una asociación que, conservando el edificio y la disposición antigua de los puestos, lo ha transformado en un sofisticado y exclusivo centro comercial donde se venden carísimos productos de primera categoría.
Mercado de San Miguel de Madrid. Consiguió salvarse a costa de perder su esencia y transformarse en una "boutique del gourmet".
En contra se encuentran los preservacionistas encabezados por el Aula Gerión, Asociación cultural para la defensa del Patrimonio Histórico, que busca la reforma interior del mercado conservando en lo posible las estructuras existentes. La postura preservacionista apuesta por la continuidad de los usos tradicionales como símbolo de vitalidad urbana, y no por la transformación de los centros históricos en contenedores de venerables antigüedades y expositores de productos exquisitos que sólo responden a las demandas del turismo y urbanitas remilgados.
Todo parece apuntar a que Sanlúcar sufrirá una grave mutilación de su centro histórico de manos de una Consejería de modernidad imparable pero impasible ante la desaparición de un patrimonio que en otras ocasiones protege con celo absurdo y unos comerciantes desesperados que aceptan cualquier propuesta. Únicamente la crisis que sufrimos y un providencial recorte presupuestario pueden salvar esta joya de la arquitectura civil andaluza.
El Aula Gerión está llevando a cabo una campaña de recogida de firmas para impedir este atentado contra el patrimonio. Puede apuntarse siguiendo este enlace: Campaña salvemos el Mercado