A pesar de sus orígenes romanos y la esplendorosa etapa musulmana, Algeciras apenas conserva restos de su pasado. La destrucción de la ciudad en 1379 y su posterior abandono hasta la toma de Gibraltar en 1704 hicieron desaparecer todo vestigio. La reconstrucción de la ciudad, sobre una precaria trama reticular proyectada por Jorge Próspero de Verboom, hizo tabula rasa con los escasos restos visibles, conservándose únicamente algunos tramos de muralla a la espera de reforzarlos y crear un nuevo recinto amurallado adaptado a las exigencias militares de la época, cosa que nunca ocurrió.
La nueva Algeciras se organiza en torno a dos plazas, Alta y Baja, que cumplen las funciones de Plaza Mayor y Plaza de Abastos respectivamente. La Plaza Alta, como su propio nombre indica, está situada en el inicio de la pequeña meseta que es la Villa Nueva (la ampliación musulmana a partir del campamento cristiano construido para el Sitio de 1278). En el lado, este, de la costa, la plaza Alta terminaba en un pequeño acantilado con magníficas vistas a la bahía, creando una línea visual entre la Iglesia Mayor y Gibraltar, como si quisiese recordar a los algecireños sus orígenes en Gibraltar. Esta relación se rompió pronto al colmatarse los cuatro lados de la plaza, aunque siguió quedando un espacio abierto a modo de mirador tras las nuevas edificaciones.
A lo largo de los siglos XVIII y XIX la ciudad se dota de diversos monumentos: Acueducto, Iglesias, Ayuntamiento y palacetes privados. Con el cambio de siglo, y revelada la importancia de la ciudad como puerto, empieza a urbanizarse el borde costero de la ciudad para dar lugar a un Paseo Marítimo. Este proceso, que dura hasta nuestros días, se inició en torno al núcleo inicial del Puerto en la desembocadura del Río de la Miel e Isla Verde, y fue creciendo hacia el Norte y el Sur conformando un gran eje que separaba la vida urbana de las actividades portuarias.
Tras la Guerra Civil queda clara la importancia estratégica de Algeciras y durante la Dictadura del General Francisco Franco, con los Planes de Estabilización, Algeciras se convierte en un potente foco porturario e industrial.
El clasicismo depurado de la arquitectura de la primera etapa del franquismo dejó varios ejemplos en la ciudad, como la Cárcel, la Comandancia de Marina o la escalinata que comunicaba la Plaza Alta con el Paseo Marítimo. Esta última es quizá la más interesante desde el punto de vista formal ya que completa la relación entre el espacio público más representativo de la ciudad y su nuevo paseo marítimo.
Esta escalinata seguía un esquema monumental organizado en cuatro niveles a los que se accedía por una combinación de rampas y escaleras cuyos tramos desembocaban en terrazas ajardinadas. Los dos tramos superiores estaban enlazados mediante escaleras y los inferiores por rampas. Una composición de cinco vanos cóncavos hacía de eje central.
En su contexto original de edificaciones bajas, y desembocando prácticamente en el mar, la escalinata tenía un aire barroco que podría recordar, salvando el tiempo y las distancias, a la también desaparecida escalera del Puerto de Ripetta en Roma.
Ahogada con el tiempo por el crecimiento en altura de las edificaciones anexas y parcialmente oculta por una vegetación densa y mal cuidada, la escalinata fue decayendo para convertirse en refugio de orines y toxicómanos. Dejó de ser un lugar frecuentado por su inseguridad y poca limpieza y empezó a ser visto con incomodidad por los algecireños.
A principios del siglo XXI Algeciras aprueba un nuevo PGOU con el que pretende ponerse a la altura de otras grandes ciudades portuarias. Primó como en tantos otros casos el efecto Guggenheim unido a la especulación y la ciudad decidió eliminar una buena parte de su patrimonio arquitectónico de los siglos XIX y XX sustituyéndolo por insípidos edificios de viviendas y comercios de corte pseudo-minimalistas, cuando no en ese mal llamado clasicismo moderno. Incluso una joya del Movimiento Moderno español como el Mercado de Abastos del Ingeniero Eduardo Torroja vio peligrar su existencia.
La gran escalinata no corrió la misma suerte y la ciudad, escasa de plazas de aparcamiento público tras el cierre del desastroso Centro Comercial Plaza de Andalucía, decide sustituir este espacio público por un edificio de aparcamientos maliciosamente clasificado como subterráneo por considerar como cota de arranque la de la Plaza Alta y no el Paseo Marítimo.
De esta forma Algeciras perdió un precioso espacio de relación entre la gran plaza pública u el paseo marítimo a cambio de los vientos de progreso y modernidad que puede traer un aparcamiento “soterrado por tres lados” y que ha llevado a la ruina al edificio anexo, denominado “Edificio Escalinata” y destinado a correr la misma suerte que sus predecesores.