P: Como urbanistas o arquitectos entendemos que los edificios por sí solos no hacen una ciudad, ¿qué iniciativas podemos tratar de implementar para revivir nuestros centros urbanos?
LK: Las palabras solas no hacen un texto. El significado surge de las posiciones que ocupan las palabras en relación una con la otra. Los reglamentos de zonificación modernos (mono-funcionales) convierten la ciudad en un diccionario, en áreas separadas de almacenaje para edificios del mismo uso y tipo y escala. Organizan la ciudad en distritos de funciones especializadas en vez de construir un texto comúnmente entendible. Como todas las sociedades urbanas antes de nosotros, tenemos todavía edificios privados y públicos, edificios para asambleas y para aislamiento, para trabajo y entretenimiento, para plegaria y distracción, para ruido y silencio, para comprar y vender, para descanso y ejercicio, para curar y matar, para la vida y la muerte. Sin embargo, en vez de servir al usuario y productor individuales, la forma de la ciudad es dictada hoy en día primordialmente por los objetivos de la sociedad en masa, la política en masa, el transporte en masa, la producción en masa, la venta en masa, el turismo en masa, el consumismo en masa, la administración en masa, la inversión en masa, el entretenimiento en masa, la educación en masa. La ciudad tradicional en cambio es construida en base a la promoción de iniciativas individuales, siendo así de una escala modesta o más ambiciosa. Es la variedad dimensional y funcional de los lotes de vecindad, produciendo buen espacio urbano, lo que nos permite que las rivalidades sociales se canalicen a formas de comunidad civilizadas y civilizadoras. Esa es la meta más importante y el papel más sobresaliente del URBANISMO TRADICIONAL.