En 2006 Richar Meier proyectó un nuevo edificio contenedor para el Ara Pacis Augustae en Roma que venía a sustituir al anterior continente, construido en 1937 por Ballio Morpurgo. El nuevo edificio peca en exceso de vanidad y resulta evidente, de forma bastante desagradable, que pretende imponerse a su entorno exterior a la vez que restar protagonismo al interior reafirmándose en la intención de ser un relicario que destaque más que las reliquias que venerablemente custodia. Al menos entre un amplio sector de estudiantes y jóvenes arquitectos, ignorantes y desdeñosos con su pasado, esto último ha surtido efecto y acuden en masa a fotografiar el exterior, y a veces el interior, sin saber ni querer saber lo que se guarda. Y cuando se encuentran con el Altar, las reacciones oscilan ante la sorpresa por encontrar allí tan venerable pieza tantas veces ilustrada en los libros de Historia, y la molestia por ser un elemento que entorpece la realización de fotografías arquitectónicas con sus flamantes cámaras digitales.
El edificio de Vittorio Ballio Morpurgo (1938-2003)
El edificio de Richard Meier (2006)
Convertido en icono de ese concepto de progreso vinculado al efecto Guggenheim que tanto daño ha hecho a nuestros centros históricos, el Museo del Ara Pacis de Meier es demasiado frívolo, vanidoso y chillón para una ciudad que, a pesar de sus deslices, se esfuerza en mantener una imagen de virtud y solemnidad acordes con su carácter “eterno”. Es por eso que desde 2008 se oyen voces que claman por su desmontaje y reversión al anterior edificio tal como debió haberse construido (con más columnas y de orden más elaborado que la económica solución resultante). En este contexto es interesante recordar un concurso internacional convocado por Gabriele Tagliaventi para la ordenación del entorno del Ara Pacis, y cuyas propuestas se publicaron en la revista A&C Internacional número cinco. Los arquitectos convocados fueron: Maurice Culot y Joseph Altuna; Leon Krier; Duany & Platter-Zyberk; Liam O´Connor Architects; Michael Lykoudis.
Vista General, volumetría y planta
Saturnia Tellus, representación de la Pax Romana
L'Horologium Augusti, El Ara Pacis y el Mausoleo de Augusto en la reconstrucción de Edmund Buchner (1976)
Desde su ubicación al noreste del Campo de Marte fue testigo de la decadencia y caída del imperio. Sus restos, cercanos al Tiber, acabaron sepultados bajo lodo y escombros y no volvieron a ver la luz hasta 1568 entre los cimientos de la Iglesia de San Lorenzo in Lucina. Ya en ese momento se reconoció la calidad y la importancia de los mismos y lo exhumado se repartió entre diversas colecciones. En 1859, durante unas obras en el Teatro Olimpia, parte del Palacio Peretti en Via Lucina, aparecen más restos que se reconocen como integrantes del mismo monumento que los encontrados trescientos años antes. Pero no es hasta 1903 cuando Friedrich von Duhn identifica los diversos paneles con el Ara Pacis y pretende un nuevo impulso a las excavaciones. Gracias a la generosidad de Edoardo Almagia, quien permite las mismas bajo los muros del Palacio Peretti, se rescatan 53 fragmentos antes de que se ponga en compromiso la estabilidad del Teatro Olimpia.
El entorno del Ara Pacis en el Plano de Giambattista Nolli (1748) y en la actualidad
En 1937, como parte de las celebraciones del bimilenario de Augusto, se continúan las excavaciones. Para evitar problemas con los cimientos del que en ese momento era el Cinema Nuovo Olimpia, éstos fueron congelados. El arquitecto Molpurgo reconstruyó el altar en su actual ubicación junto al mausoleo de Augusto y Benito Mussolini le encargó en 1938 la envolvente a la que hacíamos referencia al principio, un sencillo edificio muy luminoso que seguía los principios del clasicismo depurado del periodo de entreguerras.
Piazza Augusto Imperatore en 1938, poco después de la finalización de los sventramenti
Este traslado conllevó un sventramenti, es decir, la demolición de una buena parte del tejido urbano de los alrededores del Mausoleo de Augusto continuando un proceso inciado en 1893 con la demolición del Puerto de Ripetta para dar paso al Puente Cavour. El espacio resultante, la Piazza Augusto Imperatore, nunca terminó de agradar a los habitantes de la ciudad eterna por su sepulcral amplitud dentro de una urbe de calles estrechas.
Porto di Ripetta. Grabado de Alessandro Specchi, su arquitecto (1704)
El Porto di Ripetta mutilado por el primer Ponte Cavour (c. 1893)
Las propuestas para la nueva Piazza dell’Ara Pacis guardan una serie de puntos en común, que constituyen las bases del concurso:
- Nuevo museo para el Ara Pacis, de 7500 metros cuadrados, que alberga una cafetería, tienda-librería y una biblioteca especializada en la reconstrucción de monumentos de la Antigüedad Romana.
- Construcción de un monumento y un refugio para los gatos romanos.
- Reconstrucción de la trama urbana histórica en torno al Mausoleo de Augusto.
- Rehabilitación del Mausoleo de Augusto para un uso continuado.
- Mejora de la relación entre el barrio y el río Tiber.
Aunque algunos puntos de este programa, así como sus consecuencias de diseño, pueden resultar polémicos dentro de la ortodoxia burocrática del Patrimonio. No obstante, estas consecuencias son más provechosas para el entorno urbano en el que se insertan, e integran verdaderamente, que aquellas que optan por una ruptura radical con el pasado y muestran la voluntad de introducir un presente vanidoso con ínfulas de superioridad moral respecto a sus venerables predecesores.
Holasss Funes!! Que artículo más interesante.....
ResponderEliminarDebo admitir que me encanta tu manera de decir las cosas directas y claras y dominio del terreno ;) so nice...Congrats... =D
Julissa, gracias por tu comentario. Esta entrada es a primera de una serie de seis donde comento propuestas alternativas para el Museo del Ara Pacis de Richard Meier.
ResponderEliminarUn saludo.
No he leído en mi vida un artículo con una opinión más absurda que esta... el museo del Ara Pacis es un edificio sobrio y discretísimo... y mucho mejor que lo que había antes... bendita insensibilidad hacia el entorno!!!! y gracias Meier por darnos el MACBA!!!!
ResponderEliminarEstimado anónimo:
ResponderEliminarComo usted bien indica, el edificio de Meier adolece de tal insensibilidad hacia el entorno que es objeto de aprecio por parte de un público anómico e insensibilizado con años de excentricidades y extravagancias surgidas del "efecto Guggenheim". Es tal la insensibilidad que se prefiere y valora más el continente que el contenido, como por cierto también ocurre en el MACBA.
El edificio de Molpurgo era mucho más consecuente con el contenido que albergaba a la vez que su relación con el entorno era más directa y literal que el amasijo de hormigón que ahora sufre esa orilla del Tíber.
No sé qué hay de malo en un extraordinario edificio que albergue una extraordinaria pieza!Es que ya es criticar por criticar...qué mala es la envidia :S
ResponderEliminarEstimado Anónimo:
EliminarEl problema no es tanto la arquitectura del edificio sino el emplazamiento donde se elige insertar esa arquitectura. En las afueras de Roma habría sido una gran joya como tantos edificios modernos que rodean la Ciudad Eterna, pero en pleno centro sólo revela insensibilidad y desprecio hacia la Historia.
Un saludo.
Bajo mi punto de vista, "fosilizar" una ciudad no es el camino. Me incluno más conservar aquello que los especialistas consideramos de más valor histórico-artístico y dejar que los arquitectos puedan seguir realizando extraordinarias obras en los núcleos urbanos históricos. De ese modo, la ciudad sigue su proceso histórico y vital. En Roma ocurre eso mismo, por eso es eterna.
ResponderEliminarSaludos
Conservar aquello que los especialistas consideren de más valor histórico-artístico sólo nos lleva a desnaturalizar la ciudad y al "fachadismo", a valorar la decoración por encima de todo y a encorsetar la ciudad en un catálogo de estilos basados en los ornamentos de los edificios. Un humilde edificio de viviendas también puede contener valores arquitectónicos e histórico-artísticos muy importantes (escaleras y patio) que van más allá de la sencillez de los materiales empleados en su construcción.
EliminarZamora perdió su plaza mayor precisamente por conservar esos valores histórico-artísticos que vd defiende. Ahora el centro de esa ciudad está desnaturalizado por el simple deseo de mostrar el testero de una iglesia románica que siempre estuvo rodeada de edificios.
La postura que vd defiende es tan nociva como las restauraciones en estilo: no se conserva la ciudad tal cual es, con todas sus lecturas, sino que se modifica tal como debería ser una vez que se elimina todo lo que no tiene interés en base a criterios histórico-artísticos.
Un saludo.