sábado, 26 de junio de 2010

Jose Francisco Ortiz y Sanz. Apuntes biográficos.


Jose Francisco Ortiz y Sanz nació en Ayelo de Malferit (Valencia) en 1739. Desde muy pronto combinó sus estudios en el colegio de los jesuitas de Onteniente (Valencia) con las clases de dibujo en la Real Academia de Santa Bárbara de Valencia (creada en 1753, futura academia de San Carlos), a pesar de la oposición paterna que los consideraba poco adecuados para la futura carrera eclesiástica a la que el joven apuntaba. En 1755 inicia sus estudios de Filosofía en la Universidad de Valencia, licenciándose en 1760; continúa estudiando Derecho Canónico y Civil en la Universidad de Orihuela, que concluye en 1764; vuelve a continuación a la ciudad del Turia para seguir estudiando Teología Moral hasta 1767, a la vez que se matricula en los cursos de Dibujo Arquitectónico de la Academia de San Carlos, resultado de la refundación en 1768 de la Academia de Santa Bárbara, desaparecida en 1761. En 1768 se ordena como sacerdote y ejerce su ministerio por varias parroquias valencianas.

Durante esa época sigue manteniendo contactos con la valenciana Real Academia de San Carlos y la Real Academia de San Fernando en Madrid, formando parte activa del ambiente de renovación artística durante el reinado de los Borbones. La renovación arquitectónica pretendida desde estos organismos pasaba por la creación de un espíritu clasicista que reaccionara contra los excesos del barroco, en la línea del creado en Francia durante el reinado de Luis XIV. Ortiz y Sanz participa activamente en esto último, sugiriendo la necesidad de una traducción al castellano del tratado de Vitruvio, hecho que contaba con el beneplácito del rey Carlos III, quien siendo rey de Nápoles había promovido una edición en italiano comentada por el Marqués de Galiani en 1758.

En 1774 se instala como vicario mayor en la Colegiata de Játiva, cargo que le permite más tiempo y desahogo y con el que empieza por su cuenta la tarea de traducir el texto vitruviano. En el momento de iniciar su traducción, ya se habían publicado en España dos ediciones del tratado de Vitruvio en castellano: la edición de 1582 de Miguel de Urrea, anticuada e inexacta; y la de 1761 de José de Castañeda, si bien esta última era un Compendio de la traducción francesa de Claude Perrault de 1673. Su propuesta por tanto era tremendamente novedosa y aunque dispuso para ello de varias ediciones previas (Philandro – 1552, Barbaro – 1567 y Galiani – 1758), pronto llega a la conclusión de que es necesario un examen minucioso de las ruinas romanas que Vitruvio menciona y sus comentaristas intentan edificar y representar. Tal como él mismo indica en prólogo de la edición de 1787, inició la traducción en 1777 y habida cuenta de las dificultades mencionadas, decide arriesgadamente vender sus propiedades y renunciar a la vicaría para trasladarse a Roma en 1778.

Portada del Abaton Reseraton en su primera y única edición, Roma 1781.

Su estancia en tierras italianas se prolongará hasta 1785, cuando vuelve a España para preparar la edición en la Imprenta Real. Su viaje es de especial interés por ser de los pocos realizados por españoles de la época con fines académicos, a pesar de la especial relación que España seguía manteniendo con el sur de Italia. Estando en Roma publicó en 1781 un pequeño tratado, Abaton reseratum, sive genuina declaratio duorum Locorum cap. ult. lib. tert. architecturae M. Vitruvii Pollionis, que le valió fama y reconocimiento por el rigor y claridad con la que despeja algunos pasajes oscuros del último capítulo del Libro III del tratado de Vitruvio, relativos al podio de los templos y la disminución del diámetro de las columnas (éntasis) a lo largo de su directriz. En Roma cotejó cuantas ediciones y copias manuscritas tuvo a su alcance, estudió las ruinas de la Antigüedad e incluso realizó varias campañas arqueológicas en compañía de otros pensionados españoles. También en Roma, como parte de sus invetigaciones y restituciones arqueológicas, escribe un tratado sobre el capitel jónico vitruviano. Para la determinación de este capitel hizolevantamientos empíricos de más de ciento cincuenta capiteles, indicando su ubicación en Roma; los cuales le sirvieron para reformular completamente el trazado de la voluta jónica.

El Capitel Jónico en la edición de Vitruvio de 1787.

Una vez en España, y editada su traducción en 1787, comienza a trabajar en la Biblioteca Real a partir de 1788. Ese mismo año presenta a Carlos III un informe para un Viaje Arquitectónico-Anticuario, que sienta las bases para la arqueología científica en nuestro país. Sin embargo, dicho viaje se aplaza por diversas causas hasta 1798 (enfermedad del sacerdote, muerte de Carlos III, interés de Carlos IV por otras propuestas más “pintorescas” de gusto prerromántico). Mientras tanto, trabaja en la Biblioteca Real, aprovecha para traducir a Diógenes, escribir una Historia de España y una traducción al castellano de “Los Cuatro Libros de Arquitectura” de Andrea Palladio, que se publica en 1797 y donde vuelve a hacer gala de su rigor como filólogo y arquitecto (insistiendo nuevamente en la validez de su capitel jónico vitruviano). Únicamente se publican los dos primeros libros (órdenes arquitectónicos y villas), si bien se prepararon láminas para los otros dos (obras públicas y antigüedades romanas). El viaje se inicia por fin tras asignar al canónigo nuevas rentas y después de una pugna entre franceses y españoles por hacerse con la titularidad del viaje. Finaliza por falta de fondos en 1800 y tras varias visitas menores en 1807 ve la luz la publicación definitiva. Esta obra le bastaría el título del padre de la arqueología española, siendo destacable dentro de la misma la descripción del Teatro Romano de Sagunto y el inventario de sitios arqueológicos que aún hoy sigue siendo referencia dentro de la arqueología patria.

Grabado del Teatro de Sagunto. Madrid, 1807.

En 1804 ingresa en la Academia de San Carlos de Valencia, centrándose a partir de entonces su vida en el entorno valenciano. Continúa sus excavaciones arqueológicas en Játiva, y aunque su actividad se verá muy reducida durante la guerra de la Independencia, continúa con sus actividades religiosas y ciudadanas. En 1813 preside el Te Deum por el que se jura solemnemente la Constitución de Cádiz, hecho que le valdrá la censura de sus obras durante el reinado de Fernando VII. A pesar de eso, continúa con su labor arquitectónica preparando un tratado propio, Instituciones de Arquitectura Civil acomodadas en lo posible a la doctrina de Vitruvio (1819, reeditadas por el Colegio de Arquitectos de Madrid en 1990). En 1822, año de su muerte, se le retienen sus rentas para pagar unas deudas por impuestos (y que le habían sido condonadas por las Cortes de Cádiz en virtud a sus méritos) que se hicieron extensibles tras su muerte a sus herederos, quienes debieron vender su biblioteca para afrontarla. Y no fue hasta 1841 cuando se volvió a permitir la publicación de sus obras, mostrando una vez más a la sociedad las cualidades intelectuales de este singular valenciano.

Su figura volvió a caer en el olvido, así como su edición de Vitruvio (prefiriéndose los compendios y otras traducciones no latinas a la suya propia), hasta que a finales del siglo XX, con el renovado interés por la arquitectura clásica, se redescubre. En los últimos treinta años se han reeditado la mayoría de sus obras para disfrute contemporáneo de uno de los intelectuales más prolíficos y desconocidos de nuestra Ilustración.




Otros sitios que hablan de D. José Ortiz y Sanz: Semblanza del Deán Ortiz; El Deán Arqueólogo (Blog de Historia de Ayelo de Malferit)

2 comentarios:

  1. curioso lo que cunetas. La verdad es que sino es por ti, como te he dicho tantas veces, se escaparian estas cosas que no dejan de tener su curisidad aunque como ajeno a la arquitectura me pillan algo lejos.

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  2. Gracias Didac, el padre Ortiz y Sanz es uno de los eruditos más interesantes de la Ilustración española pero bastante desconocido sobre todo por su defenestración durante el reinado de Fernando VII, quien prohibió la publicación de sus obras y las relegó al olvido.

    Su traducción de Vitruvio sigue siendo la mejor en lengua española.

    Un saludo.

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