Publicado originalmente en: Newsweek: The Death of Starchitecture, 11 de Junio de 2010
Autor: Cathleen McGuigan
Traducción: Pablo Álvarez Funes
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El edificio trofeo está en decadencia. Bienvenidos a la era del diseño a dieta.
En “El efecto Bilbao”, una pequeña sátira estrenada en Broadway en Nueva York esta primavera, un arquitecto de reconocido prestigio mundial llamado Erhard Shlaminger se ve envuelto en un escándalo cuando su diseño para un edificio salvajemente rompedor supuestamente conduce a una mujer al suicidio. Shlaminger, con su extravagante pañuelo azul y su acento pretencioso, es la parodia del arquitecto-estrella. En la mejor escena se saca al escenario una maqueta del ofensivo edificio: un amasijo de metal y plástico de ángulos punzantes que uno de los personajes compara con “una tostadora con esteroides”. Pero en la comedia, como en la vida real, la oportunidad es lo que prima. La tendencia que retrata la obra, denominada “el efecto Bilbao” después del gran éxito de Frank Gehry con el Museo Guggenheim de Bilbao en 1997, está en decadencia. El fenómeno del uso de la arquitectura icónica para promocionar una ciudad, una institución o una promoción inmobiliaria fue producto de la bonanza económica iniciada a finales de la década de 1990 y que terminó con la recesión de 2008.
A medida que las economías occidentales empiezan a recuperarse, la arquitectura extravagante y vistosa está dando paso a una nueva tendencia más sutil. En Estados Unidos y Europa, los valores arquitectónicos están cambiando de diseños punteros a edificios más eficientes y funcionales. La innovación y la experimentación se dirigen cada vez más hacia la sostenibilidad y las nuevas tecnologías aplicadas a la misma. Para la nueva generación de arquitectos, “el edificio espectáculo es una especie de dinosaurio”, dice Rosalie Genevro, directora de la Liga Arquitectónica en Nueva York. Los arquitectos se están volviendo más sensibles a la hora de prestar atención al planeamiento urbano, proyectos cívicos y la creación de espacios públicos. La forma de los edificios de la próxima década no está clara todavía, pero desde la decadencia comienzan a surgir imágenes frescas. “Es como una dieta forzada”, dice Rob Rogers, socio de Rogers Marvel en Nueva York. “Hay cierta calidad cuando la profesión tiene que recortar, renacer y reimaginar lo que se supone que debemos hacer, que no es otra cosa que la solucionar problemas de forma creativa”.
Los proyectos iniciados antes de la recesión fueron los primeros en sentir el cambio. El Museo Withney de Nueva York quiso que Renzo Piano cambiara su diseño hacia un desarrollo por el downtown neoyorquino que no colonizara las riveras del río Hudson, y la Tate Modern de Londres pidió a Herzos & de Meuron que simplificaran el proyecto debido al exceso de complejas protuberancias de vidrio. Otros proyectos nuevos también están reflejando una sensibilidad “adelgazante”. El Museo de Israel en Jerusalén, cuya apertura estaba prevista para Julio, ha sido renovado y ampliado para optimizar la experiencia de los visitantes y no para sobrecargar sus sentidos. Proyectado por James Carpenter de Nueva York, el proyecto reorganiza ingeniosamente el complejo existente, con tres armoniosos pabellones de vidrio para los servicios, y un pasaje fresco y luminoso que lleva a los visitantes al jardín del renovado museo. Algunas estrellas del diseño global están optando por las mismas estrategias tranquilas. Piano esbozó un diseño para un edificio anexo al Museo de Arte Kimbell en Fort Knox, Texas: la comprensible elegancia de su estructura honra el clasicismo moderno del museo original de Louis Khan. La superestrella holandesa Rem Koolhaas de OMA, siempre tendente a interpretar el espíritu de su tiempo, está promoviendo las virtudes del cubo. Sobre el cubo que diseñó para el Teatro Wyly en Dallas, donde la experimentación no se dirigió hacia la forma del edificio, sino hacia los bordes del aparato escénico, Koolhaas dice: “nadie se siente incómodo por las formas honestas del edificio”.
Los propios mecenas están rehuyendo de la arquitectura icónica. Por ejemplo, El Museo de Arte de Cincinnati – en una ciudad que ya tiene un impresionante centro de artes de Zaha Hadid- detuvo recientemente sus planes para un proyecto de ampliación por el puntero estudio Neutelings Riedijk de Rótterdam. El Museo de Arte de Berkely en California canceló un icónico edificio del arquitecto japonés Toyo Ito tras revisar el presupuesto. En su lugar, el museo recuperará un antiguo proyecto de nueva galería. Y mientras eventos globales como las Olimpiadas han sido eventos de primer orden para la muestra de arquitectura deslumbrante, los relativamente modestos juegos de 2012 en Londres ofrece un único edificio de una estrella internacional: el Centro Acuático de Zaha Hadid, que desarrolla una fantástica cubierta que ondula como las olas del océano. Muchas de las estructuras para las Olimpiadas serán prácticas y temporales. Pero como apunta Ricky Burdett, profesor de estudios urbanos en la Escuela de Economía de Londres y asesor de diseño para el complejo olímpico, el siglo XIX fue una era parsimoniosa, pero también produjo una ingeniería asombrosa: grandes puentes y fantásticas estaciones de tren. “Es cuestión de hacer más por menos y adaptarse al propósito del edificio”, dice.
Lo brillante de los planes para los juegos de 2012 es que el gobierno británico está invirtiendo 9,3 billones de libras en el futuro, no sólo en dos semanas de espectáculo para una audiencia televisiva. Finalizados los juegos, miles de personas que habitan en una desdichada y pobre área de Londres Este podrán disfrutar de infraestructuras, un parque, equipamientos públicos y nuevos edificios de viviendas. Este tipo de renovación urbana está atrayendo ahora a muchos arquitectos relevantes. Sin las presiones de promotores que piden caprichosas torres de vidrio atestadas de apartamentos caros, los arquitectos están empezando a participar en el proceso de redacción de planes urbanos (*). El arquitecto francés Dominique Perrault ha proyectado una segunda ciudad para Sofía, Bulgaria; un nuevo distrito alrededor de la estación de tren de Locarno, Suiza; y un centro cultural en una antigua cantera en Salerno, Italia. Sí, estos planes urbanos incluyen ambiciosos proyectos arquitectónicos, pero cuando la economía se debilita, el planeamiento puede iniciar el proceso creativo mientras se pospone el coste de construcción. Sin embargo, Koolhaas, que está trabajando en varios planes, cree que los clientes se están centrando en el planeamiento urbano “no sólo por razones económicas, sino porque eso es lo que deberían hacer. El planeamiento es la forma ideal de inversión”. Es un proceso que integra factores sociales, económicos y políticos: geografía, transporte y espacio público.
La mayor conciencia hacia el entorno también motiva a los arquitectos a interesarse por un nivel superior. Mirando hacia el futuro, el Museo de Arte Moderno de Nueva York decidió apostar por arquitectos jóvenes con tiempo libre, profesionalmente hablando, y encargó a cinco equipos de diseño el diseño de planes para contener las mareas que amenazan con inundar las costas de la ciudad de Nueva York. Esos planes, ahora expuestos en el MoMA, muestran claramente que proyectar cualquier cosa mayor que una casita para pájaros se convierte en un asentamiento. La colaboración es una de las fuerzas más potentes que emergen en la cultura de diseño contemporánea, especialmente para las generaciones jóvenes; en la exposición del MoMA “Rising Currents” (nuevos en alza), equipos como ARO y dlandstudio juntaron arquitectos, paisajistas, urbanistas e ingenieros para diseñar soluciones para un Manhattan bajo el agua. “Con el difuminado de los bordes interdisciplinares, estamos reconociendo que no resolvemos los problemas mediante un objeto arquitectónico”, dice Burdett; “todo se engloba en el contexto urbano”.
Esta concepción de colectividad ataca al corazón del solitario arquitecto icónico. Cuando en marzo de 2010 se entregó el Premio Pritzker de Arquitectura a Kazuyo Sejima y Ryue Nishizawa del estudio SANAA de Tokio, Sejima reconoció la indispensable contribución del estudio de ingeniería Sasaki & Asociados en la materialización de sus diseños etéreos. Edificios tan extraordinarios como el Centro de Aprendizaje Rolex en Lausana, Suiza – una gran estructura de una planta con una pista interior de patinaje a modo de ondulado paisaje interior- podría ser una ilusión imposible sin un gran ingeniero. Si el Premio Pritzker todavía premia a arquitectos mediáticos, el cada vez más importante Galardón Aga Khan es el honor anti-icónico. Los proyectos finalistas de este año, algunos situados en remotos lugares del mundo islámico, incluyen una escuela en China y una factoría textil en Turquía.
La arquitectura extravagante está desapareciendo por completo. Muchas economías de Asia siguen creciendo, y China en particular tiene hambre de arquitectura espectáculo, incluso cuando la mayor estructura icónica del país, el estadio Nido de Pájaro de las Olimpiadas de Pekín 2008, sufre una crisis de identidad: su vasto espacio deportivo se ha convertido en un animado mercadillo. En Abu Dhabi y Qatar, grandes proyectos culturales con exuberantes diseños de Ghery, Hadid y Jean Nouvel han sido pospuestos por ahora. Y en la costa oeste de Estados Unidos, dos museos de arte contemporáneo –uno destinado a la colección de Eli broad en Los Ángeles y el otro una ampliación del Museo de Arte Moderno de San Francisco para acoger la colección Gap de Doris y Donald Fisher- han invitado a los habituales para competir con sus proyectos. Diller Scofidio + Renfro, Adjave Asociados, Snøhetta, y Foster & Asociados trabajan en el SFMOMA, y Diller Scofidio + Renfro lidera una lista de seis estudios para el museo de Los Ángeles. Pero ganarán los arquitectos que propongan ideas que son sensibles a su hábitat urbano, y respetuosos con el arte.
Los arquitectos icónicos más ingeniosos del mundo continuarán creando edificios espectaculares. No es fácil olvidarse de los años de prosperidad y la descarada experimentación que fomentaron. “No creo que volvamos a ver en nuestra vida otra época en la que clientes públicos y privados se interesen tanto por la innovación arquitectónica”, dice un poco ilusionado Alejando Zaera-Polo del estudio Foreing Office en Londres. Algunos de los resultados arquitectónicos, el Auditorio Disney en Los Ángeles de Ghery y la biblioteca de Seattle de Koolhaas por nombrar sólo a dos, han sido maravillosos. Pero la innovación como mero estilo no tiene mérito; nadie va a echar de menos los excesos de segundo orden de esta época. La arquitectura sin sentido ha pasado. Y podemos esperar que lo próximo serán proyectos bien meditados que reflexionarán responsablemente sobre las complejidades de la vida contemporánea.
(*) N. T.: este párrafo puede resultar recurrente para lectores españoles ya que los arquitectos de España son también urbanistas y los planes urbanos se redactan desde estudios privados en colaboración con arquitectos de las administraciones públicas, que son quienes se encargan de aplicarlo e interpretarlo. Sin embargo, esto no es lo habitual en otros países, sobre todo anglosajones y no mediterráneos, donde arquitecto y urbanista son dos profesiones separadas y que no se relacionan. En ese contexto, un arquitecto es capaz únicamente de interpretar y aplicar el planeamiento, no de crearlo; y un urbanista es un técnico que sólo maneja datos de ocupación, edificabilidad, etc. y no está capacitado para desarrollar un proyecto.