domingo, 2 de enero de 2011

Clasicismo "canónico": Archivo Histórico Nacional

A diferencia de sus vecinos en la "Colina de los Chopos", que hacen gala del denominado clasicismo depurado, el Archivo Histórico Nacional es un edificio de un sobrio clasicismo canónico, obra del arquitecto Manuel Martínez Chumillas e inaugurado en 1953. Martínez Chumillas perteneció al GATEPAC pero tras la guerra civil, bien por oportunismo, bien por convicción, decidió regresar a los principios de la arquitectura clásica y tradicional que habían caracterizado su obra anteriormente (sirva de ejemplo el pabellón de Murcia de la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929 y sus numerosas restauraciones de iglesias a lo largo del territorio nacional). 

El edificio presenta dos cuerpos bien diferenciados: por un lado, la extensa fachada principal, de tres plantas, que ocupa uno de los lados del espacio central del CSIC y se destina a salas de consulta y espacios de trabajo, y el cuerpo trasero organizado en torno a un patio rectangular que alberga los archivos. 

Frente a la elegante columnata del edificio principal proyectada por Fisac en 1943, el arquitecto Chumillas opta por componer el acceso a modo de arco triunfal con dos órdenes superpuestos. Ambos órdenes, dórico y jónico, tienen un trazado canónico que busca la continuidad con el clasicismo decimonónico más neutro. Aún teniendo la misma escala que el edificio principal, el Archivo Histórico Nacional puede pasar más desapercibido a pesar, o quizá precisamente, por su profusión de elementos clásicos perfectamente asimilados por el imaginario colectivo. La escala menor de cada uno de los órdenes superpuestos resta colosalismo al conjunto, a la vez que permite todo un muro apilastrado en la planta inferior, de un desafortunado orden jónico que contradice más que trasciende las más elementales reglas de superposición de órdenes, a saber, que los órdenes más elaborados se superponen a los más toscos

A diferencia de Fisac, que coqueteó con el clasicismo antes de hacer profesión de fe moderna, el arquitecto Chumilla volvió al clasicismo después de un coqueteo con el primer Movimiento Moderno español, se mantuvo fiel durante toda su carrera (y este edificio es fruto de su madurez profesional) al clasicismo canónico y hasta cierto punto beauxartiano que caracterizó la arquitectura española hasta el primer tercio del siglo XX como contrapeso a los pintorescos regionalismos con los que se pretendió enmendar el debate sobre un estilo nacional en España.


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