martes, 20 de septiembre de 2011

Clasicismo depurado: La Delegación de Hacienda de Sevilla. José Galnares Sagastizábal (1953)

"El clasicismo depurado floreció como lenguaje arquitectónico internacional entre los años veinte y el final de la Segunda Guerra Mundial. Frecuentemente caracterizado como un estilo irremisiblemente reaccionario frente al Movimiento Moderno, y frecuente e injustamente despreciado por razones políticas, pues lo emplearon los nazis en Alemania y los fascistas en Italia, el clasicismo depurado fue tan popular entre los demócratas como entre los fascistas. Un análisis, más ajustado nos lo presenta como un movimiento vigoroso e imaginativo que se integra en la tradición del clasicismo moderno". (Stern, Robert A. M. Clasicismo Moderno. Ed. Nerea; Madrid, 1988. p. 44-45). La datación que estima Robert A. M. Stern para el clasicismo depurado puede extenderse en España hasta la década de 1950. A medida que la dictadura franquista supera su etapa autárquica (1939-1959), los arquitectos se volcarán hacia los postulados del movimiento moderno, olvidando el clasicismo fomentado por el régimen para la reconstrucción nacional tras la Guerra Civil. 

Las guías de arquitectura normalmente suelen omitir buena parte de los edificios construidos en la inmediata posguerra y autarquía (1939-1959), fomentando la impresión de que esa arquitectura no tenía tanta calidad como el escaso racionalismo de la Segunda República o el Movimiento Moderno que vino con el aperturismo y la tecnocracia. Las consideraciones políticas juegan un papel importante en esta valoración y se tiende a identificar la valoración de esta arquitectura con la valoración de la dictadura. Sin embargo, la arquitectura de este periodo es interesante por haber superado, aunque de forma tardía, los debates sobre la esencia de un estilo nacional, y por demostrar la inventiva y capacidades de arquitectos que habían sido racionalistas y que bien por convicción, bien por conveniencia, volvieron al clasicismo (como Luis Gutiérrez Soto), o de aquellos que se formaron en el clasicismo y acabaron desarrollando una arquitectura moderna (como Miguel Fisac o Luis Moya Blanco). 

José Galnares Sagastizábal (1904-1977) pertenece al primer grupo. Este arquitecto sevillano se formó en Barcelona, donde conoció a miembros Generación de 1925 que le introdujeron en los principios del racionalismo arquitectónico, en ocasiones identificado como Art Decó y que sería el germen del futuro desarrollo del Movimiento Moderno a partir de la Exposición del Estilo Internacional en 1932. De vuelta en Sevilla inició su carrera bajo las premisas de este rcionalismo construyendo, entre otros, el Edifio Ybarra en la calle Rodríguez Jurado nº6. Tras la guerra civil, y sin haber sufrido depuración profesional, su obra se torna más clásica, en busca de una versión depurada del regionalismo sevillano que a su vez enlazara con la corriente general del clasicismo depurado que se había desarrollado en paralelo al Movimiento Moderno. Fruto del trabajo de esta época son el Banco de Bilbao (1950), la Delegación de Hacienda (1953), y el Edificio El Cano (1953). Posteriormente el arquitecto Galnares Sagastizábal continuará la senda del Movimiento Moderno y realizará en esta línea intervenciones sobre el patrimonio sevillano como la reforma del Museo de Artes y Costumbres o la nueva Facultad de Bellas Artes tras la demolición de la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús, anexa a la Iglesia de la Anunciación y que fue la primera sede del Rectorado de la Universidad de Sevilla desde 1771 hasta 1954 . 

La construcción de una nueva Delegación de Hacienda de Sevilla fue encargada a José Galnares Sagastizábal a principios de los años cuarenta. El nuevo edificio se ubicaría en un solar resultante de la demolición de la antigua aduana de las atarazanas, construida a finales del siglo XVIII usando las naves del edificio medieval y levantando una envolvente neoclásica. La construcción se fue retrasando debido a las diversas catas arqueológicas que se efectuaron en el terreno y que contribuyeron a conocer mejor la evolución del antiguo astillero hispalense. El edificio fue finalizado en 1953. 

 Antigua Aduana de Sevilla. Vista general desde la Torre del Oro. Fotografía: Sevilla, calle de la mar

 Antigua Aduana de Sevilla. Detalle del orden jónico de la fachada principal. Fotografía: Sevilla, calle de la mar

Antigua Aduana de Sevilla. Fachada a Calle Tomás de Ibarra. Fuente: Archivo fotográfico de ABC

El edificio ocupa el espacio correspondiente a cinco de las antiguas naves de las atarazanas del siglo XIII que se habían degradado durante los siglos de uso del edificio como aduana. El antiguo edificio tenía su fachada principal a la calle Temprado, mirando al río, debido a que era por ahí por donde entraban las mercancías a la ciudad. Sin embargo, el arquitecto decide invertir el sentido del edificio, creando una gran fachada a la calle Tomás de Ibarra. Su interior es muy sencillo, con un gran vestíbulo interior y una serie de naves paralelas a la calle Santander que acogen las diferentes oficinas organizadas en torno a un gran patio interior, ahora cubierto. En el exterior el arquitecto envuelve el edificio en tres partes bien diferenciadas: en la calle Tomás de Ibarra presenta un colosal orden de pilastras jónicas que ocupan tres alturas y dan solemnidad al acceso principal; la calle Santander sigue un esquema basado en un “palazzo” de dos alturas sobre un basamento rústico y rematado por una sencilla cornisa que continúa hacia Temprado; ahí se repite el mismo esquema pero la fachada queda interrumpida en su centro por el mismo orden colosal de pilastras jónicas de tres alturas, otorgando cierta monumentalidad a la nueva fachada trasera de forma que no desentone ni con la anterior fachada, también jónica, ni con el cercano Hospital de la Caridad. 

Planta del conjunto de las antiguas Atarazanas a mediados del siglo XX. A la izquierda, en naranja, la Delegación de Hacienda. 
Fuente: Marco Gonzalvo, Javier; Pliego Sánchez, Nela. Recuperando Las Atarazanas : un monumento para la cultura. Ed. Junta de Andalucía. Sevilla, 1999.

Considerados individualmente, los elementos clásicos del edificio son muy canónicos e incluso convencionales. Pero de la misma forma que las palabras por sí mismas no dicen nada y necesitan combinarse entre sí para formar oraciones, el arquitecto ha dispuesto el orden colosal de pilastras jónicas de la fachada principal de forma muy inteligente. La proporción picnóstila (1:1,5) del intercolumnio acentúa la verticalidad de la fachada permitiendo cómodamente tres niveles de ventanas que reducen su altura conforme subimos, siguiendo el esquema del “palazzo”. Sobre la puerta de acceso se abre un gran ventanal de vidrio que ilumina el vestíbulo, gesto que algunos han querido ver como de rebeldía moderna ante el edificio clásico. El cuerpo central, con columnas pareadas, sobresale con respecto al plano de la fachada acentuando el carácter de la entrada y dando ritmo al edificio mediante los retranqueos de sus elementos y el juego de luces. Además el arquitecto evita ingeniosamente el problema del capitel jónico en esquina al independizar los órdenes de cada fachada y dejarlos sobresalir del propio muro, quedando éste retranqueado con respecto a las pilastras y agudizando el movimiento. 

 Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada principal a la Calle Tomás de Ybarra. Arq. José Galnares Sagastizábal. Fotografía: Sevilla Siglo XX

  Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada principal. Detalle de la puerta principal y las basas de las columnas. Arq. José Galnares Sagastizábal. Fotografía: Sevilla Siglo XX

   Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada principal. Detalle de los capiteles y el entablamento. Arq. José Galnares Sagastizábal. Fotografía: Sevilla Siglo XX

   Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada principal. Detalle de los capiteles, entablamento y ático. Arq. José Galnares Sagastizábal. Fotografía: Sevilla Siglo XX

  Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada trasera. Fotografía: Sevilla, calle de la mar.

Probablemente la decisión de demoler la antigua aduana no fue la más acertada, y una adecuada rehabilitación del edificio habría permitido conservar las estructuras medievales y dieciochescas. Es cierto que durante el franquismo se cometieron terribles desmanes urbanísticos, baste recordar el Plan César Cort para Valladolid, pero también es cierto que cualquier intento por recuperar esas naves de las atarazanas habría pasado por una restauración en estilo debido a las reformas efectuadas a lo largo de su dilatada historia. Del inmenso edificio de 17 naves mandado construir por Alfonso X en 1252, sólo quedan relativamente intactas siete. Después de haber servido como sede para la Real Maestranza de Artillería durante varios siglos y haber sido restauradas una vez adquiridas por la Junta de Andalucía, las naves “supervivientes” de las Atarazanas corren el riesgo de sufrir el mismo destino que sus hermanas ubicadas en la Delegación de Hacienda. El Ayuntamiento, henchido de “Efecto Guggenheim” cedió a la Fundación La Caixa el uso del edificio para que construyeran un centro cultural con marca de la casa, un Caixa Forum al estilo de los de Barcelona y Madrid. Con la salvedad de que las intervenciones de Barcelona y Madrid han mutilado edificios del siglo XX (baste ver las grotescas perforaciones practicadas y apéndices agregados a la antigua factoría madrileña), Guillermo Vázquez Consuegra pretende hacer lo mismo con esta joya de la arquitectura civil gótico-mudéjar, desdeñando completamente su pasado y usos históricos, usándolos a su antojo para añadirle una serie de cuerpos extraños. Si nada lo remedia será el propio ego del arquitecto el que mutile nuevamente las atarazanas en connivencia con un gobierno, democrático eso sí, que tiene el mismo concepto trasnochado de progreso que el desarrollismo de la dictadura. Se convertirá pues en la cuarta en discordia de las tres (des)gracias de Sevilla, a saber, la Biblioteca de la Universidad de Zaha Hadid, Metropol Parasol (Jürgen Mayer) y la Torre Cajasol (César Pelli).

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Para saber más:



Sevilla, calle de la mar: Calle de la Aduana I, Calle de la Aduana II.

1 comentario:

  1. Verdaderamente tiene usted razón, se está destrozando nuestra herencia histórica,tanto en mobiliario como en edifícios.Si esto hubiera ocurrido en otros paises inteligentes,( véase también el caso de Santa Catalina, que, junto a San Vicente, es el único edifício aque tiene reminiscencias visigóticas...), de seguro que lo habrían restaurado y conservado como si de una divinidad se tratara,pero por desgracia,pongámonos todos y sálvese el que pueda,el pueblo español ( entre los que más inciden los políticos...) son unos incultos y no saben lo que tienen en patrimonio,por eso destruyen todo como el caballo de Atila...

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