El concepto de Patrimonio ha cambiado a lo largo de la historia; sin embargo, en todo momento ha existido la necesidad de plantear su conservación. Con la obvia evolución del término nos encontramos diferentes maneras de afrontar su gestión. En sus inicios la conservación del Patrimonio se limitaba exclusivamente a obras de mantenimiento y limpieza de los elementos más emblemáticos de la cultura que consideremos, generalmente limitados a obras construidas. Intervenir en estos elementos consistía en yuxtaponer la actuación encima de lo existente, o sencillamente sustituir la realidad existente por otra más acorde con los tiempos que corrían, ya fuera por motivaciones estéticas o por necesidades reales de reforma del elemento en sí.
No es hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX cuando empieza a surgir una concienciación sobre el valor del pasado como patrimonio en sí mismo y no como objeto artístico. El redescubrimiento de la Antigüedad, la apertura al público de las colecciones reales y el propio afán de coleccionismo de la aristocracia y burguesía europeas sientan las bases de una nueva sensibilidad hacia el pasado que se plasmará en la creación de Museos (que abarcan todas las épocas y manifestaciones artísticas) y en las primeras experiencias en el campo de la restauración, con Viollet-Le-Duc y Ruskin como principales representantes de dos corrientes opuestas que posteriormente serán conocidas como restauración en estilo y restauración crítica.
A pesar de que estas corrientes, y las que surgieron como actualización posterior, contaban con una metodología desarrollada, frecuentemente entraban en conflicto entre sí. Por tanto se hacía necesaria la presencia de un organismo internacional que sirviera de referencia a la hora de actuar sobre el patrimonio. Este organismo es la UNESCO, creada en 1946 con el objetivo de contribuir a la paz y la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones.
Los sucesivos documentos que genera esta organización van ampliando el concepto de Patrimonio, que hasta el momento sólo abarcaba los bienes muebles e inmuebles, hacia los conceptos de entorno, paisaje y Patrimonio inmaterial. Con esto se pasa de una concepción museística y conservadora, es decir, el patrimonio como un elemento aislado atacado por diversos agentes externos y que hay que conservar y exponer, a una concepción más dinámica y preventiva, en la que el patrimonio no es solo un elemento estático aislado de su entorno, sino que el propio entorno del elemento es patrimonio en sí. Además, el patrimonio etnográfico e inmaterial viene a sumar una acepción más al concepto de patrimonio.
Ampliados los campos de actuación patrimonial, se hacen necesarias nuevas directrices. Con la adopción por parte de la Conferencia general de la UNESCO en 1972 de la Convención del Patrimonio Mundial, se creó un instrumento internacional único que reconoce y protege el patrimonio natural y cultural de valor universal excepcional. La Convención proporcionó una definición del patrimonio muy innovadora para proteger los paisajes. Sin embargo no es hasta diciembre de 1992 cuando el Comité del Patrimonio Mundial adopta las revisiones a los criterios culturales de la Guía Operativa para la Implementación de la Convención del Patrimonio Mundial e incorporó la categoría de paisajes culturales, considerando como tal el resultado de la interactuación del hombre con el entorno que le rodea. Con esta decisión la Convención se transformó en el primer instrumento jurídico internacional para identificar, proteger, conservar y legar a las generaciones futuras los paisajes culturales de valor universal excepcional.
Íntimamente ligado a la concepción del paisaje como patrimonio está el concepto de Espacio Natural Protegido. Este concepto surge en Estados Unidos a finales del siglo XIX como respuesta a la fascinación que el entorno virgen y casi salvaje de los bosques norteamericanos suscita en los primeros exploradores y pioneros. Desde entonces la protección de los entornos naturales ha seguido una evolución paralela a la del patrimonio y posteriormente los entornos patrimoniales. Sin embargo, ambas concepciones tienen algo de excluyente, pues mientras una se ocupa del entorno natural entendido desde un punto de vista estructuralista (configuración geográfica del territorio), la otra se centra en los productos de la mano del hombre (primero materiales muebles e inmuebles, añadiéndose luego los inmateriales o etnográficos).
Pero la actuación del hombre no se limita sólo a elementos puntuales sino que se extiende por el territorio. De ahí surge el concepto de paisaje antrópico, que une la visión objetiva y estructuralista del territorio con la visión que tiene el ser humano del mismo, desde las sensaciones experimentadas al contemplarlo hasta la manera de actuar e intervenir sobre él. Una y otra se complementan, pues en función de la morfología del paisaje el hombre siente y actúa de forma diferente. No es lo mismo la visión de su entorno que tiene un nómada del desierto que la de un agricultor. Y es precisamente esta visión la que constituye un nuevo campo de actuación del Patrimonio, pues ya no se trata sólo de estudiar y proteger elementos estáticos ó tradiciones, sino de comprender el por qué de las distintas visiones antrópicas del paisaje para poder comprender cómo actuar sobre el mismo, optimizando así los nuevos requerimientos de la actividad patrimonial (investigar, proteger y divulgar).
Es en este contexto donde surge la idea de la Cultura del Paisaje como motor vinculante de todas las formas de entender un determinado entorno. Al estudio de las características formales y biológicas de un entorno se suman las investigaciones históricas, arqueológicas, artísticas, etnográficas, etc.… Pero esto no supone una concepción museística del paisaje; el paisaje no es un museo ni un jardín botánico o zoológico. Es algo vivo en constante cambio tanto por la acción natural del paso del tiempo como por la de la mano del hombre que aprovecha sus recursos o lo utiliza como base para las infraestructuras.
No es hasta finales del siglo XVIII y principios del XIX cuando empieza a surgir una concienciación sobre el valor del pasado como patrimonio en sí mismo y no como objeto artístico. El redescubrimiento de la Antigüedad, la apertura al público de las colecciones reales y el propio afán de coleccionismo de la aristocracia y burguesía europeas sientan las bases de una nueva sensibilidad hacia el pasado que se plasmará en la creación de Museos (que abarcan todas las épocas y manifestaciones artísticas) y en las primeras experiencias en el campo de la restauración, con Viollet-Le-Duc y Ruskin como principales representantes de dos corrientes opuestas que posteriormente serán conocidas como restauración en estilo y restauración crítica.
A pesar de que estas corrientes, y las que surgieron como actualización posterior, contaban con una metodología desarrollada, frecuentemente entraban en conflicto entre sí. Por tanto se hacía necesaria la presencia de un organismo internacional que sirviera de referencia a la hora de actuar sobre el patrimonio. Este organismo es la UNESCO, creada en 1946 con el objetivo de contribuir a la paz y la seguridad en el mundo mediante la educación, la ciencia, la cultura y las comunicaciones.
Los sucesivos documentos que genera esta organización van ampliando el concepto de Patrimonio, que hasta el momento sólo abarcaba los bienes muebles e inmuebles, hacia los conceptos de entorno, paisaje y Patrimonio inmaterial. Con esto se pasa de una concepción museística y conservadora, es decir, el patrimonio como un elemento aislado atacado por diversos agentes externos y que hay que conservar y exponer, a una concepción más dinámica y preventiva, en la que el patrimonio no es solo un elemento estático aislado de su entorno, sino que el propio entorno del elemento es patrimonio en sí. Además, el patrimonio etnográfico e inmaterial viene a sumar una acepción más al concepto de patrimonio.
Ampliados los campos de actuación patrimonial, se hacen necesarias nuevas directrices. Con la adopción por parte de la Conferencia general de la UNESCO en 1972 de la Convención del Patrimonio Mundial, se creó un instrumento internacional único que reconoce y protege el patrimonio natural y cultural de valor universal excepcional. La Convención proporcionó una definición del patrimonio muy innovadora para proteger los paisajes. Sin embargo no es hasta diciembre de 1992 cuando el Comité del Patrimonio Mundial adopta las revisiones a los criterios culturales de la Guía Operativa para la Implementación de la Convención del Patrimonio Mundial e incorporó la categoría de paisajes culturales, considerando como tal el resultado de la interactuación del hombre con el entorno que le rodea. Con esta decisión la Convención se transformó en el primer instrumento jurídico internacional para identificar, proteger, conservar y legar a las generaciones futuras los paisajes culturales de valor universal excepcional.
Íntimamente ligado a la concepción del paisaje como patrimonio está el concepto de Espacio Natural Protegido. Este concepto surge en Estados Unidos a finales del siglo XIX como respuesta a la fascinación que el entorno virgen y casi salvaje de los bosques norteamericanos suscita en los primeros exploradores y pioneros. Desde entonces la protección de los entornos naturales ha seguido una evolución paralela a la del patrimonio y posteriormente los entornos patrimoniales. Sin embargo, ambas concepciones tienen algo de excluyente, pues mientras una se ocupa del entorno natural entendido desde un punto de vista estructuralista (configuración geográfica del territorio), la otra se centra en los productos de la mano del hombre (primero materiales muebles e inmuebles, añadiéndose luego los inmateriales o etnográficos).
Pero la actuación del hombre no se limita sólo a elementos puntuales sino que se extiende por el territorio. De ahí surge el concepto de paisaje antrópico, que une la visión objetiva y estructuralista del territorio con la visión que tiene el ser humano del mismo, desde las sensaciones experimentadas al contemplarlo hasta la manera de actuar e intervenir sobre él. Una y otra se complementan, pues en función de la morfología del paisaje el hombre siente y actúa de forma diferente. No es lo mismo la visión de su entorno que tiene un nómada del desierto que la de un agricultor. Y es precisamente esta visión la que constituye un nuevo campo de actuación del Patrimonio, pues ya no se trata sólo de estudiar y proteger elementos estáticos ó tradiciones, sino de comprender el por qué de las distintas visiones antrópicas del paisaje para poder comprender cómo actuar sobre el mismo, optimizando así los nuevos requerimientos de la actividad patrimonial (investigar, proteger y divulgar).
Es en este contexto donde surge la idea de la Cultura del Paisaje como motor vinculante de todas las formas de entender un determinado entorno. Al estudio de las características formales y biológicas de un entorno se suman las investigaciones históricas, arqueológicas, artísticas, etnográficas, etc.… Pero esto no supone una concepción museística del paisaje; el paisaje no es un museo ni un jardín botánico o zoológico. Es algo vivo en constante cambio tanto por la acción natural del paso del tiempo como por la de la mano del hombre que aprovecha sus recursos o lo utiliza como base para las infraestructuras.
Me parece super interesante este post...me ha gustado
ResponderEliminarHola! Acabo de descubrir tu blog a través de Didac y sus Corralas y, la verdad es que ha sido toda una alegría.
ResponderEliminarEstoy preparando mi tesis y sobre arquitectura del siglo XVIII (monjes y frailes arquitectos en Galicia)así que, como comprenderás, para mí es un placer encontrar una bitácora de alguien que comparte algunas de mis inquietudes.
Si no te parece mal te abro un balcón en mi blog: Ventanas de Marineda, donde puedes encontrar algunos post dedicados a Arquitectura, Urbanismo y Patrimonio (aunque es un cajón desastre!).
Un saludo,
Paula
Gracias a los dos por vuestros comentarios.
ResponderEliminarEste post forma parte de una serie de entradas sobre la gestión del patrimonio cultural y natural, así como de los edificios destinados a la gestión y difusión de este patrimonio, y su impacto sobre el mismo.