A diferencia de la creencia general de que las ciudades musulmanas, al igual que las medievales, carecen de toda forma de planificación, lo cierto es que los califas abasíes fundaron una serie de ciudades (Bagdag, Samarra, El Cairo, Kairuán), así como una serie de complejos palaciegos que obedecían a una rigurosa planificación bien en retícula, bien a partir de ejes, o bien circular. El núcleo fundacional de Bagdag tiene forma circular, con una doble muralla de adobe que protegía las edificaciones palaciegas distribuidas concéntricamente, y cuatro puertas abiertas hacia los puntos cardinales. En el centro de la plaza se alzaban el palacio del califa y la mezquita. Esta estructura recuerda vagamente al modelo de ciudad propuesto por Vitruvio. La ciudad palatina de Medina Azahara en las cercanías de Córdoba es también otro ejemplo de planificación de los califas omeyas, esta vez siguiendo un patrón reticular.
Bagdad, reconstrucción en planta de la ciudad original fundad por Al-Mansur en 762.
Bagdad, reconstrucción aérea de la ciudad original fundad por Al-Mansur en 762.
Plano del área palatina de Medina Azahara, fundada en el año 936 por el califa Abd-al-Rahmán III.
Desde aproximadamente el siglo X, cualquier ciudad de cierta importancia se dotó de torres y muros fortificados, elaboradas puertas urbanas y una prominente ciudadela (qal'a o alcazaba) como asentamiento del poder. Estas últimas son construcciones realizadas con materiales característicos de la región circundante: piedra en Siria, Palestina y Egipto, o ladrillo, piedra y tapial en la Península Ibérica y el norte de África. Un ejemplo singular de esta arquitectura es el ribat. Desde el punto de vista técnico, consistía en un palacio fortificado destinado a los guerreros islámicos que se consagraban, ya fuera provisional o permanentemente, a la defensa de las fronteras. El ribat de Susa, en Túnez, recuerda los primeros palacios islámicos, pero difiere de ellos en su distribución interior con grandes salas, así como por su mezquita y alminar.
Ribat de Susa, Túnez (851). Planta
Ribat de Susa, Túnez (851). Patio
Ribat de Susa, Túnez (851). Exterior.
La división en barrios de la mayoría de las ciudades islámicas se basa en la afinidad étnica y religiosa, y constituye por otra parte un sistema de organización urbana que facilita la administración cívica. En cada barrio hay siempre una mezquita. En el interior o en sus proximidades hay, además, una casa de baños una fuente, un horno y una agrupación de tiendas. Su estructura está formada por una red de calles y callejones, y un conjunto de viviendas. Según la región y el período, las casas adoptan diferentes rasgos que responden a las distintas tradiciones históricas y culturales, el clima o los materiales de construcción disponibles.
Esquema ideal de una ciudad musulmana
El mercado (suq), que actúa como centro neurálgico de los negocios locales, es de hecho el elemento característico más relevante de las ciudades islámicas. La distancia del mercado a la mezquita determina su organización espacial por gremios especializados. Por ejemplo, las profesiones consideradas limpias y honorables (libreros, perfumeros y sastres) se sitúan en el entorno inmediato de la mezquita, mientras que los oficios asociados al ruido y el mal olor (herreros, curtidores, tintoreros) se sitúan progresivamente más lejos de ella. Esta distribución topográfica responde a imperativos basados estrictamente en criterios técnicos.
Curtidurías en el Zoco de Fez, Marruecos.
Lectura impartida en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana (EEUU), el 26 de Enero de 2011.
Autor: Pablo Álvarez Funes
Sin embargo, la mayoría de esas actuaciones de planeamiento consisten en la localización estratégica de edificios públicos. La trama residencial, que forma el grueso de la ciudad islámica, tiene esa espontaneidad de la auto-construcción. Para esa auto-construcción existen unas simples normas "de convivencia" que de alguna manera ordenan la construcción de la ciudad islámica. Esa podría ser otra vía interesante para comprender el planeamiento: la definición de unas reglas de juego y cómo se desarrolla a partir de ellos la ciudad, como un organismo vivo.
ResponderEliminarJuanan, efectivamente las actuaciones se limitan a grandes edificios públicos, pero al igual que ocurre en el urbanismo medieval cristiano, se plantean ciertas pautas generales a modo de ejes que inevitablemente conducen a esos espacios. Con todo no se puede hablar de una disciplina urbanística planteada a priori, pero tampoco de un caos espontáneo.
ResponderEliminarComo bien dices la espontaneidad que algunos creen valorar en la arquitectura islámica en general está regida por una serie de normas "de convivencia" además de una rigurosa geometría que si bien es habitual en el espacio privado, apenas trasciende la esfera pública.
Y en el caso del urbanismo islámico, esos patrones responden a los de su propia arquitectura vernácula, sabiamente adaptada a las condiciones climáticas del lugar. Es infructuosa la tarea de algunos en pretender aplicar parámetros o fractales donde sólo reina la sencilla naturaleza humana de resguardarse sabiamente de los elementos. Éso, y no otra cosa, es la idea de la cabaña primigenia trascendida en Arquitectura.