Vignola contemporáneo. Fuente: Architectural Orders
Tradicionalmente los arquitectos, a la hora de proyectar un edificio, recurrían a referencias anteriores de las que pudieran extraer alguna inspiración o un principio que emular de acuerdo a la naturaleza del edificio. Con la ruptura que supusieron las vanguardias esta tradición de buscar ejemplos de excelencia con los que emular ese ideal de vida armónica al que hacíamos referencia se rompe y los edificios pierden ese valor simbólico en pos de otros valores que buscan ensalzar el alarde tecnológico o meramente mecanicista de la arquitectura.
La tratadística del Renacimiento establece una serie de tipologías edificatorias (el templo, la basílica, las termas, el teatro...) y elementos espaciales tipo (la sala, el pórtico, la arquería, la escalera), fundamentados en las ruinas de la Antigüedad y que podían usarse a la hora de construir nuevos edificios. A su vez, los órdenes clásicos, que representaban determinadas virtudes de los dioses grecorromanos, podían extrapolarse a las virtudes de los Santos del Cristianismo (Ver: Órdenes de arquitectura y personalidad).
Por tanto, a la hora de construir una iglesia, un arquitecto clasicista sabe, en función de su advocación, qué orden usar y cómo organizar el espacio en virtud a experiencias anteriores. De la misma forma, al construir un determinado edificio, podemos extraer una lección práctica de las tipologías edificatorias y elementos espaciales tipo con los que realizar la composición espacial del edificio.
Además estas analogías trascienden los límites formales de la arquitectura grecorromana para buscar referencias en la arquitectura vernácula, es decir la arquitectura propia de cada región, construida con los materiales disponibles en el entorno y perfectamente adaptada al clima tras siglos de experiencia. Por tanto, a la hora de construir una vivienda, por ejemplo en Segovia, un arquietcto verdaderamente consciente del valor de la tradición intentará vincularse al máximo con la historia y tradiciones constructivas de la región. De éstas tomará lo que pudieren tener de ventajoso de cara a una construcción sostenible con el entorno. Por ejemplo, una característica de la arquitectura moderna son los grandes espacios diáfanos y los grandes ventanales de vidrio, que en el Norte de Europa resultan ventajosos para dar la mayor cantidad posible de luz al interior, pero que en el Sur son completamente insostenibles ya que permiten la entrada de muchísimo calor a la vivienda, que debe compensarse con el uso de máquinas de aire acondicionado.
Este punto de vista busca la adaptación al medio a través de la adaptación a las tradiciones locales, que en el caso de España bebe por un lado de una serie de elementos vernáculos de "bajo coste" obtenidos de los recursos naturales inmediatos, recubiertos de una pátina de clasicismo con el que dichas construcciones intentan emular el pasado glorioso y armónico que en aquella época se asociaba con la Antigüedad y, en el caso de las Iglesias, dar mayor gloria a Dios con la que consideraban era la mejor y más bella arquitectura producida por la mano del hombre.
Extendido a las artes plásticas (pintura y escultura), la lección práctica implica una doble lectura. A día de hoy cuando se va a un museo, podemos saber toda la historia del encargo de una determinada obra artística, quién fue el modelo, y cuánto cobró el artista, así como los pormenores de dicha pieza hasta acabar en el museo, pasando por una breve descripción iconográfica encaminada a admirar la obra únicamente por su belleza material y no por lo que ésta representa. Un artista que quiera obtener una lección práctica del arte antiguo deberá mirarlo desde la perspectiva de la técnica que como artista posee y a la vez con lo que quiere simbolizar con la obra en cuestión: una escultura de Hércules, por ejemplo, no sólo muestra un cuerpo musculoso con determinados atributos, no es sólo un desnudo. Hércules representa una serie de valores que se plasman a través de una determinada técnica escultórica y una simbología, de forma que quien contemple esa escultura no vea sólo algo bello, sino un modelo a imitar, siembre bajo la óptica de idealización de la Antigüedad y no su lectura rigorista. Y lo mismo por ejemplo con una Magdalena penitente; a día de hoy muchos historiadores se regodean recordando que era una prostituta y si las modelos que sirvieron de inspiración a los artistas también lo eran, la mayor parte de las veces buscando el aspecto sórdido de todo el asunto, cuando en realidad la Magdalena Penitente representa el arrepentimiento y la voluntad de iniciar una vida mejor. El arte por el arte, por el mero placer estético, es una invención de los románticos post-ilustrados del siglo XIX. Con anterioridad el arte y la arquitectura tenían una potente carga simbólica que trasciende el estricto estudio constructivo, ornamental o cronológico.
Me gusta la conclusion pero me "preocupa" el sensible menosprecio hacia las vanguardias y el movimiento "meramente mecanicista" ;)
ResponderEliminarGracias por el comentario. La vanguardia fue en su momento un hecho necesario, consecuencia de la realidad del momento. Un nuevo orden surgido tras la guerra más destructiva que había vivido la humanidad hasta el momento fue el caldo de cultivo ideal para una arquitectura que quería convertir la máquina en el centro de la vida del hombre. Pero las consecuencias de ese mecanicismo no fueron siempre positivas, de ahí que la vuelta a la senda de la tradición arquitectónica, tomando del progreso lo que éste tenga de bueno, deba considerarse seriamente como una posibilidad frente al acadecimismo intransigente en el que ha degenerado la otrora libre vanguardia.
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