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miércoles, 16 de febrero de 2011

Dibujando con tres jóvenes clasicistas


Ben Pentreath, George Saumarez Smith y Francis Terry son tres jóvenes arquitectos británicos que representan a una nueva generación de arquitectos clásicos. A pesar de haberse formado en unas escuelas de arquitectura plenamente modernas donde la historia se considera una venerable pero incómoda pieza de museo, éstos arquitectos decidieron tomar la senda del clasicismo y la tradición como tradición ininterrumpida que puede dialogar perfectamente con nuestro mundo altamente tecnificado, predicando sus virtudes a través de su práctica profesional. Francis Terry es hijo del arquitecto Quinlan Terry; George Saumarez Smith es socio del estudio de Robert Adam; y Ben Pentreath tiene su propio estudio. 

Los tres fueron objeto en Mayo de 2010 de la exposición "Tres clasicistas" en la que mostraron su trayectoria profesional. Una de las actividades más interesantes de la exposición fue el "día de dibujo", donde los tres colaboraron en la elaboración de un mural realizado en un sólo día. 

El éxito del día de dibujo se repitió en Noviembre de 2010 dentro de las actividades de la Escuela de Invierno Mantowhuman (Manifesto: Towards a New Humanism in Architecture / Manifiesto: Hacia un nuevo Humanismo en Arquitectura).

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Para saber más:


miércoles, 7 de julio de 2010

Francis Terry: Sobre el clasicismo

Traducción: Pablo Álvarez Funes.

Los arquitectos a ambos lados de la división estilística entre clasicismo y modernidad intentan justificar sus gustos personales mediante consideraciones ideológicas, pero este no es mi caso. Se trata de un intento infructuoso, como podemos apreciar si leemos a arquitectos modernos desde Ruskin a Le Corbusier.
Para mí, el placer que se obtiene viendo cómo incide la luz en las superficies de un edificio clásico es razón suficiente para justificar el clasicismo. Cornisas, impostas, pilastras y swags se conciben para ser bellas (en el sentido albertiano) y su función es secundaria. Así que no debería sorprendernos que la mayoría de los arquitectos del Renacimiento y barroco hayan empezado su vida profesional como pintores o escultores. Estos artistas pensaban en la arquitectura como una rama de la escultura, donde el concepto primario era el juego de luces y sombras y las proporciones.

Además del placer estético, también está la emoción del trabajar con un lenguaje con varios milenios de antigüedad. La potencia sutil de estas obras, ya sea el Panteón o los fragmentos de la colosal escultura del Emperador Constanino, tiene una magia que ha inspirado a generaciones desde Brunelleschi a Byron. Disfruto cuando trabajo con esta tradición tan noble y antigua, y se observa una sabiduría acumulada a la hora de aprehender la lección de incontables artesanos a través de los años. Esto hace que el clasicismo sea un placer para el detalle y el diseño. La arquitectura minimalista puede elogiarse a su modo, pero nunca le veré atractivo. Hacer el detalle de un hueco sombrío puede ser muy digno, pero para mí sería una tarea aburrida.

También es emocionante ver a los artesanos que producen los elementos clásicos, ya sea un cantero esculpiendo las piezas de una chimenea de mármol, o un estuquista modelando un panel decorativo. Cada uno interpretará los elementos de forma sutilmente diferente y con ello aportarán su visión personal de la arquitectura.

La arquitectura, al igual que la música, no se disfruta en la teoría sino con el corazón; si la arquitectura clásica se reduce a su nivel más básico, desaparece por completo, pero si triunfa será un placer para generaciones.

El artista desesperado ante la grandeza de las ruinas antiguas. Johann Heinrich Füssli, 1779.

Francis Terry es un arquitecto británico hijo del también arquitecto Quinlan Terry. En mayo de 2010 se celebró una exposición de su trabajo y de otros dos jóvenes arquitectos bajo el título “Tres Clasicistas” en el Real Instituto de Arquitectos Británicos en Londres.