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lunes, 22 de noviembre de 2010

Órdenes de arquitectura y personalidad

Las villas de Quinlan Terry en Regent Park, Londres, constituyen un perfecto ejemplo de la continuidad del palladianismo inglés así como de la maestría del arquitecto británico en el empleo de los órdenes. Las villas Jónica, Corintia, Toscana, Regencia y Hannover fueron proyectadas siguiendo el esquema conductor de cada orden arquitectónico; villa Véneto emplea la superposición palladiana de órdenes y la villa gótica es un delicioso ejemplo del primer neogótico doméstico inglés. La decisión del empleo de un orden u otro ha dependido de criterios estéticos del cliente y el arquitecto así como de las pericia técnica de los canteros y la holgura presupuestaria. Cada villa está directamente inspirada en arquitecturas precedentes integrándose dentro de la tradición clásica inglesa. Sin embargo, en ninguno de los casos la simple visión de las fachadas nos impide saber a priori la personalidad de los habitantes de esas viviendas. El orden se emplea, además de como fundamento compositivo del edificio, como símbolo de ostentación y buen gusto del cliente. Y así ha sido desde que Palladio y Vignola supeditaran el empleo de los órdenes a unos módulos fijos y la arquitectura dejara el estudio de los orígenes de los órdenes y su personalidad a la especulación teórica, que sería criticada y depurada en el siglo XVIII por Laugier quien definitivamente convierte a los órdenes en elementos eternos árbitros del buen gusto pero sin ninguna vinculación afectiva con la función del edificio que ordenan. 

Sin embargo, Vitruvio en su tratado de arquitectura establece que el orden de cada templo debe ir supeditado al carácter del dios al que se consagra, teoría que será actualizada y cristianizada por Serlio para poder aplicarla a los nuevos edificios del Renacimiento Italiano. 

Vitruvio en el Libro I, capítulo II dice: “Haránse Templos Dóricos a Minerva, a Marte y a Hércules; pues a estos dioses, por su fortaleza, no les corresponden edificios delicados. A Venus, Flora, Proserpina, y a las Náyades, parece convenir el Orden Corintio, porque las fábricas primorosas, y adornadas de flores, hojas y volutas, parece añadir belleza a la propia de estas deidades. A Junio Diana, Libero-Padre y otros dioses semejantes, haciéndoles Templos Jónicos, se tendrá un medio, templando la robustez Dórica, y la delicadeza Corintia” (1). 

Y Serlio, en el Libro IV, hace una explicación más detallada: “Los antiguos dedicaron todos los edificios a los dioses, aplicándolos a aquellos que más les pertenecían según su natura, si era robusta o delicada. Y así, la obra Dórica construyeron a Júpiter, y a Marte, y a Hércules, a aquestos tales se les hacían los templos Dóricos, por que fue tomado de la forma del hombre. Y la Jónica a Diana, a Apolo y a Baco, la cual participa también de la forma matronal o mujeril, porque tiene de lo robusto y lo delicado. Diana por ser mujer es delicada, mas por el ejercitarse en cazar, participa de robusto. Y Apolo por su hermosura, aunque es hombre, es algo blando y delicado, y también algo robusto. Y así mismo Baco. Mas la manera Corintia por ser tomada de la forma del cuerpo de una doncella, quisieron que fuese dedicada a la diosa Vesta la principal de las vírgenes. Pero en este nuestro tiempo a mi parecer se ha de proceder de otra manera, no desviándonos mucho de los Antiguos en cuanto a la aplicación de los edificios: quiero decir, que siguiendo la costumbre de nuestros Cristianos construiremos por mi parecer los edificios sagrados, según la especie suya, primeramente a Dios y a sus Santos; y los edificios profanos, así púbicos como secretos, principales y accesorios, hechos para los hombres, según su estado y profesión. Y así digo que la obra toscana por mi parecer conviene para cosas fuertes, como serían puertas de las ciudades, para fortalezas, para castillos y lugares para guardar tesoros, y a donde estén las municiones y artillerías, o para cárceles y puertos de mar, y otros semejantes edificios para uso de la guerra. Y así mismo sería para lo dicho la obra rústica, porque ha de ser de piedra y de ligaduras y trabazones diversas, aunque ha de ser gruesamente labrada. Cualquiera de estas cosas, cuando la han querido hacer más delicada los arquitectos por su contentamiento, algunas veces las han mezclado, según lo vemos en la Antigüedad, con la obra Dórica; y en otras partes con la Jónica, y también con la Corintia. Pero en mi entendimiento, por ser la obra toscana la más gruesa y sin ornato de todas las otras, me parece que en la Rustica convenga, y sea más conforme, porque se manifiestamente se ve estar guardado esto de los toscano, así dentro en la mayor y más principal ciudad suya, que es Florencia, como fuera de ella; por las villas o casas de placer de ella comarcanas, adonde hay tan hermosos edificios, y tan ricamente labrados, hechos solamente de obra rústica, cuanto se pueden hallar en el restante de la cristiandad, mezclados de aquella rustiqueza y delicadeza que a los arquitectos más les ha contentado. Y por esto me parece que las tales obras se conforman más con la Toscana que con otra especie.” (2) 

“Los antiguos constituyeron la obra Dórica a Júpiter, y a Marte, y a Hércules, y a otros dioses robustos; más después de la encarnación de la salud humana, debemos los cristianos proceder y ordenarla por otra orden; y así digo, que habiéndose de edificar algún templo consagrado a Jesucristo Redentor Nuestro, o a San Pedro, o San Pablo, o a Santiago, o a San Jorge, o otros cualesquier Santos cuya profesión, no sólo haya sido de hombres de guerra, más que también hayan tenido del delicado y humilde, y también parte de fuerte y robusto, en poner la vida por la Fe de Cristo. A estos tales santos conviene hacerles templos de este género Dórico. Y en cuanto a los hombes si algún caballero muy esforzado o persona muy valerosa, como sería si fuese general o capitán de un ejército, si el tal mandase hacer algún edificio así público como dentro de casa, se le hará de este género. Y tanto cuanto la persona que mandare hacer la obra fuere más robusta y valiente, le conviene que el edificio sea hecho con más braveza, y macizo y fuerte; y si otra persona aunque fuera caballero si participare alguna cosa del delicado, mandado hacer esta obra, se le puede hacer con alguna más delicadeza, así como en su lugar trataremos” (3). 

“De esta obra Jónica Vitruvio trata en el cuarto libro en el primer capítulo. Este género los antiguos le compusieron sobre la forma Matronal, que es la forma de cuerpos de mujeres ya de días y embravecidas, y la dedicaron como es dicho en este libro, a Apolo y a Diana y a Baco; pero nosotros los Cristianos si hubiéremos de hacer algún templo de esta orden, lo aplicaremos a todos aquellos santos que hayan sido en parte robustos y fuertes, y en parte delicados y humildes. Y así a todas las santas que hayan sido casadas o llegado a viejas de autoridad, que comúnmente las llamanos en España, dueñas honradas. Y si algún edificio público o secreto se hubiere de hacer de esta forma para algunos hombres, será a letrados y otros hombres de vida quieta y sosegada, y no a robustos ni delicados, porque para los tales letrados de cualquiera facultad que sean será a su propósito esta orden Jónica. Y si para algunas señoras de autoridad que hayan sido en cuanto mujeres varoniles o valerosas y para mucho. Si las tales hubieren de hacer algunos edificios, esta orden será para ellas muy convenible” (4). 

“La derivación y origen del capitel Corintio fue de una virgen Corintia. Y porque Vitruvio en el cuarto libro en el primer capítulo lo escribe particularmente, en tal caso no será necesario fatigarme en replicar sobre este caso. Y por tanto solo diré que habiéndose de hacer de este orden un templo, se debe consagrar y aplicar primero a la Virgen Santísima Madre de Jesucristo Redentor Nuestro, la cual no sólo fue virgen antes del parto, pero en el parto y después del parto, Y después de a esta Serenísima Señora a todos aquellos Santos y Santas que hayan hecho vida virginal o vivido castamente, para estos tales esta tal orden conviene mucho y también para monasterios de monjas que han prometido virginidad y son dedicadas al culto divino. Y si acaso algún edificio así público como secreto o sepulcros o cualquier cosa de edificios se hubiere de hacer de este orden, sea a personas de vida honesta y casta, porque para las tales se podrá usar esta forma” (5). 

A pesar de que la mayoría de los edificios clásicos hayan supeditado el empleo de los órdenes a la ostentación de los mismos en lugar de a las características funcionales del edificio, es bueno tener en mente este aspecto de la teoría vitruviana para establecer el carácter general del edificio y elegir el orden que más se adecue a su función. De esta forma el orden arquitectónico, además de ser un elemento clave para la estructuración formal y distributiva del proyecto, nos hablará del carácter del mismo y de las funciones que se desarrollan en su interior con la misma coherencia con la que lo hace la estructura portante o la proporción de huecos y macizos. 

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(1) Vitruvio Polión, Marco. Los Diez Libros de Arquitectura, traducidos del latín y comentados por Don José Ortiz y Sanz Presbítero. Imprenta Real; Madrid, 1787. Libro I, Capítulo 2, p. 12 (puede consultarse una edición facsímil en línea a través del siguiente enlace del Ministerio de Fomento). 


(2) Serlio, Sebastiano. Tercer y Cuarto Libro de Arquitectura, traducidos de toscano en lengua castellana por Francisco de Villalpando, Arquitecto. Imprenta de Juan de Ayala; Toledo, 1552. Libro IV, p. 4 (puede consultarse una edición facsímil en línea a través del siguiente enlace del Ministerio de Fomento). 


(3) Op. Cit. p. 19. 

(4) Op. Cit. p. 28. 

(5) Op. Cit. p. 49.

viernes, 2 de julio de 2010

El capitel jónico vitruviano en la teoría arquitectónica del Padre José Ortiz y Sanz (I): Edición del Vitruvio de 1787.

La edición de “Los diez libros de Arquitectura de Vitruvio” traducidos del latín y comentados por Don Joseph Ortiz y Sanz, presbítero, (Imprenta Real. Madrid, 1787) es una de las más brillantes aportaciones a la tratadística española y la base del neoclasicismo hispano así como del método científico aplicado a la arqueología. Sus aportaciones a la teoría de la arquitectura en general como el vitruvianismo en particular son innumerables.

La necesidad de esta obra surge en el ambiente arquitectónico de las Reales Academias fundadas por los Borbones españoles a lo largo del siglo XVIII y que toman como modelo las francesas fundadas por Luis XIV a finales del siglo XVII. La función de las academias era docente e investigadora, germen de las actuales universidades. Por tanto, en el caso de la Real Academia de Bellas Artes de San Fernando y su sección de Arquitectura, debían cobrar especial importancia las ediciones de tratados de arquitectura y construcción que analizaran fielmente las fuentes disponibles a la vez que las técnicas constructivas.

La edición de Ortiz y Sanz iba encaminada a dotar de una correcta traducción del texto vitruviano a nuestro idioma. Para ello se vale de cuantas ediciones manuscritas o impresas pudo consultar en su estancia en Roma, y de investigaciones arqueológicas con las que comprobar la validez de lo dicho por Vitruvio. Esto último es un aspecto novedoso para la tratadística en general, pues hasta el momento los tratados de arquitectura, a la hora de ser ilustrados, se valían de colecciones de dibujos repetidas invariablemente desde el Renacimiento y que adolecían de ciertos errores de datación y representación. A la luz de los nuevos descubrimientos arqueológicos así como del interés en convertir la arqueología en disciplina científica, estos análisis perfectamente documentados a través de las numerosas notas del Tratado, constituyen el primer ejemplo de arqueología moderna española, pues el padre Ortiz emplearía el mismo método años después en su viaje arquitectónico-anticuario.

Antes de entrar de lleno en la cuestión que nos interesa, cabe añadir además que la edición de Vitruvio de 1787, y sobre todo la de Palladio de 1797 son de las primeras en incluir los métodos modernos de representación en planta, alzado y secciones perfectamente delineados y sin perderse en efectistas juegos de sombras, muy en la línea de lo que por esas mismas fechas empezaba a enseñar Jean Nicole Louis Durand en París. En la nota 11 del Sexto libro, capítulo 1, Ortiz clama contra aquellos que “se tienen por hábiles en esta difícil Arte cuando saben trazar los cinco órdenes de Vignola, todo muy curioso, muy bien tocadito de aguadas y engalanado de adornos a las mil maravillas” (1). Muy similar a lo que dice Durand en la Introducción a sus “Lecciones de Arquitectura” (1819): “Lejos de añadir cualquier cosa al efecto o a la comprensión de estos dibujos no hace más que añadir oscuridad y equívoco" (2).

Dentro del Tratado de Vitruvio, una de las muestras más curiosas del rigor con el que Ortiz y Sanz unió textos, imágenes e investigación arqueológica es su comentario y propuesta de trazado de la voluta jónica vitruviana. Al no haberse conservado las ilustraciones originales del tratado, los primeros comentaristas se encontraron, a la hora de definir el capitel jónico, con un texto de difícil comprensión que no sabían como interpretar comparándolo con los restos que tenían a su disposición (en su mayoría correspondientes a edificios bajoimperiales o recuperada de estructuras anteriores). El trazado de la voluta resultante era muy complejo y añadía una característica no indicada por Vitruvio como era la disminución progresiva de la costilla y el cojín (elementos interior y exterior de la voluta), complicando aún más tanto el trazado del capitel como su posterior ejecución por el cantero.

Es en la nota 30 del Libro Tercero, capítulo tres, donde por primera vez se plantea este nuevo trazado de voluta, demuestra la incongruencia del trazado de la voluta de anteriores tratadistas, deja someras indicaciones de la ubicación de los capiteles estudiados y menciona por primera vez la redacción de un tratado aparte destinado exclusivamente al capitel jónico (3):

Trazado de la voluta jónica según Perrault. Perrault, Claudio. Compendio de los diez libros de arquitectura de Vitruvio.Traducidos al CAstellano por Don Joseph Castañeda. Imprenta de D. Gabriel Ramirez. Madrid, 1751. Lámina VIII - Proporciones del capitel Jónico.

Trazado de la voluta jónica según Ortiz y Sanz. Vitruvio Polión, Marco. Los Diez Libros de Arquitectura, traducidos del latín y comentados por Don José Ortiz y Sanz Presbítero. Imprenta Real; Madrid, 1787. Lámina XXXI.

“Confieso no haber podido comprender de dónde sacaron sus volutas Serlio, Philandro, Palladio, Vignola, Salviati, Goldman, Caramuel, Perrault, Bibiana, Galiani y tantos otros escritores de Arquitectura, que diferente de esta la enseñaron, cuando la de Vitruvio es tan simple y la de ellos tan enredosa, impropia y buscada. Es impropia porque representando lo sobrante arrollado de un cojín o colchoncillo, no es natural que el hueco representado por la canal sea más ancho que el lleno, representado por la costilla: ni esta más delgada hacia los extremos, sino toda de un espesor mismo. Es cierto que se hallan en Roma algunos capiteles Jónicos, cuya canal es algo más ancha que la costilla; pero es para dar mayor cuerpo y majestad a las hojas, vástagos, etc. que se hallan esculpidos en ella: pero la costilla es igualmente ancha desde su principio hasta el ojo.”

“Ciento treinta capiteles Jónicos todos uniformes he examinado prolijamente, para poder asegurarme de cuanto escribo; y en ninguna cosa de Vitruvio he puesto mayor cuidado que en restablecer su voluta.”

“Esta es sin duda la voluta Vitruviana que tantos pretendieron haber hallado, dándonos volutas tan diversas; y la única que se halla en el Antiguo, en cuanto a igualdad de la costilla. Ni fue necesario que Vitruvio se difundiera en la descripción de la espira siendo tan simple y fácil; cuando en la de los modernos era fuerza una explicación más prolija. La necesidad de restablecer esta voluta para reducir el capitel Jónico a su simplicidad antigua, me movió a escribir un tratado de ella en lengua Italiana, citando positivamente los parajes de Roma en que actualmente se hallan los capiteles que he examinado; pero su publicación se ha preservado para otro tiempo.”

“Uno de estos (capiteles) observé en el Foro Romano en poder de un marmolista, en compañía de D. Jayme Folc y D. Joseph Guerra, escultores pensionistas de la Real Academia de San Fernando, el día 16 de Julio de 1781 (…). Semejantes a éstos los hay en Tívoli, en un templo antiguo ahora dedicado a San Jorge. Así son también los del templo de la Fortuna Viril en Roma, hoy Santa María Egipciaca, aunque maltratados por el tiempo.”

“Como estos son los del Templo de la Concordia a la falda del Capitolio. Cuatro hay en el pórtico de la Iglesia de Santa Cecilia; uno en el claustro de San Clemente junto al anfiteatro de Vespasiano; otro junto a la puerta de S. Cesario, sobre la mano izquierda; otro en el portal de la hostería de la campana detrás del Teatro de Marcelo; y otros muchos esparcidos por las calles de Roma, y en poder de los marmolistas y varios particulares.

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(1) Vitruvio Polión, Marco. Los Diez Libros de Arquitectura, traducidos del latín y comentados por Don José Ortiz y Sanz Presbítero. Imprenta Real; Madrid, 1787. Libro VI, Capítulo 3, nota 11, p. 139 (puede consultarse una edición facsímil en línea a través del siguiente enlace del Ministerio de Fomento).

(2) Durand, Jean Nicole Louis. Compendio de lecciones de Arquitectura. Ed. Pronaos; Madrid, 1981. Introducción p. 23. Puede consultarse la edición francesa de 1840 en google libros (enlace).

(3) Op. Cit. (1) Libro III, Capítulo 3, nota 30, p. 74.