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martes, 20 de septiembre de 2011

Clasicismo depurado: La Delegación de Hacienda de Sevilla. José Galnares Sagastizábal (1953)

"El clasicismo depurado floreció como lenguaje arquitectónico internacional entre los años veinte y el final de la Segunda Guerra Mundial. Frecuentemente caracterizado como un estilo irremisiblemente reaccionario frente al Movimiento Moderno, y frecuente e injustamente despreciado por razones políticas, pues lo emplearon los nazis en Alemania y los fascistas en Italia, el clasicismo depurado fue tan popular entre los demócratas como entre los fascistas. Un análisis, más ajustado nos lo presenta como un movimiento vigoroso e imaginativo que se integra en la tradición del clasicismo moderno". (Stern, Robert A. M. Clasicismo Moderno. Ed. Nerea; Madrid, 1988. p. 44-45). La datación que estima Robert A. M. Stern para el clasicismo depurado puede extenderse en España hasta la década de 1950. A medida que la dictadura franquista supera su etapa autárquica (1939-1959), los arquitectos se volcarán hacia los postulados del movimiento moderno, olvidando el clasicismo fomentado por el régimen para la reconstrucción nacional tras la Guerra Civil. 

Las guías de arquitectura normalmente suelen omitir buena parte de los edificios construidos en la inmediata posguerra y autarquía (1939-1959), fomentando la impresión de que esa arquitectura no tenía tanta calidad como el escaso racionalismo de la Segunda República o el Movimiento Moderno que vino con el aperturismo y la tecnocracia. Las consideraciones políticas juegan un papel importante en esta valoración y se tiende a identificar la valoración de esta arquitectura con la valoración de la dictadura. Sin embargo, la arquitectura de este periodo es interesante por haber superado, aunque de forma tardía, los debates sobre la esencia de un estilo nacional, y por demostrar la inventiva y capacidades de arquitectos que habían sido racionalistas y que bien por convicción, bien por conveniencia, volvieron al clasicismo (como Luis Gutiérrez Soto), o de aquellos que se formaron en el clasicismo y acabaron desarrollando una arquitectura moderna (como Miguel Fisac o Luis Moya Blanco). 

José Galnares Sagastizábal (1904-1977) pertenece al primer grupo. Este arquitecto sevillano se formó en Barcelona, donde conoció a miembros Generación de 1925 que le introdujeron en los principios del racionalismo arquitectónico, en ocasiones identificado como Art Decó y que sería el germen del futuro desarrollo del Movimiento Moderno a partir de la Exposición del Estilo Internacional en 1932. De vuelta en Sevilla inició su carrera bajo las premisas de este rcionalismo construyendo, entre otros, el Edifio Ybarra en la calle Rodríguez Jurado nº6. Tras la guerra civil, y sin haber sufrido depuración profesional, su obra se torna más clásica, en busca de una versión depurada del regionalismo sevillano que a su vez enlazara con la corriente general del clasicismo depurado que se había desarrollado en paralelo al Movimiento Moderno. Fruto del trabajo de esta época son el Banco de Bilbao (1950), la Delegación de Hacienda (1953), y el Edificio El Cano (1953). Posteriormente el arquitecto Galnares Sagastizábal continuará la senda del Movimiento Moderno y realizará en esta línea intervenciones sobre el patrimonio sevillano como la reforma del Museo de Artes y Costumbres o la nueva Facultad de Bellas Artes tras la demolición de la antigua Casa Profesa de la Compañía de Jesús, anexa a la Iglesia de la Anunciación y que fue la primera sede del Rectorado de la Universidad de Sevilla desde 1771 hasta 1954 . 

La construcción de una nueva Delegación de Hacienda de Sevilla fue encargada a José Galnares Sagastizábal a principios de los años cuarenta. El nuevo edificio se ubicaría en un solar resultante de la demolición de la antigua aduana de las atarazanas, construida a finales del siglo XVIII usando las naves del edificio medieval y levantando una envolvente neoclásica. La construcción se fue retrasando debido a las diversas catas arqueológicas que se efectuaron en el terreno y que contribuyeron a conocer mejor la evolución del antiguo astillero hispalense. El edificio fue finalizado en 1953. 

 Antigua Aduana de Sevilla. Vista general desde la Torre del Oro. Fotografía: Sevilla, calle de la mar

 Antigua Aduana de Sevilla. Detalle del orden jónico de la fachada principal. Fotografía: Sevilla, calle de la mar

Antigua Aduana de Sevilla. Fachada a Calle Tomás de Ibarra. Fuente: Archivo fotográfico de ABC

El edificio ocupa el espacio correspondiente a cinco de las antiguas naves de las atarazanas del siglo XIII que se habían degradado durante los siglos de uso del edificio como aduana. El antiguo edificio tenía su fachada principal a la calle Temprado, mirando al río, debido a que era por ahí por donde entraban las mercancías a la ciudad. Sin embargo, el arquitecto decide invertir el sentido del edificio, creando una gran fachada a la calle Tomás de Ibarra. Su interior es muy sencillo, con un gran vestíbulo interior y una serie de naves paralelas a la calle Santander que acogen las diferentes oficinas organizadas en torno a un gran patio interior, ahora cubierto. En el exterior el arquitecto envuelve el edificio en tres partes bien diferenciadas: en la calle Tomás de Ibarra presenta un colosal orden de pilastras jónicas que ocupan tres alturas y dan solemnidad al acceso principal; la calle Santander sigue un esquema basado en un “palazzo” de dos alturas sobre un basamento rústico y rematado por una sencilla cornisa que continúa hacia Temprado; ahí se repite el mismo esquema pero la fachada queda interrumpida en su centro por el mismo orden colosal de pilastras jónicas de tres alturas, otorgando cierta monumentalidad a la nueva fachada trasera de forma que no desentone ni con la anterior fachada, también jónica, ni con el cercano Hospital de la Caridad. 

Planta del conjunto de las antiguas Atarazanas a mediados del siglo XX. A la izquierda, en naranja, la Delegación de Hacienda. 
Fuente: Marco Gonzalvo, Javier; Pliego Sánchez, Nela. Recuperando Las Atarazanas : un monumento para la cultura. Ed. Junta de Andalucía. Sevilla, 1999.

Considerados individualmente, los elementos clásicos del edificio son muy canónicos e incluso convencionales. Pero de la misma forma que las palabras por sí mismas no dicen nada y necesitan combinarse entre sí para formar oraciones, el arquitecto ha dispuesto el orden colosal de pilastras jónicas de la fachada principal de forma muy inteligente. La proporción picnóstila (1:1,5) del intercolumnio acentúa la verticalidad de la fachada permitiendo cómodamente tres niveles de ventanas que reducen su altura conforme subimos, siguiendo el esquema del “palazzo”. Sobre la puerta de acceso se abre un gran ventanal de vidrio que ilumina el vestíbulo, gesto que algunos han querido ver como de rebeldía moderna ante el edificio clásico. El cuerpo central, con columnas pareadas, sobresale con respecto al plano de la fachada acentuando el carácter de la entrada y dando ritmo al edificio mediante los retranqueos de sus elementos y el juego de luces. Además el arquitecto evita ingeniosamente el problema del capitel jónico en esquina al independizar los órdenes de cada fachada y dejarlos sobresalir del propio muro, quedando éste retranqueado con respecto a las pilastras y agudizando el movimiento. 

 Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada principal a la Calle Tomás de Ybarra. Arq. José Galnares Sagastizábal. Fotografía: Sevilla Siglo XX

  Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada principal. Detalle de la puerta principal y las basas de las columnas. Arq. José Galnares Sagastizábal. Fotografía: Sevilla Siglo XX

   Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada principal. Detalle de los capiteles y el entablamento. Arq. José Galnares Sagastizábal. Fotografía: Sevilla Siglo XX

   Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada principal. Detalle de los capiteles, entablamento y ático. Arq. José Galnares Sagastizábal. Fotografía: Sevilla Siglo XX

  Delegación de Hacienda de Sevilla (1953). Fachada trasera. Fotografía: Sevilla, calle de la mar.

Probablemente la decisión de demoler la antigua aduana no fue la más acertada, y una adecuada rehabilitación del edificio habría permitido conservar las estructuras medievales y dieciochescas. Es cierto que durante el franquismo se cometieron terribles desmanes urbanísticos, baste recordar el Plan César Cort para Valladolid, pero también es cierto que cualquier intento por recuperar esas naves de las atarazanas habría pasado por una restauración en estilo debido a las reformas efectuadas a lo largo de su dilatada historia. Del inmenso edificio de 17 naves mandado construir por Alfonso X en 1252, sólo quedan relativamente intactas siete. Después de haber servido como sede para la Real Maestranza de Artillería durante varios siglos y haber sido restauradas una vez adquiridas por la Junta de Andalucía, las naves “supervivientes” de las Atarazanas corren el riesgo de sufrir el mismo destino que sus hermanas ubicadas en la Delegación de Hacienda. El Ayuntamiento, henchido de “Efecto Guggenheim” cedió a la Fundación La Caixa el uso del edificio para que construyeran un centro cultural con marca de la casa, un Caixa Forum al estilo de los de Barcelona y Madrid. Con la salvedad de que las intervenciones de Barcelona y Madrid han mutilado edificios del siglo XX (baste ver las grotescas perforaciones practicadas y apéndices agregados a la antigua factoría madrileña), Guillermo Vázquez Consuegra pretende hacer lo mismo con esta joya de la arquitectura civil gótico-mudéjar, desdeñando completamente su pasado y usos históricos, usándolos a su antojo para añadirle una serie de cuerpos extraños. Si nada lo remedia será el propio ego del arquitecto el que mutile nuevamente las atarazanas en connivencia con un gobierno, democrático eso sí, que tiene el mismo concepto trasnochado de progreso que el desarrollismo de la dictadura. Se convertirá pues en la cuarta en discordia de las tres (des)gracias de Sevilla, a saber, la Biblioteca de la Universidad de Zaha Hadid, Metropol Parasol (Jürgen Mayer) y la Torre Cajasol (César Pelli).

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Para saber más:



Sevilla, calle de la mar: Calle de la Aduana I, Calle de la Aduana II.

viernes, 19 de agosto de 2011

Robert A. M. Stern: ¿Driehaus o Pritzker?

Para cualquier arquitecto moderno la recepción del Premio Pritzker supone el máximo reconocimiento a nivel profesional de su carrera, equiparable en cierta medida a una suerte de Premio Nobel de la Arquitectura. Desde su creación en 1979 por J. A. Pritzker, ha venido premiando anualmente la arquitectura más destacada del momento, irguiéndose en referente para la nueva modernidad gestada tras la crisis del Movimiento Moderno, cuyo punto de inflexión fue la demolición del complejo residencial de Pruitt Iggoe del arquitecto Minoru Yamasaki en 1972 debido a las altas tasas de criminalidad y vandalismo que adolecían sus edificios, construidos siguiendo escrupulosamente las pautas de la Arquitectura Moderna y el Urbanismo de la Carta de Atenas de 1933 (no confundir con la Carta de Atenas sobre el Patrimonio de 1931). 

A pesar de premiar la excelencia profesional de los arquitectos más destacados de nuestros tiempo, este premio omite deliberadamente a un número de profesionales que basan su ejercicio en los postulados del clasicismo y la tradición. No obstante, algunos de los premiados con el Pritzker, como Phillip Johnson o Rafael Moneo coquetearon en su momento con el clasicismo en su irónica revisión posmoderna con la que pretendían resolver los problemas sociales que dejó el Movimiento Moderno. No fue hasta 2003 cuando el magnate y mecenas Richard H. Driehaus instituye el premio que lleva su nombre y encomienda a la Universidad de Notre Dame en Indiana la entrega del mismo. Este premio anual laurea a aquellos profesionales que se han mantenido fieles a los principios de la arquitectura clásica y tradicional: uso de materiales vernáculos, búsqueda de la sostenibilidad a través de las soluciones tradicionales, referencia directa a los Tratados de Arquitectura, así como a la antigüedad grecorromana y al clasicismo renacentista y barroco. Su primer receptor fue Leon Krier en 2003, seguido de Demetri Porphyrios en 2004, Quinlan Terry en 2005, Allan Greenberg en 2006, Jaquelin T. Robertson en 2007, Andrés Duany y Elizabeth Plater-Zyberk en 2008, Abdel-Wahed El-Wakil en 2009, Rafael Manzano Martos en 2010 y Robert A. M. Stern en 2011

Salvo los galardonados en 2009 y 2010, todos los arquitectos premiados pertenecen a un ámbito profesional anglosajón, más propenso a las formas clásicas que el Mediterráneo y Europa Central. Esto se debe en parte a que en estos países, junto con Hispanoamérica, no hacen una valoración moral del clasicismo como la que se realiza en Europa, donde se identifica con dictaduras, fascismo y regímenes totalitarios por haber sido usada puntualmente por esos gobiernos durante los años 30 cuando en realidad el uso del “clasicismo depurado” era bastante habitual en el periodo de entreguerras (véase “El carácter apolítico del clasicismo”). En los países Anglosajones y en Hispanoamérica el clasicismo tiene una valoración moral muy positiva ya que se considera un garante de sus libertades democráticas y símbolo de vitalidad cultural. La mayoría de edificios institucionales de estas naciones se construyeron empleando un lenguaje clásico con el que pretendían vincularse arquitectónicamente a las primeras democracias helénicas. Sin embargo, eso no les impide aceptar la arquitectura moderna y convivir con ella, valorando todos sus aspectos positivos de la misma forma que valoran positivamente el clasicismo (véase “La escuela de Chicago y la tradición clásica norteamericana"). 

Una de las características más destacables de los nuevos clasicistas o nuevos palladianos, aparte de su compromiso de continuidad con la tradición, es su tolerancia hacia la arquitectura moderna siempre y cuando ésta no agreda directamente al Patrimonio y los entornos Patrimoniales. Tolerancia que por otra parte no es recíproca, puesto que los arquitectos contemporáneos desdeñan todo contacto con la tradición, considerándola en el mejor de los casos una venerable pero incómoda pieza de museo o un palimpsesto sobre el que redefinir su propio ego. Aunque lo normal es apelar al “falso histérico” y calificar de pastiche todo lo que no sea una ruptura violenta con el pasado y la consiguiente huida hacia delante con destino incierto. 

Al contrario que los grandes maestros del Movimiento Moderno, quienes recibieron una formación clásica pero abrazaron la modernidad rechazando el lenguaje clásico que tan bien dominaban, Robert A. M. Stern es un claro exponente de arquitecto que habiendo recibido una formación moderna, acaba volviéndose clásico y dominando su lenguaje a la perfección, sin por ello renegar de sus raíces modernas. Su estudio nos muestra un amplio abanico de edificios, complejos comerciales o residenciales y planes urbanos, haciendo gala de ese espíritu multidisciplinar que le permite proyectar edificios modernos, como el Centro Comcast en Philadelphia (Pennsylvania, EEUU, 2008) o la Torre Carpe Diem (París, Francia). Y a la vez que es capaz de ofrecer obras modernas, también es un gran tradicionalista moderno, término acuñado por él mismo para definir a aquellos arquitectos cuya filosofía proyectual se adapta a la tradición constructiva, tradicional e industrial, del lugar donde se asientan sus edificios. La Biblioteca Pública de Nasville (2001, Tennessee, EEUU) y el Edificio Bavaro en la Escuela Curry de Educación de la Universidad de Virginia (Charlottesville, Virginia, EEUU, 2010) son dos magníficos ejemplos del otro extremo creativo de este polifácetico arquitecto que perfectamente podría aspirar al Pritzker por la pureza casi minimalista de sus obras modernas.




Torre Carpe Diem (París, Francia). Arq: Robert A. M. Stern.

Para saber más sobre Robert A. M. Stern:






domingo, 14 de agosto de 2011

Robert A. M. Stern, la presencia del pasado.

La televisión pública de Chicago ha preparado un interesante reportaje sobre el arquitecto Robert A. M. Stern con motivo de su reciente Premio Driehaus 2011. Este interesante video nos muestra la actividad de su estudio, sus obras, el testimonio de otros arquitectos, y el suyo propio. 


Para saber más sobre Robert A. M. Stern:






lunes, 8 de agosto de 2011

Robert A. M. Stern, ganador del Premio Driehaus 2011


Aunque de forma tardía, nos hacemos eco de la noticia del galardonado con el premio Richard H. Direhaus en 2011, que le fue entregado en una ceremonia el pasado mes de marzo en la Universidad de Notre Dame en Indiana. Como en entregas anteriores, el señor Stern recibió una maqueta en bronce del Monumento Corégico de Lisícrates y un premio en metálico de 200.000 dólares. 

Robert A. M. Stern fue uno de los primeros arquitectos que se sacudieron del yugo de la modernidad y volvieron la vista atrás hacia la senda perdida del clasicismo y la tradición. Además contribuyó a la génesis teórica de este movimiento con la definición del clasicismo moderno y sus cinco variantes: irónico, latente, esencialista, canónico y tradicionalismo moderno. El arquitecto se incluye a sí mismo en esta última categoría, que define como “el más pluralista de los enfoques del clasicismo moderno, imbuido en la convicción de que, aunque lo clásico sigue siendo un ideal permanente, al interactuar con lo vernáculo adquiere un sentido de realidad circunstancial, de lugar y de relación con unas tecnologías y programas en continua evolución, y también un sentido de oportunidad temporal. En otras palabras, un edificio tradicional puede producir la impresión de haber pertenecido siempre a un conjunto más amplio, y al mismo tiempo, en virtud de su tecnología y diseño concretos, transmitir una determinada identidad estética y un determinado momento histórico. En el tradicionalismo moderno no se idealizan ni se desprecian los lenguajes vernáculos de origen artesanal e industrial, sino que se adoptan por lo que son, u se deja que las cuestiones morales de la arquitectura se diriman en el ámbito político o ideológico, no en el estructural. El resultado es que el tradicionalismo moderno, aunque muchos arquitectos serían reacios a admitirlo, posee muchas de las cualidad del eclecticismo que vivificó la arquitectura del siglo XIX y principios del XX. El tradicionalista moderno no actúa de una manera general, sino que decide en cada caso cuál es el lenguaje arquitectónico que debe aplicar. El renovado interés de los arquitectos por utilizar estilos, ya sea modificados de acuerdo con un ideal romántico de individualismo artístico o en función de nuevas técnicas constructivas o de nuevos programas, ya sea de una manera pura y auténtica, pone de manifiesto su victoria sobre una de las mayores falacias del movimiento moderno: la idea de que la tecnología, la cultura y la política del siglo XX obligan a desarrollar una forma singular y universal de expresión artística, un estilo internacional único y distinto de todos los anteriores”. (1) 

Robert A. M. Stern se graduó en la Universidad de Columbia (B. A. Bachelor of Arts, 1960) y en la Universidad de Yale (Master in Architecture, 1965). Es miembro del Instituto Americano de Arquitectos (AIA, American Institute of Architects) y recibió la Medalla de Honor del Capítulo de Nueva York de la AIA en 1984 y el Premio del Presidente del Capítulo en 2001. Entre 1992 y 2003 formó parte del Consejo de Administración de la Compañía Walt Disney. En 2007 recibió el Premio Athena del Congreso para el Nuevo Urbanismo y fue nombrado Miembro de Honor de la directiva del Instituto de Arquitectura Clásica y América Clásica. En 2008 recibió el décimo Premio Vincent Scully del Museo Nacional de la Construcción. Como fundador y socio más antiguo de Robert A. M. Stern Arquitectos dirige personalmente el diseño de cada uno de los proyectos de la firma. 

El Sr. Stern es decano de la Escuela de Arquitectura de Yale. Previamente fue profesor de Arquitectura y director del Programa de Preservación Histórica en la Escuela de Arquitectura, Planeamiento y Preservación de la Universidad de Columbia. Entre 1984 y 1988 fue el primer director del Centro Temple Hoyne Buell de Columbia para el Estudio de la Arquitectura Americana. Ha dado multitud de conferencias en Estados Unidos y en el extranjero tanto en temas de arquitectura histórica como contemporánea. Es el autor de varios libros, y se han publicado quince libros sobre su obra. 

La obra del Sr. Stern se ha expuesto en numerosas galerías y universidades y forma parte de la colección permanente del Museo de Arte Moderno de Nueva York, el Museo Metropolitano de Bellas Artes de Nueva York, el Museo Alemán de Arquitectura de Frankfurt, el Centro Pompidou de París, el Museo de Bellas Artes de Denver y el Instituto de Bellas Artes de Chicago. Fue seleccionado para representar la arquitectura de Estados Unidos en la Bienal de Venecia de 1976, 1980 y 1996. 

Los ganadores de las dos últimas ediciones, Rafael Manzano Martos en 2010 y Abdel-Wahed el-Wakil en 2009, pertenecían a ámbitos profesionales no anglosajones, por lo que esta entrega vuelve a premiar al “núcleo duro” del nuevo clasicismo, al ser Reino Unido y Estados Unidos las dos naciones donde este movimiento que busca recuperar el clasicismo para la arquitectura contemporánea. No obstante, es significativo que, al igual que el año anterior con Rafael Manzano, algunas revistas de arquitectura moderna y el propio Consejo Superior de Colegios de Arquitectos de España se hayan hecho eco de la noticia, demostrando cierto interés por la trayectoria profesional de estos “nuevos palladianos” a la vez que por el premio, asentado ya como equivalente al Pritzker de la arquitectura clásica. 

Para saber más sobre Robert A. M. Stern:







(1) Stern, Robert A. M. El clasicismo moderno. Ed. Nerea. Madrid, 1988. p. 187

jueves, 4 de noviembre de 2010

Columna posmoderna


Esta columna “ática” forma parte de las pérgolas del Parque del Tercer Depósito del Canal de Isabel II en Madrid, remodelado en 2007. Es un elemento muy sencillo, con una basa de hormigón prefabricado, un fuste de ladrillo visto, un capitel metálico mínimo y una viga metálica a modo de entablamento.


A pesar de que los prejuicios que se instauran desde las Escuelas de Arquitectura llevarían a muchos a considerarlas pastiche, lo cierto es que estamos ante un magnífico ejemplo de los caminos que debería haber tomado ese clasicismo posmoderno que pronto perdió el norte entre referencias irónicas y semióticas.

Sin embargo, aquí nos encontramos con elementos más característicos de la modernidad al servicio del clasicismo: el hormigón para la basa, que se convierte en un elemento clásico producido en serie con uno de los símbolos de la audacia estructural moderna; el fuste de ladrillo visto parece ocultar un núcleo de hormigón armado o metálico, lo que refuerza la idea de cerramiento independiente de la estructura a la vez que el propio diseño decide integrarse en el paisaje urbano más castizo de Madrid con su vivo ladrillo rojo llagueado; el capitel, metálico, también está producido en serie y cumple su doble función de remate de la columna y goterón para impedir que el agua de lluvia corra por el fuste; y por último la viga metálica IPN, símbolo absoluto del dominio tecnológico del Movimiento Moderno, nuevo orden para la nueva arquitectura, queda aquí convertido en entablamento de esta suerte de orden toscano moderno que, siguiendo la clasificación que estableció Robert A. M. Stern hace treinta años, queda encuadrada de pleno derecho en el tradicionalismo moderno.



miércoles, 7 de abril de 2010

Ceremonia de entrega del Premio Driehaus 2010


El premio Driehaus 2010 y el Galardón Henry Hope Reed fueron entregados al arquitecto español Rafael Manzano Martos y al profesor de Yale y preservacionista Vicent Scully, respectivamente, en una ceremonia el Sábado 27 de Marzo en el histórico Auditorio John B. Murphy de Chicago.

Entre los participantes figuraron Richard Driehaus, fundador y presidente de Driehaus capital Management; Michael Lykoudis, Francis y Kathleen Rooney, Decano de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame; Edward Bass, ambientalista, filántropo y Presidente de Fine Line, Inc.; Paul Goldberer, crítico de arquitectura de The New Yorker; y Leon Krier, primer galardonado con el premio Driehaus en 2003.

Al aceptar el premio, Rafael Manzano Martos dijo a través de un intérprete: “Este premio honra a una arquitectura eternamente fiel al Clasicismo, un lenguaje universal vigente durante los últimos 25 siglos que ha transmitido su colosal arquitectura y patrimonio urbanístico al mundo occidental… Me sorprenden en esta etapa avanzada de mi vida profesional alabando mi trabajo y sus raices clásicas con un premio tan generoso”.

Robert A. M. Stern, decano de la Escuela de Arquitectura de Yale, aceptó el Galardón Henry Hope Reed en nombre de Vicent Scully, quien no pudo asistir por motivos de salud. Stern leyó unas palabras de Scully: “Estoy profundamente agradecido por este premio, y lamento sinceramente no poder estar ahí para recibirlo en persona. Me conmueve especialmente el hecho de que se otorgue en nombre de Henry Hope Reed, con quien, como un insoportable joven moderno, solía estar en desacuerdo en todo hace cincuenta años. Pero soy quien ha cambiado más que él… los horrores de la renovación urbana de la década de 1960 me hicieron darme cuenta de lo destructiva que era la planificación moderna de la ciudad y su puesta en práctica y ello me posicionó en una línea al menos análoga a la suya.

Richard Driehaus hizo un anuncio sorpresa, ofreciendo 100000 $ más a Rafael Manzano Martos en reconocimiento a su defensa del Patrimonio Histórico en España.

Rafael Manzano Martos, receptor de los 200.000 $ del Premio Driehaus, y Vicent Scully, ganador de los 50.000 $ del premio Henry Hope Reed fueron seleccionados por un jurado formado por Richard H. Driehaus (Fundador y Presidente de Driehaus Capital Management), Michael Lykoudis (Decano de la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame), Adele Chatfield-Taylor (presidente de la Academia Americana en Roma) y Robert Davis (Fundador de Seaside, Florida), Paul Goldberger (crítico de arquitectura de The New Yorker), Léon Krier (Arquitecto y Académico), David M. Schwarz (Director de David M. Schwarz Arquitectos).

domingo, 14 de junio de 2009

Clasicismo latente: la Estación de Autobuses de Zamora

Zamora es una ciudad situada a orillas del Duero. Punto clave durante la Reconquista, a partir dela batalla de las Navas de Tolosa fue pediendo relevancia hasta convertirse en una apacible capital de provincia. Su prosperidad durante la Edad Media se traduce en la cantidad de Iglesias románicas que hay en la ciudad, uno de los conjuntos altomedievales más importantes de Europa. Si exceptuamos la magistral intervención herreriana en la fachada sur de la Catedral, no es hasta finales del siglo XIX y principios del XX cuando la ciudad viva otro periodo de esplendor, que se tradujo en nuevos edificios que, en lugar de seguir los regionalismos decadentes, optaron por las nuevas corrientes que traía el “art nouveau”, dando lugar a uno de los conjuntos modernistas más interesantes de la España interior. La Universidad Laboral, obra de Luis Moya y primera de una serie de complejos docentes repartidos por nuestra geografía, nos da una magistral lección de clasicismo depurado.

La Transición española coincide con el triunfo del clasicismo posmoderno y muchas infraestructuras que se construyeron a finales del siglo XX en nuestro país se adscriben a la tendencia clasificada como clasicismo latente por Robert A. M. Stern. Es el caso de la estación de autobuses de Zamora, construida por el arquitecto local Francisco Somoza en 1990.

Este clasicismo latente es una especie de clasicismo atenuado que conserva los trazos, perfiles e impresiones de las formas estructurales, pero elimina el detalle ornamental. Es una arquitectura que utiliza toda la gama de formas y tipos de la tradición clásica desplegándolos de nuevo en los términos de la era industrial. Más riguroso que el denominado clasicismo irónico, esa abstracción y racionalidad de han permitido ganarse cierto respeto dentro de las élites arquitectónicas, si bien los que hace veinte años practicaban esta tendencia, hace mucho que se pasaron al minimalismo u otras corrientes más extravagantes.
La estación ocupa una manzana cuadrada con una fuerte pendiente entre la Calle Donantes de Sangre y la Avenida Alfonso Peña. La sala de espera, taquillas y oficinas se agrupan en un edificio situado en la cota más alta del solar (Calle Donantes de Sangre), con tres accesos y distribuida interiormente en una larga nave de cuyo centro parten unaas escaleras que la comunicacn con los andenes, distribuidos a modo de “claustro” en la cota menor (Avenida Alfonso Peña). El aspecto exterior tiene un cierto aire “romano”, acrecentado por los bloques de hormigón abujardados y los arcos que recuerdan vagamente a unas termas. Sin detalles superfluos, con un espíritu netamente moderno, este edificio parece un dibujo simplificado del tratado de Durand o de Ledoux, que al fin y al cabo es lo que buscaba el clasicismo latente.

martes, 10 de febrero de 2009

Exposición "Nuevos Palladianos"


La elección del título “nuevos Palladianos” hace hincapié en el nexo común a todos ellos: la arquitectura clásica como tradición ininterrumpida (representada en Palladio) que llega al siglo XXI.

En palabras de los organizadores:
Aparentemente desplazados por nuevos paradigmas tecnológicos, los nuevos palladianos siguen continúan con su herencia histórica dentro de la práctica contemporánea del clasicismo y la Arquitectura tradicional. Con la convicción de que la Modernidad es una cualidad y no una categoría cronológica, sus obras siguen reflejando el mantenimiento del corpus teórico y práctico Palladiano integrándolo dentro de un nuevo humanismo ecológico y civilización urbana.
La Arquitectura de los nuevos Palladianos es inventiva, innovadora y parte de una continuidad histórica, pero por encima de todo está íntimamente unida con una tradición viva y todavía en evolución.

Los Arquitectos que expusieron en la exposición:
Victor Allen
Ralph Boom
Mike Bosse
Gonçalo Cornelio da Silva
José Cornelio da Silva
Victor Depui
Peter Drijver
Richard Economakis
Anne fairfax
Christine Franck
Craig Hamilton
Matthew Hardy
Leon Krier
Michael lykoudis
Jan Maciag
David Mayernik
Duncan McRoberts
Robert Patzschke
Hugh Petter
Jaquelin T. Robertson
Alireza Sagharchi
Iñigo Saloña
Richard Franklin Sammons
John Simpson
George Saumarez Smith
Thomas Gordon Smith
Lucien Steil
Robert A. M. Stern
Duncan Stroik
Francis Terry
Quinlan Terry
Samir Younés


Destacar la presencia de los arquitectos Javier Cenicacelaya e Iñigo Saloña, únicos representantes españoles dentro de la exposición, lo cual muestra el poco interés que en nuestro país se presta a este tipo de eventos, a pesar del peso que dentro del panorama arquitectónico tiene el Sr. Cenicacelaya.

Asimismo agradecer al Sr. Lucien Steil la información proporcionada, así como los dibujos que ha “cedido” para exponerlos en este blog.





sábado, 31 de enero de 2009

Los cinco clasicismos actuales según Robert A. M. Stern.

Durante sus años de gestación con las primeras vanguardias y de triunfo y expansión tras la Segunda Guerra Mundial, la arquitectura moderna, tipificada a través del “Estilo Internacional”, controló el crecimiento y reconstrucción de las ciudades occidentales y sus colonias, programando grandes conjuntos funcionales y maquinistas que seguían las pautas de la Ville Radieuse de Le Corbusier y los CIAM; pero con el tiempo estos principios, surgidos de la inocencia e ingenuidad de quienes miraban el mundo surgido tras la Primera Guerra Mundial como una tabula rasa a partir de la cual construir un mundo nuevo, mostraron una particular tendencia a la anomia que acabó siendo la causa de muchos de los problemas de integración y degradación de grandes áreas urbanas.

Con la “muerte” de la Arquitectura Moderna (Pruitt Igoe, 1972) se inicia una nueva etapa para la Arquitectura: la Posmodernidad. Como sucedía antaño con la muerte de monarcas o dirigentes autoritarios y el pueblo veía con entusiasmo el futuro, los arquitectos pronto se sintieron liberados del mito del Movimiento Moderno y su incapacidad para dar respuesta a todas las necesidades de la sociedad. Por primera vez en cuarenta años se atrevieron a mirar al pasado sin los complejos ideológicos que antes se lo impedían. Estas aproximaciones constituyen la primera etapa de la Posmodernidad como tal, que todavía convivió con otras “familias” del Movimiento Moderno como el brutalismo.

Los resultados de estas revisiones del pasado son muy desiguales en función del modo en que cada arquitecto la realizada. Hubo quien se decidió a mirar al pasado de forma desenfadada y emplearlo con ironía contra las carencias de la modernidad. Otros optaron por retomar los principios generales del clasicismo sin olvidar la modernidad. También se siguió el camino de continuar el clasicismo como si la modernidad sólo hubiese sido un mal sueño y seguir desarrollando el mismo como durante la Ilustración. Además surgieron variantes más moderadas de esta última que buscaban la esencia del clasicismo como tal o la manera de adaptarlo de forma seria a la “tradición moderna” sin caer en ironías o insulsos juegos formales.

Todas estas variantes de lo que habría de llamarse clasicismo posmoderno fueron recogidas por Robert A. M. Stern en su libro “El clasicismo moderno” y clasificadas en cinco tipos: clasicismo irónico, clasicismo latente, clasicismo esencialista, clasicismo canónico y tradicionalismo moderno. Con esta clasificación se ahonda en un fenómeno ya apuntado por Jencks al estudiar la arquitectura posmoderna, si bien Jencks en su análisis se centra sobre todo en el enfoque irónico del clasicismo y despreciando los demás, Stern da a estas cinco variantes el mismo tratamiento crítico, mostrando una visión amplia y objetiva de esta etapa de la Historia de la Arquitectura.

Clasicismo irónico: Edificio para la compañía Disney. Burbank, California, EEUU. (1992). Arquitecto: Michael Graves.

Clasicismo irónico: Plaza de Italia, Nueva Orleans, Luisiana, EEUU. (1978) Arquitecto: Charles Moore.

Clasicismo latente: Vivienda unifamiliar en Viganello, Suiza (1981). Arquitecto: Mario Botta.

Clasicismo latente: Avenida Westcherter nº 800, Nueva York, EEUU (1983). Arquitecto: Kevin Roche.

Clasicismo esencialista: Galerías Duncan, Lincoln, Nebraska, EEUU (2002). Arquitecto: Demetri Porhyrios.

Clasicismo esencialista: Centro Cívico de la Ciudad de Florida, Florida, EEUU (1994). Arquitectos: Andres Duany y Elizabeth Plater Zyberk.

Clasicismo canónico: Ampliación del Senado, París, Francia (1986). Arquitecto: Christian Langlois

Clasicismo canónico: Edificio de entrada al banco Riggs, Washington DC, EEUU (1990). Arquitecto: John Blatteau.

Tradionalismo moderno: Vivienda en Hampshire, Reino Unido (2006). Arquitectos: Robert Adam Architects.


De estos cinco modos de entender la tradición, sólo los tres últimos (clasicismo esencialista, clasicismo canónico y tradicionalismo moderno) han tenido una continuidad hasta nuestros días. Su difusión y docencia quedar oscurecida por el peso relativo de los dos primeros, a su vez los únicos estudiados en las líneas oficiales, en parte debido a la influencia de Jencks (quien por otra parte muestra sin pudor un desprecio hacia las otras formas de aproximarse al clasicismo), y en parte como demostración parcial (sólo centrada en los enfoques irónico y latente) del fracaso de ese retorno irreflexivo al pasado, que se hace extensible al resto de manifestaciones clásicas contemporáneas. Es con este razonamiento con el que se ahoga cualquier planteamiento o iniciativa clasicista desde el estamento académico, muchas veces proviniendo de arquitectos que su momento no tuvieron problemas con retornar al clasicismo.

Esencialista, canónico o tradicionalista moderno, el arquitecto clásico contemporáneo encuentra en estas categorías un abanico de posibilidades con el que desarrollar su obra con la suficiente originalidad como para ser moderno, pero también con el suficiente conocimiento del pasado como para ser tradicionalista o directamente clásico. En definitiva, un camino para ser intemporal, pero de su tiempo.