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jueves, 14 de febrero de 2013

Mayor seguridad requiere mejor espacio público.



El profesor Martín Marcos nos envía el siguiente artículo de opinión:

¿Es posible sumar desde otra mirada disciplinar a un problema tan complejo y urgente? ¿Un buen espacio público puede inducir comportamientos sociales y hacer más segura una ciudad? Algunos sostienen que reparar rápido las “ventanas rotas” y volver a pensar la calle son la mejor política preventiva. 

En 1969 Philip Zimbardo, profesor de la Universidad de Stanford, realizo un experimento en el marco de sus investigaciones sobre psicología social. Estacionó un automóvil sin patente con el capot levantado en una calle del descuidado Bronx de Nueva York; y otro similar en una calle del rico barrio de Palo Alto, California. El automóvil del Bronx fue atacado en menos de diez minutos. Su  aparente estado de abandono habilitó el saqueo. El automóvil de Palo Alto no fue tocado por más de una semana. Luego Zimbardo dio un paso más, rompió una ventana con un martillo. De inmediato los transeúntes comenzaron a llevarse cosas. En pocas horas, el auto había sido totalmente deteriorado. En ambos casos muchos de los saqueadores no parecían ser gente peligrosa. La experiencia, que derribó más de un prejuicio, habilitó que los profesores de Harvard George Kelling y James Wilson desarrollaran en 1982 la Teoría de las Ventanas Rotas: “Si una ventana rota se deja sin reparar, la gente sacará la conclusión que a nadie le importa y que el lugar no tiene quien lo cuide. Pronto se romperán más ventanas, y la sensación de descontrol se contagiará del edificio a la calle, enviando la señal de que todo vale y que allí no hay autoridad”. 

A raíz de ello Kelling fue contratado –mucho antes de Rudolph Giuliani y sus controvertidas políticas de “tolerancia cero”– como asesor del subte de Nueva York, donde reinaban la inseguridad y el delito. Su primer desafío fue convencer al progresista alcalde de la ciudad, el demócrata Ed Koch, que la solución no era poner más policía y hacer más arrestos, como la mayoría reclamaba, sino limpiar e impedir sistemáticamente los graffitis en los vagones, hacer que todo el mundo pague su boleto, y erradicar el vagabundeo en el subte. Pese a la lluvia de críticas, la transformación del Metro de Nueva York comenzó mediante símbolos y detalles concretos, pero muy visibles, que restablecían el orden y la autoridad. Hasta el afamado diseñador Massimo Vignelli, autor de la señalización, resolvió invertir los colores de sus carteles a tipografía blanca sobre fondo negro para desalentar a los graffiteros. Hoy es un modelo de espacio público seguro y eficiente; y un emblema que los neoyorquinos no están dispuestos a volver a poner en riesgo. 

La idea es sencilla pero poderosa: Las malas costumbres se contagian rápido; pero las buenas, con esfuerzo y continuidad, pueden desplazarlas. ¿Cuantas cosas a nuestro alrededor están en estado crítico por nuestra indiferencia ante el primer síntoma de que algo no estaba bien? ¿Cuántas ventanas rotas vemos por día? Se trata de marcar los límites y evidenciar malas prácticas y hábitos con estrategias situacionales y preventivas que involucren tanto a las autoridades como a la comunidad en una resolución participativa de los problemas. Pero también reivindicar el rol del Estado en la regulación y control de un ámbito donde siempre debe privilegiarse el interés general por sobre cualquier apropiación particular –pequeña o grande- por mas justificada que sea. A diferencia de lo que muchos sostienen desde una errónea perspectiva libertaria, la convivencia democrática en el espacio público exige restringir la libertad individual para maximizar su buen uso y el disfrute colectivo.
Algunas de las ciudades más exitosas en esta materia han salido de sus espirales de deterioro conjugado la planificación proactiva con alta calidad de diseño, materiales y construcción;  sumado a la instalación de una cultura de la higiene urbana y el mantenimiento constante; o como le gusta decir al ex-alcalde de Curitiba, Jaime Lerner: “Obsesión por la acupuntura urbana”. 
Una de las primeras en señalar estas cuestiones fue Jane Jacobs, famosa y polémica militante por los derechos civiles en Nueva York. Inicialmente ridiculizada por los tecnócratas del urbanismo moderno, hoy es reivindicada y citada hasta por el propio presidente Obama. En su libro “Muerte y vida de las grandes ciudades” (1962) va a rescatar las ricas preexistencias de la ciudad multifuncional, compacta y densa donde la calle, el barrio y la comunidad son vitales en la cultura urbana. “Mantener la seguridad de la ciudad es tarea principal de las calles y las veredas”. Para ella una calle segura es la que propone una clara delimitación entre el espacio público y el privado, con gente y movimiento constantes, manzanas no muy grandes que generen numerosas esquinas y cruces de calles; donde los edificios miren hacia la acera para que muchos ojos la custodien. 

Como plantea la ONU: “El futuro de la humanidad y del planeta depende de tener mejores ciudades”. Sabemos que replegarnos al espacio privado, o huir al insustentable urbanismo difuso de las periferias no es solución y agrava el problema. Nuestra “calidad de vida” no puede depender de ghettos custodiados por murallas, alarmas y ejércitos privados. Por eso reducir la inseguridad y los niveles de temor es tan prioritario como hacerlas más eficientes, integradas y creativas. Debemos volver a mirar el espacio público como el corazón de la vida moderna; su diseño, su uso, su gestión y nuevas funciones. Invertir nuestra habitual lógica proyectual y definir los sólidos solo a partir de una clara toma de partido sobre que vacíos queremos. Desde allí repensar la calle, la plaza, el parque; el arbolado y el paisaje urbano, aquello que nos permite construir identidad y experimentar el encuentro, el intercambio y la diferencia. “Un sitio se hace lugar solo cuando nos apropiamos culturalmente de él”, diría Heidegger. 

Recientes investigaciones demuestran que estas correspondencias entre diseño urbano, comunidad y espacio público son complementos ideales para la implementación de una política de seguridad consistente. Bill Hillier, Profesor de la Universidad de Londres, desde su Laboratorio de Sintaxis Espacial investiga y mapea los flujos entre delito, lugares y población. Millones de datos relevados y años de análisis le han permitido concluir, igual que Jacobs, que la ciudad compacta y densa es más segura que los barrios residenciales de baja densidad. Las zonas especializadas o mono-funcionales con poca presencia de viviendas -que pierden vitalidad y peatones a cierta hora- tampoco son recomendables. La calle vuelve a ser clave y recomienda anchos acotados -no sobredimensionarla- y tejido compacto mediante edificios que conformen una grilla con buena densidad poblacional. Las torres exentas con rejas o paredones hacia la calle y los shoppings endogámicos que se aíslan del espacio público, no ayudan. Lo ideal: Manzanas con comercios en planta baja y  edificios de departamentos en los pisos superiores, conformando calles y barrios animados y heterogéneos que mezclen distintos tipos de gente y actividades; desde educativas, culturales, e institucionales, hasta comerciales, turísticas y productivas ambientalmente compatibles. 

La problemática de la seguridad debe ser parte de la normativa urbanística y de los retos iniciales del proyecto, la arquitectura y la obra pública. Las angustias e imposibilidades actuales nos desafían a exigir e innovar desde otras lógicas, con mayor participación y menos especulación. Tal vez desterrar lo que Luis Fernández Galiano denomina “arquitectura urbicida” -aquella que responde más al ego y/o a una oportunidad de negocio que a hacer mejor ciudad- sea un buen comienzo.



Martín Marcos. Arquitecto y urbanista. Profesor Titular de la Facultad de arquitectura, diseño y urbanismo, Universidad de Buenos Aires (FADU UBA).

martes, 12 de febrero de 2013

El “pocero” de Pímlico


Dos formas muy diferentes de reconocer la labor de los promotores de un barrio:
Izquierda: Acceso al Residencial Francisco Hernando en Seseña. Fuente: The Global Mail. El propio promotor da nombre al conjunto urbano que construye.
Derecha: Monumento a Thomas Cubitt (1788-1855) en el barrio de Pimlico, Londres. Fuente: Wikimedia Commons. La ciudad levanta un monumento al promotor del barrio 140 años después de su muerte.

Durante los años boyantes de la burbuja inmobiliaria en España se gestaron una serie de modelos urbanísticos que, tras el pinchazo de la misma, empiezan a revelar su ineficiencia. Estos modelos podrían resumirse en dos casos bien conocidos en la meseta castellana: Seseña y el Plan de Actuación Urbanística (PAU) del barrio de Vallecas en Madrid. Si bien ambos obedecen a un patrón básico de edificios de varias alturas sobre una planta en damero, y con los servicios propios de una “ciudad dormitorio”, desde el estamento arquitectónico se ha demonizado Seseña como símbolo de todos los vicios de la especulación, y encumbrado PAU Vallecas (así como PAU Sanchinarro) como cúmulo de virtudes de una nueva arquitectura española concienciada en lo social a la vez que abierta a la experimentación y la sostenibilidad. Pero transcurridos los años prósperos, ambos ensanches urbanos languidecen ante la falta de ocupación y la carencia de servicios. Su supuesta sostenibilidad altamente dependiente de la tecnología los convierte en edificios caros de mantener. Teniendo en cuenta que muchas de esas viviendas son de protección social, es de suponer que con el paso de los años sus propietarios no puedan costear el mantenimiento de tan costosa génesis proyectual y el complejo acabe decayendo hasta convertirse en un foco de marginalidad al estilo de Pruitt Iggoe, cuya demolición en 1972 marca simbólicamente el fin del Movimiento Moderno.

Ante ese panorama, ni el vicio de la especulación ni la virtud de la misma disfrazada de modernidad y sostenibilidad se revelan capaces de dar una respuesta viable al reto que supone cualquier ampliación de la ciudad. Las opciones que buscan una nueva utopía urbana y social mediante revoluciones y asamblearismos tampoco nos parecen bien encaminadas, toda vez que en la mayoría de ocasiones se limitan a revisar los postulados de la modernidad y a actualizar su estética. Habría por tanto que buscar un ejemplo histórico que hubiera sido capaz de crear una trama urbana y una arquitectura con la suficiente potencia y coherencia como para haber superado las vicisitudes de los tiempos y llegar a nuestros días como ejemplo a seguir.

Aunque en España tenemos ejemplos de hermosos ensanches decimonónicos y sea muy reseñable la labor de la Dirección General de Regiones Devastadas tras la Guerra Civil, en esta ocasión queremos mostrar un caso foráneo en el que trama urbana y arquitectura generan un entorno habitable y socialmente sostenible. Nos referimos al barrio de Pímlico en Londres, construido en los años centrales del siglo XIX siguiendo un patrón arquitectónico común.

La urbanización de Pímlico, junto con la del vecino barrio de Belgravia, se debe a los deseos de Richard Grosvenor, Segundo marqués de Westminster (1795-1869), propietario de los terrenos con cuya promoción obtuvo pingues beneficios que lo convirtieron en una de las personas más ricas de su tiempo. El marqués encargó el proyecto a Thomas Cubbit (1788-1855), miembro de una familia de arquitectos y constructores entre los que estaba su hermano Lewis (1799-1883), arquitecto de la estación de King Cross (1851).

Antes de su desarrollo, Pímlico era una zona de huertas sobre la que Cubbitt dispuso una malla que se adapta al contorno del Támesis y a caminos existentes. Dos grandes plazas ajardinadas de uso semiprivado (Eccleston Square y Warqick Square) y tres iglesias (Santiago el Menor, S. Gabriel y S. Salvador) completan los equipamientos necesarios para la época, que con el tiempo se irían ampliando. Sobre las parcelas resultantes se edificarán viviendas de dos y tres alturas con patio inglés (sótano rehundido) que siguen un patrón compositivo uniforme y eficaz.

 Pimlico en 1827. Fuente: Wikimedia Commons.

 Pimlico hacia 1863, concluido según los diseños de Cubitt. Fuente: Hobhouse, Hermione. Thomas Cubitt, Master Builder. Londres, 1995.

Fotografía aérea de Pimlico en la actualidad. Fuente: Flickr.

 Pimlico en la actualidad. El tejido urbano apenas se ha visto alterado, con excepción de los solares resultantes de los bombardeos alemanes en la Segunda Guerra Mundial. Fuente: English Heritage

Las parcelas suelen ser estrechas, con dos huecos al exterior y un pórtico de orden toscano que precede la entrada. Las molduras que rodean los huecos se van haciendo más sencillas a medida que subimos de nivel y la última planta suele ser un bajo cubierta con mansarda más o menos elaboradas. Lejos de parecer un conjunto monótono, pequeñas variaciones en columnas, entablamentos y molduras dan variedad al conjunto urbano, que se conforma así como diverso en la unidad. Esto era algo por lo que se clamaba desde la teoría arquitectónica francesa de la Ilustración, tipificada perfectamente en los escritos de Durand y Laugier sobre los conjuntos urbanos. Además, tanto las calles principales (St. George's Drive y Belgrave Road) como las parcelas que rodean las plazas, muestran un desarrollo compositivo más elaborado al ir destinadas a propietarios más pudientes.

 Alzado tipo de las calles de Pimlico. Fuente: Guía de diseño de Pimlico

 Alderney Street, Pimlico, Londres. Fuente: Flickr

 Eccleston Square,  Pimlico, Londres. Fuente: Flickr.

 Gloucester Street,  Pimlico, Londres. Fuente: Flickr.

 St. George's Drive,  Pimlico, Londres. Fuente: Flickr.

 Warwick Square,  Pimlico, Londres. Fuente: Flickr. 

Winchester Street,  Pimlico, Londres. Fuente: Flickr.

De hecho, los mapas de la pobreza de Londres siempre mostraron Pímlico como un barrio de clase media, a diferencia del vecino barrio de Belgravia, habitado por la alta burguesía del momento y a día de hoy una de las zonas más exclusivas de la ciudad. Belgravia también fue construida por Cubitt, si bien su carácter más lujoso se sale de nuestro propósito de mostrar un desarrollo urbano proyectable dentro del clasicismo y que resulte eficiente y asequible.

Mapa de la pobreza de Londres de 1889, por Charles Booth. Fuente: Charles Booth's 1889 Descriptive Map of London Poverty. En el barrio predominan los colores rojo y rosa, pertenecientes a la clase media. 

De esta eficiencia es muestra el fuerte carácter del barrio (referido en ocasiones como "Pimlico grid", la "malla de Pímlico"), que fue objeto incluso de la comedia de "Pasaporte a Pimlico" (1949), en la que sus habitantes se declaran borgoñones y se independizan de Reino Unido.

Cartel de la película "Pasaporte a Pimlico" (1949). Fuente: Wikimedia Commons.

Como recuerdo a su promotor, la ciudad agradecida levantó monumentos tanto a Lord Gorsvenor como a Thomas Cubitt, mostrando al primero con el plano de los barrios que promovió y al segundo con objetos propios de su doble oficio como arquitecto y constructor. Toda una lección de la historia que habría que comparar con los monumentos que adornan las calles de Seseña y PAU Vallecas.

 Esculturas a Thomas Cubitt en Pimlico (Escultor: William Fawke, 1995) y Lord Grosvenor en Belgravia (Escultor: Jonathan Wilder, 1998). Fuente: Wikimedia Commons.

"Árboles artificiales" en el Eco Bulevar de Vallecas. Fuente: Wikiarquitectura.

Frente a las pretensiones de promotores y arquitectos modernos, unos movidos por la obtención del máximo lucro, otros movidos por unas utopías sociales y estéticas que hacen tabula rasa con la historia y la tradición para emprender una dudosa huida hacia delante, el carácter sosegado de la arquitectura y el urbanismo de Pimlico nos muestra cómo es posible crear variedad desde la unidad del clasicismo así como un entrono urbano agradable y fuertemente vinculado a sus habitantes.

Para saber más:


lunes, 15 de agosto de 2011

Monumento a la Asunción en Jerez de la Frontera


Aunque la Asunción de María es dogma de Fe desde 1950 (mediante la Encíclica Munificentissimus Deus de Pío XII), su devoción y representacion artística es mucho anterior. En una demostración pública de Fe muchas ciudades construyeron monumentos a la Asunción tras la proclamación de este dogma, como el que el  Fernando de la Cuada e Irízar (1904-1990), arquitecto municipal de Jerez, erigió en esa ciudad en el año 1952. El monumento es una sencilla columna de piedra caliza blanca rematada por una imagen de la Asunción de la Virgen rodeada por los apóstoles, realizada por el escultor gaditano Juan Luis Vassallo Parodi (1908-1986). Ubicado en la Plaza homónima y rodeado por el Cabildo Antiguo, la Iglesia de San Dionisio y otros edificios neoclásicos, el Monumento a la Asunción está perfectamente integrado en su entorno. Toda una lección sobre cómo intervenir en espacios públicos.



Después de una época en la que muchos fondos públicos se han despilfarrado en monumentos de dudoso gusto con los que los municipios pretendían mostrar una imagen moderna, conviene recordar las virtudes de la discreción del clasicismo en la erección de monumentos públicos. La columna exenta como elemento conmemorativo es común a toda la historia de la edilicia occidental y basta citar ejemplos como la Columna Trajana en Roma, la Columna Vendôme en la Plaza homónima en París, la Columna de Nelson en la Plaza de Trafalgar en Londres o la multitud de humilladeros diseminados por nuestra geografía.

En un sencillo monumento en los jardines de West Green House en Hampshire eregido por Quinlan Terry en 1976 se realiza una fina crítica tanto al mal gusto de los monumentos públicos modernos como al excesivo afán recaudatorio del  gobierno británico de la época, con una sencilla columna dórica tallada en piedra de Pórtland, coronada por una urna, y con una inscripción latina en su pedestal: “Este monumento fue construido con una gran suma de dinero que, de no ser así, habría ido a parar tarde o temprano a las manos de los recaudadores de impuestos”.




viernes, 27 de mayo de 2011

INTBAU-TAG: Declaración de Queen Square



Traducción al español: Maria Sánchez & Andrea Trietsch 

50 arquitectos, diseñadores urbanos y otros profesionales asistieron a una conferencia especial en el mes de febrero en el Gremio de Trabajadores de Arte en Queen Square en Londres como invitados y miembros de la Red Internacional para la Arquitectura, Construcción y Urbanismo Tradicional (INTBAU) y el Grupo de Arquitectura Tradicional (TAG), una la sociedad vinculada a RIBA (Instituto Real de Arquitectos Británicos), para discutir el futuro de la arquitectura y el diseño urbano. 

Después de las presentaciones de los miembros de INTBAU y otros profesionales procedentes de 12 países diferentes, el grupo discutió los temas, problemas y oportunidades que enfrentan hoy día los arquitectos y urbanistas. La reunión concluyó con la redacción de seis principios progresivos, finalizados en marzo, que deberían ser adoptados por todos los arquitectos y diseñadores urbanos para mantener una diversidad creativa, servir a las comunidades y mejorar la calidad de vida. 

1. La arquitectura y el diseño urbano sirven al público. Los puntos de vista de los ciudadanos deben ser respetados y la opinión de los expertos debería ser moderada por principios democráticos. La diversidad en el diseño de arquitectura y urbanismo deberían ser alentados y puestos al alcance libremente para que la elección del publico sea educada. 

2. La arquitectura y el diseño urbano son disciplinas liberales. En una disciplina liberal, las diferentes ideologías y principios van a coexistir y serán practicadas y debatidas, sin obstrucción ni restricción. Aunque los partidarios de diferentes ideologías y principios apoyarán sus puntos de vista con pasión y vigor, el progreso dependerá siempre del respeto mutuo y la libertad de práctica y expresión. 

3. La educación del diseño arquitectónico y urbano capacita a los profesionales que servirán al público. La educación debe ser siempre una disciplina liberal. Los estudiantes deberían recibir un panorama total de la historia, del conocimiento y práctica en toda construcción, y de las tipologías y principios de diseño arquitectónico y urbano. La educación en el diseño de arquitectura y urbanismo deben proporcionar un apoyo positivo en la búsqueda de las diferentes filosofías de diseño sin obstáculos ni limitaciones. 

4. La identidad es fundamental para la sociedad humana. La identidad del lugar es un componente clave en la constitución de la identidad individual y colectiva. La uniformidad global está amenazando la identidad local peculiar de los lugares. La arquitectura y el diseño urbano deberían apoyar y promover la identidad de lugar para las comunidades locales. Los nuevos edificios y lugares deberían ser entendidos por las comunidades como una contribución a su entendimiento de la identidad de su lugar. 

5. El uso eficiente de la energía, materias primas y el agua son grandes retos para el futuro de la humanidad. Todas las vías de investigación y comprensión deberían ser investigadas para este fin. Estas incluirán estudios científicos, económicos y sociales. La comprensión de las técnicas, prácticas y patrones de vida de períodos previos a que la energía fuera de fácil disponibilidad pueden hacer una contribución significativa a la promoción de la conservación de la energía hoy en día. 

6. El crecimiento de la población, el cambio de estilos de vida y un aumento del consumo de energía han creado enormes presiones para los pueblos y ciudades. La vida urbana conlleva salud, condiciones de vida, empleo, movimiento, interacción social y recreación, así como el diseño de edificios y lugares. La arquitectura y el diseño urbano deberían tener en cuenta todos los aspectos de la vida urbana para crear lugares duraderos que puedan ser disfrutados por todos los sectores de la sociedad ahora y en el futuro. 


Alireza Sagharchi, Presidente de TAG, comenta: "La creciente globalización y complejidad en la práctica de la arquitectura y el urbanismo en diversos contextos exigen un método que no es restrictivo. Hay una necesidad de un Nuevo enfoque respecto al lugar de la tradición, la inclusividad y los procesos participativos en el diseño de los edificios y la planificación de las comunidades. La conferencia internacional conjunta de la TAG y el INTBAU ha tomado la iniciativa, identificado las cuestiones clave para los arquitectos y diseñadores urbanos y elaborado una declaración de posicionamiento para responder a estos desafíos importantes ". 

Robert Adam, Presidente de INTBAU, añade: "La arquitectura progresiva y el diseño urbano deben ser democráticos, reforzar la identidad de la comunidad y proveer un mejor entorno. Aunque el futuro es desconocido, estos principios son inmutables. No puede haber limitaciones partidistas o ideológicas para alcanzar estos objetivos. La Declaración de Queen Square ofrece una armazón que puede ser aceptada por todos los profesionales y educadores para la práctica libre, diversa y sensible. Estos seis principios deberían ser un derecho fundamental para todos aquellos a quienes se ofrece, se enseña, o que compiten por la arquitectura y el diseño urbano ". 

domingo, 22 de mayo de 2011

La ciudad post atómica: Detroit muestra cómo la baja densidad mata.

Autor: Gabriele Tagliaventi, Director de A Vision of Europe 
Traducción: María F. Sánchez


No es necesario un desastre nuclear para imaginar cómo sería una ciudad post-atómica. Basta con ir a Detroit. Vacíos urbanos hasta donde el ojo puede ver. Casas que navegan aisladas en un mar de verdes silvestres. Calles enormes vacías. Rascacielos en ruinas. Estaciones ferroviarias en ruinas. 

Hoteles abandonados, perros extraviados en la calle, fachadas enteras sin una ventana. Los vidrios rotos por doquier. Escuelas abandonadas. No más niños en las calles. Los datos proporcionados por el Censo de EEUU fotografían una ciudad apocalíptica. 


La ciudad de Detroit cayó al nivel demográfico que tenía antes de la introducción del Modelo T. Con un espectacular -25% en 10 años, la población de Detroit ha regresado a un nivel de la era pre-industrial, del siglo XIX. 

De 1.850.000 habitantes en 1950 a 713.000 en 2011. Espectacular. Digno de una película de ciencia ficción. Decoro barato digno de la serie “Robocop”. La gente se marcha de Detroit. Escapa. 

Las casas son abandonadas. Luego son destruidas por la policía por temor a que se conviertan en presa de la delincuencia. Los rascacielos son abandonados. Las fachadas parecen acribilladas por una guerra civil estilo Beirut 1980. 


¡Los vacíos urbanos del área municipal de Detroit son tan extensos que podrían acomodar la ciudad de San Francisco entera! La ciudad está en bancarrota y el alcalde intenta, desesperadamente, encontrar una solución: transformar las áreas vacías en tierras agrícolas. Agricultura después de la industria. Buena suerte Sr. Marchionne. 

Hay más de 50.000 perros vagabundos deambulando por las calles. Un desastre ambiental sin el uso de ojivas nucleares. La baja densidad mata. La viciosa espiral – el descenso económico, el declive demográfico, la quiebra- es la pesadilla de cualquier ciudad. 


Detroit era una fantástica iudad en los años 30 del siglo pasado, Había llegado a su punto culminante en 1950. Pero entró en decadencia. En la actualidad su área urbanizada es inmensa e inmanejable. 

Los costos de mantenimiento de las carreteras diseñadas para una ciudad de 2 millones de habitantes ya no son viables para una ciudad que volvió a niveles pre-industriales. 

A todos los candidatos a la alcaldía de las ciudades actuales del mundo les haría bien leer y estudiar detenidamente el caso de Detroit, cuando contemplen lo que sucede en una ciudad de baja densidad. 

La baja densidad genera declive, déficit económico, inseguridad, delincuencia. 


Cuidado al construir la ciudad para el automóvil... Atención al usar la triada de. “hipermercados / autopistas / suburbios-cajas inmersas en el verde”. 

¡La pesadilla está a la vuelta de la esquina! 

Si Detroit ha perdido 1,1 millones de habitantes en 60 años, Bolonia, con una espectacular -120,000 habitantates (de -20%) en 40 años y el paralelo aumento del 90% de su área urbanizable está lista para la bancarrota. 

lunes, 11 de abril de 2011

Evolución Urbana de Sevilla



Conocer la historia de una ciudad no implica sólo conocer la sucesión de hechos históricos más relevantes que la marcaron. La ciudad es un espacio habitable que se construye a lo largo de la historia y para entender su morfología e idiosincrasia puede ser útil conocer su evolución urbana a través de un soporte gráfico. De esta forma es más importante conocer cuándo y de qué forma se urbanizó un barrio, que un listado de hechos históricos aparentemente desconectados de la materialidad de la trama. Por tanto, la base de la que partiremos para el presente análisis es el comentario de la secuencia evolutiva de planos que se incluye arriba, en la que se van superponiendo los diferentes recintos desde la época romana hasta nuestros días.


Sevilla tiene su origen en una población fundada por los Tartessos en el siglo VIII a. C. llamada Ispal, que los fenicio ocuparon posteriormente. En el año 205 a. C. Escipión el Africano la conquistó a los cartaginenses, convirtiéndola en la capital de la provincia romana de Bética. El nombre originario se latinizó, psando a denominarse Hispalis. 

El recinto romano de la ciudad tiene su origen en la calle abades, que en la época constituía uno de los dos ejes principales (cardo y decumano) que constituían la típica ciudad romana. En la conjunción de estas dos vías se situaba el foro, donde hipotéticamente estaría situado el templo de Hércules, cuyas columnas conservamos. 

En el año 428 la ciudad romana fue conquistada por los vándalos que, poco después fueron desplazados por los visigodos. Fue conquistada por los musulmanes, que arabizaron el nombre latino, surgiendo así la actual denominación de Sevilla. 

Fue en esta época cuando se configura el recinto amurallado que casi constituye el casco histórico de la ciudad. Este recinto pasó por dos etapas de ampliación: Una primera en el siglo IX, y otra en el siglo XI, que amplió considerablemente el recinto pero que no fue rellenado hasta varios siglos más tarde, ya bajo el dominio cristiano. Durante este periodo el río había cambiado de cauce, de tal modo que tras la ampliación del siglo XI sólo quedaban de aquel primitivo meandro dos lagunas, situadas en la actual Alameda de Hércules y la zona cercana la puerta de El Arenal. 

En 1248 el rey castellano Fernando III conquista la ciudad para la cristiandad. Empero, esto no supuso el exilio de los artesanos y comerciantes, por lo que la ciudad no perdió su gran actividad comercial. En esta época debieron aparecer los arrabales de El Arenal (debido a la construcción de las Atarazanas) y La Macarena. Además, está el barrio de Triana, de rigen seguramente anterior. 

Durante los siglos XV y XVI Sevilla se convirtió en la puerta de los viajes atlánticos que permitieron la conquista de Canarias y América, construyéndose gran cantidad de edificios emblemáticos como la Casa de la Contratación y el Ayuntamiento. La ciudad se extiende extramuros y prueba de la importancia de estos nuevos núcleos es la construcción de Hospital de las Cinco Llagas (actual Parlamento Andaluz), que en su día fue considerado como uno de los mejores del mundo. Aunque a lo largo de lo siglos XVII y XVIII su importancia comercial fuera decayendo, también e construyeron edificios importantes, como el monasterio de La Cartuja, la Real Fábrica de Tabacos y la Real Casa de la Moneda. Fue en 1771 cuando se realiza el primer plano de la ciudad de Sevilla, a instancias de D. Pablo de Olavide, que constituye el primer documento fidedigno del estado de Sevilla en otra épocas. 

Durante el siglo XIX se producen grandes cambios, tanto a escala provincial como urbana, destacando sobre todo dos: la demolición de las murallas y la llegada del ferrocarril. La demolición de las murallas obedece más a criterios higienistas que a la necesidad de una gran ampliación, pues fueron necesarios muchos años para que la ciudad realmente se expandiera extramuros. La llegada del ferrocarril supuso la llegada de la tecnología moderna a la ciudad, pero también supuso una barrera, una nueva muralla, que todavía hoy es difícil de romper. 

Durante el siglo XX la ciudad se revitalizó gracias a dos exposiciones internacionales. La primera fue la Exposición Iberoamericana de 1929, que propició un primer ensanche urbanístico con la creación, entre otros, de la avenida La Palmera, Reina Mercedes, Heliópolis... Con posterioridad a esta época se estructuró el curso del Río Guadalquivir, que acabaría siendo “cortado”, y se canalizaron los arroyos del Tagarete, Tamargillo y Guadaira, con el fin de evitar inundaciones catastróficas como las de los años cincuenta. 

Durante el periodo que llega hasta aproximadamente 1980 la ciudad crece considerablemente debido al fenómeno generalizado del éxodo rural. Con motivo de la celebración de la Exposición Universal de 1992, la ciudad tomó una serie de medidas urbanísticas entre las que destacan la llegada del tren de alta velocidad (AVE) a la ciudad, la construcción de la SE-30 y los nuevos puentes que cruzan el río, también “abierto” con motivo de la exposición, en un intento de devolver a la ciudad esa relación que durante tantos siglos tuvo.

domingo, 3 de abril de 2011

Olvidemos el estilo. Lo que cuenta es la cultura edificatoria.


Autor: Steven Semes 
Traducción: Pablo Álvarez Funes 

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Los arquitectos y preservacionistas tendemos a pensar que cualquier cosa que estimemos “histórica” debe paralizarse inmediatamente, como si la recompensa por haber tenido un gran pasado es verse privado de un futuro. Sin duda una de las lecciones que aprendemos de Roma es que esto es un error: la ciudad se convirtió en un lugar interesante y culturalmente valioso precisamente por haber sabido mantener su crecimiento y cambio durante largos periodos de tiempos sin alterar radicalmente sus características fundamentales. 

Conservar un edificio rigurosamente “tal como nos ha llegado en la historia”, me resulta una meta adecuada para algunos, pero no todos, de los sitios que han sido considerados merecedores de la conservación patrimonial. Algunos lugares deberían estar realmente protegidos de cualquier cambio, pero para miles de sitios protegidos, y en la mayoría de nuestros centros históricos, sería necesario un enfoque más elástico que gestione antes que impida el cambio. Por otro lado, los cambios que pudieren permitirse no deben alterar el carácter urbano ya establecido. ¿Cómo podemos manejar este equilibrio? Creo que la clave la es supervivencia de la cultura edificatoria -”la forma en que construimos aquí”, como sucintamente describe Steve Mouzon. 

La continuidad del carácter surge naturalmente si la cultura de la construcción permanece constante en el tiempo, como lo hizo en Roma hasta mediados del siglo 20. La misma paleta de materiales y técnicas y formas constructivas similares se mantuvieron en uso durante siglos, a pesar de los cambios a veces radicales de estilo o de la función de los propios edificios. 

Los muros construidos sobre las ruinas romanas a menudo siguen la traza de los cimientos antiguos y utilizan los mismos materiales (a menudo extraídos en el propio lugar), mientras a veces se introducen arcos góticos o arcadas renacentistas. Poco a poco, la ciudad se transforma, pero el conjunto construido es más duradero que los detalles, ocupantes, propósitos y significados implícitos de sus edificios. Es la cultura edificatoria, y no necesariamente el estilo arquitectónico, lo que mantiene la identidad del lugar. (Figura 1). 


Fig. 1.- Vista de los Foros Imperiales, Roma. Sobre los antiguos muros romanos que rodean al Foro de Trajano hay muros medievales con ventanas góticas y construcciones renacentistas posteriores, incluyendo la Logia de los Caballeros de Rodas con su arcada clásica. La mayoría de los edificios del centro de Roma revelan similares estratos murarios y una compleja historia de modificaciones y adiciones sin una búsqueda consciente de diferencias visuales apreciables. Fotografía del autor. 

El estudio de Roma y sus culturas constructivas históricas me lleva a creer que la clave para mantener la continuidad del carácter es triple: 

1.- La persistencia de patrones que representan configuraciones reconocibles en planta, alzado y sección asociadas con diferentes tipologías, tales como el palacio, la vivienda entre medianeras, la iglesia y la vivienda plurifamiliar. 

2.- La supervivencia y el desarrollo evolutivo de la cultura edificatoria arraigada en en un lugar, sus materiales y métodos autóctonos y sus artesanías tradicionales características. 

3.- Y el mantenimiento de un lenguaje formal persistente, como el de la arquitectura clásica, en los que la gramática subyacente sigue siendo la misma, a la vez que permite una variación considerable en ornamento y detalle. 

Las consecuencias constructivas de estos tres condicionantes son muestra de lo que denominamos carácter histórico. El diseño de nuevas estructuras de acuerdo a estos condicionantes permite que la nueva arquitectura y urbanismo tradicionales encajen armoniosamente con las construcciones históricas, permitiendo el cambio y el crecimiento sin pérdidas innecesarias. Algunas de las mejores obras del siglo XX en Roma siguen exactamente estos principios (fig. 2). Esto es lo que intento enseñar a hacer a mis estudiantes, y es lo que un creciente número de arquitectos está haciendo por todo el mundo. 


Fig. 2.- Vivienda pública en el distrito de San Saba de Roma. Arq. Qudrio Pinari, 1911-23. Los proyectos de vivienda pública de Pinari no sólo ofrecen dignidad y generosos servicios a sus inquilinos, su diseño y construcción ofreció oportunidades de formación en artes edificatorias tradicionales, sobre todo en albañilería. Fotografía del autor. 

¿Qué pasaría si hacemos de la conservación de la cultura edificatoria el centro de las políticas preservacionistas de los Estados Unidos? Tal vez, como sugiere Michael Hare en una reciente colección de ensayos sobre preservación (véase mi resumen en el número de febrero de “Traditional Building”), la forma de preservar el carácter de los distritos históricos en Estados Unidos es obligar a que, a la hora de acometer cambios o ampliaciones. los únicos materiales y técnicas constructivas permitidos sean aquellos usados durante el periodo histórico formativo. Por ejemplo, si los muros portantes de fábrica de ladrillo y las ventanas de guillotina de madera constituyen las características del distrito, sólo deberían permitirse nuevos edificios con muros portantes de fábrica de ladrillo con ventanas similares a las ya existentes. 

Una política de este tipo impediría la introducción de materiales extraños, como los muros-cortina de vidrio, y virtualmente se opondrían a cualquier diseño que no estuviere en armonía con sus vecinos. Prohibiría nuevas construcciones falsas en las que los materiales industriales enmascaran las fábricas históricas, y promovería las artesanías locales. No hay dudad de que promovería la sostenibilidad ambiental. Finalmente, liberaría a las autoridades locales en materia de patrimonio de la carga de actuar como una especie de “policía de diseño”, sumida constantemente en discusiones sobre abstracciones irrelevantes. 

Por supuesto que este enfoque viola los mandatos de la Carta de Venecia y una interpretación estrecha de los Estándares de Rehabilitación de la Secretaría de Interior. Estos documentos fueron escritos en un momento en que se asumía que la regeneración o expansión de los entornos históricos era imposible o ilegítima. En su lugar, enfatizaron la diferenciación visible entre las construcciones históricas y las contemporáneas, garantizando virtualmente la degradación del carácter histórico una vez que aparecen las nuevas construcciones. El “Modo Romano”, por contra, requiere la continuidad visible de materiales y técnicas, aunque no del estilo y apariencia, precisamente aquello que mantiene el carácter, aunque cambien otros aspectos del lugar (Fig. 3). 


Fig. 3.- Nuevos edificios de vivienda pública en el centro histórico de Bolonia, Italia. Arq. Luigi Cervellati y otros, 1970. Basándose en las características de la tipología histórica de vivienda entre medianeras porticada, esta actuación urbana iba contra la mayoría de los ideales de su época. El uso de materiales, elementos, formas y colores típicas del lugar asegura la continuidad del carácter. Fotografía del autor. 


Si buscamos un modo de mantener el carácter de los sitios históricos, la clave del éxito probablemente reside en una ética de la intervención basada en la continuidad de la cultura edificatoria antes que del estilo. Las recientes experiencias en Santa Fe, Nanticket y otros lugares en Estados Unidos sugiere que este enfoque puede funcionar muy bien. Las leyes que construyeron Roma también pueden ser buenas para nosotros.



sábado, 26 de marzo de 2011

Breves apuntes sobre el urbanismo islámico

A diferencia de la creencia general de que las ciudades musulmanas, al igual que las medievales, carecen de toda forma de planificación, lo cierto es que los califas abasíes fundaron una serie de ciudades (Bagdag, Samarra, El Cairo, Kairuán), así como una serie de complejos palaciegos que obedecían a una rigurosa planificación bien en retícula, bien a partir de ejes, o bien circular. El núcleo fundacional de Bagdag tiene forma circular, con una doble muralla de adobe que protegía las edificaciones palaciegas distribuidas concéntricamente, y cuatro puertas abiertas hacia los puntos cardinales. En el centro de la plaza se alzaban el palacio del califa y la mezquita. Esta estructura recuerda vagamente al modelo de ciudad propuesto por Vitruvio. La ciudad palatina de Medina Azahara en las cercanías de Córdoba es también otro ejemplo de planificación de los califas omeyas, esta vez siguiendo un patrón reticular. 

 Bagdad, reconstrucción en planta de la ciudad original fundad por Al-Mansur en 762.

  Bagdad, reconstrucción aérea de la ciudad original fundad por Al-Mansur en 762.

Plano del área palatina de Medina Azahara, fundada en el año 936 por el califa Abd-al-Rahmán III.

Desde aproximadamente el siglo X, cualquier ciudad de cierta importancia se dotó de torres y muros fortificados, elaboradas puertas urbanas y una prominente ciudadela (qal'a o alcazaba) como asentamiento del poder. Estas últimas son construcciones realizadas con materiales característicos de la región circundante: piedra en Siria, Palestina y Egipto, o ladrillo, piedra y tapial en la Península Ibérica y el norte de África. Un ejemplo singular de esta arquitectura es el ribat. Desde el punto de vista técnico, consistía en un palacio fortificado destinado a los guerreros islámicos que se consagraban, ya fuera provisional o permanentemente, a la defensa de las fronteras. El ribat de Susa, en Túnez, recuerda los primeros palacios islámicos, pero difiere de ellos en su distribución interior con grandes salas, así como por su mezquita y alminar. 



La división en barrios de la mayoría de las ciudades islámicas se basa en la afinidad étnica y religiosa, y constituye por otra parte un sistema de organización urbana que facilita la administración cívica. En cada barrio hay siempre una mezquita. En el interior o en sus proximidades hay, además, una casa de baños una fuente, un horno y una agrupación de tiendas. Su estructura está formada por una red de calles y callejones, y un conjunto de viviendas. Según la región y el período, las casas adoptan diferentes rasgos que responden a las distintas tradiciones históricas y culturales, el clima o los materiales de construcción disponibles. 

Esquema ideal de una ciudad musulmana

El mercado (suq), que actúa como centro neurálgico de los negocios locales, es de hecho el elemento característico más relevante de las ciudades islámicas. La distancia del mercado a la mezquita determina su organización espacial por gremios especializados. Por ejemplo, las profesiones consideradas limpias y honorables (libreros, perfumeros y sastres) se sitúan en el entorno inmediato de la mezquita, mientras que los oficios asociados al ruido y el mal olor (herreros, curtidores, tintoreros) se sitúan progresivamente más lejos de ella. Esta distribución topográfica responde a imperativos basados estrictamente en criterios técnicos.

Curtidurías en el Zoco de Fez, Marruecos.

Lectura impartida en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana (EEUU), el 26 de Enero de 2011.
Autor: Pablo Álvarez Funes