jueves, 30 de octubre de 2008

Raymond Erith: genuinamente clásico, no "neo"

La Arquitectura Moderna hubiera querido que Raymond Erith (1904-1973) fuese un arquitecto moderno de primera generación que soñara con destruir la tradición para dar paso al nuevo mundo de formas puras, funcionales y maquinistas. Sin embargo, Erith se reveló contra los estándares arquitectónicos de la modernidad triunfante tras la Segunda Guerra Mundial, y decidió retomar el camino del clasicismo ahí donde lo dejaron John Soane (1753-1837) o Karl Friedrich Schinkel (1781-1841). Su obra se ha definido como genuinamente georgiana (como se conoce al neoclasicismo inglés) y no como un "neo".

Si arquitectos como Auguste Perret (1874-1954), Edwin Lutyens (1869-1944) o el demonizado Albert Speer (1905-1981) representan los últimos intentos del clasicismo "a la antigua" de plantar cara a la modernidad mediante la depuración de su lenguaje, Erith es un ejemplo de cómo en el siglo XX se puede llegar a la belleza arquitectónica desde la tratadística clásica, sin necesidad de recurrir al infructuoso debate con una Modernidad que no está dispuesta a tolerar ideas diferentes a la suya. Erith tuvo el valor de no sucumbir ante el Movimiento Moderno y dejar un legado que continuó su discípulo Quinlan Terry (n. 1937) y que también ha sido recogido por muchos otros arquitectos que tras la crisis de la modernidad quisieron volver a los antiguos principios de armonía y proporción arquitectónicas y no caer en la mediocridad del banal juego posmoderno.








domingo, 26 de octubre de 2008

Obituario para la arquitectura moderna

Autor: Colin Rowe
Traducción: Alfonso Raposo, Universidad Central de Chile.

Podemos atribuir la muerte de ella (la Arquitectura Moderna fue seguramente una ella) a la ingenuidad de su temperamento. Exhibía, cuando joven, una extraordinaria adicción a las torres y los espacios completamente desarmados y poseía una alta y románticamente honorable idea de la vida. Su exceso de sensibilidad pudo únicamente conducirla a una ulterior desazón.

Como una de las heroínas más extremosas de Jane Austen – pensó que ella era simultáneamente reservada moralmente, apasionada y sencilla - fue su juvenil aspiración, que, una ves que estuviese perfectamente desposada con el mundo social (Occidente), su muy esperado esposo podría, mediante la influencia de su ejemplo, llegar a ser redimido de sus errores, llegar a ser tratable, flexible, y dispuesto a actuar con ella en cualquier filantropía que pudiese tener en mente.

Pero el matrimonio no probó ser un éxito. La arquitectura moderna fue admirada por la sociedad pero no por lo que ella concebía eran sus inherentes virtudes. Su esposo fue atraído por muchos de sus encantos externos, pero estuvo completamente reticente a conceder reconocimiento de lo que ella concebía como los principios éticos de su ser. Y, a pesar del elevado modelo que ella ofrecía, él continuó arraigado inquebrantablemente a su antiguas formas.

No buscó una regeneración moral. Para él la postura ética de la arquitectura moderna era demasiado apegada al de una heroína victoriana y en consecuencia buscó, para sus delincuentes placeres, otro lugar. Él, el mundo social, de ninguna manera estaba listo para comprometerse con las diáfanas posibilidades de la Nueva Jerusalén que ella tan entusiastamente publicitaba y, como continuó persistiendo en sus ideales, él llegó a sentirse crecientemente fatigado.

En verdad, él (el mundo social) llegó a descubrir que, aunque era admirado, era también no aceptado. Así, gradualmente, la desavenencia llegó a ser irrecuperable. No es sorprendente entonces la agitada y larga declinación de la arquitectura moderna, pero, aunque esta muerte era de esperarse, es tremendamente lamentable y la extinción de ésta, una vez prístina criatura (con sus elaborados estándares victorianos), ha sido desesperadamente triste de presenciar. Pero, un tardío decimonónico carácter nunca conocido completamente, dirigido hacia una condición moral de permanente arrobamiento y una condición de éxtasis que sólo pudo dañar su frágil psiquis y, repetimos, excesiva sensibilidad, abusada por experiencias inadecuadas, motivada por sentimientos cuasi religiosos no bien entendidos y complicados por la presencia de envidia física, fijación objetual y agorafobia, pueden ser considerados los grandes factores que contribuyeron a su fallecimiento.

jueves, 9 de octubre de 2008

Un mal llamado clasicismo moderno

La reciente epidemia de construcción que ha afectado a España durante los últimos años no sólo ha dejado problemas económicos al país. Movidos por el natural ánimo de lucro inherente a toda profesión, arquitectos y promotores se han lanzado durante los últimos años en una orgiástica escalada edificatoria donde acabó primando la especulación del promotor sobre el ingenio del arquitecto. El resultado, una arquitectura que ha devorado el paisaje, la ciudad y la propia arquitectura, dejando para los sentidos únicamente unos malolientes excrementos.

La arquitectura, a diferencia de las otras artes, nunca logró despegarse del todo de la dependencia económica de un cliente. La libertad creativa del arquitecto está condicionada por las necesidades, gustos y capacidad económica del cliente, aunque en ocasiones éste necesita orientación para establecer prioridades en sus requerimientos. Durante estos años hemos asistido a un lamentable espectáculo en el cual el beneficio fácil era causa de la desidia en el arquitecto y la avaricia en el promotor, antiguo cliente envalentonado por las optimistas expectativas del mercado inmobiliario. Ambos antepusieron no ya la fama o la gloria como en otros tiempos, sino la ganancia de bienes frente a la obligación de responder a unas necesidades no sólo funcionales sino también sociales; pues en la especulación ambos son culpables: el promotor por fomentarla y el arquitecto por consentirla.

Los arquitectos en el mejor de los casos optaron por mirar para otro lado y satisfacer de forma inmediata las peticiones del promotor para poder seguir con su búsqueda y acumulación de encargos. Y entre esas peticiones surgió una realmente abominable, la de crear algo que fuese “clásico, pero modernito”. Si bien la aplicación del diminutivo a la modernidad es el apelativo que más la denigra, hasta convertirla en algo kitsch, la unión de éste al clasicismo ha dado como resultado una de las mayores aberraciones arquitectónicas contemporáneas. La combinación entre un promotor pseudo-megalómano, que considera que la columna es por sí misma símbolo de distinción y valora la calidad de una obra por el grado de abigarramiento en su ornamentación, y un arquitecto ignorante del pasado y frustrado por no poder optar a nada más que encargos de ese tipo, genera obras realmente terroríficas, pues los sueños de piedra artificial ornamentada del promotor se esfumaban al oir hablar de presupuestos, por no hablar de la incapacidad a priori del arquitecto de generar unas formas clásicas de calidad, por no haber sido formado en ellas ni haberse molestado por aprehenderlas.

Este mal, llamado clasicismo moderno de principios del siglo XXI, es una variante más degradada aún que aquél planteado por la Posmodernidad en el último cuarto del siglo XX. Al menos la Posmodernidad tenía ideales, por muy insulsos y frívolos que fueran; atacar a la modernidad con la ironía de las referencias populares a los elementos del pasado. Al menos la Modernidad luchaba por imponerse en el mundo y al mundo, aunque fuera a costa de alienar a las personas y destruir sus entornos y su pasado. Pero esta arquitectura, como los ideales de nuestra época, están vacíos. Es una estética sin ética, que no valora nada más allá de la mera composición adecuada. El Clasicismo, la Modernidad y la Posmodernidad estaban embebidos de una serie de ideales que les daba coherencia, que les permitía explicarse con cierta lógica. Pero este no tiene nada de eso: de la Posmodernidad más que del clasicismo toma las referencias abstraidas y comercializadas de los elementos antiguos, pero no como ironía, sino simplemente como ornamento en el más puro sentido albertiano; y de la Modernidad toma la apilación de plantas libres, las miserables cajas de escalera y los espacios racionados. El resultado, ejemplos como estos de La Línea de la Concepción.



El primer ejemplo es una fachada estrecha que seguramente alberga en su interior un solar más amplio. Se estructura en cinco niveles y un probable ático dada la pesadez de la cornisa, excesiva para las livianas pilastras que recorren los dos últimos pisos. El basamento es un intento de zócalo rústico a juzgar por las franjas horizontales del revoco monocapa a imitación de piedra abujardada. Los tres arcos del basamento se corresponden con el acceso y dos ventanas situadas en la siguiente crujía, creando una especie de pórtico. Esta división de huecos en la segunda crujía no se repite en los niveles superiores, con cuatro vanos cada uno, pero si conservan los pisos primero y segundo una especie de división tripartida a modo de saliente, volviendo a una potente cornisa sobre la que se estructura una especie de serliana partida en su centro. Los dos últimos niveles se colocan imitando la superposición de órdenes, pero cambiando el esquema tripartido por uno cuatripartito, con cinco estilizados pilares sobre las que se asienta la enorme cornisa del edificio. Si bien la composición es perfectamente simétrica, ahí termina toda la comparación con el clasicismo, no hay un ritmo uniforma a lo largo de la fachada ni una armonía entre las partes, que se crean en función de las necesidades interiores y medidas estandarizadas. Ni siquiera hay voluntad de adaptarse a estas medidas estandarizadas como generadoras de módulo, sino que cada elemento toma la dimensión que producen otros elementos estandarizados sin conexión entre sí. Por no hablar del desagradable efecto que genera un número par de huecos sobre un frontón. Y a pesar de todo, el arquitecto, el promotor y buena parte del público lo ven como clásico y esa impronta queda más marcada en la retina humana que todos los vitruvios juntos.

El segundo ejemplo se ubicará en un solar de mayor superficie y tal vez por ello sus errores sean mayores. Vuelve a contar con cuatro niveles más un ático retranqueado perfectamente visible en la volumetría. En este caso el “zócalo” de revoco monocapa ocupa los dos primeros niveles, y los otros dos se articulan con unos saledizos con pilastras rematados por unos descomunales frontones curvos partidos. Además, en la esquina aparece una pequeña cúpula que supuestamente hará las veces de castillete. Nuevamente nos encontramos con una serie de elementos posmodernos distorsionados hasta crear el efecto grotesco que se muestra.

Cuando el público identifica estos edificios como clásicos le hace un flaco favor al clasicismo en particular y a la arquitectura en general. Por desgracia se han convertido en un elemento habitual en nuestras ciudades y periferias contra el que continuamente arremete la arquitectura contemporánea. Y el público, al tener identificadas esas aberraciones con cualquier manifestación legítima del clasicismo, al escuchar las voces de esos arquitectos deseosos de hacer tabula rasa con el mundo, no pueden menos que acabar mirando con desconfianza todo aquello que no sean las insulsas formas arquitectónicas más rabiosamente punteras.

Declaración de Viseu. Enseñanza de la Arquitectura en el siglo XXI.

Preámbulo
CREEMOS que es un deber primario de arquitectos y urbanistas el mejorar la calidad de vida mediante la creación de un legado duradero de espacios bellos, funcionales, asequibles y sanos. A tal efecto, debemos preparar a los estudiantes para asumir los complejos cambios del siglo XXI, y:
- Consolidar y regenerar los recursos naturales y culturales existentes.
- Identificar el conocimiento y cualidades que constituyen el diverso legado de la humanidad.
- Construir de forma sostenible y permanente ciudades, pueblos, villas y paisajes, contribuyendo a la continuidad y coherencia del lugar.
- Facilitar acuerdos civiles, diversidad social y vitalidad económica a la vez que proteger la identidad local y los ecosistemas.
- Aprender de éxitos pasados, fallos y aspiraciones perdidas.
RECHAZAMOS la fragmentación de la educación especializada en arquitectura y urbanismo y pedimos una educación más integrada que incluya:
- La necesidad de una educación general a la vez que formación de especialistas, en reconocimiento del vínculo inseparable entre arquitectura y urbanismo.
- Entendimiento ecológico del entorno natural y construido a todas las escalas.
- Incorporación explícita en los procesos de decisión, incluyendo colaboraciones con los ciudadanos y otras disciplinas.
- Discurso abierto entre teoría y práctica.
- Cultivo de hábitos y prácticas que mejoren la esperanza de vida.

Sección I: Objetivos
Coincidimos en que nuestra educación arquitectónica podrá:
- Integrar el amplio abanico de aspiraciones y necesidades humanas y el conocimiento de otras disciplinas.
- Aprender y enseñar desde la historia y la experiencia.
- Adaptar los modos de producción desde la artesanía a la producción en masa.
- Reconocer el papel único de arquitectos y urbanistas como generadores de formas, no como artistas individuales actuando en solitario, sino como profesionales en contacto con la ciudadanía capaces de crear formas que satisfagan las aspiraciones y necesidades humanas.

Sección II: Métodos
Asimismo estamos de acuerdo en que la educación arquitectónica debería:
- Crear oportunidades para integrarse con otras profesiones, disciplinas, organizaciones e individuos; y ampliar los conocimientos y recursos docentes a través de conferencias, charlas, publicaciones y desarrollo cooperativo.
- Incluir casos reales, aprendizaje directo y trabajo práctico, y el estudio de los precedentes históricos.
- Facilitar el intercambio escolar, proyectos e investigaciones experimentales.
- Ampliar y difundir un cuerpo coherente de materias curriculares, textos definitivos, protocolos, códigos modelo y recursos en línea.
- Fomentar la creación de formas en dentrote un riguroso proceso creativo que incluya búsqueda, análisis, dibujo, modelado y simulaciones por ordenador.

Sección III: Currículum
Estamos de acuerdo en desarrollar la educación arquitectónica en un entorno con riqueza cultural y basado en las siguientes áreas:
- Artes y Ciencias: humanidades, ciencias sociales y naturales.
- Historia y Teoría: historia universal de la arquitectura y el urbanismo, precendes, principios, procesos, viajes y estudios de campo.
- Tecnología: ingeniería, construcción, materiales y técnicas constructivas.
- Cualidades: análisis, búsqueda de datos, flexibilidad, desarrollo constructivo, dibujo y diseño, retórica y escritura, colaboración, modelado físico y digital.
- Diseño: composición, proporción, escala, edificios, interiores, detalles y forma urbana.

Sección IV: Implementación
Estableceremos una red mundial para implementar estos objetivos docentes mediante:
- Apertura de los modelos curriculares, prácticas y materiales existentes.
- Identificación de nuevos modelos, prácticas y materiales.
- Desarrollo de métodos de difusión a través de publicaciones, internet y conferencias, en relación a la arquitectura y otras disciplinas.
- Colaboración entre arquitectura y otras disciplinas a través de búsquedas conjuntas, intercambios de estudiantes, conferencias, simposios y programas de viaje.
- Promoción del entendimiento interdisciplinar y convivencia internacional.

Firmado el 8 de Mayo de 2004.

Ilusiones perdidas: la Escuela de Arquitectura de Viseu

Hoy día apenas quedan dos escuelas de arquitectura y “media”, todas en Estados Unidos, en las que se enseñe de forma rigurosa la práctica del clasicismo como opción proyectual. Estas dos Escuelas son la de la Universidad de Notre-Dame en Indiana y la de Miami; y la “media”, la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Yale, donde la presencia docente de Robert A. m. Stern sigue la línea posmoderna de combinar tradición y modernidad. Pero hasta hace muy poco tiempo estaban operativas otras dos: El Instituto de Arquitectura Príncipe de Gales en Reino Unido, dirigido por Brian Hanson, que vio impuesto su cierre; y la escuela de Arquitectura de Viseu, abierta en 2001 y dirigida por Jose Cornelio Da Silva y Lucien Steil, que en otoño de 2004 sufrió una reforma radical y sustitución de plantilla para adaptarla a los cánones arquitectónicos contemporáneos de la Escuela de Arquitectura de Oporto.

La Escuela de Arquitectura y Urbanismo de Viseu se creó como institución privada dependiente de la Universidad Católica Portuguesa. Esta ciudad es conocida en Portugal por la presencia de varias instituciones de enseñanza privada de reconocido prestigio. Esta Escuela ofrecía un programa de licenciatura de 5 años más otros cinco años de especialización y máster en Arquitectura, Urbanismo, Conservación y Restauración y Planeamiento Territorial. El programa de estudio se elaboró con la ayuda de Gabrielle Tagliaventi, inspirado en la estructura docente de la Escuela de Arquitectura de Ferrara y debatido en la Universidad de Notre-Dame de Indiana junto con Samir Younés, Michael Lykondis y Norman Crouse.

La Escuela de Arquitectura abrió sus puertas en 2001. En sus inicios compartía espacio con la Facultad de Odontología de la Universidad Católica de Portugal, por lo que uno de los primeros proyectos del programa docente incluía una nueva Escuela de Arquitectura y Urbanismo ubicada en la plaza San Cristina en el centro de Viseu. Uno de los elementos fundamentales en la docencia era la observación directa de arquitectura de diversas épocas, desde dólmenes o las ruinas de Conimbriga hasta un viaje de un mes a Roma durante la primavera de cada curso. A pesar de que la docencia estaba fuertemente orientada hacia la arquitectura clásica y el nuevo urbanismo, todas las opciones proyectuales eran barajadas como se puede observar a partir de los diferentes proyectos presentados por los alumnos. Durante su corta existencia como escuela clásica gozó de reconocimiento como centro europeo modelo para la arquitectura y urbanismo tradicionales. Poco antes de su reforma en 2004 la escuela organizó un exitoso congreso internacional donde se aprobó la Declaración de Viseu. 



Arriba: bocetos y maquetas de los alumnos. Abajo: visita a las ruinas romanas de Conimbriga

Sin embargo, a pesar del éxito obtenido, los estudiantes se encontraron en otoño de 2004 con que la Universidad había hecho un cambio en el programa y profesores buscando una docencia más acorde con la arquitectura deconstructiva y vanguardista de la vecina Escuela de Oporto. De esta forma se produjo un cese de los principios de la tradición y clasicismo en aras de un pensamiento único arquitectónico donde lo importante no es la consecución de una arquitectura habitable y sostenible sino la búsqueda de un repertorio formal que borre la tradición vistiendo la ignorancia con un disfraz minimalista y deconstruido.

A pesar de la poca relevancia que los medios concedieron al hecho, lo cual no les exime de su existencia, se elevaron numerosas quejas y cartas de protesta escritas por arquitectos clásicos y dirigidas a personajes con cierta relevancia dentro de la Universidad Católica Portuguesa.

Cartas dirigidas al profesor Braga Da Cruz:

William Robert Buchanan

Carrol William Westfall, profesor de la Cátedra Frank Montana en la Escuela de Arquitectura de Notre-Dame de Indiana.

Javier Cenicacelaya, catedrático de Arquitectura en la Universidad del País Vasco.

Matthew Hardy, secretario de INTBAU.

Samir Younés, profesor de Arquitectura. Director de Estudios en Roma, Universidad de Notre-Dame.

Cartas dirigidas a Monseñor D. Antonio Do Santos Marto, Obispo de Viseu:

Su Alteza Dom Duarte, Duque de Braganza.

Jaap Dawson, Dr. Ingeniero, profesor de la Escuela Técnica de Arquitectura de Delft, Paises Bajos.

Además de estas protestas dirigidas a personas concretas, los arquitectos Nikos Stalingrados y Lucien Steil se encargaron de difundir la noticia por los medios de comunicación, calificándolo el primero como un “golpe de estado”, y el segundo en un sabotaje realizado durante el último curso “clásico” de Viseu (2993-2004). Este sabotaje se podría resumir en los siguientes puntos:

- No calefactar las aulas en invierno.

- Frecuentes cortes en el suministro eléctrico.

- Negativa a suministrar a la Escuela material pedagógico básico, máxime cuando se trataba de una escuela privada.

- Desaparición de libros de la biblioteca durante el curso.

- Ausencia de presupuesto para compra de libros o material docente.

- Cancelación del viaje de estudios a Roma, eje fundamental del plan de estudios.

- Recorte de un 40% del salario a toda la plantilla sin justificación.

- Aparición de una Escuela rival dentro de la propia Universidad.

- Rumores y calumnias contra el decano y la Escuela.

- Comentarios ofensivos hacia el trabajo de profesores y estudiantes durante los tres años de duración de la escuela, en público y en actos universitarios.

- Secretismo y desinformación para con estudiantes y docentes acerca de los cambios a realizar.

- Ausencia de autonomía académica debido a las constantes presiones y obstaculizaciones del programa docente.

- Falta de respeto hacia los estudiantes y la Escuela ante cualquier tentativa de diálogo.

El señor Steil, a diferencia sus colegas, que alegan una conspiración moderna contra el clasicismo, prefiere ser más diplomático y no acusar directamente a los partidarios de la modernidad de conspirar por el cambio; en cambio, lo alega al efecto pernicioso que han producido la ignorancia y el desprecio hacia el pasado que la modernidad ha instaurado en las escuelas de arquitectura durante los últimos cincuenta años.

miércoles, 8 de octubre de 2008

Los tratados de Arquitectura en España (1526-1802). Introducción.

Desde finales del siglo XV la política exterior de los Reyes Católicos había extendido la influencia de España por toda Italia, llegando a controlar desde principios del siglo XVI el Reino de Nápoles y el Milanesado. Por tanto el flujo de ideas renacentistas a nuestro país se hace más obvio e intenso desde esa época. Las primeras influencias llegaron a nuestro país de mano de italianos como Domenico Fancelli, autor del sepulcro de D. Diego Hurtado de Mendoza. Durante la primera mitad del siglo XVI el Renacimiento español vive su etapa plateresca, con una fuerte influencia de la arquitectura lombarda. El manierismo llega tarde a España, y se suele identificar con la etapa purista; Palacio de Carlos V en Granada, de Pedro Machuca, construido en 1527, es una excepción en el panorama renacentista español, donde como ya hemos dicho, las formas del renacimiento lombardo conviven con las últimas fases del gótico y el mudéjar.

Ciudades como Sevilla, Granada, Toledo, Valladolid o Salamanca viven una gran fiebre constructiva que permite la finalización de obras medievales, su sustitución, o la construcción de obras de nueva planta acorde con los principios del clasicismo arquitectónico renacentista. Particularmente fructíferas son las tierras andaluzas, que viven un momento de prosperidad y riqueza, pues con la finalización de la reconquista en 1492 esas tierras se han vuelto seguras y con el descubrimiento de América serán las primeras en recibir las riquezas del nuevo mundo a través del emporio comercial en que se convirtió Sevilla. Una parte muy importante de la arquitectura clásica española durante la Edad Moderna la constituyen las fachadas, campanarios, retablos y remates de diversas iglesias, catedrales y monasterios. Y dentro de la arquitectura civil podemos citar multitud de palacios urbanos o diseminados por la geografía española, donde la nobleza muestra también su poder.

En 1526 se publica en Toledo el primer tratado de Arquitectura genuinamente español, las Medidas del Romano del bachiller Diego de Sagredo. Estructurado en forma de diálogo imaginario entre pintor Picardo y él mismo disfrazado de Campeso, muestra una amplia erudición y conocimiento de lo que se estaba haciendo en la Italia del momento, a la vez que lo adapta a la realidad española. El libro tuvo mucho éxito en España y Europa, como atestiguan sus numerosas ediciones hasta bien entrado el siglo XVII e incluso durante el siglo XVIII se planteó su reimpresión actualizando las toscas ilustraciones del original por nuevos grabados.
A partir de la segunda mitad de la centuria empiezan a entrar en España las formas manieristas y con ellas las etapas Purista y Herreriana. El reinado de Felipe II supone un cambio formal que se aproxima mucho más a Italia y abandona definitivamente las formas góticas y lombardas que habían caracterizado al Plateresco. El Monasterio de San Lorenzo de El Escorial se yergue en el exponente de la arquitectura de la época, imponente imagen del manierismo de la Contrarreforma. Los tratados que se publican en esta época siguen el esquema de los libros italianos de arquitectura, con una extensa parte de geometría y otra de trazas donde se exponen todos los pormenores de la nueva arquitectura; además, empieza a ser cada vez más frecuente, por la difusión y aceptación del clasicismo, la sustitución de los levantamientos de edificios romanos por otros construidos recientemente para mostrar las posibilidades reales del nuevo lenguaje. Destaca la traducción de Francisco de Villalpando del tercer y cuarto libro de arquitectura de Sebastián Serlio en 1552, así como su propio tratado sobre el templo de Salomón, en el que se inspiran las formas de El Escorial. Igualmente interesante son las traducciones del tratado de Leon Bautista Alberti por Francisco Lozano en 1582 y también del mismo año el tratado de Juan de Arphe De varia conmesuración de escultura y arquitectura. A través de ellos se observa cómo las formas italianas se han asentado plenamente en España y en las que los arquitectos a partir de ahora se basarán para sus obras.

La contrarreforma supuso un cambio en la concepción de la Arquitectura. Como ya hemos mencionado, el clasicismo deja de lado los debates teóricos especulativos del Renacimiento y sigue la senda marcada por el manierismo de distorsión del lenguaje vitruviano para expresar la angustia de la época. El Barroco es un periodo especialmente fructífero en España, donde la decadencia política no impidió un desarrollo sin par en las artes. Se construyeron nuevas iglesias y palacios y se modificaron o completaron tantos otros. Nuevamente fachadas, retablos y demás elementos arquitectónicos serán parte importante de las obras barrocas en España. Durante esta época se gesta en España una arquitectura que basándose en la italiana importada durante la centuria anterior, genera formas propias adaptadas a las características propias de nuestro país. Los tratados de arquitectura de esta época siguen indagando en el repertorio formal del renacimiento llevando más allá las meras trazas de los órdenes e incluyendo ejemplos de arquitectura civil, militar y religiosa, como los tratados de Fray Lorenzo de San Nicolás de 1639 y 1663. Asimismo se profundiza en las técnicas constructivas, con tratados como el la carpintería de lo blanco de Diego López de arenas de 1633, o el de Bóvedas de Juan de Torija en 1661.

Con la llegada de los Borbones a España en el siglo XVIII se importa la teoría del clasicismo francés, predecesor del neoclasicismo, aunque convivirá durante la primera mitad del siglo con las últimas fases del Barroco, con José de Churriguera como principal exponente. Los cambios borbónicos también afectan a la arquitectura y práctica arquitectónicas. Progresivamente se va eliminando el monopolio de los gremios y corporaciones y se institucionaliza una enseñanza reglada bajo el espíritu de la Ilustración. Para ello fue necesario la formación a partir de la publicación de nuevos tratados de arquitectura dentro del espíritu general de revisión filológica y arqueológica del texto vitruviano. Se publicaron nuevas traducciones de Vitruvio, siguiendo el modelo francés de Perrault, a la vez que se crean monografías especializadas sobre construcción también buscando la analogía con la poderosa Francia del siglo XVIII. Estos esfuerzos culminan a finales del siglo XVIII con las traducciones de José de Ortiz y Sanz del tratado de Vitruvio (1787) y Palladio (1797). Durante esta época continuaron las obras de reforma, mejora y ampliación de edificios civiles y religiosos, aunque el número de éstos últimos como obra de nueva planta disminuye, no así el caso de los civiles. La figura de Juan de Villanueva, Ventura Rodríguez son las más representativas de este periodo en que la arquitectura española abraza el depurado neoclasicismo europeo, convirtiéndose en la corriente dominante hasta mediados del siglo XIX, cuando con la irrupción de los diferentes estilos eclécticos, éste se disuelva mezclándose con las diferentes estéticas.