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martes, 6 de noviembre de 2012

Chelsea Barracks - El Pueblo y el Príncipe contra la Arquitectura Moderna


Chelsea Barracks es el nombre que recibe una manzana del distrito londinense de Kensington y Chelsea, próximo al hospital homónimo. El primer conjunto de edificios fue construido en la década de 1860 como alojamiento para dos batallones de tropas, y fue demolido en la década de 1960 para albergar dos bloques de hormigón que serían nuevamente demolidos en 2008. En ese momento Lord Richard Rogers propuso un gran proyecto moderno que se encontró con la oposición tanto del príncipe de Gales como de una buena parte de la sociedad británica. Quinlan Terry realizó una contrapropuesta que no llegó a realizarse, si bien el actual proyecto sí ha tenido en cuenta las demandas de la sociedad y se adapta al tejido histórico del barrio de mejor forma que el brutal proyecto de Lord Rogers.

Para saber más:


El príncipe tenía razón. Ahora los arquitectos deben oírle.

Proyecto de Lord Richard Rogers.

Proyecto de Quinlan Terry.

Proyecto actual, de Squire & Partners. Fuente: Londonist.

lunes, 22 de noviembre de 2010

Órdenes de arquitectura y personalidad

Las villas de Quinlan Terry en Regent Park, Londres, constituyen un perfecto ejemplo de la continuidad del palladianismo inglés así como de la maestría del arquitecto británico en el empleo de los órdenes. Las villas Jónica, Corintia, Toscana, Regencia y Hannover fueron proyectadas siguiendo el esquema conductor de cada orden arquitectónico; villa Véneto emplea la superposición palladiana de órdenes y la villa gótica es un delicioso ejemplo del primer neogótico doméstico inglés. La decisión del empleo de un orden u otro ha dependido de criterios estéticos del cliente y el arquitecto así como de las pericia técnica de los canteros y la holgura presupuestaria. Cada villa está directamente inspirada en arquitecturas precedentes integrándose dentro de la tradición clásica inglesa. Sin embargo, en ninguno de los casos la simple visión de las fachadas nos impide saber a priori la personalidad de los habitantes de esas viviendas. El orden se emplea, además de como fundamento compositivo del edificio, como símbolo de ostentación y buen gusto del cliente. Y así ha sido desde que Palladio y Vignola supeditaran el empleo de los órdenes a unos módulos fijos y la arquitectura dejara el estudio de los orígenes de los órdenes y su personalidad a la especulación teórica, que sería criticada y depurada en el siglo XVIII por Laugier quien definitivamente convierte a los órdenes en elementos eternos árbitros del buen gusto pero sin ninguna vinculación afectiva con la función del edificio que ordenan. 

Sin embargo, Vitruvio en su tratado de arquitectura establece que el orden de cada templo debe ir supeditado al carácter del dios al que se consagra, teoría que será actualizada y cristianizada por Serlio para poder aplicarla a los nuevos edificios del Renacimiento Italiano. 

Vitruvio en el Libro I, capítulo II dice: “Haránse Templos Dóricos a Minerva, a Marte y a Hércules; pues a estos dioses, por su fortaleza, no les corresponden edificios delicados. A Venus, Flora, Proserpina, y a las Náyades, parece convenir el Orden Corintio, porque las fábricas primorosas, y adornadas de flores, hojas y volutas, parece añadir belleza a la propia de estas deidades. A Junio Diana, Libero-Padre y otros dioses semejantes, haciéndoles Templos Jónicos, se tendrá un medio, templando la robustez Dórica, y la delicadeza Corintia” (1). 

Y Serlio, en el Libro IV, hace una explicación más detallada: “Los antiguos dedicaron todos los edificios a los dioses, aplicándolos a aquellos que más les pertenecían según su natura, si era robusta o delicada. Y así, la obra Dórica construyeron a Júpiter, y a Marte, y a Hércules, a aquestos tales se les hacían los templos Dóricos, por que fue tomado de la forma del hombre. Y la Jónica a Diana, a Apolo y a Baco, la cual participa también de la forma matronal o mujeril, porque tiene de lo robusto y lo delicado. Diana por ser mujer es delicada, mas por el ejercitarse en cazar, participa de robusto. Y Apolo por su hermosura, aunque es hombre, es algo blando y delicado, y también algo robusto. Y así mismo Baco. Mas la manera Corintia por ser tomada de la forma del cuerpo de una doncella, quisieron que fuese dedicada a la diosa Vesta la principal de las vírgenes. Pero en este nuestro tiempo a mi parecer se ha de proceder de otra manera, no desviándonos mucho de los Antiguos en cuanto a la aplicación de los edificios: quiero decir, que siguiendo la costumbre de nuestros Cristianos construiremos por mi parecer los edificios sagrados, según la especie suya, primeramente a Dios y a sus Santos; y los edificios profanos, así púbicos como secretos, principales y accesorios, hechos para los hombres, según su estado y profesión. Y así digo que la obra toscana por mi parecer conviene para cosas fuertes, como serían puertas de las ciudades, para fortalezas, para castillos y lugares para guardar tesoros, y a donde estén las municiones y artillerías, o para cárceles y puertos de mar, y otros semejantes edificios para uso de la guerra. Y así mismo sería para lo dicho la obra rústica, porque ha de ser de piedra y de ligaduras y trabazones diversas, aunque ha de ser gruesamente labrada. Cualquiera de estas cosas, cuando la han querido hacer más delicada los arquitectos por su contentamiento, algunas veces las han mezclado, según lo vemos en la Antigüedad, con la obra Dórica; y en otras partes con la Jónica, y también con la Corintia. Pero en mi entendimiento, por ser la obra toscana la más gruesa y sin ornato de todas las otras, me parece que en la Rustica convenga, y sea más conforme, porque se manifiestamente se ve estar guardado esto de los toscano, así dentro en la mayor y más principal ciudad suya, que es Florencia, como fuera de ella; por las villas o casas de placer de ella comarcanas, adonde hay tan hermosos edificios, y tan ricamente labrados, hechos solamente de obra rústica, cuanto se pueden hallar en el restante de la cristiandad, mezclados de aquella rustiqueza y delicadeza que a los arquitectos más les ha contentado. Y por esto me parece que las tales obras se conforman más con la Toscana que con otra especie.” (2) 

“Los antiguos constituyeron la obra Dórica a Júpiter, y a Marte, y a Hércules, y a otros dioses robustos; más después de la encarnación de la salud humana, debemos los cristianos proceder y ordenarla por otra orden; y así digo, que habiéndose de edificar algún templo consagrado a Jesucristo Redentor Nuestro, o a San Pedro, o San Pablo, o a Santiago, o a San Jorge, o otros cualesquier Santos cuya profesión, no sólo haya sido de hombres de guerra, más que también hayan tenido del delicado y humilde, y también parte de fuerte y robusto, en poner la vida por la Fe de Cristo. A estos tales santos conviene hacerles templos de este género Dórico. Y en cuanto a los hombes si algún caballero muy esforzado o persona muy valerosa, como sería si fuese general o capitán de un ejército, si el tal mandase hacer algún edificio así público como dentro de casa, se le hará de este género. Y tanto cuanto la persona que mandare hacer la obra fuere más robusta y valiente, le conviene que el edificio sea hecho con más braveza, y macizo y fuerte; y si otra persona aunque fuera caballero si participare alguna cosa del delicado, mandado hacer esta obra, se le puede hacer con alguna más delicadeza, así como en su lugar trataremos” (3). 

“De esta obra Jónica Vitruvio trata en el cuarto libro en el primer capítulo. Este género los antiguos le compusieron sobre la forma Matronal, que es la forma de cuerpos de mujeres ya de días y embravecidas, y la dedicaron como es dicho en este libro, a Apolo y a Diana y a Baco; pero nosotros los Cristianos si hubiéremos de hacer algún templo de esta orden, lo aplicaremos a todos aquellos santos que hayan sido en parte robustos y fuertes, y en parte delicados y humildes. Y así a todas las santas que hayan sido casadas o llegado a viejas de autoridad, que comúnmente las llamanos en España, dueñas honradas. Y si algún edificio público o secreto se hubiere de hacer de esta forma para algunos hombres, será a letrados y otros hombres de vida quieta y sosegada, y no a robustos ni delicados, porque para los tales letrados de cualquiera facultad que sean será a su propósito esta orden Jónica. Y si para algunas señoras de autoridad que hayan sido en cuanto mujeres varoniles o valerosas y para mucho. Si las tales hubieren de hacer algunos edificios, esta orden será para ellas muy convenible” (4). 

“La derivación y origen del capitel Corintio fue de una virgen Corintia. Y porque Vitruvio en el cuarto libro en el primer capítulo lo escribe particularmente, en tal caso no será necesario fatigarme en replicar sobre este caso. Y por tanto solo diré que habiéndose de hacer de este orden un templo, se debe consagrar y aplicar primero a la Virgen Santísima Madre de Jesucristo Redentor Nuestro, la cual no sólo fue virgen antes del parto, pero en el parto y después del parto, Y después de a esta Serenísima Señora a todos aquellos Santos y Santas que hayan hecho vida virginal o vivido castamente, para estos tales esta tal orden conviene mucho y también para monasterios de monjas que han prometido virginidad y son dedicadas al culto divino. Y si acaso algún edificio así público como secreto o sepulcros o cualquier cosa de edificios se hubiere de hacer de este orden, sea a personas de vida honesta y casta, porque para las tales se podrá usar esta forma” (5). 

A pesar de que la mayoría de los edificios clásicos hayan supeditado el empleo de los órdenes a la ostentación de los mismos en lugar de a las características funcionales del edificio, es bueno tener en mente este aspecto de la teoría vitruviana para establecer el carácter general del edificio y elegir el orden que más se adecue a su función. De esta forma el orden arquitectónico, además de ser un elemento clave para la estructuración formal y distributiva del proyecto, nos hablará del carácter del mismo y de las funciones que se desarrollan en su interior con la misma coherencia con la que lo hace la estructura portante o la proporción de huecos y macizos. 

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(1) Vitruvio Polión, Marco. Los Diez Libros de Arquitectura, traducidos del latín y comentados por Don José Ortiz y Sanz Presbítero. Imprenta Real; Madrid, 1787. Libro I, Capítulo 2, p. 12 (puede consultarse una edición facsímil en línea a través del siguiente enlace del Ministerio de Fomento). 


(2) Serlio, Sebastiano. Tercer y Cuarto Libro de Arquitectura, traducidos de toscano en lengua castellana por Francisco de Villalpando, Arquitecto. Imprenta de Juan de Ayala; Toledo, 1552. Libro IV, p. 4 (puede consultarse una edición facsímil en línea a través del siguiente enlace del Ministerio de Fomento). 


(3) Op. Cit. p. 19. 

(4) Op. Cit. p. 28. 

(5) Op. Cit. p. 49.

miércoles, 4 de agosto de 2010

Diez mitos sobre la arquitectura religiosa contemporánea

Traducción: Pablo Álvarez Funes.

1.- El Concilio Vaticano II nos pide rechazar la arquitectura religiosa tradicional y diseñar nuevas iglesias en estilo moderno.

Este mito se basa más en lo que los Católicos Romanos han construido durante los últimos treinta años que en las enseñanzas de la Iglesia. Incluso para criterios profesionales, la arquitectura religiosa de la última década ha sido un desastre imposible de mitigar. Sin embargo los hechos a menudo cuentan más que las palabras, y se ha enseñado a los fieles que la Iglesia quiere que sus edificios sean abstracciones funcionales, porque eso es lo que se ha estado haciendo. Nada podría estar más lejos de las intenciones de los padres del Concilio, quienes pretendían claramente continuar con la excelencia histórica de la arquitectura Católica. Es más importante tener en mente que “no debe haber innovaciones a menos que la Iglesia las requiera de forma genuina y sincera, y debe tenerse en cuenta que cualquier nueva forma adoptada debería de alguna forma surgir orgánicamente de las formas preexistentes” (Sacrosantum Concilium).

De la misma forma que la teología Católica implica aprender del pasado, el diseño de arquitectura Católica se inspira e incluso cita la tradición y las expresiones perdurables en el tiempo de la arquitectura religiosa. El Concilio Vaticano II es claro al respecto, “La Iglesia no ha adoptado ningún estilo concreto como su propio arte. Ha admitido estilos de todas las épocas, de acuerdo con las características y condiciones naturales de las personas y las necesidades de los diversos ritos. Así, a lo largo de los siglos ha creado un tesoro artístico que debe preservarse con todo cuidado. El arte de nuestro propio tiempo de toda raza y nación debería tener eco en la Iglesia, permitiendo la reverencia y honor necesarios en los edificios y ritos sagrados. Así se nos permite unir esa voz al hermoso coro de oración en honor a la fe Católica que cantaron grandes hombres en edades pasadas” (Sacrosantum Concilium).

2.- Las nuevas iglesias deberían proyectarse de acuerdo al documento “Arte y Entorno en el culto Católico”, publicado por el Comité Episcopal para la Liturgia en 1977.

Debido a la ausencia de alternativas, este panfleto se ha convertido en una auténtica Biblia para muchas iglesias de nueva planta o restauradas. Este documento, que nunca fue votado por la Conferencia Episcopal Americana y no tiene peso canónico, se basa más en los principios de la arquitectura moderna que en las enseñanzas de la Iglesia Católica, o su patrimonio en arquitectura sacra. Se aprecia en esta debilidad un énfasis en el punto de vista congregacional de la Iglesia, un antagonismo para con la historia y la tradición, y una estridente iconoclasia. Debido a la controvertida naturaleza del documento el Comité Episcopal para la Liturgia está actualmente preparando una nueva versión esperanzadoramente mejorada.

3.- Es imposible que podamos construir iglesias hermosas hoy día.

Esto es como decir que es imposible que podamos tener santos en la Edad Contemporánea. Por supuesto que podemos y deberíamos construir iglesias hermosas otra vez. Vivimos en una era que ha enviado hombres a la luna y que invierte ingentes sumas de dinero en museos y estadios deportivos. Deberíamos ser capaces de construir edificios con la calidad de las Basílicas Paleocristianas o las Catedrales Góticas. La arquitectura secular reciente está siendo testigo de un renacimiento de la arquitectura, artesanía y construcción tradicionales. Hay un número creciente de jóvenes arquitectos con talento que proyectan edificios en la tradición clásica (muchos de los cuales estarían encantados de poder proyectar edificios sagrados). Los estudiantes de la Universidad de Notre Dame, formados en la tradición clásica, son fuertemente demandados por estudios de arquitectura y clientes particulares.

Habría que indicar a este respecto que desde 1970 se ha construido un buen número de iglesias que ejemplifican los principios de belleza, durabilidad y conveniencia: San Juan Capistrano en California, 1989; Catedral de Brentwood en Inglaterra, 1992; la Abadía Benedictina de Sainte Madeleine en Francia, 1989; la Iglesia de la Inmaculada Concepción en Nueva Jersey, 1996; la Iglesia de Azoia en Portugal, 1995; la Iglesia de Santa María en Texas, 1997; la Iglesia de Santa Inés en la Ciudad de Nueva York, 1997; el Oratorio de Pittsburg, 1996, etc.

4.- No podemos permitirnos construir iglesias hermosas hoy día. La Iglesia dispone de los fondos que tuvo antaño.

De hecho, los Católicos Romanos somos la confesión más solvente del país a día de hoy. Tenemos más centros y líderes cívicos que otros grupos religiosos. Nunca hemos sido más solventes, aunque nunca hemos construido iglesias tan baratas. Esto refleja las prioridades de donación americanas; de 1968 a 1995 los ingresos provenientes de donaciones particulares cayeron un 21%. El Pueblo de Dios necesita ser animado a contribuir a la construcción de casas de oración. Los obispos y diócesis deberían promover la máxima calidad antes que limitar los presupuestos. Los fieles deberían estar dispuestos a gastar más en la casa de Dios que en sus propias casas y construir con una calidad que exceda la de otros edificios públicos. Una historia de gran filantropía es la de la Iglesia del Espíritu Santo de Atlanta que recibió una generosa suma de dinero de unos cuantos feligreses permitiendo construir una elegante iglesia neorrománica de ladrillo a principio de la década de 1990. Otras parroquias, para construir iglesias dignas y hermosas, han decidido posponer las obras hasta recaudar fondos suficientes o bien han elegido construir por fases.

5.- El dinero que se gasta en las iglesias debería invertirse mejor en servir a los menos afortunados, alimentar al hambriento y educar a los jóvenes.

Si la iglesia fuera un simple punto de encuentro este punto de vista sería legítimo. Sin embargo, una iglesia hermosa es también una casa para los pobres, un lugar de alimento espiritual y un catecismo en piedra. La iglesia puede evangelizar mediante la expresión de la belleza, permanencia y trascendencia del Cristianismo. Más importante aún, la iglesia como edificio es la imagen del cuerpo de Nuestro Señor, y construyendo un lugar de culto nos convertimos en la mujer que untó el cuerpo de Cristo con precioso ungüento (Marcos 14:3-9).

6.- Las plantas en abanico, en las que todo el mundo puede ver la asamblea y estar cerca del altar, es la más apropiada para expresar la participación completa, activa y consciente del cuerpo de Cristo.

Este mito viene de la visión radical que considera la asamblea como símbolo primario de la iglesia. Mientras la planta en abanico es perfecta para teatros, salas de conferencias o incluso parlamentos, no es la planta adecuada para la liturgia. Irónicamente, el argumento empleado para usar estas plantas es para animar la participación, pues la planta semicircular se basa en las salas de entretenimiento. La planta en abanico no proviene de los escritos del Concilio Vaticano II, sino del teatro griego o romano. Hasta tiempos recientes nunca fue usada como modelo para iglesias católicas. De hecho, las primeras iglesias-teatro eran auditorios protestantes del siglo XIX proyectados para focalizar al predicador.

7.- El edificio de la iglesia debería proyectarse con noble simplicidad. Las capillas devocionales y las imágenes de los santos distraen de la liturgia.

Este principio ha sido usado para construir y restaurar iglesias de la forma más iconoclasta. El historiador del arte Winckelmann usó el término “noble simplicidad” hacia 1755 para describir la genuina obra de arte que combinaba elementos sensuales y espirituales a la vez que belleza e ideas morales en una forma sublime, que para él estaba en el arte griego. Así “noble simplicidad” no debe confundirse con el simple funcionalismo, minimalismo abstracto o cruda banalidad. El Concilio Vaticano II afirma que el arte sacro debería orientar las mentes devocionalmente hacia Dios y que “animando y favoreciendo el arte verdaderamente sacro, debería buscar la noble belleza antes que el artificio suntuoso”. La Instrucción General del Misal Romano (IGMR) afirma que “la decoración de la iglesia debería apuntar a la noble simplicidad antes que la ostentosa magnificencia”. La preocupación por las distracciones viene de la aversión moderna a las imágenes figurativas y al deseo de ser más didácticos que simbólicos. Pero el IGMR afirma que “los edificios para el culto divino deberían ser hermosos y simbólicos”. El Concilio Vaticano II afirma que “debe mantenerse la práctica de colocar las imágenes sagradas en las iglesias de forma que puedan ser veneradas por los fieles”. La IGMR dice que “desde los primeros días ha existido una tradición en la que las imágenes de Nuestro Señor, su Santa Madre y los Santos se colocaban en las iglesias para la veneración de los fieles”.

8.- La Iglesia Católica debería construir en la vanguardia más avanzada de su tiempo, tal y como ha hecho a lo largo de la historia.

Durante mil quinientos años, y hasta la Segunda Guerra Mundial, la Iglesia Católica Romana era considerada el mejor mecenas del arte y la arquitectura. La Iglesia formó artistas y arquitectos cristianos que influenciaron la arquitectura secular. Sin embargo durante los últimos cincuenta años se han cambiado los papeles, y la Iglesia ha estado siguiendo la vanguardia de la cultura secular y a arquitectos que no han sido formados en una visión católica del mundo. Mientras antes el desarrollo de la arquitectura católica se inspiraba en la continuidad con las obras del pasado, el concepto moderno de “vanguardia” implica progreso a través de una ruptura continua con el pasado.

Los documentos eclesiásticos piden a los obispos animar y favorecer un arte verdaderamente sacro y embeber a los artistas “con el espíritu del arte sacro y la sagrada liturgia”. El reciente interés de los fieles en la arquitectura litúrgica indica que la Santa Madre Iglesia recupera su legítimo lugar como mecenas preeminente. En este sentido “siempre ha reivindicado el derecho a emitir su juicio sobre las artes, decidiendo qué obras están de acuerdo con la fe y la piedad, y pueden considerarse adecuadas para ueso sagrado. Además “los obispos deberían asegurarse cuidadosamente de que las obras de arte que son repugnantes a la fe, moral y piedad cristiana, y que ofenden la sensibilidad religiosa o las formas ya sea mediante formas depravadas, falta de mérito artístico, mediocridad o pretensión, sean retiradas de la casa de Dios y de otros lugares sagrados” (Sacrosantum Concilium).

9.- En el pasado, las iglesias se veían como Domus Dei o Casa de Dios, hoy hemos vuelto a la visión del Cristianismo temprano de la iglesia como Domus Ecclesia o Casa del Pueblo de Dios.

Se ha dicho que el Catolicismo no es una religión de “cualquier/o” sino de “ambos/y”. Contrasta con esto una visión antinómica derivada de la Ilustración, que argumenta que una iglesia no puede ser a la vez la casa de Dios y la casa de Su pueblo, quienes son miembros de Su cuerpo. Cuando se piensa en la iglesia simplemente como casa del Pueblo de Dios, se convierte en un gran salón horizontal o un auditorio. Estos dos nombres históricos, domus Dei y domus ecclesia, expresan dos naturalezas distintas pero complementarias de los edificios eclesiásticos como presencia de Dios y de la comunidad reunida por Dios. “Estas iglesias visibles no son simples lugares de reunión, pero dignifican y hacen visible la Iglesia viviente en ese lugar, la casa de Dios con hombres reconciliados y unidos en Cristo” (Catecismo).

10.- Como Dios está en todas partes, Él está tan presente tanto en una plaza de aparcamiento como en una iglesia. Es más, los edificios eclesiásticos no deberían verse más como lugares sagrados.

Esta es una idea contemporánea muy atractiva que tiene más que ver con la teología pop que con la tradición Católica. Desde el principio de los tiempos, Dios ha elegido encontrarse con Su pueblo en lugares sagrados. El “suelo sagrado” del Monte Sinaí se trasladó a la tienda en el desierto y al Templo de Jerusalén. Con el advenimiento del Cristianismo, los creyentes construyeron edificios específicos para la liturgia divina que reflejaran el templo celestial, el tabernáculo y otros lugares santos. En el Canon “el término iglesia significa un edificios sagrado destinado al culto divino al cual los fieles tienen derecho de acceso para el culto divino, especialmente en su ejercicio público”. Como un lugar aparte para la recepción de los sacramentos, la propia iglesia se vuelve sacramental teniendo como centro al sagrario, que significa lugar santo. Al igual que las ceremonias, los elementos como el altar y el ambón y los objetos artísticos son denominados sacros, también son sagrados los edificios proyectados para albergarlos. Por tanto intentar eliminar la distinción entre la iglesia como lugar sagrado para actividades sagradas es disminuir nuestra reverencia a Dios.

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El Profesor Stroik recibió su formación arquitectónica en la Universidad de Virginia y en la Universidad de Yale. Tras su graduación, trabajó como proyectista para el arquitecto Allan Greenberg, para quien proyectó prestigiosos edificios civiles, institucionales, docentes y residenciales. Desde 1990 Stroik ha enseñando arquitectura clásica en la Universidad de Notre Dame, denominada por el New York Times “Atenas del nuevo movimiento clásico”. El Profesor Stroik es además el jefe de Duncan G. Stroik Arquitectos, LLC, que se ha especializado en arquitectura eclesiástica durante veinte años.

domingo, 16 de mayo de 2010

Monumento a la Inmaculada en Algeciras


La ciudad de Algeciras erigió en 1954 un monumento conmemorativo al año mariano de 1954, que a su vez celebraba el centenario del Dogma de la Inmaculada concepción, definido por el Papa Pío IX en 1854.
Se trata de una sencilla columna jónica, con capitel a cuatro fuentes, situada sobre un pedestal de hormigón con las inscripciones “Ave Maria” a Este y una relativa a su construcción a Oeste. Sobre la columna, de hormigón, hay una sencilla imagen de la Virgen María con el Niño.

Después de una época en la que muchos fondos públicos se han despilfarrado en monumentos de dudoso gusto con los que los municipios pretendían mostrar una imagen moderna, conviene recordar las virtudes de la discreción del clasicismo en la erección de monumentos públicos. La columna exenta como elemento conmemorativo es común a toda la historia de la edilicia occidental y basta citar ejemplos como la Columna Trajana en Roma, la Columna Vendôme en la Plaza homónima en París, la Columna de Nelson en la Plaza de Trafalgar en Londres o la multitud de humilladeros diseminados por nuestra geografía.

En un sencillo monumento en los jardines de West Green House en Hampshire eregido por Quinlan Terry en 1976 se realiza una fina crítica tanto al mal gusto de los monumentos públicos modernos como al excesivo afán recaudatorio del gobierno británico de la época, con una sencilla columna dórica tallada en piedra de Pórtland, coronada por una urna, y con una inscripción latina en su pedestal: “Este monumento fue construido con una gran suma de dinero que, de no ser así, habría ido a parar tarde o temprano a las manos de los recaudadores de impuestos”.

viernes, 7 de mayo de 2010

El origen de los Órdenes (III)

Traducción: Pablo Álvarez Funes


El Templo de Salomón fue destruido por los Babilonios en 588 a. C.y unos cincuenta años después Darío, Rey de Persia, construye su palacio en Persépolis (521 A. C.). Hoy día podemos ver en Persépolis columnas estriadas con éntasis mostrando un nivel de detalle anterior a los griegos. También hay basas y capiteles curiosamente similares a los cuernos de carnero y celosías de Salomón. Darío era hijo o nieto de Ciro, quien sentía tanta veneración hacia el Templo de Salomón que permitió a los judíos cautivos su retorno a Jerusalén para reconstruirlo.

Columnas de Persépolis, Irán, s. VI - V a. C.


En esas fechas, mientras se construía tan sofisticado clasicismo en Persépolis, los griegos sólo conocían una primitiva versión del dórico, como se puede ver en los templos del siglo VI A. C. en Paestum. No hay ningún enriquecimiento de las molduras, pero curiosamente el Templo más antiguo tiene una fachada de cinco columnas como la entrada del Tabernáculo de Moisés. La conquista de Persia por parte de Alejandro Magno en 332 a. C. tuvo obviamente un gran efecto en la arquitectura griega y las ideas de Persépolis pronto llegaron a Atenas.

Columnas Dóricas arcaicas en el Templo de Hera en Olimpia. H. 590 a. C.

Reconstrucción del Templo de Apolo en Thermos. S. VII a. C.

Está universalmente aceptado, y de hecho refrendado por los escritos de Vitruvio, que los romanos adquirieron sus conocimientos de arquitectura de los griegos. En esas fechas, mil quinientos años después de la construcción del Tabernáculo en el desierto y tras varios saqueos de Jerusalén, que redujeron al una vez próspero e influyente pueblo judío a una minoría perseguida, todo rastro de los orígenes verdaderos de los órdenes se habría perdido y Vitruvio tendría libertad para formular una teoría adecuada para él y sus superiores.

Vitruvio era un ingeniero militar a las órdenes de Julio César en la Guerra Africana (46 a. C.) e inspector de maquinaria militar durante el reinado de Augusto, a quien dedicó su libro De Architectura (completado entre 16-13 a. C.). No es complicado argumentar que como buen romano se vio obligado a dar autoridad a una base religiosa tras la arquitectura imperial. Su introducción es reveladora:

Cuando tu voluntad y tu inteligencia divinas, César Emperador, te hicieron dueño del imperio de todo el mundo, Roma entera estaba exultante por tu poder invencible, pues quedaron deshechos todos los enemigos con tu triunfo y tu victoria; y cuando todas las razas de pueblos sometidas examinaban atentamente cualquier deseo de tu voluntad, tu sensata reflexión y tu prudencia dirigían los destinos del pueblo romano y del Senado, libres ya de todo temor. Por ello, yo no me atrevía a publicar mi trabajo de Arquitectura, desarrollado tras largas reflexiones, porque estabas muy ocupado y temía que al interrumpirte inoportunamente ocasionara tu repulsa y aversión.
Vitruvio Polión, Marco. Los Diez Libros de Arquitectura. Prólogo.

En el Libro IV, Capítulo I, Vitruvio da una descripción del origen de los Órdenes Dórico, Jónico y Corintio. No se explican las razones para las medidas de cada Orden, excepto para el capitel Corintio, descrito elegantemente como sigue:

Una muchacha de Corinto, ya de cierta edad para contraer matrimonio, falleció a causa de una enfermedad. Después de sus exequias, su nodriza recogió unas copas que le gustaban mucho a la muchacha cuando vivía y las puso todas juntas en un canastillo de mimbre, que llevó a su sepulcro; las colocó encima y con el fin de que se mantuvieran en buen estado durante mucho tiempo, las cubrió con unas tejas. Casualmente colocó el canastillo sobre la raíz de un acanto. Con el tiempo, las raíces del acanto, oprimidas por el peso, esparcieron en derredor sus hojas y sus pequeños tallos, al llegar la primavera; sus tallos crecían en torno al canastillo y por los lados salían al exterior bajo el peso de las tejas, lo que obligó a que fueran formando unas curvaturas o volutas en sus extremos. Calímaco, llamado catatechnos por los atenienses, gracias a la exquisitez y primor de sus tallas de arte marmóreas, al pasar delante de este sepulcro observó el canastillo y la delicadeza de las hojas que crecían a su alrededor. Quedó gratamente sorprendido por esta original forma de las hojas y levantó unas columnas en Corinto, imitando este modelo; fijó sus proporciones y dividió las medidas del Orden Corintio.

Origen del Orden Corintio según Vitruvio. Grabado de la edición española de 1756 del Compendio de los Diez Libros de Arquitectura de Vitruvio, escrito en francés por Claudio Perrault y traducidos al castellano por Joseh de Castañeda.

Es poco probable que Vitruvio estuviera imparcialmente interesado en conocer el origen de los Órdenes; era un hombre parcial. Es posible que conociera la existencia de otras teorías sobre el origen del estilo del Imperio en el Libro Sagrado de la detestable e insubordinada nación Judía. Es probable que conociera la reconstrucción del Templo de Salomón por el Rey Herodes en la época en la que escribió su tratado, y tal vez lo visitara durante sus expediciones militares. Al leer la descripción contemporánea de Flavio Josefo sobre el tamaño, escala, materiales y belleza del Templo de Jerusalén, resulta extraño que Vitruvio haya omitido la referencia a ese edificio, a los Judíos o su historia, sobre todo cuando dice tanto de las naciones que los rodeaban.

Hoy día tenemos ejemplos de regímenes poderosos con fuerte base ideológica que pretenden rescribir los libros de historia, y podría ser que Vitruvio intentara hacer pensar a la gente que el estilo del Imperio se referencia en la religión imperial. De esa forma denominó a los tres Órdenes según las regiones griegas de Doria, Jonia y Corinto. No sólo lo pretendió, sino que tuvo éxito. Su libro es prácticamente el único escrito de arquitectura conservado de la Antigüedad y fue los italianos lo hicieron suyo desde el Renacimiento.

Los Órdenes han sobrevivido a todos los imperios. Se han restaurado tras periodos de oscuridad. Serán restaurados cuando termine este periodo de oscuridad. Toda verdad mostrada por Dios supera las circunstancias más adversas y se predica a través de una minoría insignificante.

¿Quién podría pensar que una docena de pescadores liderados por un pobre carpintero, establecerían una Iglesia Universal contra la que no ha podido prevalecer ningún poder terrenal?

De igual forma, ¿quién podría imaginar que un oscuro pastor al mando de un grupo de exiliados en los desiertos de Arabia podría concebir unos princpios arquitectónicos perfectos que sobrevivieran al tiempo, las modas y vanidades humanas?

Ha escogido Dios más bien lo necio del mundo para confundir a los sabios. Y ha escogido Dios lo débil del mundo, para confundir lo fuerte (…) Para que ningún mortal se vanaglorie en la presencia de Dios.
(Corintios I, capítulo 1, versículos 27 y 29)

A Dios, el único sabio, sea la gloria por los siglos de los siglos a través de Jesucristo, Amén. (Romanos, capítulo 16, versículo 27)

El origen de los Órdenes ganó las 5000 libras del Premio Europeo de la Fundación Philippe Rotthier en 1982. Publicado originalmente en Archives d’Architecture Moderne Nº 26, y en Arhcitectural Review, Febrero de 1983.

miércoles, 5 de mayo de 2010

El origen de los Órdenes (II)

Traducción: Pablo Álvarez Funes

El origen del Orden Dórico tal como fue usado en el Patio del Tabernáculo: para las columnas podría haberse usado madera de acacia. Éstas medían cinco codos de alto con capiteles de plata y presillas, ganchos y basas de latón. Esto soportaba un entramado donde se extendían los cortinajes anudados entre ellos para formar un todo. Debió existir una estructura construida siguiendo estas indicaciones y que Besabel y Oholiab formalizaron en un Orden sencillo con basa y capitel. Este Orden sería conocido por el Rey David y transmitido a su hijo Salomón, quien lo perfeccionó en la columnata alrededor del patio exterior del Templo de Jerusalén. Esta columnata estaba cubierta y en la elaboración de su sencillo tejado ya se mostraron las partes esenciales del posible origen del entablamento Dórico. De esta forma, la viga (o arquitrabe) soportan una armadura simple con tirantes mostrando sus extremos al exterior (triglifos), que se fijan al filete de la parte superior del arquitrabe con clavos (o dentículos). Las correas y la cubierta apoyan en la viga principal de la armadura, que a su vez soportan otras vigas con sus extremos al exterior (mútulos) que terminan con un filete inclinado bajo los aleros (cyma recta).


El origen del Orden Jónico tal como fue usado en la puerta del Lugar Santo del Tabernáculo: de la palma que hemos mencionado podrían brotar hojas que bajo la presión de un tope cuadrado o ábaco, y curvarse hacia abajo conformando volutas en las esquinas. Esta curvatura natural habría resultado atractiva a los dos inspirados artistas, pues podría haber sido formalizada y santificada en la curvatura natural de los cuernos de un carnero. Se habrían construido en madera de acacia y posteriormente doradas, con capiteles de oro y basas de latón. Fueron devotamente colocadas en la puerta del Tabernáculo, haciendo ver a los fieles cómo deben acercarse a Dios. Recordarían el sacrificio de un cordero por parte de Abraham en lugar de Isaac y que Dios también les aceptaría a través del mismo sacrificio. Imprimiría en sus mentes la enseñanza fundamental de que sin el sacrificio de la sangre no hay perdón de los pecados.

Una vez mas el Rey David, siempre consciente de su necesidad de perdón, podría haber dado instrucciones en sus planos para el Templo de Jerusalén para que estos capiteles con volutas fueran colocados en la parte superior de las columnas del Lugar Santo.

El origen del Orden Corintio: las hojas nacientes de la rama de palma antes mencionada podrían variar su forma de crecer bajo el ábaco. Una vez más esta disposición, más intrincada y decorativa que el Orden Jónico, podría haber sido formalizada en madera de acacia y posteriormente dorada, con capiteles de oro y basas de plata; estarían colocadas a cada lado del Sancta Sanctorum en el Tabernáculo, soportando el velo.

Una vez más Salomón, con su amor por la belleza y el refinamiento, podría haber ido más lejos, no sólo en el interior del Templo, sino en las dos columnas, Iaquín y Boaz, que fueron colocadas frente al Templo. Éstas fueron descritas en el Libro de los Reyes:

Hiram de Tiro hizo dos capiteles para colocarlos arriba de las columnas; estos eran de bronce fundido. La altura del primer capitel era de dos metros y medio, y el segundo tenía la misma altura. Hizo unas molduras en forma de red y frisos en forma de guirnaldas para los capiteles que estaban encima de las columnas: siete para el primer capitel y siete para el segundo. Hizo también las granadas: puso dos hileras alrededor de una de las redes, para cubrir los capiteles que remataban las columnas, y lo mismo hizo para el segundo capitel. Los capiteles que estaban encima de las columnas, en el vestíbulo del Templo, tenían una moldura en forma de azucena y medían dos metros. En los capiteles superpuestos a las dos columnas, también en la parte superior, a lo largo del ensanchamiento que estaba más allá de la red, había doscientas granadas distribuidas en hileras circulares, sobre los dos capiteles. Él erigió esas columnas junto al vestíbulo del Templo: erigió la columna derecha, y la llamó Iaquín; erigió también la columna izquierda, y la llamó Boaz. En lo alto de las columnas había una moldura en forma de azucena. Así quedó concluido el trabajo de las columnas.
(Reyes I, Capítulo 7, versículos 16-22).


Esta descripción es difícil de ilustrar y nos gustaría saber si en realidad describe un Orden superpuesto. Sin embargo, es significativo que esta descripción hable de “molduras en forma de red” y “moldura en forma de azucena”. Las “molduras en forma de red” recuerdan al canasto dibujado por Calímaco y descrito por Vitruvio. La “moldura en forma de azucena” hace referencia a la forma geométrica del capitel Corintio, que es una campana invertida que soporta un ábaco cuadrado con volutas.

Los teólogos coinciden en que este Templo deriva directamente del Tabernáculo del desierto. La planta del Templo duplica exactamente la del Tabernáculo, y las divisiones entre Atrio, Lugar Santo y Sancta Sanctorum también son idénticas. El propósito de ambos edificios era el mismo, y sólo se diferenciaban en materiales y escala. El Tabernáculo era una estructura portátil de madera (en gran parte recubierta de oro) usada por los israelitas durante su peregrinación por el desierto. Fue construido sobre el 1000 A. C. con capiteles Corintios que influyeron en el estilo de las naciones que les rodeaban y fue la envidia del mundo antiguo.

La historia de la Reina de Saba y su largo viaje desde el sur para admirar la belleza y grandiosidad de ese Templo es bien conocida (Crónicas II, Capítulo 9, versículo 1), e incluso la Reina de Saba hubo de admitir que lo que vio superaba con creces la descripción que había oído. Apenas 50 años después de la terminación del Templo, se recuerda que:

En el año quinto del rey Roboám, subió contra Jerusalén Sisac, rey de Egipto (…) y se apoderó de los tesoros de la Casa del Señor y de la casa del rey. Se apoderó de todo, incluso de los escudos de oro que había hecho Salomón.
Crónicas II, capítulo 12, versículo 2 y versículo 9.

Es probable que las características y ornamentos de este famoso edificio fueran copiadas en Egipto. Sisac era tan gran constructor como conquistador. Construyó, restauró y amplió muchos templos y su nombre aparece en Karnak y Luxor. Es interesante apuntar que hasta esas fechas (945 A. C.) hay poca ornamentación en la arquitectura egipcia: prevalecen las formas putas de la pirámide, el obelisco y pórticos adintelados. Salomón fue el primero en colocar columnas exentas con capiteles en lugar de obeliscos en lugares relevantes.

lunes, 3 de mayo de 2010

El origen de los Órdenes (I)

Traducción: Pablo Álvarez Funes


El tema de este ensayo es el origen de los Órdenes Clásicos. Se trata de un asunto muy subjetivo y especulativo, y no pretendo que el lector acepte todo lo que tengo que decir – mi propósito no es tanto convencer como llamar la atención de la impresión que tienen los edificios clásicos sobre las personas.

Las proporciones del pórtico y la cúpula del Panteón hacen algo en mí. Pienso en las aspiraciones de quienes lo construyeron y admiro sus prioridades. Pienso en el entusiasmo y las capacidades de los arquitectos y la organización de los constructores para levantar esas columnas que pesan sobre una tonelada cada una. Pienso en el placer que sintieron los trabajadores, canteros, escultores, carpinteros que trabajaron juntos para crear tan fino detalle. También pienso que durante los últimos dos mil años ese pórtico ha sido testimonio silencioso de una gran época para generaciones sucesivas. Ha tenido un efecto en cualquier ser pensante que lo haya visto. Les ha recordado lo que el hombre civilizado puede producir. Es significativo que las aspiraciones del hombre civilizado se han expresado a través de las formas geométricas y naturales de los Órdenes Clásicos. Hacen eco de algo en lo más profundo de nuestra alma y nos preguntamos de dónde vienen y quién era el genio que inventó unas formas arquitectónicas atemporales y universales.

De hecho, los Órdenes tienen unas características inexplicablemente humanas que es difícil imaginar que hayan sido resultado de la ingenuidad humana o de casualidades en el tiempo. Todo en ellos indica el trabajo de la misma Mente “que creó los Cielos y la Tierra y lo que está sobre ella…” Junto con la Naturaleza, los Órdenes llenan al hombre de gozo y admiración. Como la Naturaleza, han sobrevivido inalterables desde sus tempranos comienzos y su origen es todavía un misterio.

Pueden, de forma extraordinaria, expresar periodos históricos, características nacionales, sistemas políticos e incluso la personalidad del arquitecto, a la vez que se preservan sus principios y permanecen neutrales. Una vez más, inexplicablemente, los edificios Clásicos otorgan a quien los usa un sentido de privilegio y disciplina que da una existencia satisfecha y organizada, tan diferente a la desestructurada actitud libertina del mundo actual.

Privilegio y disciplina son anatema en nuestros tiempos, como también lo son la Fe y el culto. Pero sólo puedo explicar el fenómeno de los Órdenes Clásicos como consecuencia directa de haber sido diseñados para contener una manifestación visible del culto humano al único Dios verdadero. No hace falta ser un fanático para entenderlo; cualquier hombre inteligente que haya trabajado y entendido los principios Clásicos de la arquitectura admitirá tarde o temprano la maravilla y el misterio que los rodea. Mi mentor y finalmente socio Raymond Erith no era un hombre de creencias ortodoxas, pero comprendía que la esencia de la arquitectura Clásica, y de los Órdenes en particular, fueron “otorgadas” en algún momento de la historia:

Órdenes Clásicos arquitectónicos: con ello entiendo que los Órdenes Dórico, el Jónico y el Corintio (y podemos añadir el Toscano y el Compuesto si queremos versiones elaboradas del Dórico y el Corintio) son tan perfectos en sus proporciones, detalles y aplicación del arte de construir, que no podrían haber sido creados por el hombre. Para mí, sólo hay una explicación satisfactoria para su origen, y es que tienen inspiración divina.

Erith solía decir esto y yo no encontré extraño que la descripción más temprana conocida de los Órdenes viene en el segundo libro de la Biblia, escrito hace tres mil quinientos años por la mano divinamente inspirada de Moisés. Es en el libro del Éxodo donde describe en detalle el encargo de Dios para construir el Tabernáculo en el Desierto para Su culto y honor.

Para mí, la primera vez que los tres Órdenes aparecieron en forma reconocible fue en este Tabernáculo.

Construcción del Tabernáculo según una ilustración de Gerarg Hoet publicada en Figuras de la Biblia en 1728

Moisés pasó cuarenta días en el Monte Sinaí recibiendo las Tablas de la Ley y los patrones de todos los detalles del Tabernáculo directamente de Dios. La ley moral contenida en los Diez Manzamientos distinguía al Pueblo de Dios del resto del mundo y han permanecido inalteradas a través del Cristianismo hasta nuestros días. La ley ceremonial, con instrucciones detalladas sobre el culto y sacrificios, era la guía más clara para los hijos de Israel hasta que fue completada por el Hijo de Dios y continúa hasta hoy como demostración de Su ministerio y Su sacrificio. Más aún, la forma visual del edificio en la que se iba a rendir culto al Dios verdadero no podía dejarse a la vana imaginación del hombre; así que se dio una descripción detallada a Moisés. Parece que el patrón distintivo de estos Órdenes ha continuado de alguna forma en todos los edificios públicos civilizados hasta inicios del siglo XX.

Moisés, un genio natural, estaba excepcionalmente cualificado para recibir estas instrucciones y su aprendizaje en la corte egipcia le permitió entender y describir la construcción y detalles del edificio. No bastó con los detalles arquitectónicos descritos por Moisés a través de los patrones que le fueron mostrados en el Monte Sinaí; fueron necesarios un artesano y un artista para ornamentar y enriquecer el edificio. Conocemos sus nombres, Besabel y Oholiab: Entonces Moisés dijo a los israelitas:

"El Señor ha designado especialmente a Besabel –hijo de Urí, hijo de Jur, de la tribu de Judá– y lo ha llenado del espíritu de Dios, a fin de conferirle habilidad, talento y experiencia en la ejecución de toda clase de trabajos, tanto para idear proyectos, como para trabajar el oro, la plata y el bronce, labrar piedras de engaste, tallar la madera o ejecutar cualquier otra labor de artesanía. Además le ha concedido –lo mismo que a Oholiab, hijo de Ajisamac, de la tribu de Dan– el arte de comunicar sus conocimientos. El Señor los llenó de habilidad para realizar labores de orfebrería, de tejido, de bordado y recamado de telas de púrpura violeta y escarlata, de carmesí y de lino fino. Y no sólo son capaces de ejecutar todas estas tareas, sino que también tienen espíritu de inventiva".
Éxodo Capítulo 35 versículos 30-35

Estos dos hombres deben estar entre los más destacados artistas de todos los tiempos, y podría decirse que fueron inspirados por el Espíritu Santo para formaliza y santificar las formas naturales de la creación para que pudieran ser copiadas por generaciones futuras. De esta forma, una rama verde de una palma, cortada y colocada en el suelo a modo de poste, podría aún tener todavía hojas, éstas habrían quedado formalizadas como el capitel de una columna. O una cuerda colocada de un extremo a otro de ese poste para enderezar parapetos y tiendas podría convertirse en una basa con molduras.

El plano del Tabernáculo indica la división entre el Patio, el Lugar Sagrado, y el Sancta Sanctorum, de acuerdo con las medidas dadas en el Éxodo, Capítulos 36 y 37.

martes, 27 de abril de 2010

Frontón y entablamento sobre cinco columnas en la Plaza de Bedford, Londres

En la entrada anterior traducíamos un texto de Quinlan Terry donde usaba un frontón y entablamento sobre cinco columnas y cuatro huecos como posible ejemplo para una fachada georgiana. Siendo él mismo consciente de lo inadecuado de esta composición, invitaba al auditorio de la Asociación de Arquitectos y Escuelas de Arquitectura a buscar un edificio similar al dibujado por él que pudiera servir de modelo para esa hipotética fachada. Los asistentes a esa conferencia lo podrían encontrar fácilmente en la misma plaza en la que estaba situada la Asociación, y el arquitecto Alfonso Calderón, del blog slowlandscapes, nos ha dejado el enlace donde podemos encontrar el edificio en cuestión.

La Plaza de Bedford es un conjunto urbano uniforme construido entre 1775 y 1783 sobre terrenos pertenecientes a los Duques de Bedford (de quienes toma el nombre). Los edificios estaban destinados a los más pudientes de la época y con el tiempo las viviendas han dado paso a oficinas, embajadas y sedes institucionales. Esta plaza se ha convertido en uno de los conjuntos de arquitectura georgiana más significativos de Londres y goza del más alto grado de protección según las leyes británicas de Patrimonio (Grado I).


El ejemplo mostrado por Quinlan Terry se inspira en la fachada norte de la plaza, con los dos edificios centrales unidos mediante este curioso sistema de cinco columnas bajo entablamento y frontón que a pesar de su carácter práctico (la pilastra central separa dos viviendas) se sale de la ortodoxia vitruviana y la tratadística clásica: las fachadas se suelen organizar con un número par de columnas (tetrástilo, hexástilo, octástilo...) y un número impar de huecos (picnóstilo, sístilo, diástilo...).

Alfonso Calderón nos indicaba en su comentario que el número par de huecos e impar de columnas es un motivo recurrente en el clasicismo español, y no le falta razón. el número par de huecos e impar de columnas es habitual en los patios y claustros de nuestro clasicismo español, tanto en sus vertientes más cultas como más vernáculas. Realmente una arcada se presta a ese tipo de "desviaciones" al ser un elemento continuo y repetido donde la jerarquía se obtiene por elementos adicionales a la propia arcada. Sin embargo, aunque se cita como ejemplo de una hipótesis de actuación en una calle larga y monótona, es preferible recurrir a otras soluciones igualmente vernáculas y clásicas antes que a este experimento arriesgado y de resultado dudoso únicamente destacable por su antigüedad y calidad de ejecución.

domingo, 18 de abril de 2010

La importancia de la arquitectura georgiana en la actualidad

Imaginemos por un momento que estamos trabajando con un promotor inteligente y civilizado y asumamos para continuar nuestra argumentación que estamos trabajando en el diseño de un sencillo edificio de tres alturas. Su uso es para pequeñas oficinas o viviendas medianas y que el promotor ha observado que la planta baja y primera podría tener una altura libre ligeramente superior que la de la segunda planta; así que nuestro edificio, situado entre medianeras en una calle larga, podría ser como el del primer boceto (fig. 1).
fig. 1

Lamentablemente esto no indica nada, podrían ser viviendas u oficinas, pero también podría ser un bloque de pisos, un centro de salud, una escuela o prácticamente cualquier cosa. Es cierto que muestra tres plantas, pero la larga banda horizontal de vidrio obviamente significa que el muro cortina esconde las particiones interiores y en cualquier caso hay más vidrio del que necesita. El edificio será también muy caluroso en verano y muy frío en invierno. Así que vamos a mejorar la relación hueco-macizo para ser más honesto con lo que ocurre dentro del edificio (fig. 2).
fig. 2

Si estuviéramos ante un edificio Moderno, los muros podrían ser paneles prefabricados y las ventanas grandes hojas de vidrio. Muy probablemente habría una estructura de hormigón armado con sus juntas de dilatación a intervalos regulares, que encajarían en la modulación del edificio. Sin embargo, de necesitar un edificio más permanente nada nos impediría hacer los sólidos muros de carga de ladrillo y argamasa. Una cubierta inclinada no sólo sería una respuesta permanente a los problemas de humedad, sino que permitiría una planta bajo cubierta sin afectar a los ángulos de luz desde la calle. De hecho ya podemos ver la lógica de la cubierta Georgiana (fig. 3).
fig. 3

Llegados a este punto se puede comprobar que se ha llegado a un diseño satisfactorio, sencillo, práctico y económico. Ciertamente nuestro promotor estará de acuerdo con este pragmático sentido común y apreciará las sutiles referencias Georgianas. Sin embargo, podría pensar, como de hecho muchos ya pensamos, que es muy plana, sobre todo si la calle es muy larga. Y si la calle se encuentra en una zona cara, él pensaría que como arquitectos podríamos hacer algo más. Nos diría: ¿Por qué no la haces más importante e imponente? Emplearía varias palabras para expresar sus sentimientos pero lo que realmente quiere decir es que el edificio debería tener más personalidad, más carácter, la clase de cualidades que observamos en los edificios antiguos – más presencia. Cualquier constructor podría hacer nuestro diseño y el promotor podría haberse ahorrado nuestros servicios haciéndolo él mismo. Lo que realmente nos está pidiendo es darle a ese edificio más arquitectura. La construcción es sonido; ¿cómo podemos dar belleza a la construcción?

Analicemos esta fachada. Conscientes de los principios de la arquitectura clásica y con nuestros cuadernos llenos de los detalles arquitectónicos que hemos observado, estudiemos las posibilidades.

Empecemos enfatizando la funcionalidad. Hay un forjado entre el dintel de las ventanas de planta baja y el alféizar de las ventanas de planta primera; esto podría enfatizarse con un elemento separador a modo de arquitrabe. Hay otra planta sobre las ventanas del segundo piso que podrían enfatizarse con otro elemento separador, tal vez un entablamento completo.

La calle es muy larga y tal vez un poco de énfasis en el centro la saque de la monotonía. Podríamos unir los dos edificios centrales. Y habiendo enfatizado la planta baja, por qué no le aplicamos un rusticado para crear un podio para las plantas superiores.

Hecho esto, podríamos intentar encontrar un Orden que encaje entre el podio y el entablamento. Por supuesto, el entablamento debe diseñarse en proporción al Orden, pero supongamos que vamos a emplear el Orden Jónico. No es lo suficientemente largo como para encajar y tal vez podríamos realzarlo con pedestales, pero seguiríamos teniendo el problema del entablamento pues el arquitrabe y el friso podrían pisar la ventana del segundo piso. La única solución pasaría por omitir el arquitrabe. No sé que pueden pensar acerca de eliminar el arquitrabe del Orden Jónico. De hecho me gustaría que alguno me citase ejemplos donde se haya omitido el arquitrabe por razones de este tipo. Por su formación académica sabrán que Stuart y Revett fueron a Atenas a finales del siglo XVIII y midieron muchos edificios, algunos de los cuales omitían los arquitrabes. Y como resultado de sus publicaciones, algunos arquitectos pensaron que eran más académicos y cercanos a la Antigüedad si sólo proyectaban friso y cornisa. Personalmente, no creo que estos apuntes históricos signifiquen mucho más que pueden ser útiles como justificación para lo que hemos hecho, además de ofrecer al diseño un aspecto tardo-dieciochesco, porque arquitectos como Plaw y Adam siguieron este camino.

Una vez insertado un Orden Jónico y reducido el entablamento tal como hemos descrito, podríamos realzar la composición con un frontón colocado sobre las cuatro ventanas centrales (fig. 4).
fig. 4

El problema de un frontón de estas características es que hay una pilastra en el centro, lo cual es totalmente incorrecto. No hay fachadas de edificios Clásicos de ninguna época – ya sea Romana, Renacimiento o el Siglo XVIII- con una columna en el eje de simetría del frontón. Todas los modos de composición de columnas asumen un número impar de las mismas en el pórtico, por lo que un frontón como el nuestro no debería considerarse seriamente. Únicamente lo he sugerido como forma de tratar el eje de una larga y monótona fachada de ladrillo y como modo de conocer la reacción del hombre de la calle y el promotor ante un edificio con mayor presencia. El procedimiento de diseño es poco académico, sobre todo el frontón sobre cinco columnas y la omisión del arquitrabe, pero he usado este ejemplo para mostrar una de muchas miles de formas de afrontar un problema de este tipo.

He dicho que es una forma de tantas, que no es académica y que puede ser criticada desde un punto de vista histórico y artístico. Pero tal vez nos pueda interesar precisamente por no ser un caso hipotético; se ha hecho antes. Me pregunto si alguien podría adivinarlo.

Conforme abandonen el edificio y salgan a Bedford Square, miren hacia la derecha, miren hacia su izquierda y crucen la calle. Vayan y hagan lo mismo.

Extraído de una conferencia impartida en la Architectural Association, Bedford Square, Marzo de 1983.

Fuente: VV. AA. Architectural Monographs nº 27. Quinlan Terry. Accademy Editions, Londres 1993.