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domingo, 4 de noviembre de 2012

Esperanza Aguirre y el traje nuevo del emperador

El pasado verano, poco antes de presentar su dimisión como presidenta de la Comunidad de Madrid, Doña Esperanza Aguirre hizo unas declaraciones referentes a los arquitectos tras una visita que realizó al municipio madrileño de Valdemaqueda, en la cual le mostraron el nuevo ayuntamiento, obra de los arquitectos Ángela García de Paredes e Ignacio Pedrosa. La ex-presidenta mostró una opinión negativa sobre el edificio y los arquitectos en general, no dejándose impresionar por el hecho de que éste hubiera ganado algunos premios



La señora Aguirre fue durante el tiempo que estuvo en el poder una suerte de chivo expiatorio a la que el progresismo consideraba causa y consecuencia de todos los males que acechaban a la Villa y Corte y su provincia. Sin ánimo de querer entrar en valoraciones políticas, hay que precisar que la ex-presidenta se ha limitado a decir en alto, quizá de un modo brusco tan propio del carácter mesetario que confunde sinceridad con impertinencia, lo que muchos opinan: que la arquitectura moderna puede resultar estéticamente desagradable y sus argumentos pedantes. Como si del niño del cuento de Hans Christian Andersen se tratara, Aguirre ha tenido el valor de denunciar que el emperador está desnudo, metáfora bastante adecuada para el asunto que tratamos, dada la evidente desnudez de la que hace gala la arquitectura moderna amparándose en una supuesta sinceridad estructural y constructiva que sólo los verdaderos entendidos pueden apreciar. 

Sin embargo, el elogio no está exento de crítica y tal vez la señora Aguirre debería haber actuado de forma más militante con los principios arquitectónicos que a ella le hubieren parecido más adecuados para la comunidad en la que gobernaba. Baste recordar las declaraciones del Príncipe de Gales sobre la ampliación de la Galería Nacional de Arte de Londres (un furúnculo en la cara de un amigo bien amado) o sobre la operación urbana en Chelsea Barracks. De paso habría conseguido conferir una impronta a la ciudad de Madrid, que a pesar de la cantidad de monumentos que alberga, sigue a día de hoy buscando un icono que la represente como si de un Springfield cualquiera se tratase.

domingo, 2 de enero de 2011

Clasicismo "canónico": Archivo Histórico Nacional

A diferencia de sus vecinos en la "Colina de los Chopos", que hacen gala del denominado clasicismo depurado, el Archivo Histórico Nacional es un edificio de un sobrio clasicismo canónico, obra del arquitecto Manuel Martínez Chumillas e inaugurado en 1953. Martínez Chumillas perteneció al GATEPAC pero tras la guerra civil, bien por oportunismo, bien por convicción, decidió regresar a los principios de la arquitectura clásica y tradicional que habían caracterizado su obra anteriormente (sirva de ejemplo el pabellón de Murcia de la Exposición Iberoamericana de Sevilla en 1929 y sus numerosas restauraciones de iglesias a lo largo del territorio nacional). 

El edificio presenta dos cuerpos bien diferenciados: por un lado, la extensa fachada principal, de tres plantas, que ocupa uno de los lados del espacio central del CSIC y se destina a salas de consulta y espacios de trabajo, y el cuerpo trasero organizado en torno a un patio rectangular que alberga los archivos. 

Frente a la elegante columnata del edificio principal proyectada por Fisac en 1943, el arquitecto Chumillas opta por componer el acceso a modo de arco triunfal con dos órdenes superpuestos. Ambos órdenes, dórico y jónico, tienen un trazado canónico que busca la continuidad con el clasicismo decimonónico más neutro. Aún teniendo la misma escala que el edificio principal, el Archivo Histórico Nacional puede pasar más desapercibido a pesar, o quizá precisamente, por su profusión de elementos clásicos perfectamente asimilados por el imaginario colectivo. La escala menor de cada uno de los órdenes superpuestos resta colosalismo al conjunto, a la vez que permite todo un muro apilastrado en la planta inferior, de un desafortunado orden jónico que contradice más que trasciende las más elementales reglas de superposición de órdenes, a saber, que los órdenes más elaborados se superponen a los más toscos

A diferencia de Fisac, que coqueteó con el clasicismo antes de hacer profesión de fe moderna, el arquitecto Chumilla volvió al clasicismo después de un coqueteo con el primer Movimiento Moderno español, se mantuvo fiel durante toda su carrera (y este edificio es fruto de su madurez profesional) al clasicismo canónico y hasta cierto punto beauxartiano que caracterizó la arquitectura española hasta el primer tercio del siglo XX como contrapeso a los pintorescos regionalismos con los que se pretendió enmendar el debate sobre un estilo nacional en España.


Para saber más:

viernes, 26 de noviembre de 2010

Damnatio memoriae

Damnatio memoriae es el nombre de un proceso administrativo romano mediante el cual el senado "condenaba la memoria" (su traducción literal) de emperadores o miembros relevantes de la sociedad romana por considerarlos enemigos públicos. La Damnatio memoriae tiene sus orígenes en el Antiguo Egipto, donde era un proceso seguido por los faraones para con sus predecesores con el fin de erradicar su culto y por tanto eliminarles la posibilidad, según su religión, de la vida eterna. Sin embargo, en Roma adquiere un tinte menos religioso y se emplea como práctica administrativa consistente en embargar sus propiedades, borrar su nombre de las inscripciones públicas y destruir sus estatuas, consiguiendo en definitiva provocar el olvido de dicha persona para las generaciones futuras. Sin embargo, debido a los estragos del tiempo, es imposible saber cuántos personajes públicos romanos sufrieron realmente este proceso. Lejos de desaparecer con la caída del Imperio Romano, la damnatio memoriae se convirtió en un procedimiento recurrente para hacer olvidar al pueblo tanto los errores como las virtudes de los gobernantes fallecidos o derrocados. 


En la imagen, el frontispicio del Edificio Central del CSIC antes y después de la aplicación de la Ley de Memoria Histórica. El texto en latín alusivo a su fundación durante época franquista ha sido sustituido por un bloque de piedra que deja únicamente visto el relieve del árbol de la ciencia, símbolo de esta institución. Objetivamente hablando, se trata de una aplicación de la damnatio memoriae al amparo de la legislación vigente. El resultado de la intervención es discreto y no altera el aspecto general del magnífico edificio proyectado por Miguel Fisac.

jueves, 4 de noviembre de 2010

Columna posmoderna


Esta columna “ática” forma parte de las pérgolas del Parque del Tercer Depósito del Canal de Isabel II en Madrid, remodelado en 2007. Es un elemento muy sencillo, con una basa de hormigón prefabricado, un fuste de ladrillo visto, un capitel metálico mínimo y una viga metálica a modo de entablamento.


A pesar de que los prejuicios que se instauran desde las Escuelas de Arquitectura llevarían a muchos a considerarlas pastiche, lo cierto es que estamos ante un magnífico ejemplo de los caminos que debería haber tomado ese clasicismo posmoderno que pronto perdió el norte entre referencias irónicas y semióticas.

Sin embargo, aquí nos encontramos con elementos más característicos de la modernidad al servicio del clasicismo: el hormigón para la basa, que se convierte en un elemento clásico producido en serie con uno de los símbolos de la audacia estructural moderna; el fuste de ladrillo visto parece ocultar un núcleo de hormigón armado o metálico, lo que refuerza la idea de cerramiento independiente de la estructura a la vez que el propio diseño decide integrarse en el paisaje urbano más castizo de Madrid con su vivo ladrillo rojo llagueado; el capitel, metálico, también está producido en serie y cumple su doble función de remate de la columna y goterón para impedir que el agua de lluvia corra por el fuste; y por último la viga metálica IPN, símbolo absoluto del dominio tecnológico del Movimiento Moderno, nuevo orden para la nueva arquitectura, queda aquí convertido en entablamento de esta suerte de orden toscano moderno que, siguiendo la clasificación que estableció Robert A. M. Stern hace treinta años, queda encuadrada de pleno derecho en el tradicionalismo moderno.



lunes, 9 de agosto de 2010

Clasicismo depurado: Edificio Central del CSIC. Miguel Fisac.

Como tantos otros maestros de la Modernidad, Miguel Fisac inició su vida profesional con un breve romance con el clasicismo, mostrando un completo dominio de la arquitectura clásica. Aunque esta rápidamente evolucionó hacia formas modernas no cabe duda que ese amplio dominio de la arquitectura clásica influyó positivamente en su obra.

El Edificio Central del CSIC fue su segunda obra (1943), después de la Iglesia del Espíritu Santo (1942). Se trata de un edificio largo que ocupa un espacio central dentro del conjunto de edificios; con un pórtico central de tres vanos con columnas corintias pareadas muy depuradas en su composición y seis filas de ventanas verticales a cada lado. La solemne fachada de granito se ve interrumpida por el pórtico central, donde las columnas se colocan pareadas para permitir una mayor anchura del vano. Sobre las columnas se coloca un sencillo entablamento coronado por un ático con una inscripción conmemorativa y el emblema del CSIC.


Para saber más:

viernes, 6 de agosto de 2010

Clasicismo depurado: Iglesia del Espíritu Santo en Madrid. Miguel Fisac

La arquitectura de Miguel Fisac destaca por su plástica dominación del hormigón armado y pretensado, aprovechando al máximo las capacidades estructurales del material y llevándolo a los límites formales que las técnicas de la época permitían. La parroquia de Santa Ana en Moratalaz o los laboratorios Jorba (popularmente conocidos como la “Pagoda”, demolidos en 1999) son dos edificios representativos a la hora de alabar las cualidades modernas de este arquitecto; sin embargo, solemos olvidar que, como muchos otros maestros de la modernidad, Fisac inició su vida profesional muy vinculado al clasicismo con la construcción de varios edificios para el Consejo Superior de Investigaciones Científicas. Se trata de un clasicismo que como su propio nombre indica pretendía depurarse de los excesos de los eclecticismos de décadas anteriores, así como del intento del modernismo (art nouveau) de crear un arte nuevo. Se trata pues de una llamada al orden como la que supuso el neoclasicismo tras dos siglos de extravagancias manieristas y barrocas.

Aunque con frecuencia se suele asociar este clasicismo con los regímenes totalitarios (fascistas y comunistas), lo cierto es que fue una arquitectura habitual en todas las naciones europeas hasta la Segunda Guerra Mundial. Finalizada ésta, el Plan Marshall y el Estilo Internacional auspiciados por los Estados Unidos (que lo había adoptado como insignia del “New Deal”), desbancarán este clasicismo que queda recluido a los países de la órbita soviética, España y Portugal.

La Iglesia del Espíritu Santo se construyó en 1942 para cubrir las necesidades espirituales de los investigadores del CSIC. Se aprovecharon parte de los muros del Auditorio de la Residencia de Estudiantes (construido por Carlos Arniches y Martín Domínguez en 1931), pues éste había perdido su función específica al desaparecer dicha institución al finalizar la Guerra Civil. Fisac aprovecha la planta rectangular para crear una iglesia de una sola nave cuya volumetría, si exceptuamos el ábside, guarda cierta similitud con el arquetipo de iglesia jesuítica de una sola nave con capillas laterales.

La iglesia es de una sola nave, sin crucero y presbiterio elevado sobre el nivel de la nave, con un único altar sin retablo, destacándolo como el punto noble del templo tanto en el interior como en el exterior. La nave tiene 21 m. de largo y 14 de anchura y está cubierta por tres bóvedas vaídas de hormigón armado con una altura de 18 m. La nave se ilumina mediante seis ventanas laterales bajo los arcos formeros y la gran ventana circular de la fachada.

El ábside es un cilindro de 14 m. de diámetro, cubierto con una cúpula sin linterna de una altura total interior de 31 m de altura, rematado por diez vanos que proyectan una luz cenital sobre el altar. El paso de la superficie cilíndrica del ábside a la rectangular del resto del templo se hace por medio de dos pechinas apoyadas en un arco triunfal que une el ábside y la nave de la iglesia.
Planta y Sección

Un orden de pilastras sencillas, abstractamente dóricas, casi sin basa ni capitel y con un entablamento igualmente depurado, rodean el ábside y hacen descansar los arcos fajones de la bóveda. Fisac cuidó mucho la iluminación y la simbología de la iglesia (los relieves son obra de Juan Adsuara y los frescos de Ramón Stolz), usando el mármol rojo para el ábside (símbolo de la liturgia del Espíritu Santo) y el gris para la nave, orientando de esa forma la vista de los fieles hacia un altar mucho más iluminado (gracias a las ventanas del tambor) que la nave. Todos los elementos parten de un mismo módulo tratado independientemente de la escala humana con el propósito de dar el sentido de verdadera magnitud a la iglesia a partir del contraste entre ambas, a diferencia de la mayoría de las iglesias que concatenaban diferentes ordenaciones desde la escala humana a la colosal, generando una gran confusión a la hora de apreciar la verdadera magnitud de los elementos arquitectónicos.

Detalle del ábside
Detalle de los lunetos
Detalle de la tribuna
En el exterior el arquitecto decide mantener las sobrias fachadas de ladrillo que caracterizaron al edificio reaprovechado; se mantienen los dos arcos ciegos laterales y el cuerpo central avanza un poco para destacarse con una sencilla puerta palladiana sobre la que apoya una arquería ciega y el gran rosetón. Una sencilla cornisa y frontón rematan la fachada.

La fachada del auditorio en comparación con la fachada de la iglesia
Detalle de la puerta de acceso

La propia construcción de la iglesia supuso un reto para el arquitecto, que en un momento de gran escasez de hierro y otros materiales de construcción en la España de la posguerra supo aunar tradición y modernidad construyendo las bóvedas a partir de arcos formeros y fajones de hormigón armado conformando tres espacios rectangulares cubiertos cada uno con una bóveda vaída, tabicada de rasillas siguiendo dicha tradición constructiva española. Como dato anecdótico, el presupuesto total de la obra ascendió a un millón trescientas setenta y dos mil ochocientas ochenta pesetas, con cuarenta céntimos (unos 8500 €).

Las cimbras durante el proceso constructivo

Para saber más:


jueves, 7 de agosto de 2008

Edificios: Catedral de la Almudena, Madrid

Fernando Chueca Goitia: Catedral de la Almudena, Madrid (fase de 1950-1993)

En España hay mucho miedo a usar el clasicismo por las connotaciones morales y políticas que conlleva (por cuanto fue muy usado durante los primeros años del franquismo). Pero como diría Quinlan Terry: Aunque las influencias espirituales, políticas, materiales y temporales cristalicen en piedra o madera, y sean expresadas en formas clásicas, la gramática clásica permanece neutra; como la pintura sobre la paleta del artista.

Sería complicado citar edificios de los últimos treinta años construidos en España que sigan con rigor el clasicismo sin incurrir en el juego posmoderno. La catedral de la Almudena de Madrid quizá sea el caso más característico de clasicismo contemporáneo en España, si bien la historia general del Templo, así como las presiones que recibió el arquitecto, impusieron un clasicismo abstraído con el que contentar a la élite arquitectónica. Por lo demás, la envoltura exterior de la Catedral casa bastante bien con el entorno del Palacio Real, si bien toda ella es una amalgama de fragmentos tanto clásicos como neogóticos que choca un poco.

Sólo por poner un ejemplo: La fachada principal que sigue un modelo neoclásico parisino de pórtico con dos órdenes superpuestos y torres a los lados (como las fachadas de Saint-Sulpice y Saint-Eustache).



Fachada principal (1732-45) de la Iglesia de Saint Sulpice, París. Arquitecto: Giovanni Niccolo Geronimo Servandoni (1695-1766)



Fachada principal (1764) de la Iglesia de Saint- Eustache, París. Arquitecto: Pierre-Louis Moreau (1727-1793) 


Fachada principal de la catedral de la Almudena, Madrid.



Detalles de los órdenes del primer y segundo piso


Las fachadas laterales reflejan un esquema Barroco romano de fachada con órdenes superpuestos y volutas a ambos lados que ocultan los contrafuertes a la vez que conectan ambos cuerpos.




Fachada lateral de la Catedral de la Almudena

La cúpula por su parte es una solución de compromiso para ocultar el crucero y dar a la catedral un aspecto general neoclásico, si bien recuerda más a las cúpulas de hierro y vidrio de edifios gubernamentales del siglo XIX, como el Reichstag de Berlín.
Reichstag, Parlamento Alemán (1888-1894). Arquitecto: Paul Wallot (1841-1912)
Vista general de la catedral de la Almudena


La catedral de la Almudena fue en sus inicios un edificio neogótico proyectado por el Marqués de Cubas, quien quería superar con ella a todos los monumentos góticos y neogóticos de Europa. El megalómano proyecto no tenía cabida en la España del momento, y tras varios años de inactividad fue D. Fernando Chueca quien retomó la construcción en un lenguaje clásico que se adaptara mejor al entorno neoclásico que lo rodeaba.


Maqueta y sección longitudinal del proyecto original del Marqués de Cubas (1883)