sábado, 13 de marzo de 2010

Sobre el Significado del Movimiento Clásico en Arquitectura (III)

Autor: Noah Waldan
Traducción: Pablo Álvarez Funes

Noah Waldman es un graduado de la Universidad de Princeton y la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame. Actualmente está terminando su formación sacerdotal en el Seminario Kenrick-Glennon en San Luis de Iluenses, Misuri (Estados Unidos).

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Lamentablemente, la fuerza de estos sentimientos y significados son fugaces y sus impulsos intangibles. Nuevamente nos encontramos en una situación similar a la de la poesía. Lo que es cognoscible por el observador es tan incompleto e incierto como cualquier producto de nuestra imaginación. Únicamente hay una aproximación por empatía pero que no llega a resultar exitosa. Los sentimientos que evoca la arquitectura ceden rápidamente a una emoción más fuerte y profunda: una maravilla que no puede ser resulta en la Arquitectura. El sentido último de la Arquitectura Clásica, con todo lo que intenta decir sobre el Hombre y su lugar en el Mundo, es el mutismo. Y su último sentimiento es la privación sentida tras la experiencia del placer. Si bien este no es el significado propio de la Arquitectura Clásica, es sin embargo muchas veces su fin. Como cualquier símbolo verdadero, la Arquitectura enlaza los significados y sentimientos de este mundo con los significados infinitos y desconocidos de un orden trascendente. El simbolismo incompleto de la Arquitectura Clásica es como una potencialidad persistente que nos pide su sublimación, su perfección. Como el virtuoso medio entre el Hombre y la Historia, la Arquitectura Clásica, con toda su belleza, no puede hablarnos de la naturaleza trascendente y del destino del Hombre; no puede hablar del final de la Historia o la consumación de todas las cosas. Y aunque la Arquitectura Clásica declara la dignidad del Hombre por el Hombre, en última instancia nos habla de la finitud humana. Por esta razón hay una tristeza que impregna toda la Arquitectura Clásica, una tristeza que falta en esas arquitecturas más alegres, como la románica o la gótica, que abrazan la trascendencia dentro de su simbolismo, el cual señala expresamente la esperanza en otro mundo.

La Arquitectura Clásica es, pues, un digno de la más profunda humildad que, en su belleza triste, expresa lo que Virgilio llama Lacrimal rerum, “las lágrimas de las cosas”. No podemos decir que esta arquitectura nace desde un sufrimiento en el alma de quien contempla su belleza como algo no correspondido en el aquí y ahora de la condición humana. Si el sufrimiento ha de ser redimido y logra su salvación en la esperanza, el alma debe recurrir a la trascendencia. Una trascendencia cuya verdadera “simbolización” va más allá del Hombre y la Historia. Por lo tanto, la apertura de esta arquitectura, incompleta como símbolo, puede ser ocasión para contemplar la vida del mundo futuro así como el posible futuro de este mundo.

Llegamos aquí al final de nuestro intento de definir el significado de la Arquitectura Clásica y el movimiento en el que participa el Nuevo Clasicismo. En su simbolización respecto al Hombre y la Historia, su significado es, irónicamente, más profundamente humano e histórico conforme comprendemos que su significado fundamental reside en su propia insuficiencia. Es más, esa insuficiencia es la razón por la que el arte mueve al alma. La privación es, al fin y al cabo, la “esencia” de la existencia humana; así la esencia de la belleza es la pérdida. El Hombre es más Hombre cuando reconoce en su corazón el profundo anhelo de una eternidad que está más allá de sus fuerzas.

Queda por ver cómo se entiende el conjunto del Nuevo Clasicismo en relación a esta laguna fundamental. Hay muchas opiniones dentro del movimiento, pero podemos predecir con claridad dos posibles escenarios. Si el Movimiento del Nuevo Clasicismo se afirma ideológicamente en un formalismo dogmático, llegará a su fin con toda seguridad. La señal de que esto haya sucedido será una servil imitación del pasado (en realidad un tímido “escape de la Historia”), una adhesión a un diseño a partir de modelos de prontuario, y la falta de innovación. Un signo saludable será ver a este nuevo movimiento abrazar pasado presente, para comenzar a abordar los problemas de nuestro tiempo con ingenio. No hay nada dentro de la media clásica que impida el progreso lingüístico a gran escala para permitir su adaptación a las culturas indígenas, nuevos entornos y nuevas tecnologías. Si esto ocurre, el nuevo movimiento continuará, porque no perderá su poder para hablar al alma de la humanidad.

Si un clasicismo tan dinámico empieza a apoderarse del paisaje visual y virtual del mundo, puede surgir una nueva esperanza. Salvo en el caso del advenimiento pacífico de una nueva Cristiandad mundial y por tanto de un renacimiento Gótico que hable expresivamente del mundo por venir, el Nuevo Clasicismo ofrece un lenguaje común para la cultura pluralista mundial que está surgiendo. La hermosa tristeza que constituye el espíritu de esta arquitectura puede convertirse en un mensaje escrito en el mundo, exhortando a todos los seres humanos del tercer milenio a recuperar y reconocer lo que perdieron al final del segundo: la necesidad humana de un significado trascendente más allá de la Historia, más allá de lo que puedan construir manos humanas, más allá del símbolo y su representación; sólo entonces veremos la propia belleza cara a cara.

2 comentarios:

  1. Un artículo excelente. La idea de una arquitectura que reconoce su belleza en la evocación de la trascendencia, reconociendo su propia finitud, me parece muy acertada.

    Sería interesante ver cómo estas ideas se materializan. Arreglar esta huida de la Historia sin caer en otra huida, esta vez de la modernidad (que al fin y al cabo es nuestra historia, aunque sólo tenga 100 años) es todo un reto.

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  2. Juanan, este artículo es una especie de ideario de lo que el Nuevo Clasicismo puede ser. A mí me resulta muy sugerente que use el término "Movimiento" en clara contraposición al Movimiento Moderno que anuló al clasicismo aun cuando se fundamenta en él.

    Reconocer esa materialización que indicas implica admitir y recoger los progresos de la propia modernidad en beneficio del clasicismo sin por ello caer en el pastiche (al igual que incurre hoy día la otrora prístina modernidad).

    Un saludo.

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