Durante sus años de gestación con las primeras vanguardias y de triunfo y expansión tras la Segunda Guerra Mundial, la arquitectura moderna, tipificada a través del “Estilo Internacional”, controló el crecimiento y reconstrucción de las ciudades occidentales y sus colonias, programando grandes conjuntos funcionales y maquinistas que seguían las pautas de la Ville Radieuse de Le Corbusier y los CIAM; pero con el tiempo estos principios, surgidos de la inocencia e ingenuidad de quienes miraban el mundo surgido tras la Primera Guerra Mundial como una tabula rasa a partir de la cual construir un mundo nuevo, mostraron una particular tendencia a la anomia que acabó siendo la causa de muchos de los problemas de integración y degradación de grandes áreas urbanas.
Con la “muerte” de la Arquitectura Moderna (Pruitt Igoe, 1972) se inicia una nueva etapa para la Arquitectura: la Posmodernidad. Como sucedía antaño con la muerte de monarcas o dirigentes autoritarios y el pueblo veía con entusiasmo el futuro, los arquitectos pronto se sintieron liberados del mito del Movimiento Moderno y su incapacidad para dar respuesta a todas las necesidades de la sociedad. Por primera vez en cuarenta años se atrevieron a mirar al pasado sin los complejos ideológicos que antes se lo impedían. Estas aproximaciones constituyen la primera etapa de la Posmodernidad como tal, que todavía convivió con otras “familias” del Movimiento Moderno como el brutalismo.
Los resultados de estas revisiones del pasado son muy desiguales en función del modo en que cada arquitecto la realizada. Hubo quien se decidió a mirar al pasado de forma desenfadada y emplearlo con ironía contra las carencias de la modernidad. Otros optaron por retomar los principios generales del clasicismo sin olvidar la modernidad. También se siguió el camino de continuar el clasicismo como si la modernidad sólo hubiese sido un mal sueño y seguir desarrollando el mismo como durante la Ilustración. Además surgieron variantes más moderadas de esta última que buscaban la esencia del clasicismo como tal o la manera de adaptarlo de forma seria a la “tradición moderna” sin caer en ironías o insulsos juegos formales.
Todas estas variantes de lo que habría de llamarse clasicismo posmoderno fueron recogidas por Robert A. M. Stern en su libro “El clasicismo moderno” y clasificadas en cinco tipos: clasicismo irónico, clasicismo latente, clasicismo esencialista, clasicismo canónico y tradicionalismo moderno. Con esta clasificación se ahonda en un fenómeno ya apuntado por Jencks al estudiar la arquitectura posmoderna, si bien Jencks en su análisis se centra sobre todo en el enfoque irónico del clasicismo y despreciando los demás, Stern da a estas cinco variantes el mismo tratamiento crítico, mostrando una visión amplia y objetiva de esta etapa de la Historia de la Arquitectura.
Clasicismo irónico: Edificio para la compañía Disney. Burbank, California, EEUU. (1992). Arquitecto: Michael Graves.
Clasicismo irónico: Plaza de Italia, Nueva Orleans, Luisiana, EEUU. (1978) Arquitecto: Charles Moore.
Clasicismo latente: Vivienda unifamiliar en Viganello, Suiza (1981). Arquitecto: Mario Botta.
Clasicismo esencialista: Galerías Duncan, Lincoln, Nebraska, EEUU (2002). Arquitecto: Demetri Porhyrios.
Clasicismo esencialista: Centro Cívico de la Ciudad de Florida, Florida, EEUU (1994). Arquitectos: Andres Duany y Elizabeth Plater Zyberk.
Clasicismo canónico: Ampliación del Senado, París, Francia (1986). Arquitecto: Christian Langlois
Clasicismo canónico: Edificio de entrada al banco Riggs, Washington DC, EEUU (1990). Arquitecto: John Blatteau.
Tradionalismo moderno: Vivienda en Hampshire, Reino Unido (2006). Arquitectos: Robert Adam Architects.
Tradicionalismo Moderno: Biblioteca Pública de Jacksonville, Florida, EEUU (2005). Arquitecto: Robert A. M. Stern.
De estos cinco modos de entender la tradición, sólo los tres últimos (clasicismo esencialista, clasicismo canónico y tradicionalismo moderno) han tenido una continuidad hasta nuestros días. Su difusión y docencia quedar oscurecida por el peso relativo de los dos primeros, a su vez los únicos estudiados en las líneas oficiales, en parte debido a la influencia de Jencks (quien por otra parte muestra sin pudor un desprecio hacia las otras formas de aproximarse al clasicismo), y en parte como demostración parcial (sólo centrada en los enfoques irónico y latente) del fracaso de ese retorno irreflexivo al pasado, que se hace extensible al resto de manifestaciones clásicas contemporáneas. Es con este razonamiento con el que se ahoga cualquier planteamiento o iniciativa clasicista desde el estamento académico, muchas veces proviniendo de arquitectos que su momento no tuvieron problemas con retornar al clasicismo.
Esencialista, canónico o tradicionalista moderno, el arquitecto clásico contemporáneo encuentra en estas categorías un abanico de posibilidades con el que desarrollar su obra con la suficiente originalidad como para ser moderno, pero también con el suficiente conocimiento del pasado como para ser tradicionalista o directamente clásico. En definitiva, un camino para ser intemporal, pero de su tiempo.
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