La Ilustración es un movimiento que pretende salir de la crisis del Barroco a partir de un sistema de pensamiento basado en la razón, y está directamente relacionado con la aparición de las academias en Francia. Las Academias eran instituciones fundadas por la Corona para fomentar la difusión del saber, así como la investigación, la innovación. Desde la Querella entre los antiguos y modernos se hacía patente la necesidad por parte de los ilustrados de una revisión filológica del texto de Vitruvio para redefinir en nuevos términos más actualizados los conceptos de clasicidad y belleza. Pero además de una correcta traducción era necesaria una nueva recapitulación de los restos de la antigüedad, ésta última fomentada por la perfección en las técnicas de representación y el grabado. Y esta nueva recapitulación encontrará su fundamento teórico en la obra de Winckelmann (1717 – 1768), padre de la arqueología moderna y de la teoría de la estética. En sus escritos define de manera objetiva y rigurosa el concepto de belleza clásica en arte, que se convertirán en la referencia de la teoría artística del Neoclasicismo. En España, tenemos un magnífico ejemplo en la labor del Padre José Ortiz y Sanz, quien en 1787 realiza una magnífica e insuperable traducción al español de Vitruvio, ilustrándolo con grabados basados en una rigurosa observación directa.
Si Winckelmann es el fundador de la teoría estética moderna, será el abad Marc-Antoine Laugier (1713-1769) quien inicie la tratadística arquitectónica contemporánea. Si hasta el momento la tratadística centró sus planteamientos en el estudio de los órdenes arquitectónicos, y sus correspondientes proporciones, como la base de un entendimiento por que la arquitectura era considerada capaz de mostrar los principios de la armonía del universo, Laugier tuvo como objetivo el devolver a los órdenes su carácter funcional, llegando a establecer una visión de la arquitectura que, a través de la racionalidad constructiva, se definía mediante su estructura espacial. Esta interpretación de la arquitectura a partir de la racionalidad constructiva se realiza a partir de la visualización filosófica de la cabaña primigenia, inicio teórico de la arquitectura.
Frontispicio del "Ensayo sobre la arquitectura" de Marc Antonine Laugier, editado en París en 1755
El Ensayo propone una arquitectura libre de muros, donde la columna y el arquitrabe sean los elementos definitorios de la estructura del edificio. Las pretensiones de Laugier eran eliminar la “arquitectura en relieve” propia del Barroco y Rococó, pero no eliminar ni los muros ni los órdenes clásicos. El orden debe depurarse y emplearse racionalmente, no tanto exclusivamente según los principios de Vitruvio sino apelando a una racionalidad ornamental basada en una exhaustiva comparación de detalles según los diferentes tratadistas y la observación directa tanto de las ruinas de la Antigüedad como de los edificios modernos, pues en el siglo XVIII el lenguaje clásico estaba lo suficientemente asentado como para tomar de referencia algunas grandes obras del renacimiento y barroco.
Junto con Laugier, otro de los grandes tratadistas del Neoclasicismo es Jean Nicolas Louis Durand (1760-1835), quien entre 1802 y 1805 publica su Compendio de lecciones de arquitectura, fruto de sus enseñanzas en la Escuela Politécnica. Han pasado casi cincuenta años desde el tratado de Laugier, y el mundo había cambiado muchísimo; el largo proceso de la Revolución Francesa abolió los privilegios hereditarios de la nobleza e instauró la era de la burguesía. En esta nueva era, las Academias dependientes de la corona desaparecieron para dar paso a los Institutos y Escuelas Politécnicas, donde se esperaba dejar atrás los rigores e inflexibilidades propias de las Academias y dar paso a un nuevo periodo de educación e investigación. El método de Durand es una adaptación técnica de las teorías de Laugier. En los cincuenta años que distan entre una y otra obra se realizaron grandes avances en la construcción tradicional, que permitieron un conocimiento de los materiales y una optimización de su empleo. Estos avances eran exactamente los que necesitaban las teorías revolucionarias para ser aplicadas a la arquitectura.
Las dos primeras láminas de las "Lecciones de Arquitectura" de Jean Nicole Louis Durand, editadas en París en 1819
El método de Durand se inicia con una dura crítica hacia el Sainte-Geneviève (el Panteón de París) de Jacques-Germain Soufflot, pues consideraba que era una obra muy cara y poco bella; él propone una gran cúpula con columnas que asegura costaría la mitad y daría un aspecto más grandioso. En lo que respecta a los órdenes, Durand no entra en discusiones de ningún tipo y propone unos órdenes que se podrían considerar “media aritmética” de cada tipo. Después de las revisiones filológicas de Vitruvio, y una vez establecidos los conceptos básicos para la nueva clasicidad, las preocupaciones se centran en la búsqueda de medios económicos de construcción, que permitan el desarrollo de la nueva sociedad sin caer en los excesos arquitectónicos de antiguos régimen (representado por el rococó y primer neoclasicismo). El tratado de Durand tendrá mucha aceptación durante el periodo napoleónico, pues su método se adaptaba perfectamente a las nuevas necesidades tipológicas del programa constructivo de Napoleón (cuarteles, bibliotecas, almacenes, viviendas dignas…). Los conceptos vitruvianos de solidez, utilidad y belleza (firmitas, utilitas y venustas) darán paso a los de utilidad, conveniencia y economía, abriendo el camino para los postulados teóricos de la arquitectura moderna.
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