Publicado originalmente en: Three Classicists. Drawings & work by Ben Pentreath, George Saumarez Smith & Francis Terry.
Autor: Francis Terry.
Traducción: Pablo Álvarez Funes.
Los arquitectos a ambos lados de la división estilística entre clasicismo y modernidad intentan justificar sus gustos personales mediante consideraciones ideológicas, pero este no es mi caso. Se trata de un intento infructuoso, como podemos apreciar si leemos a arquitectos modernos desde Ruskin a Le Corbusier.
Para mí, el placer que se obtiene viendo cómo incide la luz en las superficies de un edificio clásico es razón suficiente para justificar el clasicismo. Cornisas, impostas, pilastras y swags se conciben para ser bellas (en el sentido albertiano) y su función es secundaria. Así que no debería sorprendernos que la mayoría de los arquitectos del Renacimiento y barroco hayan empezado su vida profesional como pintores o escultores. Estos artistas pensaban en la arquitectura como una rama de la escultura, donde el concepto primario era el juego de luces y sombras y las proporciones.
Además del placer estético, también está la emoción del trabajar con un lenguaje con varios milenios de antigüedad. La potencia sutil de estas obras, ya sea el Panteón o los fragmentos de la colosal escultura del Emperador Constanino, tiene una magia que ha inspirado a generaciones desde Brunelleschi a Byron. Disfruto cuando trabajo con esta tradición tan noble y antigua, y se observa una sabiduría acumulada a la hora de aprehender la lección de incontables artesanos a través de los años. Esto hace que el clasicismo sea un placer para el detalle y el diseño. La arquitectura minimalista puede elogiarse a su modo, pero nunca le veré atractivo. Hacer el detalle de un hueco sombrío puede ser muy digno, pero para mí sería una tarea aburrida.
También es emocionante ver a los artesanos que producen los elementos clásicos, ya sea un cantero esculpiendo las piezas de una chimenea de mármol, o un estuquista modelando un panel decorativo. Cada uno interpretará los elementos de forma sutilmente diferente y con ello aportarán su visión personal de la arquitectura.
La arquitectura, al igual que la música, no se disfruta en la teoría sino con el corazón; si la arquitectura clásica se reduce a su nivel más básico, desaparece por completo, pero si triunfa será un placer para generaciones.
El artista desesperado ante la grandeza de las ruinas antiguas. Johann Heinrich Füssli, 1779.
Francis Terry es un arquitecto británico hijo del también arquitecto Quinlan Terry. En mayo de 2010 se celebró una exposición de su trabajo y de otros dos jóvenes arquitectos bajo el título “Tres Clasicistas” en el Real Instituto de Arquitectos Británicos en Londres.
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