Sitio dedicado a la divulgación de la arquitectura clásica contemporánea. Comentamos obras, disipamos mitos en torno al clasicismo arquitectónico y planteamos alternativas a la arquitectura contemporánea, en un intento de colocar al clasicismo en igualdad de condiciones frente a las demás opciones arquitectónicas
jueves, 28 de mayo de 2009
domingo, 24 de mayo de 2009
Conversaciones en torno al clasicismo (XV)
jueves, 21 de mayo de 2009
Edificios: Galería de la Reina en el Palacio de Buckingham, Londres, Reino Unido. (VII)
martes, 19 de mayo de 2009
Edificios: Galería de la Reina en el Palacio de Buckingham, Londres, Reino Unido. (VI)
La Galería Nash es el único espacio que ocupa una parte preexistente del Palacio. Se corresponde con uno de los tres Pabellones que John Nash diseñó en las esquinas del Palacio y que resultaron gravemente dañados durante los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial. Para armonizar el diseño interior con el exterior del pabellón, el nuevo interior de la Galería Nash se inspira en la obra del arquitecto que le da nombre. La Galería original, diseñada para albergar la gran colección de pintura flamenca y holandesa del rey Jorge IV, permanecía en pie como parte de las estancias del primer piso del Palacio, aunque la cubierta de Nash, con arcos colgados y bóvedas de vidrio, se ha perdido. El arquitecto utilizó este innovador sistema de cubiertas en otras dos galerías ahora desaparecidas; el diseño de las nuevas galerías recrea de algún modo la poética de estos espacios perdidos. Las grandes vigas de la cubierta se sostienen con unos modillones vigorosamente decorados con hojas de acanto en referencia a los originales de Nash que pueden encontrarse en cualquier parte del Palacio.
Las vigas de cubierta son funcionales a la vez que decorativas, ya que son transitables y permiten a los técnicos llegar a los sistemas de iluminación sin la necesidad de recurrir a andamios. La iluminación cenital de estos espacios se controla cuidadosamente mediante persianas exteriores, que se abren o cierran automáticamente en función de la intensidad lumínica. Esto asegura que las galerías ofrezcan siempre un nivel óptimo de iluminación a la vez que mantienen los niveles de luz necesarios para la conservación de obras de arte.
sábado, 16 de mayo de 2009
Las teorías sobre la construcción de las pirámides (I)
Las referencias más antiguas a la construcción de las Pirámides, concretamente la Gran Pirámide o Pirámide de Keops, datan del siglo V a. C., es decir, unos dos mil años después de su construcción (estimada en 2570 a. C.). Pero las primeras Pirámides son más antiguas (sobre 2650 a. C.) y se derivan de una tipología anterior, las mastabas.
Las mastabas derivan de los primitivos túmulos funerarios y son estructuras con forma de tronco de pirámide, inicialmente de adobe y con posterioridad de piedra, divididas en dos niveles: uno superior que hacía las funciones de lugar de culto y uno inferior consistente en cámaras sepulcrales selladas una vez depositados el cadáver y su ajuar funerario. Su construcción era sencilla y consistía en el excavado de las fosas y su posterior recubrimiento con la estructura de adobe o piedra por acumulación de material en hiladas sucesivas. Estas mastabas estaban apartadas del curso del Nilo, para evitar inundaciones de las salas subterráneas, y orientadas al Oeste pues allí situaban los egipcios el inicio del viaje al Más Allá.
La primera pirámide como tal, la del faraón Zoser en Saqqara, es el resultado de superponer varias estructuras de mastaba una encima de otra. El diseño inicial era una mastaba de grandes dimensiones y tres niveles escalonados, aunque con el tiempo se le añadieron otros tres más hasta conformar un rectángulo de 140x118 metros y unos 60 metros de altura. A la pirámide se añadió un gran complejo funerario para garantizar los cultos necesarios para el viaje hacia el inframundo del Faraón.
La primera Pirámide nos ha dejado también el nombre del primer arquitecto reconocido como tal, el visir Imhotep, quien entre sus numerosos títulos incluía el de “maestro-artesano de todos los escultores y albañiles”. Esto revela el alto grado de complejidad al que llegaron estas construcciones, al ser necesario alguien que los coordine, y la existencia de una estructura social organizada capaz de mantener con sus excedentes agrícolas a una población dedicada a actividades especializadas. Pues en contra a la creencia popular, fomentada por las grandes producciones de cine y algunos textos del siglo XIX, los constructores de las pirámides no eran ni judíos ni esclavos, sino hombres libes, campesinos que durante las inundaciones del Nilo se dedicaban a estas actividades para mayor honra de su faraón. No olvidemos que en la civilización egipcia el Faraón no era sólo el jefe de Estado en nuestra acepción moderna, era el vínculo de comunicación entre los dioses y la tierra; y en una cultura donde la muerte era casi tan importante como la vida era necesario ciudar hasta el más mínimo detalle el viaje al otro mundo de la persona más importante que existía para ellos.
La Pirámide escalonada de Saqqara utiliza la piedra como material estructural, si bien trabajada en pequeños bloques que faciliten su manejo y luego revestida de piedra caliza pulida.
El siguiente paso en la evolución de las Pirámides lo tenemos en las construidas durante el reinado del Faraón Seneferu, que a grandes rasgos suponen la experimentación hacia el tipo de pirámide clásica del que son su mayor ejemplo las Pirámides de Giza. A su mandato se adjudican tres pirámides, una en Meidum (la primera) y dos en Dashur.
La pirámide de Meidum pasa por ser el primer intento de crear una pirámide con caras inclinadas, aunque su actual estado ruinoso nos indica que bien la obra nunca llegó a terminarse, bien se colapsó y perdió gran parte de su volumen. Fue construida durante el reinado de Huny, padre de Senefru, como pirámide escalonada con ocho niveles y su hijo fue quien intentó darle caras lisas. Sin embargo, la forma de superponer los niveles motivó el derrumbamiento de las sucesivas capas hasta quedar el núcleo actualmente visible. Al igual que la de Saqqara esta Pirámide cuenta con un complejo religioso anexo y una pequeña pirámide subsidiaria.
La siguiente pirámide es la denominada Acodada, que recibe su nombre debido a la doble pendiente de sus caras. Es la segunda realizada durante el reinado de Senefuru y está ubicada en Dashur. Esta pirámide presenta ya las carácterísticas clásicas de las Pirámides de Giza y posteriores: cámaras funerarias abovedadas con la técnica de la falsa bóveda ó bóveda escalonada (superposición de losas ligeramente voladas con respecto a la inferior hasta tocarse en un extremo superior), dos entradas a las cámaras sepulcrales (una orientada a este y otra a norte, aunque lo normal es que ambas estén orientadas a norte), y sistemas de cierre por rastras (sellado de los corredores con grandes rocas).
La pirámide está construida en piedras rojas procedentes de una cantera local, y fue revestida con caliza blanca de Tura. Su interior consta de tres cámaras, presentando la particularidad de ser la única pirámide suyas cámaras se sitúan enteramente sobre el nivel del suelo. Al parecer esta fue la única de las tres pirámides que sirvió de enterramiento para Seneferu, si tenemos en cuenta que la de Meidún colapsó y la acodada fuese rechazada por “defectuosa”.
Hasta ese momento los mampuestos empleados en la construcción de las pirámides eran de dimensiones “modestas” en comparación con los de la Gran Pirámide que se construyó después. El estudio de las diferentes teorías sobre su construcción, así como varios de los mitos asociadas a ella, será el objeto de la siguiente entrada.
Bibliografía recomendada:
Giedion, Sigfried. El presente eterno: los principios de la arquitectura.
Páginas webs de interés:
Historia del arte del Antiguo Egipto
martes, 12 de mayo de 2009
Conversaciones en torno al clasicismo (XIV)
Efectivamente en el justo medio está la virtud, pero el debate entre clasicismo y modernidad ha sido maniqueo desde sus inicios. El Movimiento Moderno anuló el clasicismo y la arquitectura tradicional y la Posmodernidad simplemente ofreció una pantomima del mismo para reirse de las carencias de la arquitectura Moderna. Quienes intentaron conciliar ambas partes siguiendo ese irónico camino acabaron volviendo al redil de la modernidad criticando a unos arquitectos clasicistas que nunca llegaron a entender.
Y los nuevos clasicos no hacen otra cosa sino recoger el testigo de un gran público hastiado de "espejitos de colores", muy impresionantes formalmente pero que luego son incapaces de generar vida social. El príncipe de Gales, como muchos británicos, sigue viendo la arquitectura clásica como un generador de vida urbana y virtudes cívicas.
A día de hoy resulta difícil plantear una reconciliación entre ambas partes, habida cuenta del fracaso de la arquitectura posmoderna en ese sentido. La arquitectura clásica vuelve a ganar terreno después de décadas de excesos y "efectos Guggenheim". Las variantes actuales del Movimiento Moderno cuentan con el beneplácito de las escuelas y concursos de arquitectura.
La crisis de la farándula arquitectónica, los autodenominados "starchitects", ha vuelto a desequilibrar la balanza dando más protagonismo a un colectivo que laboriosamente y en las sombras ha devuelto el prestigio a una forma de entender la arquitectura denostada por las élites arquitectónicas durante décadas.
domingo, 10 de mayo de 2009
El príncipe Carlos tenía razón. Ahora los arquitectos deben oírle
sábado, 9 de mayo de 2009
sábado, 2 de mayo de 2009
El pueblo ha hablado
viernes, 1 de mayo de 2009
El mal ejemplo de Yamusukro
Hasta ese momento Yamusukro era una pequeña localidad agrícola rodeada de plantaciones; para elevarla a la categoría de nueva capital del estado, el presidente emprendió una serie de ambiciosos planes que incluían la construcción de un aeropuerto internacional (uno de los dos de África donde puede aterrizar un Concorde) y varios edificios emblemáticos, como la Fundación Félix Houphouët-Boigny, el Ayuntamiento, el Palacio de Invitados, el templo Protestante y la Mezquita. Pero por encima de todos ellos destaca, tanto por su superficie como por su característica silueta urbana, la Basílica de Nuestra Señora de la Paz, que pasa por ser el templo cristiano de mayor superficie construida (30000 m2 de superficie y 158 m de alto).
Los edificios de Yamusukro podrían calificarse como una mezcla entre Arquitectura Posmoderna y megalomanía totalitaria. En contraste con las inmensas moles de hormigón de las nuevas ciudades fundadas en décadas anteriores bajo los principios del Movimiento Moderno, los edificios de Yamusukro pueden recordar vagamente a arquitectura de Albert Speer, el Clasicismo Soviético, o el clasicismo irónico o latente que empezó a difundirse tras la crisis de la modernidad.
La mezquita de Yamusukro
La Basílica, diseñada por el arquitecto libano-marfileño Pierre Fakhoury, es una copia bastante desafortunada de la Basílica de San Pedro, siendo perfectamente reconocibles la analogía directa con la cúpula de Miguel Ángel y la columnata de Bernini.
Alzado comparativo de las dos basílicas
Sin embargo, las similitudes acaban prácticamente ahí. Frente a la planta cruciforme de la basílica de San Pedro, la de Yamusukro es una planta centralizada, prácticamente una enorme cúpula sobre columnas con una imitación, también desafortunada, del baldaquino de Bernini. Estas columnas no son estructurales; al igual que las de Boffil en Abraxes, están huecas y contienen escaleras e instalaciones.
Y frente al gran espacio abierto que abraza al visitante que accede desde el abigarrado entramado urbano de la Ciudad Eterna, la plaza de la Basílica de Yamusukro es literalmente un intento de ponerle puertas al campo ya que, aparte de estar situada en los límites de la capital, está rodeada por unos vastos jardines a día de hoy bastante deteriorados. La columnata, por mucho que crezca la ciudad en el futuro, siempre será un espacio abierto incongruentemente rodeado de otro espacio abierto, por lo que ha perdido (por no haberla tenido nunca) la esencia espacial de su original romana.
Por último, la basílica de Nuestra Señora de la Paz y la columnata que la precede son de un colosal orden dórico (torpemente integrado en el interior con un orden gigante de columnas jónicas), cuyas dimensiones y esbeltez nos hacen pensar que su elección no vino tanto motivada por la asociación, creada por Serlio, entre San Pedro y orden dórico, como por las limitaciones presupuestarias. A pesar de ser un orgullo para los católicos marfileños, y a pesar de las ingentes cantidades de mármol italiano y vidrio francés empleadas, la basílica no deja de resultar solitaria y desoladora en su inmensa magnitud, así como parca y descuidada en detalles.
Muchas son las críticas que se han lanzado sobre la basílica, la mayoría de las cuales cuestionando la necesidad de tan desmesurado edificio en un país donde apenas un tercio de la población tiene agua corriente (y a pesar de que la financiación de la misma haya corrido de los fondos privados del presidente). Otros van más allá e incluyen en sus críticas a la Iglesia Católica: la basílica es propiedad del Vaticano y cuenta con un palacio privado para las visitas papales (hasta el momento sólo una, en 1990, para la consagración). Sin embargo, el Vaticano se negó en un principio a aceptar el regalo marfileño por lo excesivamente ostentoso y sólo lo aceptó tras la firma de un acuerdo, no cumplido posteriormente por las autoridades del país, en el que se comprometía la construcción de un hospital y una Universidad Católica.
Y si nos circunscribimos a la crítica arquitectónica, el asunto que nos concierne en este blog, nos encontramos con que, al igual que con el mal llamado clasicismo moderno (ver), este edificio se suele citar como paradigma de la inconsistencia del nuevo clasicismo que lleva treinta años plantándole cara a la modernidad. La crítica habitual continúa su razonamiento y hace extensibles los términos “pastiche” y “megalomanía” a toda la producción clásica contemporánea y con estas palabras máginas cierran cualquier tentativa de debate.
Como comentamos en su momento, no están faltos de razón. La basílica de Nuestra Señora de la Paz de Yamusukro podría encuadrarse, según la clasificación de Robert A. M. Stern, dentro del clasicismo latente o esencialista. Estéticamente podría asimilarse también al enfoque irónico, pero la ironía de este edificio trasciende los detalles arquitectónicos. En cualquier caso es un ejemplo de las consecuencias derivadas de uso inadecuado de esta arquitectura, lo que nos recuerda, una vez más, a la conclusión gráfica de la introducción a la primera parte del Compendio de Lecciones de Arquitectura de Jean Nicole Louis Durand. Éste proponía con su método desterrar los excesos que se habían cometido en la arquitectura barroca y, a partir de un análisis empírico de la arquitectura clásica, plantear un neoclasicismo cuyos objetivos fueran la utilidad pública y privada, la conservación de la misma y la dicha de los individuos, las familias y la sociedad.
La primera lámina explica “los funestos efectos que resultan de la ignorancia o el incumplimiento de los verdaderos principios de la arquitectura”, en referencia a la actual Basílica de San Pedro comparada con un modelo optimizado de la primitiva basílica constantiniana.
La segunda lámina expone “las ventajas que procuran a la sociedad el conocimiento y la observación de los verdaderos principios de la arquitectura”, comparando en este caso el Panteón de París con un modelo del propio Durand que él mismo califica de “amplio y magnífico”.
No le será muy complicado al lector darse cuenta que los mismos errores arquitectónicos que Durand atribuye a la Basílica de San Pedro podrían aplicarse, todavía con mayor razón, a la Basílica de Yamusukro.