domingo, 28 de agosto de 2011

Una alternativa a la arquitectura religiosa de Ignacio Vicens

Hacíamos referencia la semana pasada a la ingeniosa comparación que, desde Ex Orbe, se hacía entre la Iglesia de Santa Mónica, del arquitecto Ignacio Vicens, y un vehículo de fantasía del universo Starwars. Ante las contundentes y en cierto modo pretenciosas afirmaciones del arquitecto cabría preguntarse si la deriva general de la arquitectura que llevamos sufriendo desde las vanguardias de principios del siglo XX y enquistada en la Iglesia Católica desde el Concilio Vaticano II, puede llegar a buen puerto o por el contrario seguirá en esa alocada huida hacia delante que se aleja cada vez más de las necesidades reales de la sociedad en nombre los dudosos conceptos de funcionalismo, economía, progreso y modernidad.

Esta soberbia moderna por hacer una arquitectura que se imponga al pasado recluye la tradición a una venerable pero incómoda pieza de museo y desarrolla un lenguaje que redefine la arquitectura en cada trazo, que pretende ser objetivo y positivista pero que en realidad es subjetivo y aleatorio, sin vinculación alguna con la realidad y cuyos abstractos resultados están tan desarraigados que podrían insertarse invariablemente en cualquier rincón del planeta. Frente a esa visión tan fría y caótica se erige otra, representada por aquellos arquitectos que creen firmemente en la continuidad de la tradición arquitectónica occidental como fuente inagotable para la génesis proyectual de nuevos edificios, entendiendo ésta no como un catálogo de elementos inconexos que se pueden insertar de cualquier forma (pues eso sería pastiche), sino como algo perfectamente estructurado con el que podamos expresar los más elevados pensamientos en una lengua que todos entendamos: el lenguaje del clasicismo y la tradición. El primero es una expresión universal creada para todos los pueblos, para todas las naciones; el segundo es la natural adaptación al medio en el que ese lenguaje universal se inserta, ya sea de forma grandilocuente o verdaderamente humilde.

El arquitecto norteamericano Duncan Stroik es un arquitecto plenamente convencido de la idoneidad del lenguaje clásico para la arquitectura religiosa, símbolo material de la vital importancia de la Tradición dentro de la Doctrina de la Iglesia Católica. Su Capilla de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad en el Colegio Tomás Aquino en Santa Paula, California, consagrada en 2008, es una iglesia que enseña, un verdadero catecismo en piedra.


Para saber más sobre la Capilla de Nuestra Señora de la Santísima Trinidad del Colegio Tomás Aquino en Santa Paula, California:


Una Iglesia que enseña (en inglés)

4 comentarios:

  1. Me gusta mucho, especialmente porque la piedra parece que está muy bien labrada. Es dificil encontrar cosas así hoy en dia.

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  2. Da envidia los EEUU, donde cabe todo. Aquí parece que la tiranía o mafia de los arquitectos que niegan a nadie la posibilidad de recurrir al lenguage clásico. Cuando se les enseña a los arquitectos a preferir lo moderno por dogma a lo bello (porque un arquitecto tiene que ser ante todo artista), es que hemos perdido el camino.

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  3. Estimado Nacho, muchas gracias por su comentario.

    Sobre la piedra, decirle que no es tan complicado encontrar buenos canteros hoy día. Las Escuelas de Artes y Oficios forman a muy buenos profesionales en labores de cantería. La calidad de algunos acabados a veces es mediocre por el desconocimiento generalizado entre canteros y arquitectos del lenguaje clásico, pero con la debida supervisión los resultados son magníficos.

    En España y en general en los países no anglosajones la enseñanza del lenguaje clásico brilla por su ausencia, reducida en el mejor de los casos a un anquilosado estudio histórico del que no se puede extraer ninguna experiencia, y en el peor, a ser juzgado como categoría moral y política por haber sido usado por regímenes totalitarios.

    Es necesario que desde las Escuelas se muestre el lenguaje clásico como una tradición viva de la que podemos aprender toda una lección de sostenibilidad y belleza y no como una inerte pieza de museo que sólo puede ser vista con curiosidad y desdén.

    Un saludo.

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  4. Animo a todos a visita Talleres de Arte Granda (www.granda.com), empresa en la que trabajo y que realizó el baldaquino que pueden observar en el proyecto del Saint Thomas Scholl, California.

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