Zamora es una ciudad situada a orillas del Duero. Punto clave durante la Reconquista, a partir dela batalla de las Navas de Tolosa fue pediendo relevancia hasta convertirse en una apacible capital de provincia. Su prosperidad durante la Edad Media se traduce en la cantidad de Iglesias románicas que hay en la ciudad, uno de los conjuntos altomedievales más importantes de Europa. Si exceptuamos la magistral intervención herreriana en la fachada sur de la Catedral, no es hasta finales del siglo XIX y principios del XX cuando la ciudad viva otro periodo de esplendor, que se tradujo en nuevos edificios que, en lugar de seguir los regionalismos decadentes, optaron por las nuevas corrientes que traía el “art nouveau”, dando lugar a uno de los conjuntos modernistas más interesantes de la España interior. La Universidad Laboral, obra de Luis Moya y primera de una serie de complejos docentes repartidos por nuestra geografía, nos da una magistral lección de clasicismo depurado.
La Transición española coincide con el triunfo del clasicismo posmoderno y muchas infraestructuras que se construyeron a finales del siglo XX en nuestro país se adscriben a la tendencia clasificada como clasicismo latente por Robert A. M. Stern. Es el caso de la estación de autobuses de Zamora, construida por el arquitecto local Francisco Somoza en 1990.
Este clasicismo latente es una especie de clasicismo atenuado que conserva los trazos, perfiles e impresiones de las formas estructurales, pero elimina el detalle ornamental. Es una arquitectura que utiliza toda la gama de formas y tipos de la tradición clásica desplegándolos de nuevo en los términos de la era industrial. Más riguroso que el denominado clasicismo irónico, esa abstracción y racionalidad de han permitido ganarse cierto respeto dentro de las élites arquitectónicas, si bien los que hace veinte años practicaban esta tendencia, hace mucho que se pasaron al minimalismo u otras corrientes más extravagantes.
La estación ocupa una manzana cuadrada con una fuerte pendiente entre la Calle Donantes de Sangre y la Avenida Alfonso Peña. La sala de espera, taquillas y oficinas se agrupan en un edificio situado en la cota más alta del solar (Calle Donantes de Sangre), con tres accesos y distribuida interiormente en una larga nave de cuyo centro parten unaas escaleras que la comunicacn con los andenes, distribuidos a modo de “claustro” en la cota menor (Avenida Alfonso Peña). El aspecto exterior tiene un cierto aire “romano”, acrecentado por los bloques de hormigón abujardados y los arcos que recuerdan vagamente a unas termas. Sin detalles superfluos, con un espíritu netamente moderno, este edificio parece un dibujo simplificado del tratado de Durand o de Ledoux, que al fin y al cabo es lo que buscaba el clasicismo latente.
realmente curioso, nunca hubiera visto en un edificio tan moderno algo de clasicismo, latente o no, la verdad. Y sin embargo al irte leyendo sus contornos clásicos parecían asomarse ante mí...qué bonito es aprender siempre...gracias por compartoirlo
ResponderEliminarEs un edificio bien diseñao, aprovechando esa desnivel de calles. Nos gusta mucho esa nave central flanqueada por columnas.
ResponderEliminarUn edificio funcional con este toque de clasicismo que lo hace distinto.
Un abrazo.
La verdad es que hasta que no reparas,no ves que es un edificio que a pesar de su modernidad visual,de su aspecto funcional,está regido por las normas inmutables e "invisibles" del clasicismo.
ResponderEliminarDidac, en los 80 y 90 se construyeron muchos edificios así por toda España. Era una corriente que surgió como reacción al aburrimiento y alienación que producía el movimiento moderno. Lamentablemente, al optar por un camino abstracto en lugar del literal que han elegido otros clasicistas, este clasicismo latente desapareció como una moda pasajera. El paradigma de esta corriente es el Museo Romano de Mérida, de Rafael Moneo.
ResponderEliminarLogan y Lory, el exterior es más elegante que el interior, que resulta bastante desolador y aburrido. El clasicismo no es que pueda ser funcional, es que es tan funcional como la arquitectura moderna.
Natalia, hay muchos edificios que se rigen por las normas inmutables del clasicismo. Los arquitectos en mayor o menor medida reconocemos el peso de la tradición y su influencia actual. En Sevilla ejemplos de este tipo se pueden ver en el teatro de la Maestranza, la restauración del Monasterio de la Cartuja (el claustro) o el edificios Sevilla 2.