Cuando empecé a escribir sobre arquitectura lo hice bajo la convicción de que las formas clásicas aún tienen cabida en nuestra época. Este convencimiento no viene de una valoración subjetiva que me incline hacia esa estética, sino por una serie de circunstancias a lo largo del siglo XX que vienen a confirmar la continuidad de una tradición que se creía perdida tras el triunfo de las Vanguardias y el Movimiento Moderno.
El fin de la Segunda Guerra Mundial supuso también el fin de las tentativas europeas de dar continuidad a un clasicismo que durante los años 20 y 30 convivió con las vanguardias. La victoria aliada condenó injustamente al clasicismo por el uso y abuso que de él habían hecho los regímenes totalitarios, y toda Europa continental asociará a partir de ese momento al clasicismo con fascismo y opresión. Sin embargo, la tradición clásica continuó, aunque reducido su ámbito de docencia y ejercicio, en los países anglosajones. Allí la arquitectura clásica seguía viéndose como garante de las libertades democráticas y símbolo de gloria cultural.
El empuje irrefrenable de la modernidad acorraló la tradición más y más hasta el punto que en el siglo XXI sólo dos Escuelas de Arquitectura (la de Notre Dame en Indiana y la de Miami, ambas en EEUU) la siguen incluyendo en sus programas docentes. Además, en Europa cabría destacar la labor realizada por el Príncipe de Gales en su Fundación creada a tal efecto, y la labor que realizó hasta 2004 la Escuela de Arquitectura de Viseu, de la que hemos hablado anteriormente.
A raíz de la publicación de esa entrada, el arquitecto Lucien Steil, su antiguo director y actualmente profesor asociado de la Escuela de Notre Dame, se puso en contacto conmigo invitándome a visitar sus instalaciones en Roma. El programa de estudios de esta Universidad incluye un año de estancia en la capital italiana, donde los alumnos entran en contacto con la tradición arquitectónica occidental (la estancia se complementa con viajes por Italia y el resto de Europa).
Fui a Roma en abril como invitado a los jurados sobre los trabajo finales de los alumnos de tercer año, que es cuando se realiza el curso en Roma. También acudió invitado el catedrático de la Universidad del País Vasco, D. Javier Cenicacelaya y los arquitectos italianos Luigi del Sordo y Paolo Marconi. En los dos días que duraban los jurados tuve la oportunidad de conocer el trabajo de unos estudiantes motivados y la labor docente de unos profesores que sabían aplaudir y agradecer los aciertos de los alumnos, a la vez que corregir de forma instructiva y constructiva sus errores.
El Profesor Lucien Steil, presentando los proyectos del jurado
Los alumnos de Notre Dame apenas usan programas de diseño asistido (al menos en los primeros años de formación y como es habitual en muchas Escuelas americanas), por lo que tienen gran destreza en el dibujo a mano alzada y muestran un avanzado sentido de la proporción y la escala. Y precisamente por no emplear modelados virtuales es habitual que sus planos se vean complementados con maquetas.
Un alumno ultima detalles antes de la entrega
Maqueta de uno de los proyectos presentados
El eje conductor de los ejercicios presentados era la vivienda, entendida como el acto proyectual básico a partir del cual se desarrollan el resto de tipologías. Las viviendas presentadas por los alumnos siguen criterios de sostenibilidad extraídos de la arquitectura clásica. No se encuentran en ellas volúmenes minimalistas ni grandes vanos vidriados; tampoco hay alardes técnicos o experimentos con materiales. Son viviendas sencillas que buscan sus formas en los invariantes vernáculos de la zona. Muros gruesos, cubiertas y forjados de madera, proporción equilibrada de huecos y pórticos o loggias que dan frescor a la vivienda es lo que enseñan esas propuestas: toda una lección palladiana que en el siglo XXI demuestra su vigencia.
La mayoría de las propuestas buscaba ese sustrato vernáculo que se extrae de la lectura de Palladio; si bien algunos alumnos fueron más allá e hicieron propuestas directamente inspiradas en las villas del arquitecto paduano. A la calidad de las propuestas hay que sumar el alto grado de conocimiento de la arquitectura vernácula italiana que han conseguido estos alumnos americanos durante su estancia en Roma.
Durante el jurado se dialogó sobre la sostenibilidad de la arquitectura tradicional, la utilidad de las medidas pasivas de ahorro de energía, al orientación y soleamiento adecuados… Se insitió en la necesidad de una ventilación e iluminación natural y directa en todas las estancias y las consecuencias espaciales y estructurales derivadas de ello (doble crujía, triple crujía con retranqueos…).
La intervención del arquitecto Paolo Marconi fue una defensa de los invariantes tipológicos de la arquitectura clásica, haciendo especial hincapié en el clasicismo depurado del periodo de entreguerras. Su conocimiento y práctica nos permite intervenir sobre el patrimonio sin incurrir en el falso histórico pero también sin deshumanizar ni romper la esencia del lugar.
El profesor Javier Cenicacelaya hizo unas interesantes reflexiones a modo de conclusión. Es a través de la revitalización de la arquitectura vernácula como realmente llegamos a entender y adaptarnos al lugar, respetándolo. El clasicismo canónico es un producto de lujo tremendamente costoso, mientras que estas obras, encuadrables dentro del tradicionalismo moderno, gozan de la ventaja de ser más próximas al gran público, que las acepta como magníficas obras de artesanía en lugar de las manidas promociones de viviendas (popularmente conocida como “pitufos” o “neocatetos”) tan descontextualizadas del entorno y sus habitantes como las urbanizaciones anómicas del Movimiento Moderno. Al tener en cuenta las tradiciones constructivas locales y sus condicionantes climáticos y geográficos, es más sostenible que la arquitectura moderna que pretende implantar en todas partes las mismas soluciones formales del minimalismo o el deconstructivismo. La arquitectura vernácula permite, por tanto, una aproximación al clasicismo muy cercana al público, pues con ella recupera el contacto con el lugar y la tradición que le robó la modernidad.
El profesor Javier Cenicacelaya durante su intervención
Pablo Álvarez Funes
pfunes1981@gmail.com
Debemos decirte, que nos ha impresionado tu exposición sobre el tema de la continuidad del clasicismo arquitectónico y esa experiencia tuya en esas Jornadas en Roma. Esa forma de docencia de la arquitectura, tan alejada de lo que ahora se denomina la "arquitectura expres", los alumnos diseñando a mano alzada, imaginando y definiendo proporciones es magnífica.
ResponderEliminarUno no es arquitecto, pero nos gusta saber que la arquitectura configura los espacios en los que nos desenvolvemos, trabajamos y vivimos y por lo tanto, debe dotarnos de la sensación de estabilidad y bienestar necesarios. Creemos que la arquitectura clásica lo consigue y hoy en día, un edificio clásico, al que se le puede dotar de las mismas comodidades que un edificio moderno, es la más natural y bella forma de arquitectura.
Saludos cordiales.
Amigo Pfunes, la vida da muchas vueltas, ojalá algún dia pueda trabajar en uno de tus proyectos, ¿quien sabe?. Ya sabes como estoy ultimamente pero intento mantenerme en mi oficio que me entusiasma, me está resultando muy dificil pero hay sigo intentandolo. A ti te encanta la arquitectura, a mi el arte de ser pintor (aunque sea de brocha gorda). Un abrazo enorme.
ResponderEliminarLogan y Lory, me han emocionado vuestras palabras. Hay varias entradas anteriores dedicadas a la continuidad del clasicismo arquitectónico (de hecho ese es uno de los ejes de este blog). El clasicismo nos entronca con el ideal de vida armónico que representa la Antigüedad grecorromana.
ResponderEliminarJavier, con constancia todo se consigue. Ahora mismo trabajo para otro arquitecto aunque ya estoy colegiado y si quisiera podría ejercer por mi cuenta, ¿Quién sabe?
Un saludo a ambos
Para los que no somos arquitectos,pero amamos la arquitectura,es un consuelo ver que el clasicismo devuelve el protagonismo al espacio y al disfrute del mismo, y no a extravagancias varias que sólo sirven para alimentar egos.
ResponderEliminarSaludos.
tienes un premio en mi blog.
ResponderEliminarhttp://occidentealaderiva.blogspot.com/2009/06/premios-blog-amigo-blog-dorado-y-11-de.html
un abrazo
Atreides
Natalia, el "público profano" es como el niño del cuento de "El nuevo traje del emperador": los únicos capaces de ver la obviedad mientras los demás se miran al ombligo y se deshacen en adulaciones con la farándula arquitectónica (pues poco respeto merecen ya los arquitectos mediáticos que han contribuido a la crisis de la profesión en España).
ResponderEliminarAtreides, muchas gracias por el premio.
Wow, very nice project! So different than our architecture classes which were all super modern at my school.
ResponderEliminarFunny -we use that book, the American Vignola, as a bible here at my office at work. I have one sitting here right beside me and refer to it a few times a week. Sorry, My Spanish is very very bad so I write in English.
ArchitectDesign™, these are projects from students of Notre Dame University in Indiana, who spend one year in Rome as a part of the program.
ResponderEliminarThe architect Lucien Steil invited me to see their projects last april. Unfortunately there are few schools of architecture which still teach classically.
Where I work we make a kind of neo-vernacular spanish architecture, so it is not bad at all. But I would like to work in a place were the "american Vignola" is used as a bible.
Write in English whenever you want, I appreciate very much your blog.
Kind regards