El grito de batalla “Bauhaus instead of our house” (Bauhaus en lugar de nuestra casa), ha concentrado a la profesión. Cegada a los problemas medioambientales, a la realidad de la industria de la construcción y, paradójicamente, al gusto y deseos de la mayoría de los compradores potenciales de casas. Es como si los arquitectos fueran entrenados para servir a gente alienígena de un planeta distante. Ellos mismos siguen viviendo, trabajando y pasando sus vacaciones en entornos tradicionales pero no ven la ironía cuando se les aplica a ellos. Al revés, cuando un estudiante o profesor muestra algo más que un caduco interés en los conceptos y técnicas tradicionales, es inmediatamente aislado de la crisálida académica como un blasfemo en una clase de teología. La escandalosa verdad es que la inmensa mayoría de las escuelas de arquitectura actuales, simplemente ha dejado de enseñar la teoría y práctica del diseño de la casa tradicional. Peor, ha borrado la materia de sus horizontes técnicos, intelectuales y artísticos.
El desgaste institucional ayuda a explicar el hecho de que, a pesar de haber contado con una inversión inmobiliaria sin igual, el último medio siglo se caracteriza por la producción tradicional arquitectónica más pobre de la historia recordada. Las medidas sin proporción, los ajustes sin criterios, el diseño sin bases y la construcción enferma se han convertido en norma en un sector que representa la inmensa mayoría del producto nacional bruto y que absorbe la mayoría de los ahorros familiares. El triunfo de la sensibilidad kitsch (la cultura de lo mezquino, lo sintético y lo falso) puede ser vista como sus inesperados resultados, la imagen deformada del espejo de la modernidad.
Irónicamente, la amenaza más seria a la cultura tradicional actual no proviene ya de la modernidad en sí misma, sino de la simulación “tradicional”.
Curiosamente, los errores se cultivan con convicción; son frecuentes y repetitivos, cometidos de forma contundente, y en ocasiones incluso con orgullo por todas las inmobiliarias, profesionales y principiantes. Son construidos por constructores y comprados por compradores. Se han extendido a lo largo de los cinco continentes y en prácticamente todas las culturas. ¿Cómo puede triunfar semejante confusión de una manera tan devastadora sin provocar una reacción organizada o protestas públicas? Y ¿por qué no colapsan los edificios en sí mismos bajo el peso de su concepción errónea?
La arquitectura clásica y tradicional se puede pensar como un lenguaje (la gramática de la construcción de edificios a partir de materiales naturales como la madera, piedra, tierra, arena, caliza.) Los errores al emplear estos materiales se ponen rápidamente en evidencia a través de comportamientos incontrolables, asentándose, partiéndose o colapsando. Incluso un genio es incapaz de hacer perdurable un error partiendo de materiales naturales. Pero los materiales sintéticos (cemento, acero, derivados de la madera, plásticos) y sus técnicas específicas de unión (fundición, encolado, atornillado, soldadura, clavado) permiten a cualquiera llevar a cabo las formas más absurdas sin enfrentarse al fracaso inmediato. Cuando estos materiales y técnicas se utilizan para imitar diseños tradicionales, la tecnología y la semántica adquieren por fuerza un recorrido de colisión que termina dejando, únicamente, incongruencias.
Leon Krier
Quizá lo más dañino(sin entender nada del tema, con lo cual mi opinión es casi temeraria), creo que lo más tremendo es cuando esa arquitectura se sufre en lugares privilegiados en cuanto a ubicación estética o de naturaleza.
ResponderEliminarSaludos y, perdón por el atrevimiento.
Vivoenlared, sus comentarios siempre serán bienvenidos. No son para nada temerarios y demuestran el sentir general de una sociedad muchas veces hastiada por los desmanes de la modernidad para con nuestro pasado.
ResponderEliminarUn saludo.
Estimado Pablo: Coincido con Krier en detestar la artificialidad y el mal uso de nuevos materiales con técnicas más propias de otros (*) pero discrepo en una vuelta atrás...Ésto es lo que nos toca vivir.
ResponderEliminarUn cordial saludo.
* Corrigeme si me equivoco, pero ¿acaso la arquitectura clasica hecha en piedra no se basa en antiguas tecnicas de templos de madera? Si esto fuera así, estaríamos hoy tan confundidos como los que levantaron aquellos maravillosos templos dóricos.
Estimado dadaista: la defensa del clasicismo no es una vuelta atrás sino la recuperación de una senda que nos entronca con el ideal de vida armónica que supone la Antigüedad Grecorromana. Una senda que por otro lado siempre ha estado ahí, activa aunque cargada de prejuicios.
ResponderEliminarLa arquitectura griega en piedra efectivamente deriva de una anterior en madera. Los elementos del orden dórico derivan de esas construcciones. De todas formas, por encima de esa evolución técnica, la arquitectura clásica deriva de esa "cabaña primigenia" que surge de la naturaleza movida por la necesidad del "buen salvaje", y tan bien retratada por el Abad Laugier.
La imitación de las formas previas no es confusión en sí misma, pero las analogías desafortunadas, como la maquinista, pueden resultar muy perjudiciales para el desarrollo social y urbano (como puede ser buen ejemplo de ello Pruitt-Iggoe, Robin Hood Gardens, o las ciudades satélite de París).
Un saludo.