Se tiene el prejuicio de considerar la Edad Media como un periodo oscuro en el que la Antigüedad había quedado olvidada y se rechazaba por pagana. Esto es cierto a medias, pues si bien ser verdad que todo el esfuerzo cultural del Imperio Romano se fue desintegrando tras su propia caída y con las invasiones bárbaras, también es que los dos últimos siglos del imperio sirvieron para modelar una cultura cristiana y romana, que supo recoger lo mejor de la tradición romana para ponerlo al servicio de la Iglesia. Además, el Imperio Bizantino sirvió como continuador de la labor del Imperio Romano, aunque la sociedad y cultura bizantina es el resultado de un largo proceso de cristalización en el que se unen influencias helenísticas, romanas, orientales y cristianas, para dar paso a una civilización con un carácter propio, que aun conservando el nombre de imperio romano de Oriente, cada vez tenía menos de Romano y más de esta mezcolanza cultural que acabó desembocando en una sociedad más rígida, protocolaria e intolerante que la romana.
En cuanto a arquitectura, Bizancio se caracteriza por continuar la investigación espacial romana aplicada directamente a las tipologías religiosas. Santa Sofía de Constantinopla es uno de lo ejemplos más claros y magníficos de estas nueva arquitectura.
En Occidente asistimos a un proceso de ruralización del Imperio; ya las estructuras bajoimperiales, fomentadas por la reforma del emperador Diocleciano (h. 245-316; Emperador romano de 284 a 305) tendían a una organización en el campo (dominado), en grandes latifundios gobernados por estructuras oligárquicas que sentaron las bases del feudalismo. Así, en este ambiente de involución cultural, parece imposible que las formas antiguas o por defecto cualquier manifestación artística fuesen viables más allá de lo puramente artesanal. Sin embargo, la presencia de Roma es latente durante toda la Alta Edad Media, y aunque la producción arquitectónica sea mínima en Occidente, el mero hecho de la reutilización de los materiales de los templos paganos para la construcción de nuevas iglesias, o la transformación directa de los primeros en los segundos (Templo de la Fortuna Viril en Santa Maria Egipciaca…) hace patente el respeto y admiración que se sentían hacia los mismos. Por otro lado, la tipología de Iglesia se toma directamente de la basílica, pues era el lugar idóneo para reunir las grandes multitudes que requiere la liturgia cristiana, en contraposición con el ambiente oscurantista e íntimo de los templos paganos. Pero la continuidad con el modo de vida y la cultura romanas no se aprecia solo en la reutilización de las infraestructuras clásicas, sino que existe una continuidad en la mentalidad y las pretensiones culturales, como queda patente en el fenómeno político y cultural de la Renovatio carolingia. Carlomagno y su secretario y principal colaborador, Eginardo, fomentaron una reunificación política y cultural de Europa, una Europa germánica con su núcleo potente en las riberas de Rhin, y que mira a Roma como legitimadora de una política de continuidad, que queda materializada con la coronación de Carlomagno en Roma en la Navidad del año 800.
La Renovatio fue un movimiento de renovación y revisión de la cultura de la época, y afectó a todas las ramas del saber. Tomando como referencia la Consolatio Philosophiae de Severino Boecio, se reorganiza la cultura en las siete artes liberales: trivium (gramática, retórica y dialéctica) y quadrivium (aritmética, geografía, música y astronomía); se revisan los textos clásicos y se vuelven a copiar, con tipos de letra unificados para facilitar su comprensión. La ornamentación de estos manuscritos tiene claros ecos clásicos.
Georges Duby, en su libro, “la época de las catedrales” hace una comparación entre la evolución del arte medieval y el trivium. Para él, la época comprendida entre finales del siglo X y finales del XI es equiparable a la gramática. El cambio de milenio fue trascendental en Europa, pues el temido fin del mundo no llegó; para las gentes de la época comenzaba una nueva era, y ese optimismo se traduce en la construcción de numerosas iglesias. En la historia de la construcción, el Románico empieza cuando se decide construir iglesias con cubierta abovedada en vez de la tradicional de madera, para evitar los incendios. Y es en esta época cuando se define la gramática para una arquitectura medieval, una arquitectura que toma sus bases en el Antiguo Testamento y en los Padres de la Iglesia, una arquitectura que debía ser “leída” por el vulgo analfabeto, de ahí la profusión escultórica en las portadas de la gran mayoría de las iglesias medievales. Hasta el siglo XIX esta arquitectura se conocía simplemente como Gótica ó bárbara (término que abarcaba todo el arte medieval en contraposición al arte culto y cortesano del renacimiento); pero en esta época se comienza a diferenciar entre las manifestaciones artísticas anteriores al siglo XIII y las posteriores a éste. El arte entre los siglo XI y XIII se ha venido a denominar románico porque surge de los intentos de la Renovatio carolingia de revivir la magnificencia de Roma pero en términos cristianos. Así, se vuelve a recurrir a las estructuras abovedadas, aunque la falta de práctica constructiva (interrumpida tras casi 500 años de inactividad) convierte a los templos románicos en moles oscuras y pesadas en la que la mirada de Dios parece caer amenazadora desde el tímpano de la portada.
El periodo “retórico” correspondería a la plenitud del románico, que toma de Cluny y del Camino de Santiago sus principales exponentes. La Edad Media fue un continuo flujo de ideas entre el occidente cristiano, el imperio bizantino y el oriente medio musulmán; el románico se nutre de todas ellas, y las interpreta a la luz de la filosofía neoplatónica de San Agustín. La realidad, lo que vemos y sentimos, no son sino meros reflejos de unas esencias abstractas, de ahí el alto grado de abstracción del románico, que busca cantar a Dios en su misma esencia.
Duby identifica el gótico con la dialéctica, el arte de discutir y de argumentar, la culminación en el arte de hablar. Esta culminación se consigue por un lado con la filosofía de santo Tomás, sistematizador de la filosofía escolástica cristiana; y por otro, con las ideas del Abad Suger, que quiso convertir la pesada arquitecura románica de su abadía de Saint Denis en un monumento luminoso a Dios y a los Reyes de Francia, que tenían allí su panteón. La nueva filosofía de corte aristotélico veía la realidad no como un reflejo de unas esencias abstractas, sino que eran las esencias abstractas una abstracción, valga la redundancia, de la realidad. Por tanto, el gótico se vuelve más figurativo y humano; surgen los cultos marianos como representación de la humanidad de la madre de cristo, una madre amable, venerable y también sufriente por los daños de la humanidad. Así, la búsqueda de esa luminosidad por parte del Abad Suger lleva a una auténtica revolución constructiva, a una continua experimentación que tendrá sus más imponentes ejemplos en las grandes catedrales francesas (Chartres, Reims, Estrasburgo, Notre Dame…), inglesas (Salisbury, Wells…), alemanas (Colonia), españolas (Burgos, Sevilla)…
Hasta ahora hemos referido la expresión del arte medieval, aunque no se ha dicho nada acerca de la presencia de una teoría de las proporciones en el medievo. Se tiene la idea que en la edad Media se edificaba sin seguir proporción alguna, aunque quizá en ninguna otra época haya habido programas simbólicos más ricos basados en la numeración. La Edad Media es una época eminentemente simbólica en la que los números tenían un importantísimo significado. Las iglesias y catedrales se construían siguiendo sencillas series numéricas cargadas de complicados simbolismos religiosos y en contadas ocasiones alquímicos o paganos, pues la esencia de las primitivas religiones druídicas de los bosques galos, germanos y británicos permanecía viva en al mentalidad colectiva de la sociedad medieval. Además hay que tener en cuenta la organización gremial de los constructores medievales, donde el concepto de arquitecto proyectista no ha surgido, y el “diseño y proyecto” de una catedral o iglesia depende de una interacción potente entre los diferentes sectores implicados en la obra (iglesia, constructores, canteros, pintores), entendidos en su totalidad y su individualidad, que quedaba revertida en el conjunto del gremio. No en vano, la masonería surge en esta época en el seno de los gremios de constructores, que sólo compartían sus secretos con una serie de iniciados.
El gótico se extiende hasta bien entrado el siglo XVI en muchísimas regiones de Europa, y en otras sobrevive conviviendo con las nuevas formas del Renacimiento. De cómo la estética renacentista se implanta en Europa hablaremos más adelante.
En cuanto a arquitectura, Bizancio se caracteriza por continuar la investigación espacial romana aplicada directamente a las tipologías religiosas. Santa Sofía de Constantinopla es uno de lo ejemplos más claros y magníficos de estas nueva arquitectura.
En Occidente asistimos a un proceso de ruralización del Imperio; ya las estructuras bajoimperiales, fomentadas por la reforma del emperador Diocleciano (h. 245-316; Emperador romano de 284 a 305) tendían a una organización en el campo (dominado), en grandes latifundios gobernados por estructuras oligárquicas que sentaron las bases del feudalismo. Así, en este ambiente de involución cultural, parece imposible que las formas antiguas o por defecto cualquier manifestación artística fuesen viables más allá de lo puramente artesanal. Sin embargo, la presencia de Roma es latente durante toda la Alta Edad Media, y aunque la producción arquitectónica sea mínima en Occidente, el mero hecho de la reutilización de los materiales de los templos paganos para la construcción de nuevas iglesias, o la transformación directa de los primeros en los segundos (Templo de la Fortuna Viril en Santa Maria Egipciaca…) hace patente el respeto y admiración que se sentían hacia los mismos. Por otro lado, la tipología de Iglesia se toma directamente de la basílica, pues era el lugar idóneo para reunir las grandes multitudes que requiere la liturgia cristiana, en contraposición con el ambiente oscurantista e íntimo de los templos paganos. Pero la continuidad con el modo de vida y la cultura romanas no se aprecia solo en la reutilización de las infraestructuras clásicas, sino que existe una continuidad en la mentalidad y las pretensiones culturales, como queda patente en el fenómeno político y cultural de la Renovatio carolingia. Carlomagno y su secretario y principal colaborador, Eginardo, fomentaron una reunificación política y cultural de Europa, una Europa germánica con su núcleo potente en las riberas de Rhin, y que mira a Roma como legitimadora de una política de continuidad, que queda materializada con la coronación de Carlomagno en Roma en la Navidad del año 800.
La Renovatio fue un movimiento de renovación y revisión de la cultura de la época, y afectó a todas las ramas del saber. Tomando como referencia la Consolatio Philosophiae de Severino Boecio, se reorganiza la cultura en las siete artes liberales: trivium (gramática, retórica y dialéctica) y quadrivium (aritmética, geografía, música y astronomía); se revisan los textos clásicos y se vuelven a copiar, con tipos de letra unificados para facilitar su comprensión. La ornamentación de estos manuscritos tiene claros ecos clásicos.
Georges Duby, en su libro, “la época de las catedrales” hace una comparación entre la evolución del arte medieval y el trivium. Para él, la época comprendida entre finales del siglo X y finales del XI es equiparable a la gramática. El cambio de milenio fue trascendental en Europa, pues el temido fin del mundo no llegó; para las gentes de la época comenzaba una nueva era, y ese optimismo se traduce en la construcción de numerosas iglesias. En la historia de la construcción, el Románico empieza cuando se decide construir iglesias con cubierta abovedada en vez de la tradicional de madera, para evitar los incendios. Y es en esta época cuando se define la gramática para una arquitectura medieval, una arquitectura que toma sus bases en el Antiguo Testamento y en los Padres de la Iglesia, una arquitectura que debía ser “leída” por el vulgo analfabeto, de ahí la profusión escultórica en las portadas de la gran mayoría de las iglesias medievales. Hasta el siglo XIX esta arquitectura se conocía simplemente como Gótica ó bárbara (término que abarcaba todo el arte medieval en contraposición al arte culto y cortesano del renacimiento); pero en esta época se comienza a diferenciar entre las manifestaciones artísticas anteriores al siglo XIII y las posteriores a éste. El arte entre los siglo XI y XIII se ha venido a denominar románico porque surge de los intentos de la Renovatio carolingia de revivir la magnificencia de Roma pero en términos cristianos. Así, se vuelve a recurrir a las estructuras abovedadas, aunque la falta de práctica constructiva (interrumpida tras casi 500 años de inactividad) convierte a los templos románicos en moles oscuras y pesadas en la que la mirada de Dios parece caer amenazadora desde el tímpano de la portada.
El periodo “retórico” correspondería a la plenitud del románico, que toma de Cluny y del Camino de Santiago sus principales exponentes. La Edad Media fue un continuo flujo de ideas entre el occidente cristiano, el imperio bizantino y el oriente medio musulmán; el románico se nutre de todas ellas, y las interpreta a la luz de la filosofía neoplatónica de San Agustín. La realidad, lo que vemos y sentimos, no son sino meros reflejos de unas esencias abstractas, de ahí el alto grado de abstracción del románico, que busca cantar a Dios en su misma esencia.
Duby identifica el gótico con la dialéctica, el arte de discutir y de argumentar, la culminación en el arte de hablar. Esta culminación se consigue por un lado con la filosofía de santo Tomás, sistematizador de la filosofía escolástica cristiana; y por otro, con las ideas del Abad Suger, que quiso convertir la pesada arquitecura románica de su abadía de Saint Denis en un monumento luminoso a Dios y a los Reyes de Francia, que tenían allí su panteón. La nueva filosofía de corte aristotélico veía la realidad no como un reflejo de unas esencias abstractas, sino que eran las esencias abstractas una abstracción, valga la redundancia, de la realidad. Por tanto, el gótico se vuelve más figurativo y humano; surgen los cultos marianos como representación de la humanidad de la madre de cristo, una madre amable, venerable y también sufriente por los daños de la humanidad. Así, la búsqueda de esa luminosidad por parte del Abad Suger lleva a una auténtica revolución constructiva, a una continua experimentación que tendrá sus más imponentes ejemplos en las grandes catedrales francesas (Chartres, Reims, Estrasburgo, Notre Dame…), inglesas (Salisbury, Wells…), alemanas (Colonia), españolas (Burgos, Sevilla)…
Hasta ahora hemos referido la expresión del arte medieval, aunque no se ha dicho nada acerca de la presencia de una teoría de las proporciones en el medievo. Se tiene la idea que en la edad Media se edificaba sin seguir proporción alguna, aunque quizá en ninguna otra época haya habido programas simbólicos más ricos basados en la numeración. La Edad Media es una época eminentemente simbólica en la que los números tenían un importantísimo significado. Las iglesias y catedrales se construían siguiendo sencillas series numéricas cargadas de complicados simbolismos religiosos y en contadas ocasiones alquímicos o paganos, pues la esencia de las primitivas religiones druídicas de los bosques galos, germanos y británicos permanecía viva en al mentalidad colectiva de la sociedad medieval. Además hay que tener en cuenta la organización gremial de los constructores medievales, donde el concepto de arquitecto proyectista no ha surgido, y el “diseño y proyecto” de una catedral o iglesia depende de una interacción potente entre los diferentes sectores implicados en la obra (iglesia, constructores, canteros, pintores), entendidos en su totalidad y su individualidad, que quedaba revertida en el conjunto del gremio. No en vano, la masonería surge en esta época en el seno de los gremios de constructores, que sólo compartían sus secretos con una serie de iniciados.
El gótico se extiende hasta bien entrado el siglo XVI en muchísimas regiones de Europa, y en otras sobrevive conviviendo con las nuevas formas del Renacimiento. De cómo la estética renacentista se implanta en Europa hablaremos más adelante.
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