La Arquitectura Moderna hubiera querido que Raymond Erith (1904-1973) fuese un arquitecto moderno de primera generación que soñara con destruir la tradición para dar paso al nuevo mundo de formas puras, funcionales y maquinistas. Sin embargo, Erith se reveló contra los estándares arquitectónicos de la modernidad triunfante tras la Segunda Guerra Mundial, y decidió retomar el camino del clasicismo ahí donde lo dejaron John Soane (1753-1837) o Karl Friedrich Schinkel (1781-1841). Su obra se ha definido como genuinamente georgiana (como se conoce al neoclasicismo inglés) y no como un "neo".
Si arquitectos como Auguste Perret (1874-1954), Edwin Lutyens (1869-1944) o el demonizado Albert Speer (1905-1981) representan los últimos intentos del clasicismo "a la antigua" de plantar cara a la modernidad mediante la depuración de su lenguaje, Erith es un ejemplo de cómo en el siglo XX se puede llegar a la belleza arquitectónica desde la tratadística clásica, sin necesidad de recurrir al infructuoso debate con una Modernidad que no está dispuesta a tolerar ideas diferentes a la suya. Erith tuvo el valor de no sucumbir ante el Movimiento Moderno y dejar un legado que continuó su discípulo Quinlan Terry (n. 1937) y que también ha sido recogido por muchos otros arquitectos que tras la crisis de la modernidad quisieron volver a los antiguos principios de armonía y proporción arquitectónicas y no caer en la mediocridad del banal juego posmoderno.
Si arquitectos como Auguste Perret (1874-1954), Edwin Lutyens (1869-1944) o el demonizado Albert Speer (1905-1981) representan los últimos intentos del clasicismo "a la antigua" de plantar cara a la modernidad mediante la depuración de su lenguaje, Erith es un ejemplo de cómo en el siglo XX se puede llegar a la belleza arquitectónica desde la tratadística clásica, sin necesidad de recurrir al infructuoso debate con una Modernidad que no está dispuesta a tolerar ideas diferentes a la suya. Erith tuvo el valor de no sucumbir ante el Movimiento Moderno y dejar un legado que continuó su discípulo Quinlan Terry (n. 1937) y que también ha sido recogido por muchos otros arquitectos que tras la crisis de la modernidad quisieron volver a los antiguos principios de armonía y proporción arquitectónicas y no caer en la mediocridad del banal juego posmoderno.
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