lunes, 8 de noviembre de 2010

El sueño de la modernidad produce monstruos

El sueño de la razón produce monstruos es el título del grabado número 43 de la serie Los caprichos, realizados en aguafuerte y aguatinta entre 1793 y 1796 por el pintor Francisco de Goya y Lucientes. Representa al artista recostado en una mesa, con la cabeza apoyada en los brazos mientras es rodeado amenazadoramente por búhos y murciélagos. Este grabado, antesala del romanticismo, tiene dos interpretaciones: la ausencia (sueño) de la razón produce los monstruosos horrores de la ignorancia; y a la vez, los propios anhelos y proyectos salidos de la razón pueden tener consecuencias desastrosas si se aplican con implacable frialdad. Ambas interpretaciones se entienden dentro del contexto de la Ilustración, la primera como justificación de la misma; y la segunda como advertencia de los peligros que puede conllevar el positivismo y el objetivismo radical (como por ejemplo el Reinado del Terror dela Revolución Francesa). 


Este montaje se ha pecho pensando en la segunda interpretación. Los arquitectos del Movimiento Moderno se encontraron tras la Primera Guerra Mundial con un mundo deseoso de cambios. Integrándose con las vanguardias, asimilándolas y por último dominándolas, estos arquitectos crearon una arquitectura sin historia, nacida enteramente de la razón funcionalista y maquinista, que tiene su máximo exponente en la consideración de la vivienda como máquina de habitar (por encima de sus componentes humanos) y en las propuestas urbanas de Le Corbusier en la década de 1920. Su Plan Voisin pretendía hacer tabula rasa con una buena parte del centro de París y sustituirlo por unos fríos “rascacielos cartesianos”. Afortunadamente su locura no pudo llevarse a cabo en su totalidad, pero sembró el germen de toda una serie de intervenciones de nueva planta y centros históricos que llevaron a la anomia a una sociedad que sin haber asimilado los horrores de la Primera Guerra Mundial, sufrió los de una Segunda y tuvo que asimilar la modernidad para una rápida construcción. Sin embargo, esa nueva concepción urbana que mimaba tanto los factores funcionales e higienistas pero prácticamente olvidaba los humanos acabó haciendo aguas y los nuevos postulados urbanos sucumbieron ante la desidia y el vandalismo de unos habitantes que no los consideraban como suyos. La demolición de Pruitt Iggoe en 1972 tal vez suponga el reconocimiento de que del sueño arquitectónico del racional Movimiento Moderno, sólo pudo surgir una mostruosa pesadilla del que la demolición de Pruitt Iggoe es sólo un inquietante despertar.

2 comentarios:

  1. Tienes bastante razón en lo que dices, pero el Movimiento Moderno también aportó muchas cosas positivas. Se analizaron y establecieron estándares de calidad mínima para las viviendas. Se desarrollaron técnicas constructivas sin las que no tendría sentido la arquitectura actual... Y no todas sus aportaciones generaron monstruos. No todo fue tan horrible como Pruitt Iggoe.
    La arquitectura va evolucionando y hoy no sé exactamente hacia dónde vamos.
    Un saludo.

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  2. Ladrillo, el Movimiento Moderno efectivamente consiguió aportar dignidad e higiene a la vivienda colectiva; las nuevas técnicas constructivas permitieron avances y mejoras que permitieron un mayor confort. Sin embargo, tiene el error de base de hacer tabula rasa con la historia y la tradición, o de usarlas partidista y subjetivamente para autojustificación.

    Fue un paso "funcionalmente" necesario, pero que sumió a la arquitectura en la deriva social y formal que todavía sufrimos.

    Pruitt Iggoe es el extremo sublime de los monstruos engendrados por la modernidad, como aquí en España lo ha sido la demolición de la Iglesia de San Francisco de Almazán para el deconstructivismo. Pero a pesar de los aspectos postivos (técnicos y funcionales) del Movimiento Moderno, el resultado general es desastroso: con una ciudad totalmente fragmentada, dependiente del automovil, saturada por la especulación, que ha perdido una parte de su patrimonio en aras de una supuesta modernidad y una sociedad anómica que, al igual que la arquitectura actual, está sumida en una deriva de dudoso rumbo y oscuro destino.

    Un saludo.

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