La dominación de al-Andalus por los imperios almorávide y almohade no logró detener el avance territorial de los cristianos. En 1118 el rey de Aragón, Alfonso I el Batallador, conquistó la ciudad de Zaragoza, capital de la Marca superior. A esta conquista siguieron las de Tudela y Tarazona en 1119, y las de Calatayud y Daroca en 1120. Otro de los avances cristianos importantes fue la ocupación de todo el valle medio del Ebro.
El dominio almohade también debió ceder ante el incesante avance cristiano, sobre todo tras la batalla de las Navas de Tolosa en el año 1212. La quiebra del poder almohade facilitó la reconquista de tierras levantinas por Jaime I el Conquistador- con la toma de Valencia en 1238, y la del valle del Guadalquivir por Fernando III, que llevó aparejadas las conquistas de Córdoba, en 1236, y de Sevilla, en 1248.
Tras la última quiebra del poder almohade tan solo pudo sobrevivir, y ello gracias a los pactos con el rey castellano, una dinastía, la de los nazaríes (1232-1492), que en 1237 eligió Granada como capital. Los nazaríes edificaron una nueva ciudad palatina en la Alhambra, sobre la colina de la Sabika, dominando las tierras de la Andalucía Alta. El arte andalusí alcanzó entonces, con los conjuntos monumentales de la Alhambra y el Generalife, su máxima expresión. Con Granada culmina y se cierra la historia de al-Andalus y del arte islámico en España. Así, pues, durante ocho siglos la España medieval estuvo dividida de forma desigual y cambiante entre la Cristiandad y el Islam, dos culturas enfrentadas política y religiosamente.
Palacio nazarí de la Alhambra, Granada, España (s. XIV). Patio de los Leones.
Palacio nazarí de la Alhambra, Granada, España (s. XIV). Patio de los Arrayanes.
Lectura impartida en la Escuela de Arquitectura de la Universidad de Notre Dame en South Bend, Indiana (EEUU), el 28 de Enero de 2011.
Autor: Pablo Álvarez Funes
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